Cambio de paradigma. Ilustración: Gemma Alberich
Cambio de paradigma. Ilustración: Gemma Alberich

Informe

Girar después del Brexit: el coste del absurdo

La salida del Reino Unido de la Unión Europea pone fin a la libre circulación de personas. Como consecuencia, las giras verán sus costes disparados por los nuevos trámites burocráticos. Además de redundar en una menor oferta, supone una amenaza para el desarrollo artístico de proyectos que se encuentran en la primera etapa de su carrera.

El Brexit trae consigo muchas dudas y una única certeza: si algo queda claro es que el Reino Unido y la Unión Europea están de acuerdo en que no están de acuerdo. Si bien la votación tuvo lugar en junio 2016 y su salida se hizo efectiva en febrero de 2020, no fue hasta el último día de la enésima prórroga cuando ambas partes rubricaron el documento que ha de guiar su relación a partir de ahora. El período de transición acabó y con él la libre circulación de personas, mercancías y servicios. El parón obligado por la pandemia ha amortiguado el impacto inicial, pero la pregunta sigue encima de la mesa: ¿cómo afectará esto a las giras y, por extensión, al conjunto de la industria musical?

De entrada, todo parece indicar que los artistas británicos serán los principales perjudicados. Al no existir una regulación común, deberán cumplir los requisitos impuestos por los 27 estados de la Unión. Las condiciones de entrada varían según el país y pueden consultarse en esta guía elaborada por la Incorporated Society Of Musicians (ISM). El coste de los múltiples trámites burocráticos supondrá un escollo infranqueable para muchos músicos, privándolos de la posibilidad de salir de gira por Europa.

El pasado 9 de enero, una noticia de ‘Independent’ desataba la tormenta: el gobierno británico rechazó una propuesta para que artistas y personal pudieran salir de gira sin necesidad de visas. La oferta europea planteaba un período sin visado de 90 días, algo que en la práctica hubiera posibilitado tours de tres meses y hubiera eximido a la industria de los costes y el papeleo de obtener permisos individuales. Al parecer, según declaraciones de la ministra de Cultura Caroline Dinenage, el Reino Unido descartó la medida alegando que “recuperar el control de sus fronteras” era una prioridad y que contradecía el deseo expresado con el Brexit de poner fin a la libertad de movimiento. Las reacciones no se hicieron esperar, propiciando un cruce de declaraciones en que representantes europeos y británicos se culpaban mutuamente de la falta de acuerdo. A pesar del bochorno, hay margen para el optimismo: esto invita a pensar que sus posturas están más cerca de lo que han querido escenificar. 

Por su parte, los músicos pasaban al ataque iniciando una petición que cosechaba más de 280.000 firmas, forzando de esta manera que el asunto sea debatido en el Parlamento con sede en Londres. Tim Burgess, cantante de The Charlatans e impulsor desde el inicio de la pandemia de las populares listening parties, reflejaba en un artículo en ‘Independent’ el sentir de una comunidad que se siente traicionada. En otro texto, esta vez firmado por Colin Greenwood en ‘The Guardian’, el bajista explica cómo girar por Europa convirtió a Radiohead en la banda que conocemos.

El coste de los múltiples trámites burocráticos supondrá un escollo infranqueable para muchos músicos, privándolos de la posibilidad de salir de gira por Europa

En términos económicos, aún cuesta más justificar la decisión tomada por el gobierno de Boris Johnson. La aportación de la industria musical a la economía británica creció hasta los 5800 millones de libras antes de la pandemia. Estudios llevados a cabo por el ISM con el fin de analizar el impacto del Brexit revelan que la libertad de movimiento es crucial, con un 44% de los músicos obteniendo hasta la mitad de sus ingresos en la Unión Europea. El cuarto de estos informes, emitido en mayo de 2019, afirma que un 19% de los participantes generaba más de la mitad de sus ingresos en la Unión Europea, cuando en anteriores ediciones ese porcentaje representaba más de un tercio del total. Una tendencia a la baja que evidencia las oportunidades laborales perdidas como consecuencia de la separación y que podría ser todavía más acusada cuando se retome la actividad tras la crisis sanitaria.

Esta carretera de doble sentido también se hace cuesta arriba para los grupos españoles que quieran visitar las Islas Británicas, pudiendo llegar a suponer un muro infranqueable para proyectos modestos que hasta ahora tenían el Reino Unido como una de sus prioridades. “Como siempre, estos cambios van a hacer más daño a los grupos más pequeños, porque su presupuesto es ese y ya se lo han fundido (en visas) antes de salir”, comenta Ana Perrote, guitarrista y vocalista de Hinds. “En nuestro caso, nunca obtenemos beneficio cuando vamos a Inglaterra ni a ningún lado de fuera. En ninguna gira hemos ganado dinero para repartir. Los costes de girar fuera son carísimos”. Aunque en estos primeros compases reina la confusión, las visas PPE (Permitted Paid Engagement) se perfilan como una de las opciones más accesibles. Su coste es de 95£ por persona (algo más de 100€) y su validez, de 30 días. Otras opciones implicarían un certificado de patrocinio emitido por un contratante debidamente acreditado para ello.

No es el único hándicap añadido que plantea el Brexit. El fin de la libre circulación de mercancías pone en jaque una de las principales fuentes de financiación de la giras: el merchandising. “Es lo que más me va a joder a mí personalmente porque nosotras en particular lo cuidamos muchísimo”, cuenta Ana. “Lo diseñamos nosotras, después de los conciertos vamos a la mesa para vender más. El merch es de lo que se paga la gasolina, la comida y el hotel; es más del merch que de otra cosa”.

El fin de la libre circulación de mercancías pone en jaque una de las principales fuentes de financiación de la giras: el merchandising.

“Si algo supimos entender de Hinds en adelante es que te podía editar un sello inglés, que daba igual Heavenly Recordings que La Castanya”, afirma Fran Bassi, bajista de Baywaves. La banda, pese a estar afincada en Madrid, ha tocado más veces en Londres que en la capital española. Encaran la publicación de su álbum de debut con incertidumbre, pues sus últimos lanzamientos vinieron de la mano de disqueras británicas. Con el panorama actual, no parece una opción tan plausible: “Si de repente llegara un sello inglés que nos quisiera editar el disco, evidentemente habría que acompañarlo de una gira inglesa. Ahí habría que hacer números. Sin embargo, si no lo editara un sello inglés, de golpe ese tour no sería algo tan obvio como hace tres años”.

Para una “gira de guerrilla”, como las cataloga Fran, los costes burocráticos suponen duplicar el gasto base, el de logística. En el caso de una banda como Baywaves, en el que viajan sus cuatro componentes y un tour mánager, el importe solo en visas podría ascender por encima de los 550€. “¿Vale la pena gastarse todo el dinero en la PR inglesa si luego no vas a tocar?”, se pregunta. “Porque a lo mejor no. Si no hay un sello que ponga la pasta en la PR o el ‘booking’, a lo mejor ya no es tan prioritario invertir en industria inglesa si eso no va a revertir de alguna manera”. Llegados a este punto, la conclusión es clara. “Esta es la cuestión: se te quitan las ganas. ¿Y quién pierde? El público”.

A corto plazo, parece evidente que estas nuevas condiciones redundarán en una menor oferta para el público. A medio plazo, de no producirse el tan ansiado acuerdo, las consecuencias podrían ser devastadoras para el desarrollo de multitud de carreras que dependen de ese intercambio. Es difícil calibrar el coste del absurdo, pero la pérdida de esos artistas empobrecerá la aportación al mundo de una cultura, la británica, que se ha demostrado hegemónica durante décadas. En un contexto como el actual, marcado por el auge de lo latino y el buen momento que atraviesan las escenas locales europeas, podría suponer un cambio de paradigma definitivo. ∎

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