Antes lo hubiéramos llamado “supergrupo”. Hoy, Hijos de la Ruina se nos aparece como una alianza natural entre Natos y Waor y Recycled J, almas afines y dueños de algunos de los mayores éxitos del hip hop español contemporáneo. Su nuevo EP ha surgido durante el parón de la actividad en directo del año pasado, pero, sobre todo, porque como ellos mismos dicen, “había ganas”.
Vuelven con la periodicidad de un Mundial. “Vol. 3” (autoeditado, 2021), la nueva reunión de Natos y Waor con Recycled J como Hijos de la Ruina, se ha hecho esperar, pero ya está aquí. Y traen un EP de 7 temas variado, con chuleo pero también un eco innegable de la penumbra expresada en aquel “convertimos depresiones en jurdeles”. Hablamos con Gonzalo, Fer y Jorge sobre música, madurez y estabilidad económica y emocional.
¿Por qué la reunión ahora?
Gonzalo (Natos): Básicamente, porque nos apetecía. Aparte de compañeros, somos amigos, y disfrutamos muchísimo haciendo música juntos. En paralelo a nuestras carreras siempre hay un hueco para Hijos de la Ruina. Creíamos que era el momento ideal.
Jorge (Recycled J): También por la circunstancia de esta época más tranquila.
Fer (Waor): Estaba muy a huevo para soltar esto, que sabíamos que había ganas. Y nos gusta aportarnos mutuamente. Jorge nos da frescura y su visión de trabajo.
J: Sí, yo esa parte la noto en que venía de asomarme al pop y hacía tiempo que no me metía a hacer rap como tal, aunque el disco también tiene más cosas aparte de rap.
De hecho, es bastante variado.
G: Es el más ecléctico que hemos hecho nunca, creemos que dan ganas de ponerlo varias veces.
“Perros viejos, pero trucos nuevos”, decís. ¿Cuáles son esos trucos nuevos o cosas en las que notáis que vais mejorando con los años?
F: No dejamos de aprender. Los discos anteriores los escribíamos en casa y luego íbamos al estudio a grabar, muchas veces por separado; no hemos sido mucho de crear en el estudio. En este proyecto, eso lo hemos trabajado más. Nos hemos juntado mucho, hemos empezado las instrumentales de cero, nos fuimos a una casa a convivir y a darle un empujón al disco. A pesar de llevar más de diez años, no dejamos de buscar nuevas formas, y eso creo que nos enriquece.
J: Con los años, cuando estás en el estudio, surge algo que a lo mejor yo veo que es la hostia, pero luego a Fer no le mola tanto. Excepto los versos de cada uno, los estribillos y estructuras han sido más de todos.
G: Una de las claves es que trabajamos con mucho respeto, y con la humildad de saber aceptar la crítica, sin miedo a opinar de lo que los otros están haciendo para mejorar el conjunto. Construir entre todos es lo que hace que el resultado sea óptimo.
Hijos de la Ruina es también un poco Aluche y Carabanchel. ¿Creéis que se ha romantizado la vida de barrio?
J: Creo que las cosas están más difíciles ahora para un chaval de 16 años que para mí con esa edad. De todas maneras, nosotros cuando hablamos de barrio hablamos de cosas que pasan, no de que si yo soy de barrio y tú no. No es una virtud o un privilegio ser de barrio.
F: Claro, yo cuando hablo de barrio no me refiero a gente con pistolas. Yo siento mucho orgullo de mi barrio, de bajarme a las terrazas y al parque; de conocer a la gente y sus valores. A la hora de vivir en un sitio o en otro, siempre he tenido claro que quería vivir en Aluche y que mi hijo se críe con estos valores. Para una población que vive en sitios más acomodados, pues ver a unos chavales hablando de barrio les resulta atractivo, como quien...
G: ... Como quien va al zoo. Para mí esos valores son la humildad, ayudar a quien lo pasa mal, el trabajo. No el ser un hijo de puta. Eso es lo que quiero transmitir. Sí que es verdad que en la estética últimamente se tiende a que la misma ropa que hemos llevado toda la vida y hacía que nos mirasen mal, ahora las marcas de alta costura la hacen para intentar molar. Pero, vaya, a mí eso me da igual.
¿Cómo habéis vivido laboralmente la pandemia?
G: Nosotros teníamos el año pasado 20 o 25 festivales cerrados. Iba a ser un verano de puta madre. Es una putada, pero, quieras que no, nosotros tenemos otras fuentes de ingresos, porque hay gente que se dedica exclusivamente a hacer música en directo y lleva más de un año sin poder trabajar.
F: Yo no concibo la música sin poder representarla en un escenario. Se nos está haciendo un poco largo esto. Además, en los medios no se suele hablar de este sector. No nos queda otra que confiar en las vacunas y en que podamos volver a la normalidad cuanto antes. O a conciertos lo más parecidos a los de antes y sin riesgos.
“Mente de forrao pero corazón de punki” es otra línea. A veces se habla del dinero como de una meta, pero ¿qué hay cuando ya lo consigues? ¿Sigue siendo una motivación igual de fuerte mantenerte en el éxito que alcanzarlo?
F: Lo bueno de que te vaya bien económicamente es la tranquilidad. No andar preocupado con los números a final de mes. Obviamente, todo el mundo quiere más pasta, pero el momento en que tienes esa tranquilidad… yo no me he vuelto un avaricioso, no me parece prioritario en la vida.
G: Totalmente. Para mí el dinero nunca ha sido un objetivo, sino una consecuencia. No le recomiendo a nadie que empiece a hacer algo, sobre todo artístico, con el objetivo de forrarse. Te tiene que mover la pasión. No hay garantía de que te vaya a ir bien, pero al menos así habrás disfrutado del camino.
J: Con “mente de forrao” me refiero a que quiero hacer las cosas cada vez mejor. Si antes cogíamos un sample de guitarras, ahora queremos a un buen guitarrista y que ese tío cobre lo que merece.
G: Si quieres a los mejores, eso hay que pagarlo. Al final estás devolviendo al público lo que te da, reinvirtiéndolo en que tu arte sea cada vez más profesional y mejor. Vale más una buena idea que un buen fajo, pero cuando tienes las dos ocurren cosas buenas. ∎
Hijos de la Ruina son palabras mayores de la música urbana en castellano. HDLR, dicho de otra manera, es la unión de Natos y Waor con Recycled J. Pero vayamos por partes. Gonzalo Cidre (Natos) y Fernando Hisado (Waor) se conocieron en el circuito de batallas de gallos del Madrid de finales de la primera década de este siglo. Enseguida empezó todo: a la maqueta autoeditada en CD “Por la jeta”, de 2011, le siguieron “Catarsis” (AGZ, 2012), “Caja negra” (autoeditado, 2014), “Martes 13” (autoeditado, 2015) y “Cicatrices” (autoeditado, 2018), su último álbum. Fue el disco más escuchado en plataformas el día de su lanzamiento, y trampolín hacia un éxito que los llevó a colgar el cartel de “no hay entradas” en su presentación en el Palacio de Vistalegre y a cruzar el charco. Rasgo casi de otra época musical es que ese crecimiento de Gonzalo y Fer no ha sido basado en un éxito concreto, sino en una subida progresiva forjada disco a disco.
Recycled J, Jorge Escorial, se crió en Carabanchel. Su música, también una carrera que dura ya una década, se ha asociado a estilos más melódicos. Maquetas, EPs, hits como “Valga la pena” o “2 tazas” y álbumes como “Oro rosa” (Ø, 2017) o “City Pop” (Ø, 2019) se han intercalado entre las asociaciones con Natos y Waor para formar Hijos de la Ruina.
La referencia debut del trío nos devuelve a 2012. Con un Jorge todavía conocido como Cool y aportando mayor musicalidad al dúo, este primer volumen se basa en cinco temas crudos grabados en el Centro Social Autogestionado La Traba del barrio madrileño de Legazpi. El segundo volumen, de 2016, comienza con un himno, “Carretera”. Otro más, “Speed”, y tiempos pausados y despliegues de elegancia como “Agua y aceite” confirman que Hijos de la Ruina es ya un grupo con entidad propia y no un meroall stars. Sin embargo, es con el publicado en esta primavera de 2021, “Vol. 3”, cuya realización fue, en parte, facilitada logísticamente por la pandemia, cuando el trío entra en una dimensión superior, más versátil y orgánica. Siempre con chulería y melancolía; la fiesta y su día después, el sello de la casa. ∎