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Iggy Pop: ¡bestia!. Foto: Juan G. Andrés
Iggy Pop: ¡bestia!. Foto: Juan G. Andrés

Festival

Jazzaldia: esa cosa llamada “comunidad”

No quedó verbalizado hasta el final, cuando en su concierto Lakecia Bejamin dijo: “Llevábamos dos años esperando para poder celebrar la música juntos”. Y como ya había sentenciado un par de horas antes Herbie Hancock, “todos somos uno y cada uno es insustituible”. Frases que pueden despacharse como autoayuda del montón, pero que al final de la 57ª edición del Jazzaldia de San Sebastián –que se ha celebrado entre el 20 y el 25 de julio– contribuyen a fijar la importancia de la idea de comunidad en una cita así, ya por fin recuperada en plenitud.

26. 07. 2022

El carácter poliédrico del Jazzaldia se adaptó bien, incluso con iniciativas aventajadas, a las restricciones de las dos ediciones en pandemia. Pero faltaba la esencia multicolor. Y multiplan. La ola liberadora se ha aprovechado bien. Y no solo por el regreso, al fin, del escenario multitudinario de la playa, donde se han vivido –con similar atención y celebración de miles de personas– propuestas tan distintas como Simple Minds, Mulatu Astatke y Vintage Trouble sin registrarse ni una sola decepción. O por los llenazos en el auditorio, con conciertos tan excelsos como los de Calexico, Gregory Porter y un Iggy Pop desatado e invencible. O por los premios Donostiako Jazzaldia para Amina Claudine Myers y Mulatu Astatke.

Se palpaba una euforia sin aspavientos. No solo por haber podido volver a la normalidad plena, también porque el intercambio de culturas –¡el regreso a la internacionalidad!–, la posibilidad de toparse con buenas sorpresas –de las indies Pillow Queens y This Is The Kit a los pianistas Vadim Neselovskyi con su “Odessa Suite” o Benny Green– y la alegría compartida entre sudores de soul –Curtis Harding, The Excitements, Vintage Trouble– confirmaban el acierto de una programación con muy buenos resultados, tanto de asistencia como de satisfacción. Hay muchos estilos, ramas, escenarios en el Jazzaldia: no todos son jazz, pero todos han compartido esa esencia de su lenguaje que es la comunicación entre diferentes a través de un impulso vitalista. That thing called love, por la música y por la comunidad.

Miércoles, 20 julio

Simple Minds

Con el regreso al escenario masivo de la playa, el lema de “Alive And Kicking” fue tan oportuno para el alivio colectivo como para unos Simple Minds que han sabido pasar a la fase de estadio senior con suficiente dignidad y vigor. Y con tres mujeres en la formación –voz, teclados y batería– que tienen su protagonismo para que Jim Kerr repose, aunque el líder mantiene bien la voz y sus pasos medio en cuclillas con la moderación aconsejable. De salida soltaron con potencia las dos caras de su moneda de éxito: la de la melodía coreable en masa pos-1985 (“Act Of Love”) y la previa de verdadera inventiva (“Love Song”). Sin más sorpresa ni aspiración que la de mantener vivo y respirando, más que pateando, un repertorio de épica ya un poco crepuscular.

Simple Minds: aguantando el tipo. Foto: Juan G. Andrés
Simple Minds: aguantando el tipo. Foto: Juan G. Andrés

Jueves, 21 julio

Calexico

Llenazo en el Auditorio Kursaal para un septeto cada vez más volcado en su faceta latina, con la cumbia como bandera aglutinadora de la diversidad de su público y su música fronteriza sin fronteras. Empezaron con moderación, sabiendo que el crescendo en calidez y pasión estaba garantizado y que las canciones de “El mirador” (2022) refuerzan su atrevida fusión. Y sedujeron totalmente con los matices inagotables de los multintrumentistas, las trompetas arrebatadoras de “Minas de cobre”, las posibilidades de una alargada “Stray”, la emoción inocente de la versión de Los Hijos del Sol “Cariñito” y la recuperada “Alone Again Or”, de Love.

Calexico y sus paisajes latinos. Foto: Juan G. Andrés
Calexico y sus paisajes latinos. Foto: Juan G. Andrés

Curtis Harding

Parapetado en la guitarra durante la primera parte, como queriendo dejar claro que es un músico completo y no un simple transmisor de calor y ritmo soul, Curtis Harding alterna su sensibilidad y buen gusto más introspectivos –infalible “I Won’t Let You Down”– con pasajes cimbreantes en los que da rienda suelta a la seducción: “Can’t Hide It”, “Need Your Love”. ¿Demasiado distante? Puede parecerlo en un escenario tan grande. Pero Curtis es un tipo serio en el buen sentido, concentrado en su creciente talento.
Curtis Harding: concentración de talento. Foto: Juan G. Andrés
Curtis Harding: concentración de talento. Foto: Juan G. Andrés

Mulatu Astatke

El veterano Mulatu Astatke y su extraordinaria banda mantuvieron en vilo y entregadas a miles de personas en el escenario de la playa de Zurriola, algo que no está al alcance de cualquiera. Con vibráfono, timbales o piano, el maestro etíope –cuya música fue reivindicada e impulsada por Jim Jarmusch en la banda sonora de “Flores rotas” (2005)– condensó la grandeza de sus composiciones, un diálogo nada convencional de jazz y esencias africanas, estructuras casi monocordes que se abren en un abanico de posibilidades melódicas –la famosa “Yègellé Tezeta”– y con sonoridades inesperadas, como un chelo o los sensacionales James Arben (saxo) y Byron Wallen (trompeta). Mágico.
Mulatu Astatke y el gran patrimonio etíope. Foto: Juan G. Andrés
Mulatu Astatke y el gran patrimonio etíope. Foto: Juan G. Andrés

Viernes, 22 de julio

Carolina Durante

Encantados de encontrarse en un escenario tan grande como el de la playa, salieron espitados y dispuestos a poner a saltar y corear a buena parte de la audiencia. Y lo consiguieron enseguida. El nervio atlético e indisciplinado del cantante Diego Ibáñez transmite la validez de un punki-pop de corte niki que vuelve a parecer joven aunque menos ingenioso cuarenta años después, con toques marychain de furia guitarrera. Quizá en tres cuartos de hora –fueron 25 canciones hasta llegar a “Cayetano”– serían más efectivos, pero llevan recarga de ruido y diversión.

Carolina Durante: chicos punkis. Foto: Juan G. Andrés
Carolina Durante: chicos punkis. Foto: Juan G. Andrés

Gregory Porter

En su quinta visita al Jazzaldia –ha tocado aquí desde que era un principiante–, Gregory Porter demostró que ya es un portento, transmisor de amor en general y a la música en particular. Ha logrado hacer contemporáneas las tradiciones del jazz y el soul sin traicionarlas y sin imitar a sus maestros. Degustó cada frase con una emoción inagotable, delicadísima o rugiente. Regaló la poco habitual y muy conmovedora “When Love Was King” entre algunas piezas del particular best of que con su extraordinario grupo recrea en cada momento. Y logró que lo que puede parecer facilón –un bis con “Quizás, quizás, quizás”– resulte sublime.

Gregory Porter: sublime. Foto: Juan G. Andrés
Gregory Porter: sublime. Foto: Juan G. Andrés

The Excitements

Ideal para envolver el atardecer playero, el soul de los catalanes The Excitements amalgama todo el género con confección propia e ingredientes cosechados en las décadas doradas del rhythm’n’blues norteamericano. Con presentación en inglés incluida, en formato show para recibir a la cantante Kissia San. Sin sorpresas ni especial creatividad, pero con impecable conocimiento y ejecución de todos los matices del soul, para contagiarlo cual misión eclesiástica a gentes de toda condición.
The Excitements: correcta redacción soul. Foto: Juan G. Andrés
The Excitements: correcta redacción soul. Foto: Juan G. Andrés

Sábado, 23 de julio

Iggy Pop

Temíamos el bluff y la sorpresa fue mayúscula. Desde el primer instante Iggy Pop enardeció e incitó al público, puso patas arriba el auditorio Kursaal y serpenteó por el escenario y las primeras filas en un “aquí estoy yo” inagotable. Incluso cuando en medio de “I’m Sick of You” se cayó y dio de bruces contra el suelo, salió del estupor asombrado de no haberse roto la cara… y siguió cantando. Y muy bien: de crooner en “James Bond”, salvaje y potente en ese glorioso repertorio basado en la era Bowie, “Free” (2019) y “New Values” (1979), más la gran traca Stooges. Con una tremenda banda, vientos incluidos, elegante o cruda a conveniencia. “Compuse esta canción hace 50 años: era joven, pobre y sucio. Sigo siendo sucio”, dijo de “I Wanna Be Your Dog”. A sus 75 años, parece inmortal. Extasiante y memorable.

Iggy Pop, todavía levantando huracanes. Foto: Juan G. Andrés
Iggy Pop, todavía levantando huracanes. Foto: Juan G. Andrés

This Is The Kit

La británica Kate Stables comanda el cuarteto This Is The Kit en base a su muy agradable y versátil voz, más el aderezo de un indie pop que elude el riff con melodías más intrincadas de clara raíz folk. El guitarrista Neil Smith prefiere aportar ambientaciones electrizantes o evocadoras. Son ya más de diez años trabajando su fórmula y, así, piezas como “Moonshine Freeze” y “Off Off On” pusieron magnética banda sonora sin convencionalismos al soleado atardecer.

Kate Stables, al frente de This Is The Kit: agradable versatilidad. Foto: Juan G. Andrés
Kate Stables, al frente de This Is The Kit: agradable versatilidad. Foto: Juan G. Andrés

Vintage Trouble

Ty Taylor la volvió a montar ante el público masivo de la playa. El cantante de Vintage Trouble, como un James Brown chic y refinado, tiene un repertorio de gestos, bailes y potencia vocal que controla a la perfección, en un recital de soul apabullante. Se bajó a la arena, fue andando hasta la mesa de sonido y volvió en volandas empujado por las manos del público. Pero la clave está en la tendencia blues y hasta hard-rock del trío de músicos que lo sustenta, con nervio infalible. Una fiesta, pero sólida como una roca.
Vintage Trouble: el nervio de Ty Taylor. Foto: Juan G. Andrés
Vintage Trouble: el nervio de Ty Taylor. Foto: Juan G. Andrés

Domingo, 24 de julio

Ben Lamar Gay

“Gracias por escuchar el espacio con nosotros”. No se refería Ben Lamar Gay tanto al cosmos como a lo que nos rodea, al ser y estar del momento, en el corazón jazzístico de la plaza de la Trinidad. El cuarteto del inclasificable músico de Chicago, que incluye una tuba a veces sintetizada, desarrolló un ritual de invocaciones a los buenos espíritus de la música, con talante entre free y naíf, a base de percusiones, flautas, campanillas, ruiditos electrónicos, extrañas melodías que se acababan haciendo pegadizas, voces de talante amateur y mucho gozo por el hecho de hacer música intuitiva. Hubo deserciones, no era fácil, pero fue tremendamente magnético si pillabas la onda de libertad del espacio sónico.

Ben Lamar Gay: desde el espacio exterior. Foto: Juan G. Andrés
Ben Lamar Gay: desde el espacio exterior. Foto: Juan G. Andrés

Benny Green

El pianista estadounidense, criado por grandes clásicos como Art Blakey o Ray Brown y colaborador de contemporáneos como Diana Krall, proponía su propia visión, en dos conciertos, del repertorio de algunos creadores fundamentales. Puso a conversar de manera peculiar, con tanto virtuosismo como sensibilidad, a Duke Ellington con Thelonious Monk, trazando puentes imaginarios de lo más revelador, entre el clasicismo y sus rupturas. Con sonrisa permanente, como haciendo fácil lo inexplorado.
Benny Green: la facilidad de lo inexplorado. Foto: Juan G. Andrés
Benny Green: la facilidad de lo inexplorado. Foto: Juan G. Andrés

León Benavente

Sabido es que su directo es de lo más potente, preciso y enardecedor que hay en España. Pero como colofón del gran escenario Keler de la playa, ante miles de personas, no hizo sino crecer y multiplicarse su dominio feroz y su ejercicio reflexivo y provocador. Fueron especiales la cita en un verso de “Líbrame del mal” y la interpretación, bien celebrada, de “Niño futuro” a pocos metros de donde vivía su autor, Rafael Berrio, en su playa de Gros y la de Poch. El tramo discotequero, casi irónico, sobre la cruda adaptación que conlleva el paso del tiempo que fundamenta su última etapa –“Viejos rockeros viejos”– fue una de las muchas cumbres de agitación, fervor, éxtasis y contundencia rockera, con un Abraham Boba de influjo total que acabó sacando al escenario a todo el público del lateral para su sudorosa party-arenga de puro carpe diem.

León Benavente: infalibles. Foto: Juan G. Andrés
León Benavente: infalibles. Foto: Juan G. Andrés

Pillow Queens

“No sabíamos a dónde veníamos pero esto es una locura, nos encanta”, dijeron las componentes del cuarteto dublinés, aún asombradas porque el variopinto público playero de tarde estuviera disfrutando tanto de su todavía bastante desconocido pero contagioso indie-folk mezclado con dream pop, a pesar de las ráfagas de ventarrón con arena. No era para menos: las magníficas armonías vocales, el saber estar de unas jóvenes que revelan mucho poso ya, la variedad de registros que acabó casi en noise rock y piezas infalibles como “No Good Woman” o “Holy Show” lo lograron.

Pillow Queens: Dublín hace ruido. Foto: Juan G. Andrés
Pillow Queens: Dublín hace ruido. Foto: Juan G. Andrés

Yann Tiersen

En el programa lo ponía claramente, “electronic set”, pero fue inevitable el estupor del sector de despistados que decía “¡toca alguna de ‘Amélie’!”. Se encontraron con Yann Tiersen y Jens L. Thomsen en las sombras, parapetados entre dos pantallas –una semitransparente delante del escenario, otra convencional al fondo– y un espectáculo de imágenes abstractas y luces giratorias bombardeando o buscando la levitación mental del público. Y recorriendo en mash-up todos los palos de la electrónica: robótica Kraftwerk, tecno-pop, darkwave, onda planeadora, house o new age, con las aportaciones vocales de Emilie Tiersen, lo más humano y placentero de la más bien aturdidora y pretenciosa velada.

La experiencia inmersiva de Yann Tiersen. Foto: Juan G. Andrés
La experiencia inmersiva de Yann Tiersen. Foto: Juan G. Andrés

Lunes, 25 de julio

Diana Krall

Algunos siguen considerándola fría, peripuesta y anclada en los estándares. Concepto erróneo. En cuanto se sitúa, Diana Krall crea un espacio de intimidad. En su séptima visita al Jazzaldia, junto a su trío, llegó al extremo de convertir la plaza de la Trinidad en un club de jazz nocturno de iluminación tenue. Y con el público en vilo. Sus versiones de “All Or Nothing At All” o “I’ve Got You Under My Skin” no fueron nada ortodoxas. De Joni Mitchell eligió esta vez “Amelia”. Y sorprendió con una veloz y excitante “Jockey Full Of Bourbon”, de Tom Waits. Diana susurraba en las conmovedoras “In The Wee Small Hours Of the Morning”, “Boulevard Of Broken Dreams” y “How Deep Is the Ocean” y jugueteó con el chaparrón que cayó: interrumpió una canción para pasar a cantar lo de la tormenta y la lluvia de “Isn’t It A Lovely Day?”. Contenida, quizá es su estilo, pero no necesita más para emocionar.
Diana Krall: señora exquisita. Foto: Juan G. Andrés
Diana Krall: señora exquisita. Foto: Juan G. Andrés

Herbie Hancock

Con tendencia a la charleta humorística entre los largos tramos musicales, el veterano pianista se tiró más de dos horas recorriendo buena parte de su legado: desde una larga obertura-suite –para ir resumiendo piezas de corte intrincado y pianístico– al coqueteo con el vocoder. O con el teclado colgado al cuello para llegar hasta “Cantaloupe Island”. Destacó el invitado de lujo, Terence Blanchard a la trompeta: sus pasajes fueron los más vibrantes. Y Herbie, 82 años, hecho un chaval.
Herbie Hancock: leyenda sin moho. Foto: Juan G. Andrés
Herbie Hancock: leyenda sin moho. Foto: Juan G. Andrés

Lakecia Benjamin & Pursuance

Con su pantalón dorado, sus rastas y su sonrisa con un punto de descaro, la saxofonista neoyorkina Lakecia Benjamin ya cae bien, pero no despista su misión: invocar con su aparente delgadez e indudable fortaleza el soplido torrencial de John Coltrane –“My Favourite Things”, “Alabama”, “A Love Supreme”–, pero también la espiritualidad de Alice Coltrane: “Walk With Me”. Y transmitir amor sin disimular su escepticismo ante la deriva de su América. Inquietudes de los maestros, pero con una nueva actitud. ∎
Lakecia Benjamin: nueva savia con inquietud. Foto: Juan G. Andrés
Lakecia Benjamin: nueva savia con inquietud. Foto: Juan G. Andrés