De escribir canciones para J Balvin o Natti Natasha a cantar sus propios éxitos globales. A punto de despedir su 2021 dorado actuando en Madrid (15 de diciembre) y Barcelona (16 de diciembre) para presentar “Timelezz”, su segundo disco, Jhay Cortez reflexiona sobre las colaboraciones que ayudan a que una carrera despegue y escapar de las fórmulas estandarizadas.
La primera vez que oí hablar de Jhay Cortez fue en octubre de 2018, de viaje en Miami para entrevistar a J Balvin precisamente para Rockdelux. El puertorriqueño, que por aquel entonces era un desconocido de 25 años que venía de debutar discretamente con el EP “Eyez On Me” (2018), teloneaba a la estrella colombiana en un American Airlines Arena que todavía estaba lejos de llenarse. Cuando Cortez salió al escenario, acotado para no descubrir antes de tiempo toda la parafernalia del show de Balvin, el personal estaba más atento a la charla y a los canapés que iban y venían. Un empleado de Universal Music que pasaba por allí dijo algo así como “atentos a este chico porque pronto será famoso”, aunque él también iba de camino a los canapés.
Tres años después, la película ha cambiado bastante para Jesús Manuel Nieves Cortez. Ahora son dos los empleados de Universal Music quienes lo acompañan en una sala de un hotel de Barcelona, donde no ejerce de secundario sino de nueva estrella, prácticamente recién aterrizado después de actuar en el CocaCola Flow Fest de Ciudad de México. “Tengo bastante jet lag, pero hay muchas entrevistas por hacer”, dice. Habla pausado, normalmente esquiva la mirada y, en cuanto tiene oportunidad, ilustra sus explicaciones tarareando la canción a la que se está refiriendo porque, según desarrolla después, “la melodía es lo que atrapa, tiene la misma importancia que la letra”. Aparece con unas gafas de sol que no se quitará en toda la conversación y una camisa de cuadros más fácil de ubicar en el armario del bajista de una banda de Midwest emo que en el del autor de una de las canciones del pasado verano. Cuando empezamos a charlar, el contador en YouTube de “Fiel”, su macrohit junto a Wisin y Los Legendarios, acaba de superar los 200 millones de plays propulsado por su correspondiente coreografía en TikTok.
Es de suponer que esos pasos de baile se repetirán masivamente en sus inminentes conciertos en Madrid (15 de diciembre, Palacio de Vistalegre) y Barcelona (16 de diciembre, Palau Olímpic de Badalona), aunque oficialmente se trata de la presentación de “Timelezz” (Universal Music Latino, 2021), el disco que lanzó hace tres meses. “Ya estoy mirando hacia el futuro con proyectos nuevos porque soy una persona que está en constante movimiento, pero estoy supersatisfecho con el álbum que he hecho. Es muy completo y describe muy bien mis gustos musicales. Y además creo que será como el vino: cuanto más viejo se ponga, mejor. Para mí era un disco muy importante. La gente sabe que me tomé mi tiempo para hacerlo”, cuenta.
Su percepción temporal, en cualquier caso, se ajusta a una industria en la que todo ocurre muy rápido, quizá demasiado. Al fin y al cabo, solo han pasado dos años desde que publicó “Famouz” (Universal Music Latino, 2019), su primer álbum, pero es tiempo suficiente para construir un relato de éxito. El clic definitivo llegó a mediados de 2019 con el remix de “No me conoce”, reforzado con Bad Bunny y el propio J Balvin. “Yo estaba comenzando y ellos ya eran dos artistas gigantes. Tenía algún éxito como ‘Costear’, pero solo pegaba en Puerto Rico, a un nivel más local”, recuerda. “Fue algo bien bonito que pasó de forma natural. Obviamente uno nunca se imagina que puede llegar a un billón de ‘views’, pero la magia se notaba desde el principio. Fue una buena mezcla”.
A estas alturas, es él quien está en disposición de ayudar a subir de nivel a otros artistas a golpe de colaboración, como ha pasado recientemente con “512”, el tema más popular dentro del primer trabajo de su compatriota Mora. “Algo así te muestra que has progresado como artista porque no estás en el mismo lado en el que estabas hace un año o dos. Es una bendición poder hacer eso. Se siente bonito formar parte de la carrera de otra persona y poder impulsarla de alguna manera. Y más con artistas tan buenos como Mora, a quien respeto y quiero mucho. Se siente muy bueno: hay que dar sin esperar nada a cambio”.
Precisamente a través de las colaboraciones que incluye “Timelezz” puede trazarse un perfil del tipo de artista atípico que es Jhay Cortez, perfectamente integrado en las grandes ligas del pop latino contemporáneo y, al mismo tiempo, fan de las probaturas en los márgenes. Por un lado aparecen Anuel AA, Myke Towers y Arcángel para seguir surcando la ola principal de los sonidos urbanos; por el otro, Skrillex y Buscabulla para experimentar. “Investigar y probar es un hambre que siempre está ahí”, comenta. “Los álbumes son para eso, para ver hasta dónde puedes llegar, para ver qué cosas nuevas puedes traer. Un artista siempre debe tener presente innovar y a mí me encanta esa faceta. Me da espacio para divertirme y no encasillarme en el reguetón o en el trap. El género urbano acepta la fusión y yo intento aprovecharme de eso. De hecho, lo que menos escucho es reguetón porque necesito nutrirme de otras cosas”. “Timelezz” se suma así a discos recientes como “VICE VERSA” (2021) de Rauw Alejandro, “Felicilandia” (2021) de Álvaro Díaz o “El último tour del mundo” (2020) de Bad Bunny que han discutido cómo se supone que hay que sonar en el Puerto Rico de hoy.
Un buen ejemplo de esa apertura de miras sería “Dákiti”, su unión con Bad Bunny, un hit global que cambió el paso con un pulso mucho más berlinés que boricua. “Es interesante esta nueva ola dance de la que han salido ‘Todo de ti’ de Rauw o ‘Pepas’ de Farruko. Y creo que en parte ha sido gracias a ‘Dákiti’”. Esas ganas de tantear nuevos terrenos contrasta directamente con el espacio que la industria sigue reservando a Cortez y muchos de sus paisanos. En la última edición de Los 40 Music Awards, por ejemplo, competía únicamente en las categorías latinas y urbanas. Como si decenas de millones de escuchas no dieran acceso a las categorías generales. “Históricamente venimos de un género marginado. Sería bueno que eso cambiara, pero yo no hago música para ganar premios. Obviamente son momentos bonitos y, en parte, uno trabaja para ver esas cosas pasar, pero al final la música es para el público. Que la gente se sepa mis canciones o que me paren en cualquier lado y me pidan un autógrafo me vale más que cualquier premio”.
La exposición de cara al público de Jhay Cortez quizá sea reciente, pero hace ya una década que empezó a familiarizarse con las interioridades del negocio cuando, siendo todavía un adolescente, empezó a escribir canciones para Zion & Lennox o Tito el Bambino. “Para la gente soy nuevo cantando y llevo poquito, pero para mí soy un viejo”, comenta medio en broma, medio en serio. Una labor en la sombra que más tarde desarrollaría componiendo éxitos ajenos como “Criminal” de Natti Natasha o “Reggaeton” de J Balvin y de la que ahora se beneficia él: en los créditos de composición de “Timelezz” figuran Tainy o Justin Quiles. “Es lindo compartir tus letras con otros. Así siento mi evolución como artista: si no, no estarían ayudándome en mi proyecto”, reflexiona. “Tú te metes en los créditos de Drake y hay como diecisiete escritores y siete productores. Cuando te conviertes en un artista internacional, la magia es que ya no se trata solo de ti. Se unen diferentes mentes y, cuanta más gente haya en el cuarto, menos posibilidades hay de fallar”. Sea como sea, Jhay Cortez acumula ya unos cuantos meses sin fallar, aunque avisa. “Esto de la música es bien raro. Todo el mundo sabe la historia de la ‘Gasolina’: a Daddy Yankee no le gustaba y terminó siendo uno de sus temas más globales. Uno nunca sabe”. ∎