Crepus: carrera de largo recorrido. Foto: Óscar García
Crepus: carrera de largo recorrido. Foto: Óscar García

Entrevista

Joe Crepúsculo te hará bailar como los ángeles

Después de un “Supercrepus II” (2020) que pasó de tapadillo en plenas restricciones pandémicas, Joe Crepúsculo vuelve a la electrónica popular de baile –con la que ya coqueteó en “Baile de magos” (2013)– en un “Trovador tecno” que devuelve a las pistas esos 50 BPMs que usurparon el house y el techno duermecabras. Con unas canciones desenfrenadas y desquiciadas que te van a dejar sin poderte mover de tanto bailar. Hablamos con él.

Los fans más viejos del lugar recordarán esa descripción de “trovador tecno” que adornaba allá por 2006 el MySpace de Joe Crepúsculo, antes incluso de que ese proyecto se iniciase. “Es lo más antiguo que tengo”, confiesa desde un bar castizo del corazón del Raval cuando nos citamos para hablar sobre “Trovador tecno” (El Volcán Música, 2022) en una conversación ahogada por el televisor que emite a tope telenovelas de La 1 y unas máquinas tragaperras de acústica insolente. “Para mí es bastante interesante poder sacar un disco con este nombre porque hace que todo se una. El proyecto, de todos modos, sigue siendo el mismo, pero eso la gente que me sigue desde hace tiempo ya lo ve”.

“Trovador tecno” ve a Joël Iriarte recuperar la electrónica popular de altos BPMs con la que solo coqueteó en “Baile de magos” (Mushroom Pillow, 2013). Una pócima mágica que aún a sus tempranas influencias ruteras y las conecta con los casetes de gasolinera de Camela. Casi podría verse como una reacción al rock de corte más clásico de “Supercrepus II” (El Volcán Música, 2020), pero nada que ver con eso. “Fue un disco del que esperaba mucho y salió en un momento muy extraño, en plena pandemia. Lo tuve que presentar en teatros, con la gente sentada. Pensé que había hecho un disco colosal, pero luego pasó de puntilllas. Fue bastante descorazonador”.

Luego tanto Aaron Rux –miembro de su banda desde hace ya un puñado de años– como su pareja empezaron a meterle la idea en la cabeza de que había que hacer un disco de techno. “Al final, hice lo que no suelo hacer, que es hacer caso a otra gente”, admite Iriarte. “Suelo ser un poco tirano. Lo quería hacer, además, con Aaron, con quien llevo trabajando diez años desde que me fui a vivir a Madrid. Es cierto que él ya había producido alguna canción, como ‘Rosas en el mar’ o ‘Reina en el locutorio’, pero me apetecía hacer un trabajo conjunto con él”. Todo surgió en un abrir y cerrar de ojos, con una producción rápida en la que apenas pasaron unos meses desde que la idea se les apareció en septiembre de 2021. Ese otoño compusieron y grabaron las canciones para terminar masterizándolas en Navidad. “Trovador tecno” acabó saliendo el 1 de abril y, el 16 de septiembre, tras su buena acogida, llegó una edición extendida con una canción inédita y remixes a cargo de Putochinomaricón, Grande Amore y DJ Bruce Lee. Es solo una muestra de que Iriarte no duerme. Ya se han anunciado nuevas oportunidades para disfrutarlo en directo: 22 de octubre en Lula Club (Madrid) y 11 de noviembre en La 2 de Apolo (Barcelona).

“Carreteras de pasión” (con Aaron Rux): technocamión.

Òscar Nin, en nota de prensa, hace una buena relación entre la peste medieval a la que se enfrentaron los auténticos trovadores y el COVID de los tiempos modernos. ¿También era intencionado lanzar este disco justo en este momento pospandémico, una celebración del baile, del hedonismo en este contexto histórico de liberación?

Totalmente. La idea la hicimos primero porque apetecía, luego porque todos hemos vivido esta mierda de la pandemia. De todos modos, te he de decir que cuando nos confinaron por primera vez una parte interna de mí se alegró. Estaba un poco saturado.

Creo que a todos nos apetecía encerrarnos y mandarlo todo a la mierda. Claro, que pensábamos que estaríamos solo dos semanas…

Recuerdo que en ese primer momento, con mi chica, iba al supermercado y volvía con ochenta bolsas y decía que en una semana no volvería a salir de casa. Hasta cierto punto, eso me alegraba. Y lo mismo digo con los conciertos que se cancelaron. Pero eso me duró dos semanas. Estaba simplemente cansado, fue como una liberación para mí. Pero después de dos semanas sin tocar ya me aburría. Quería otra vez salir al escenario. Primero deseas no estar ahí, pero luego ya sí apetecía. Quería ver discotecas, gente sudando en la pista de baile y yo haciendo chunda-chunda, bakalao.

“Tuve la suerte de vivir el último momento del bakalao en Barcelona, yendo a discotecas como Skorpia, Pont Aeri, Chasis u Orbital. En esos lugares se estaba haciendo un estilo muy rápido. ¿Por qué eso nunca se puso de moda? No lo sé. La palabra ‘bakalao’ siempre ha sido muy despectiva, ha ido ligada a las drogas”

Entonces, ¿esta es la música que te gustaría que sonase en las discotecas?

A mí lo que me gustaría que sonara es Detroit techno, una 303 a tope. De hecho, el otro día en Madrid salí por un cumpleaños y lo escuché. Hago la mezcla entre lo que me gusta y lo que sé hacer. Si me pongo a hacer Detroit techno no saldría muy divertido. Pero a mí como lo que me gusta es cantar, me sale una propuesta a medio camino entre lo que me gusta y lo que sé hacer.

No tengo muy claro que este disco hubiese funcionado hace no muchos años, del mismo modo que tampoco hubiese cuajado tanto gente como Danny L Harle, o que Pastis & Buenri pinchasen en el Primavera Sound. ¿Por qué crees que se ha tardado tanto en aceptar el componente popular de mucha música electrónica?

Sobre la electrónica de baile popular es algo que tenemos que desarrollar e irnos a los 90 y hablar de la Ruta del Bakalao, que es lo que tenemos más cercano. Aquí se suele hablar mucho de Valencia, pero yo me he basado más en lo que me tocó más de cerca. Tuve la suerte de vivir el último momento del bakalao en Barcelona, yendo a discotecas como Skorpia, Pont Aeri, Chasis u Orbital. En esos lugares se estaba haciendo un estilo muy rápido. ¿Por qué eso nunca se puso de moda? No lo sé. La palabra “bakalao” siempre ha sido muy despectiva, ha ido ligada a las drogas. Y luego vinieron los franceses a finales de los 90 y le dieron una hostia a la electrónica, con un sonido brutal. Hablo de Daft Punk, Cassius y grupos así. El compresor y los sintes analógicos cogieron una potencia brutal. Todo ese bakalao quedó un poco obsoleto, pero tiene mucha fuerza a nivel de melodías. Se ha vuelto a poner de moda por la importancia de la velocidad, después de tener un techno muy lento a 110 o 120 BPMs. Es como el Romanticismo y la Ilustración, necesitas ir constantemente de un lugar a otro. Después de ese techno duermecabras, quieres ir a algo rápido. Con el house nos quitaron 50 BPMs de golpe, y eso es una barbaridad. Esos BPMs tenían que volver en un momento u otro, y si es ahora, mejor.

Crepus: cero prejuicios. Foto: Óscar García
Crepus: cero prejuicios. Foto: Óscar García

¿Crees que hay un componente generacional, que los jóvenes son más abiertos de miras y el resto va a remolque?

Siempre. La gente joven se quiere distanciar de lo que escuchaban sus padres. Si te ponían Orbital, tú querías escuchar algo diferente. Por ejemplo, hace diez años apareció el trap, que ofrecía un lenguaje nuevo con esos hi-hats. O el reguetón para molestar a tu padre. Pero ahora a tu padre ya le gusta el reguetón. Se pone a Rosalía y C. Tangana. ¿Qué necesitas? Tienes que seguir molestando. Buscas el bakalao, algo que odie. Si le gustaba John Talabot, has de buscar una música más rápida. Tuve la suerte de ir a esas discotecas, pero la gente joven querrá encontrar sonidos y espacios nuevos. No sé cómo será el futuro, lo mismo vuelve la música progresiva y se ponen de moda Yes y Supertramp.

Ya tienes más de una década larga de carrera y una docena de discos. Lo que está claro es que eres un rara avis de eso que llamamos indie. Algunos se van y, desde luego, ha habido un relevo generacional que ha dejado el indie en un segundo plano. Pero ahí sigues tú. ¿Crees que la clave del éxito ha sido ese componente electrónico que nunca te ha faltado?

Ni siquiera sé si siempre he estado en la palestra. Tengo muchas dudas. Sigo sacando discos, sí. Sigo siendo guay, quizá. Pero tampoco es algo que me preocupe demasiado, depende del día. Es algo muy volátil. He dado pasos extraños en mi carrera, volantazos, no todo se ha visto bien, pero con el tiempo se han entendido. Por ejemplo en “Nuevo ritmo” (Canada, 2011), cuando hice música latina, cumbia villera. No se entendió nada, pero al cabo de un año todo el mundo escuchaba “The Roots Of Chicha. Psychedelic Cumbias From Peru”. Ahora sí, la gente te dice que se ve muy bien, pero en aquel momento se vio fatal. “Baile de magos”, aunque todas las canciones no eran bakalao, gustó mucho en su momento y se adelantó bastante en su momento. Y luego cuando fui a Madrid empecé a hacer cosas con Tomasito y Las Negris, medio rumbitas, pero siempre con un punto más pop, porque yo no sé nada de flamenco o rumba. Siempre ha sido estar allá haciendo lo que me gustaba y parecer estar en la moda sin estarlo. Adelantarme sin quererlo, intentar no caer en la trampa de ser moderno.

“Hace diez años apareció el trap, que ofrecía un lenguaje nuevo con esos hi-hats. O el reguetón para molestar a tu padre. Pero ahora a tu padre ya le gusta el reguetón. Se pone a Rosalía y C. Tangana. ¿Qué necesitas? Tienes que seguir molestando. Buscas el bakalao, algo que odie. Si le gustaba John Talabot, has de buscar una música más rápida”

A los 40, ¿cómo lucha uno contra hacerse mayor? ¿O es una batalla perdida?

Hay un punto en que todo te toca. Yo no puedo estar intentando competir con gente joven porque como persona mayor ya he vivido mi juventud: ya he hecho todo lo que tenía que hacer, ya he salido muchísimo y todo eso. Pero como persona mayor tengo una visión interesante que puedo compartir con otras personas más jóvenes. Experiencias como salir de fiesta en Chasis o Pont Aeri, discotecas a las que no han podido ir. ¿Estar de moda? No lo sé. La gente mayor no tiene que luchar contra eso, ni querer estar todo el rato intentando ser mejor que los jóvenes. Eso es imposible. Has de aceptar lo que eres, intentar aportar cosas nuevas y diferentes. O también puedes hacer el mismo disco de siempre como hace mucha gente. Ahí cada uno elige.

Volviendo al título. ¿Lo del tecno sin hache es intencional?

Sí, totalmente. Me da la sensación de que si le quitas la hache la palabra se españoliza y se industrializa. Le da un punto más castizo. Alguna vez sí que lo he puesto con hache, eso sí.

¿Cómo relacionas tu oficio con el de un trovador?

La idea era pensar en una música techno popular y luego pensar en la figura del trovador, que contaba historias que pasaban a la memoria como algo popular por la vía oral. Me gusta esa figura del hombre que va por los pueblos contando historias que luego se hacen populares. Luego también quise pensar en la idea del futuro, del apocalipsis, donde no hay electricidad ni internet. Me gusta pensar sobre mi papel ahí y me imagino como un trovador que va por ahí tocando canciones de Manel o Amaral. Está muy bien plantearse qué podríamos hacer en un apocalipsis. Iría con un vasito donde me echarían monedas y con eso me pagaría la comida y la bebida.

Observador de la realidad, no solo de la suya. Foto: Óscar García
Observador de la realidad, no solo de la suya. Foto: Óscar García

“Barcelona” es una de las grandes novedades de esta edición expandida, que rematas con tres remixes a cargo de Putochinomaricón, Grande Amore y DJ Bruce Lee. Siempre le has dado importancia a las remezclas. ¿Qué función cumple para ti un remix?

Me gusta enfocar el remix de una manera supervisual. Coges una habitación. Esa habitación es como es: tiene sus paredes, su ventana… Y entonces invitas a alguien a que simplemente decore esa habitación de nuevo. Uno puede hacer lo que quiera con un remix. Hidrogenesse, por ejemplo, me han hecho remixes que no se parecían en nada a la original y me han alucinado. No hay ninguna regla. Es alguien que da una visión de una canción, sea cual sea esa visión.

La guasa abunda, pero nunca hay tanta como en “Barcelona”, un himno perfecto a una ciudad llena de contradicciones que tanto nos ha enamorado y tanto nos decepciona últimamente. ¿Cómo te sientes aquí cada vez que vuelves?

Raro. Antes le contaba a Óscar (García, el fotógrafo de esta sesión). Cada vez que vengo me siento más alejado de la ciudad y me fijo más en detalles que antes no me fijaba. Cuando vives en un sitio no te fijas en los árboles, en las esquinas, en los edificios… Sin embargo, cuando llevas un tiempo sin venir, aunque yo nunca he aguantado más de cinco o seis meses, te percatas de todo esto. Es una sensación muy guay, porque te das cuenta de esa cosa mediterránea que tiene esta ciudad que antes se nos escapaba. Madrid tiene unos cielos más azules, pero los de Barcelona son verdosos, no sé si por el mar o por los árboles. Me encanta. Cada vez que vengo la veo diferente. Y la canción es lo que es. No es una canción para enmarcar su letra, y su estribillo te puede recordar a otra canción más antigua, que esa es la gracia. Es una canción para chillarla y tiene un solo de órganos tipo The Doors que es lo que tiene más gracia. Tenía que aparecer en el disco, pero por lo que fuera se apartó y con esto de las ediciones especiales se ha recuperado.

“Cada vez que vengo a Barcelona me fijo más en detalles que antes no me fijaba. Cuando vives en un sitio no te fijas en los árboles, en las esquinas, en los edificios… Sin embargo, cuando llevas un tiempo sin venir, aunque yo nunca he aguantado más de cinco o seis meses, te percatas de todo esto. Es una sensación muy guay, porque te das cuenta de esa cosa mediterránea que tiene esta ciudad que antes se nos escapaba”

Hay tristeza y melancolía en el disco, hablas de salud mental, pero también hay mucho sentido del humor. Luego también hay una canción como “Velo de mayo”, que mezcla drum’n’bass con referencias a Schopenhauer. Tu música siempre ha sido un cajón de sastre.

Para mí la música es un reflejo de cómo es una persona. Me gusta mucho, y es una lucha que tengo desde el primer disco, intentar demostrar que un disco o una sola canción puede tener sentido del humor, ser profunda, romántica y seria a la vez. Debe ser un reflejo de un autor. Si tú y yo quedamos como amigos y hablamos de nuestra vida podemos reírnos mucho o llorar mogollón porque se han tratado temas chungos. Me gustaría que mi música fuese eso. Sobre todo cuando empecé me daba la sensación de que la música tenía que ser seria, que el sentido del humor lo usaban pocas bandas y siempre eran malentendidas. Me refiero, obviamente, a gente como Astrud, Hidrogenesse o Los Ganglios. Estas bandas hicieron mucho trabajo para que el sentido del humor y la seriedad pudiesen coexistir. Y yo creo que también estaba ahí. Creo que esa es la diferencia. Ahora ya no hay tantos problemas con esto.

“Jose House” es una de las canciones más celebradas aquí, quizá por ese personaje del que poco se sabe más allá de que ha salido de la cárcel y que baila como un ángel. Quizá todos nos hemos topado con un Jose.

Es una idea que hacía tiempo que tenía en la cabeza. Su letra es muy sencilla, pero habla de uno de los momentos más desagradables que puede tener uno saliendo de fiesta. Es la experiencia en un after a las 10 de la mañana y encontrarte a una persona que en un clic te puede destrozar la vida en un momento entre risas. Me gustó meter esa jeringa de mal rollo, es una canción muy agradable y mainstream con base house de chiringuito de Ibiza. Pero en medio de todo esto te cuentan una historia bestia: es un tío que lo ves ahí bailando, pero que te la va a jugar. Es una construcción malévola de canción que te entra muy suave pero luego te pincha.

Se habla mucho de “Tecnocasa” y “Carreteras de pasión” como las grandes cumbres de este disco, pero “Paranoia” es un himno al comer techo y al consumo de drogas en general a la altura de los Underworld que nos enamoraron.

“Paranoia” tiene un punto suave y lánguido que luego te lleva lejos, pero a “Tecnocasa” le tengo un cariño brutal. Me gustaba mucho la historia. He buscado letras muy sencillas pero que contaran muchas cosas, con personajes entrañables. Esto es muy fuerte porque la canción es tan fiel a Tecnocasa que al final tuve una reunión con ellos. La jefa de marketing me regaló una corbata y una camiseta del Getafe con su patrocinio. Cuando pasan unos meses siempre hay canciones que te dan rabia o que sientes que no te representan, pero en este disco ya cuando se terminó lo sentí como uno de mis favoritos, aunque eso pueda sonar como un tópico de los músicos. A mí me mola mucho, creo que me va a seguir gustando. ∎

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