Retrato del ministro de Cultura en tiempos de pandemia.
Retrato del ministro de Cultura en tiempos de pandemia.

En portada

José Manuel Rodríguez Uribes

“La cultura es segura”

Fotos: Alfredo Arias

16.03.21

Entrevistamos en exclusiva al ministro de Cultura y Deportes un año después de su toma de posesión, meses en los que su labor ha coincidido con la gran crisis propiciada por la pandemia. Repasamos con él la precaria situación del mundo de la cultura en estos tiempos extraños que vivimos.

H

ay recelo con José Manuel Rodríguez Uribes (Valencia, 1968), nuestro ministro de Cultura y Deportes desde hace poco más de un año. Tomó posesión el 13 de enero de 2020 y le ha tocado lidiar con un año negro a consecuencia de la pandemia. En una situación de emergencia como la que hemos vivido (y seguimos viviendo), las quejas se suceden. Tras conversar con distintos representantes del sector de la música para pulsar el ambiente, la sensación que me transmiten es de duda y desconfianza hacia su gestión. Tras las charlas con –por orden alfabético– Alberto Guijarro (director de la sala Apolo y codirector del festival Primavera Sound), Carlos Igual (responsable de comunicación de AIEnRUTa), Lorena Jiménez (directora de La Trinchera y componente del equipo de comunicación de Alerta Roja), Joaquín Martínez Silva, Kin (presidente de Es_Música, Federación de la Música de España), Albert Salmerón (presidente de APM, Asociación de Promotores Musicales, y vocal de la Junta Directiva de Es_Música), Gerardo Sanz (director de Fina Estampa) y Carla Varona (label manager de Rlm y vicepresidenta de UFI), me quedo con la impresión de que ven a un ministro superado por los acontecimientos y que se ha encontrado con un fregado que no esperaba (ni él ni nadie, claro); casi lo disculpan. También dialogo sobre el tema con Laura Barrachina (directora de “El Ojo Crítico” en RNE) y Tomás Fernando Flores (director de Radio 3).

El propósito de esta entrevista, que originalmente debía haberse publicado en el debut del nuevo Rockdelux online, el pasado 14 de diciembre, era tantear la situación general de la cultura, y específicamente de la música, con el máximo responsable estatal de un ámbito golpeadísimo por la pandemia. Se nos concedió la posibilidad de hacerla a través de una cuestionario vía mail. Se enviaron la preguntas, pero no llegaron las respuestas. Se fue retrasando el asunto hasta el punto de que dábamos por hecho que la conversación no iba a hacerse efectiva jamás. “El ministro está respondiendo personalmente y tiene una agenda muy densa…”, se nos comunicaba. Cuál sería nuestra sorpresa cuando, tras semanas de espera, se nos dijo que, dada la envergadura y el tipo de preguntas, el ministro quería hacer la entrevista cara a cara.

Olé, ministro. Allá vamos: AVE. Nos citamos en su despacho, sito en la Plaza del Rey, 1, a la hora del almuerzo: 13:45, que finalmente serán las 14:30 pasadas. La agenda, claro, sigue siendo apretada –viene de una reunión y después tiene otra–. Alfredo Arias, fotógrafo de Rockdelux, busca lugares para poder tomar las fotos pertinentes dentro del ministerio. José Manuel Rodríguez Uribes quiere hacerse una en su despacho, al lado de un póster de “El verdugo” de Berlanga, “una de mis películas favoritas”. Le sugiero que mejor que no, evitándole la retahíla futura de memes bobos que, indudablemente, le iban a caer encima. Mejor con “Amanece que no es poco”, le digo; póster que también preside su lugar de trabajo, apuntando que representa una metáfora más positiva en estos tiempos. “Sí, mucho mejor”, asiente.

Mi extenso cuestionario previo por mail acababa con estas dos preguntas, que él, sin duda, ya habrá leído:

Cuando usted llegó al Ministerio de Cultura y Deportes fue una sorpresa generalizada para todos los representantes del mundo cultural. ¿También lo fue para usted?

¿Estaba usted familiarizado con las condiciones del sector de la música antes de acceder al cargo? Siento decirle que en el sector opinan que no, y que se le achaca falta de empatía y afinidad con su problemática.

No se las plantearé: ya no es necesario. Empezamos.

“En los últimos tiempos, me ha tocado atender a colegas vuestros de prensa extranjera, porque están sorprendidos con lo que ellos llaman ‘la excepción cultural española’, según ‘Financial Times’. Estamos intentando, en un equilibrio muy difícil, tanto combatir el virus –como no puede ser de otra forma– como, en la medida de lo posible, mantener viva la cultura. También la música. Y somos el único país de Europa que ha hecho eso. Porque ahora mismo, por ejemplo, París tiene cerrados los cines, los teatros, los conciertos; nosotros no. Cuando dependía de mí, lo hice directamente, y cuando ya las Comunidades Autónomas tomaron el testigo después del primer estado de alarma, mis conversaciones con ellos siempre han reafirmado el hecho de que la cultura es un lugar seguro, un espacio seguro, y que, por tanto, hay que preservarla”, se lanza orgulloso de inicio con un discurso del que irá repitiendo motivos principales a lo largo de la entrevista.

En las distancias cortas, José Manuel Rodríguez Uribes gana mucho. Tiene una argumentación preestablecida, con pocas variaciones, pero conoce el terreno que pisa sobradamente. Y, cuando la pregunta no le interesa especialmente, escurre el bulto como haríamos todos (confieso que yo lo hago en muchas entrevistas sobre Rockdelux). Tiene un punto egocéntrico muy marcado (nada grave dado su cargo y mucho menos en estos tiempos de vanidades ridículas a golpe de tuit), está contento con sus logros y, especialmente, con el interés de la prensa internacional por la situación de la cultura en España en estos momentos. Se muestra amable y muy dicharachero. Antes de acceder al cargo de ministro, este filósofo del Derecho fue Delegado del Gobierno de España en la Comunidad de Madrid (2018-2019) y Diputado en la Asamblea de Madrid (2019-2020).

Durante este último año, una de las medidas que se ha reclamado desde el sector de la música, en concreto en el ámbito de las salas de conciertos y festivales, ha sido la de establecer una fórmula de flexibilización para retornar el importe de las entradas en caso de aplazamientos o cancelaciones de eventos musicales suspendidos por razones asociadas a la pandemia.

Nosotros, el verano pasado, ante la dificultad objetiva de los grandes festivales y los macroconciertos, hablamos con Consumo para que las empresas pudieran flexibilizar todo lo que tuviera que ver con las entradas de conciertos que no se pudiesen celebrar por la pandemia. Pero, en lo que dependía directamente del Ministerio de Cultura, tanto en lo relacionado con la música como con otros sectores culturales –teatro, artes escénicas en general, danza, etcétera–, nuestra política fue, siempre, que no se cancelara nada, sino que se pospusiera en el tiempo. Hacer una suerte de retraso de todo para ver cómo iban evolucionando los acontecimientos y comprobar si se podían celebrar.

Se habló de la creación de un váucher, una especie de vale o cupón, que sirviera como validación de la compra efectuada y que pudiera utilizarse en otros conciertos o festivales futuros. ¿No cree que hubiese sido –y, de hecho, también lo podría ser en un futuro más o menos incierto– un método que dotaría de seguridad al comprador ante la incertidumbre de posibles cancelaciones?

Es verdad que no han podido celebrarse los grandes conciertos en estadios de fútbol, igual que ha pasado con otros eventos multitudinarios. Yo creo que ahora, más que pensar en el pasado, tenemos que pensar en el futuro. Tuve aquí el otro día a los de Universal, también hemos hablado con Es_Música, y la pregunta es: ¿qué hacemos para el próximo verano? Queremos tenerlo planeado, siempre en función de cómo evolucionen estos meses, claro, ya que estamos en un momento delicado todavía, aunque la curva de contagios está bajando –pero muy despacio–, y tenemos el riesgo incierto de las cepas británicas, etcétera. Me consta que algunos grupos de música que aplazaron sus giras el verano pasado, siguiendo esa sugerencia que usted me decía, han mantenido las entradas para este próximo; por cierto, con muy pocas devoluciones. Hablé con Alejandro Sanz el otro día y me decía que, en su caso, las devoluciones habían sido del 10-15%. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que ahora el verdadero desafío es ver cómo nos enfrentamos a esa incertidumbre del próximo verano con los conciertos y los festivales. Y ver qué alternativas podemos manejar.

“Amanece que no es poco”, póster que preside su lugar de trabajo.
“Amanece que no es poco”, póster que preside su lugar de trabajo.


¿Y cómo lo visualiza?

Lo que hicimos el año pasado, en lo que dependía de nosotros –porque, como sabe, la Cultura es una competencia concurrente o compartida con las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos–, fue apostar primero por ayudas directas a los sectores. Triplicamos en 2020 las ayudas a la música con respecto a 2019, ya que el daño es muy grande. Esa fue nuestra primera respuesta. Y la segunda fue mantener vivos, en la medida de lo posible, los eventos culturales. Yo pedí también a las Comunidades Autónomas que las salas de conciertos fueran tratadas como salas de cultura y no como lugares de ocio nocturno, siempre que esas salas de conciertos tuvieran o reunieran las condiciones, con los protocolos de salud que se aplican en los teatros y en los cines. A mí me parece que la Comunidad Valenciana, Baleares, etc., fueron por ese camino… Bueno, ese es un poco el panorama. Ahora, el desafío es el próximo verano: ver qué hacemos, cómo lo organizamos y qué sucede en función de la evolución de la pandemia.

En conciertos celebrados durante la pandemia, en los teatros de gestión pública –como, obviamente, en el resto de recintos– el aforo ha tenido que descender por razones de distanciamiento social, pero no lo ha hecho de igual modo el alquiler de esos locales de titularidad pública. O no en consonancia con la disminución de los asientos disponibles. En algunos casos, se han producido rebajas simbólicas a los promotores que alquilaban esos espacios del 10%, cuando el número de asientos disponibles se ha reducido a una capacidad de un 75%, 50% o 33%, según las fases de desescalada y según las Comunidades Autónomas. No parece una postura muy consecuente, ¿no?

Pues seguramente hubiera sido una medida complementaria a tener en cuenta, y no dudo que esa perspectiva que apunta tenga sentido y sea razonable. Mi preocupación fundamental era no parar, que no hiciéramos lo que han hecho otros países y, por tanto, sabiendo que no podíamos estar al 100%, hemos tratado de gestionar ayudas directas y créditos blandos –además del ICO, que fue el gran mecanismo general del gobierno para ayudar a todo tipo de empresas–. Para ello, creamos complementariamente, y muy pronto, una plataforma, una vía específica, que se llama CREA SGR, con una entidad de gestión, y pusimos en circulación 800 millones de euros en créditos blandos. Es decir, que además de los 80 millones de ayudas directas a la cultura, una parte de ellas para la música, en paralelo introdujimos esa vía de liquidez, de las ayudas con tipos de intereses muy bajos, prácticamente mínimos, etc.

¿Cree que es suficiente?

Yo sé que todo eso nunca será suficiente, pero también le digo que el Estado llega donde llega; es decir, yo creo que es la primera vez en la historia que se responde a una crisis, en este caso de origen sanitario pero con efectos muy graves desde el punto de vista económico y social, desplegando una batería de ayudas desde el Estado, ayudas que, efectivamente, nos parecen imprescindibles. E hicimos una cosa todavía más importante, que me parece que tenemos que recordar, que es reconocer por primera vez en la historia –y esto viene para quedarse, ya que formará parte de los contenidos del Estatuto del Artista– el subsidio por desempleo para artistas de espectáculos públicos, entre ellos los músicos. Con la dificultad objetiva, que ellos mismos reconocen, de las características del empleo en la cultura: intermitencia, dificultad para cotizar… Pero pusimos un requisito mínimo, que era haber tenido veinte cotizaciones, veinte días de cotización en la Seguridad Social en 2019. Con eso se podía acceder y se puede acceder al subsidio por desempleo desde el 5 de mayo, que hemos ido prorrogando hasta el 31 de mayo de 2021. Paralelamente a los ERTEs, que es otra forma de ayudar.

¿Eso se va a perpetuar definitivamente?

Yo lo que quiero es hacer un diseño mucho más elaborado, porque esto se ha hecho de forma urgente, extraordinaria, casi diríamos a matacaballo, para resolver una situación de emergencia social, pero la idea es que haya, por supuesto, un reconocimiento en el Estatuto del Artista, también en el ámbito laboral, en el del desempleo y en el de las pensiones futuras. Yo creo que esto se conoce poco, pero recientemente aprobamos la compatibilidad de los derechos de autor –lo que derivan las canciones para los músicos, los libros para los escritores, etcétera– con las pensiones de jubilación. Es decir, esa vieja demanda, que yo creo que abanderó Forges hace ya mucho tiempo, está ya reconocida, y formará parte de los contenidos del Estatuto del Artista. Y está reconocida para funcionarios, es decir, clases pasivas, y también para el régimen de la Seguridad Social, y para cualquier persona que se dedique a eso. Se han hecho cosas como consecuencia de la crisis para paliar un daño, pero, seguramente, si lo hacemos bien en los próximos tiempos, han venido para quedarse. Y también para los técnicos. Es verdad que, en el primer Decreto, no incluimos a los técnicos; hubo una reivindicación muy justa y muy legítima en esa materia, y desde el Decreto de noviembre hemos incorporado a los técnicos; también con requisitos, que en este caso creo que son treinta días de cotización en 2019.


“Cuando dependía de mí, lo hice directamente, y cuando ya las Comunidades Autónomas tomaron el testigo después del primer estado de alarma, mis conversaciones con ellos siempre han reafirmado el hecho de que la cultura es un lugar seguro, un espacio seguro, y que, por tanto, hay que preservarla”



¿Cuándo va a estar ese Estatuto del Artista, modelo que podría incluir también al resto de profesiones y disciplinas afectadas por esas circunstancias de intermitencia o estacionalidad de las que habla?

Pues el Estatuto del Artista es una vieja demanda. Lo único que se había hecho, que no es poco, en la legislatura anterior, fue sentar unas bases que, además, se hicieron por consenso en el Congreso de los Diputados; los cuatro partidos políticos –entonces, PSOE, PP, Unidas Podemos y Ciudadanos– acordaron el Estatuto del Artista. En ese momento, fue una guía. ¿Qué he hecho yo en este año a pesar de la dificultad que nos ha marcado la pandemia? Recoger ese testigo. Y el compromiso permanece, junto con otros ministerios que se ven afectados, porque, aunque lo impulse Cultura, si se habla de medidas de empleo, hay que contar con Trabajo, con Seguridad Social, con Educación, también con las cuestiones que tienen que ver con la formación; es decir, con distintos ministerios. Aquí ya se ha hecho el trabajo interno, y yo en estas semanas voy a empezar a trabajar con otros ministerios para ir armando y construyendo ese Estatuto del Artista, que va a ser, yo creo, primero una cuestión dinámica, de incorporar cosas, como la que le he dicho –por ejemplo, la compatibilidad de las pensiones–, pero que al final tiene que dar como resultado una gran Carta de Derechos y Deberes de los Artistas, que les dé visibilidad. Y de los músicos. Cuando digo artistas incluyo a los músicos. Visibilidad, reconocimiento social, porque ellos son fundamentales en el PIB de este país. También seguridad jurídica.

Bien, pero ¿cuándo?

Esto va a estar en esta legislatura. Yo no me puedo comprometer a una fecha porque ya no depende solo de mí. Depende de otros ministerios, por supuesto del Ministerio de Hacienda. Pero el compromiso es que en esta legislatura esté culminado el Estatuto del Artista.

Preocupa en el sector el dinero no gastado por las administraciones públicas en la contratación de artistas en 2020. Al ser partidas ya presupuestadas y aprobadas, ¿por qué no se vehicula una compensación a los artistas contratados que no pudieron ejercer su trabajo ante la prohibición sanitaria de no poder tocar? De hecho, se le pide a su ministerio un Pacto de Estado de la Música para que se preserven los presupuestos que estaban destinados en 2020 y que estos se proyecten sobre la industria musical en 2021 y 2022. En resumen, que esos presupuestos no se diluyan o se desvíen hacia otras actividades.

Sí se ha gastado, porque nosotros no hemos suspendido nada. Lo que dependía del Ministerio de Cultura: música, conciertos, danza, teatro y circo; lo que hemos hecho es mantenerlo y posponerlo en el tiempo.

Se ha pospuesto, pero no se ha utilizado porque muchos no se han podido celebrar.

Pero se gasta. Se presupuesta y se gasta. No se ha suspendido. Si no se pudo hacer en abril, se hizo en julio. La programación se ha mantenido en todo lo que dependía de nosotros. De hecho, me refiero a todos los festivales de música del verano pasado que desde el Ministerio de Cultura hemos apoyado; yo no sé qué han hecho otras administraciones. Fue un mandato de mantenerlo todo y solo posponerlo. El gasto se mantiene e incluso se aumenta. Como he dicho, en música hemos triplicado las ayudas respecto a 2019, año sin pandemia. Hemos hecho un gran esfuerzo. Por tanto, eso está presupuestado y está gastado.

Otra de las incógnitas que más inquieta al sector musical en estos momentos es el aprovechamiento del fondo europeo para la reactivación tras la pandemia. Se desconoce la gestión y metodología para acceder a esos fondos europeos, que suman unos 800 millonesde euros, un poco más, destinados a Cultura y Deportes,

Algo más, 900 y pico. Es el 1,1% de 73.000 millones.

Y de los cuales hay unos 100 previstos para Música y Danza. ¿Nos puede detallar un plan de acción, y si alcanzará a ir más allá de la zona noble que componen Ballet Nacional, Teatro de la Zarzuela, Teatro Real, Gran Teatre del Liceu, Teatro de la Maestranza, etc.?

Sí, sí, claro. Si quiere le cuento un poco los planes. Se llaman planes de recuperación, de resiliencia y de transformación de la economía española. Lo primero que hay que subrayar ahí es que de las diez políticas tractoras que diseñó el gobierno de España vinculadas a esos planes, una, la única específica, la única singular, porque las demás son transversales y compartidas con otros ministerios, es la de Industrias Culturales e Industrias Deportivas. Además, fue una decisión personalísima del Presidente del Gobierno, que quería que la cultura y el deporte tuvieran esa singularidad. Estamos hablando de 900 y pico millones de euros. Estamos todavía en la fase de concreción con Europa, para ver cómo se establece una metodología de trabajo. Lo hemos dividido en tres tercios. Un tercio es el deporte; el segundo tercio es el mundo del teatro, de la danza, de la música, del circo, de las Bellas Artes y del libro: 300 millones; y el otro tercio es el audiovisual, que no es solo el cine y las series, sino también el videojuego, que queremos potenciarlo mucho, ya que somos un país muy potente en esa materia, así como el mundo de la animación, el mundo de los rodajes, con incentivos fiscales. Esos son los tres tercios que hemos diseñado.

¿Cómo se va a desarrollar eso?

Las instituciones propias del Ministerio de Cultura, las instituciones culturales del Estado ya tienen su financiación por vía de presupuestos generales del Estado, que, por cierto, los hemos subido un 38% en relación de donde veníamos. He de decir que Cultura, con los gobiernos del PP, era una Secretaría de Estado. Con estos nuevos presupuestos para 2021 –no hablo de los planes, hablo de los presupuestos– subimos de una forma muy sensible. Y eso cubre las necesidades, lo que usted me preguntaba, del Museo del Prado, el Liceu de Barcelona, Les Arts de Valencia, la Maestranza de Sevilla, la Ópera de Bilbao, es decir; todo eso va por ahí. Lo de los planes europeos es para otra cosa.

Explicándose extensamente durante la entrevista.
Explicándose extensamente durante la entrevista.

Los fondos europeos...

… Los fondos europeos son, en parte, para paliar el daño sufrido por los sectores culturales, en particular la música en vivo, que a mí es el que más me preocupa, porque, al final, es el que peor lo ha pasado, por la dificultad objetiva de hacer conciertos con un número importante de personas. Porque al final el teatro, al que hemos ayudado también, está funcionando, y la gente va al teatro con aforos reducidos –en el caso del cine, la situación es un poco peor–, pero es verdad que los grandes conciertos no son posibles. Ahí debemos hacer un esfuerzo para hacer unos planes de colaboración importantes con las Comunidades Autónomas y con los grandes ayuntamientos; hay una dimensión pública clara. Y luego también con las empresas del sector. Tenemos que ver de qué manera lo hacemos, cuál es la metodología, pero tiene que llegar al mundo privado de la música, a los empresarios de la música, al sector de la música, a los músicos. Tenemos que hacer una red importante para no solo paliar el daño, sino que con este espíritu de resiliencia y transformación aprovechemos estos recursos para generar las fortalezas que ahora necesita la cultura, y en particular la música, pero también para preparar el futuro y para enfrentarnos a crisis venideras que pudieran llegar. Ese es el gran desafío. Pero mi voluntad y mi determinación es que podamos trabajar directamente con los actores sociales y empresariales del mundo de la música. De hecho, en estos meses hemos tenido muchas conversaciones con muchos de ellos. Y ahora, con ese fin, lo haremos para crear la dinámica de ayuda y de colaboración con los planes europeos.

¿Qué piensa de la demanda de la creación de un Instituto de la Música, organismo que podría ser autónomo dentro del Ministerio de Cultura?

El Ministerio de Cultura tiene el INAEM –Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música–, con uno de sus cuatro grandes pilares en la música. Y, además, no solo el INAEM. Es que aquí tenemos la Asamblea Estatal de las Artes Escénicas y de la Música. Yo estuve en la última reunión, que fue, me parece, en diciembre, de balance del año; por cierto, creo que era el primer ministro de Cultura que se quedaba en una reunión de esa naturaleza, con ciento y pico representantes de las organizaciones, de las asociaciones musicales, del mundo de las Comunidades Autónomas, de las Diputaciones… Ese es el marco adecuado. Eso no significa que no podamos pensar medidas o tomar decisiones complementarias que sean útiles y que refuercen ese ámbito. Pero, vamos, mi voluntad es aprovechar el presupuesto y el plan de recuperación para fortalecer el mundo de la cultura y el mundo de la música.

Es evidente que se está viviendo un auténtico estado de emergencia en la música en directo: fueron los primeros en paralizar su actividad al 100% y, probablemente, serán los últimos en volver a una total normalidad. Y, a pesar de la reactivación menor que ha habido, los cambios en las normativas según las diversas Comunidades Autónomas no favorecen que la situación se aclare. De hecho, las normas desiguales en los territorios autonómicos sobre el aforo en recintos promueve un desequilibrio en el tema de las contrataciones a nivel estatal. ¿Cómo se soluciona eso? ¿No cree que la cultura debería estar por encima de ideologías partidistas o intereses territoriales?

Es que, en relación con la pandemia, no es un tema ideológico. Esos protocolos diferentes obedecen a que la Constitución Española diseña un modelo de Estado, desde el punto de vista territorial, que es el Estado autonómico. Y eso significa autogobierno de los territorios. Y salvo el momento inicial, por la situación extrema que padecimos entre marzo y finales de mayo del año pasado, donde el gobierno de España con el estado de alarma asumió todas las responsabilidades, a partir de la desescalada, de alguna forma, volvimos a la normalidad. Y eso significa, como bien sabe, que cada Comunidad Autónoma se haga cargo. También entiendo lo de las diferencias de normativas, de situaciones, que usted me plantea, pero la parte buena es que el gobernante que está más cerca en el territorio es capaz de ver con mayor facilidad la situación concreta. Y por tanto eso explica, desde ese Estado autonómico que tenemos, que haya podido haber diferencias de ritmos, porque es verdad que la situación no ha sido la misma en todos los territorios. Por tanto, las medidas no pueden ser iguales.

De hecho, lo único que reclaman es seguridad jurídica con criterios unificados entre todas las instituciones, con protocolos claros de aforos y valoración de riesgos y medidas de seguridad sanitaria, evitando la arbitrariedad en la adopción de medidas. Es decir: un protocolo común a nivel estatal.

Es lógico que los ritmos sean distintos, aunque también entiendo que sea bueno pensar –y el otro día con algunos de los representantes de la música con los que hablé me lo sugirieron–, sobre todo cuando lleguemos al verano –si en verano la pandemia lo permite; ojalá, vamos a ver cómo estamos–, que pudiera haber conciertos “normales” para aquellos que hacen actuaciones itinerantes por toda España y que hubiera algún tipo de protocolo unitario. En eso debemos trabajar, pensando en esa posibilidad; es verdad que es aventurar mucho ahora, porque no sabemos si se realizarán esos conciertos “normales”... Según vaya el proceso de vacunación, cómo sea el efecto que produzcan las distintas variantes del virus, la británica o la sudafricana, etc., vamos a ver qué pasa. Pero los deberes han de estar hechos. Y yo me he comprometido a trabajar, a pensar en un protocolo de actuación común, en eso que llamamos la cogobernanza, que pondré en común con los consejeros de las Comunidades Autónomas para tratar de encontrar una vía. Ya lo hicimos con el deporte.

¿Se puede trasladar eso a los conciertos?

El deporte profesional, yo sé que esto se os va del tema, pero lo digo como ejemplo… El deporte federado no profesional, mal llamado no profesional, pero ese es otro tema… Es decir, todos los deportes menos el fútbol y el baloncesto, LaLiga y la ACB, tienen un protocolo; primero para que haya algo de público y segundo para que haya una cierta homogeneidad o una cierta armonía entre todas las Comunidades Autónomas, por ejemplo en las ligas que son intercomunitarias. Y esto lo impulsé yo, lo impulsé personalmente con el presidente de COE y con todas las federaciones deportivas. O sea, vamos a ir pensando estos meses, viendo cómo va evolucionando la pandemia, para que cuando lleguemos a mayo y junio, si vemos que la situación lo permite y Sanidad lo autoriza, pueda haber un marco común en los conciertos que haya en España. Es una buena idea.

Ya lo mencionaba usted antes, pero se reclama el reconocimiento de la actividad cultural de las salas de conciertos con la creación de una licencia específica, evitando la situación actual, que las engloba en el sector del ocio nocturno –así, en general–, con la estigmatización que puede suponer este hecho cuando se aleja de la cultura musical. Esta circunstancia posibilita la paradoja de que se puedan celebrar conciertos en teatros y no en salas de conciertos. Por otra parte, quizá ha llegado el momento de hacer un censo real de las salas de conciertos, evitando así muchos de los problemas derivados de sociedades que funcionan programando conciertos con licencias de salas de baile o de bingos.

Pues mire, esa fue mi petición y mi aportación al Consejo Territorial que hicimos con las Comunidades Autónomas de hace meses. Y yo estoy en esa idea. A mí me parece que, a priori, no hay diferencia entre una sala de conciertos, un teatro y un cine. Son ámbitos de cultura los tres y lo que necesitan todos ellos son protocolos organizados para garantizar la seguridad y la salud; ya está. No hay ninguna otra diferencia. Pero es verdad que la licencia la concede la Comunidad Autónoma o el ayuntamiento; yo no puedo invadir competencias: estaría excediéndome en mis funciones. Yo puedo sugerir o puedo proponer, que es lo que hice. Y lo que propuse es que las salas de conciertos, cuando reúnan esas condiciones, como el cine o el teatro, puedan ser tratadas como salas o lugares de cultura y que, por lo tanto, se puedan celebrar conciertos, porque no hemos cerrado la cultura, ni tampoco lo han hecho las Comunidades Autónomas, salvo en los picos más extremos de contagio. Por eso somos la excepción cultural europea, por eso me llaman del ‘Financial Times’, o el otro día de una revista italiana de arte, también de una revista alemana, porque están sorprendidos de que España, que tiene índices de contagio similares a los de otros países, a la cultura se la ha protegido en los términos que le decía: cultura abierta y cultura de ayuda; ya sé que nunca es suficiente, pero todo lo que hemos podido hacer desde el gobierno lo hemos hecho. Y esa es la vía. Pero las licencias dependen de las Comunidades Autónomas y, efectivamente, yo creo que no puede compararse con el llamado ocio nocturno, sobre todo el ocio informal. El riesgo, lo tenemos ya todos claro, está en las fiestas que se hacen en las casas privadas o en algunos lugares donde la gente se relaja, se quita la mascarilla y donde, digamos, hay un contacto físico. Ahora, ¿un concierto se puede organizar siguiendo los protocolos? Claro que se puede. Yo, este pasado verano, asistí a algunos. No solo de música clásica, que he ido a muchos, sino también de ópera o de zarzuela.

¿También de pop?

También he ido a conciertos de pop, y se han hecho. Con aforos reducidos, claro. El problema es, como decía usted antes, si compensa; es decir, al final, hacer un concierto de Pablo López, por ejemplo, es más fácil –es verdad que él estaba solo al piano y por tanto se reduce mucho todo–, pero yo estuve en un concierto suyo, a pesar de que fui criticado por sectores que entendían que estaba dando mal ejemplo, pero a mí me parecía que yo debía apoyar la música y la cultura; estuve allí, en el Navarra Arena de Pamplona, con mil y pico espectadores; un sitio donde caben muchos miles de personas más, pero se hizo. ¿Por qué? Porque había separación, controles, gradas respetando los espacios, etc. Yo creo que eso lo debemos seguir haciendo y yo animo a las Comunidades Autónomas, siempre que las condiciones sanitarias lo permitan, a que den un tratamiento especial, de cuidado y de apoyo, a las salas de conciertos.

Respondiendo a las preguntas de Rockdelux.
Respondiendo a las preguntas de Rockdelux.


Unas declaraciones suyas en las que separaba el ocio nocturno del resto de sectores que usted entendía como cultura avivaron la polémica al interpretarse como un menosprecio a esa parte de la música en vivo que no se sustenta en grupos tocando. ¿Qué tiene que decir al respecto? En cualquier caso, y en defensa de salas o festivales consolidados dedicados a la programación de DJs, generalmente de música electrónica, pero también de otros estilos, ¿no cree que es negativo promover opiniones de desprestigio de la música de club como una actividad carente de valores artísticos?

Fueron unas declaraciones en las que pudiera ser que yo estuviera desafortunado, o en las que se me malinterpretara. Yo creo que nunca he hablado de los disc-jockeys. Jamás. No he dicho nada negativo o peyorativo. En algún momento, creo que puse un ejemplo de la música rock o de la música pop, pero para referirme a los conciertos a los que yo iba. Yo he ido a conciertos de U2 en Anoeta o en el Camp Nou, pero, claro, a mí me resulta muy difícil aceptar hoy que algo así, tan multitudinario, pueda celebrarse. Tampoco lo estamos haciendo con el deporte. El fútbol y el baloncesto, como en el resto del mundo, allí donde no se ha suspendido, se hace sin público. Yo me refería a los grandes conciertos o a los grandes festivales. Tengo un hijo de 23 años al que le gusta mucho la electrónica; recuerdo que lo he llevado a un festival de música techno en Villaricos, y yo he visto las imágenes de cómo se hacían… Y es verdad que ese tipo de eventos, ahora, todo el mundo entiende que no pueden realizarse; que la salud no lo permite, que es un riesgo excesivo. Por eso, mi preocupación fundamental es con la música en vivo, pero jamás he hecho una declaración sobre los DJs. Lo siento mucho si se ha malinterpretado lo que quise decir. Porque, al contrario, tienen todo mi respeto. Y reconozco que también me ha gustado, cuando era más joven o escuchaba más música, el techno o la electrónica. Y mi hijo, ya digo, es un gran aficionado. O sea, que tienen todo mi respeto y todo mi cariño. Jamás he hecho una declaración peyorativa sobre ellos.

La declaración de la Cultura como bien esencial fue aprobada por el Senado de forma unánime el pasado 22 de septiembre. Ahora está pendiente de su aprobación por el Consejo de Ministros. ¿Cuándo se prevé que ocurra?

El Senado hizo una declaración, que tiene un valor retórico, importante, desde un punto de vista simbólico, que yo comparto; además fue por unanimidad, pero eso no tiene un vínculo con el Gobierno. Yo he ido más lejos todavía. Yo he dicho que la cultura y la música, y todos los tipos de música, sin distinción, son un derecho fundamental de los ciudadanos y que tenemos que trabajar por un gran pacto de Estado por la cultura... y por la música.

¿Se quedará en una mera declaración de intenciones?

No, no, pero no es una declaración, porque si decimos que es un derecho fundamental empieza ya a tener el reconocimiento… Por eso el otro día cuando me preguntaban sus colegas del ‘Financial Times’ que por qué en España está abierta la cultura, casi me acusaban de irresponsable, de imprudente. Pues, mire, primero porque es segura, se puede hacer bien, se puede ir a un concierto si se organiza bien sin riesgos, o sin apenas riesgos. Con mucho menos riesgo que una fiesta en una casa o una cena familiar. Y segundo, porque la cultura es necesaria, y es necesaria porque es un derecho de los ciudadanos. Y eso es lo que fortalece el argumento. La declaración de bien de primera necesidad tiene unas implicaciones ­–se lo digo también porque no debo esconder eso– que tienen que ver con las bajadas del IVA, por ejemplo. Pero yo también le digo, en una reflexión que hago en voz alta, que si demandamos, con razón –y yo me alegro porque es poner en valor al Estado–, que ayudemos cuando vienen situaciones mal dadas, que el Estado no se inhiba o que el Estado no haga, como ha hecho otras veces, recortar, sino que se vuelque en ayudas, pues bien, que se sepa que esas ayudas vienen de los impuestos. No hay otra forma humana de…

… Así pues, ¿no se va a bajar el IVA cultural? Como bien sabe, la reducción del IVA al 4% es una reclamación ya legendaria.

Bueno, en el ámbito cultural ha llegado a sectores concretos. Por ejemplo, nosotros, con este gobierno, bajamos el IVA del libro electrónico; aprovechando la situación concreta de la pandemia y del confinamiento y del estado de alarma, con la gente en su casa, favorecimos el hecho de que se pudieran comprar libros electrónicos, y se bajó al 4%. Asimismo, hemos introducido algunos incentivos fiscales para los rodajes, por ejemplo. Hemos introducido también algunas dimensiones de mejora para el mecenazgo, subiendo el 5% de deducción. Pero eso no lo podemos generalizar, primero, porque es una política de gobierno, no solo en relación con la cultura; hay otras demandas en otros ámbitos. Y, segundo, por lo que le decía antes. Porque necesitamos recursos y, si bajamos el IVA de todo, los recursos descienden. Necesitamos recursos para hacer Estado social, para pagar, por supuesto, la Sanidad, para pagar la Educación, pero también para pagar la Cultura. Quiero decir, para ayudar a lo que son bienes esenciales de una sociedad democrática.

Pero, en estos momentos de penuria en el ámbito cultural, la reducción del IVA serviría para favorecer e incentivar una corriente de positividad, tan necesaria ahora. ¿Una medida simbólica, incluso?

Es que no es simbólica. Porque si bajamos el IVA hay menos recursos que entran al Estado. Usted me preguntaba antes por las ayudas. En el primer Decreto sacamos 80 millones de ayudas directas. Lo podemos hacer porque el Estado tiene recursos. Si no tiene recursos, podemos bajar el IVA, pero entonces quizá no podamos hacer las mismas ayudas directas. Es decir, esta crisis nos debe enseñar que los impuestos sirven para financiar políticas importantes. Y yo a lo que me comprometo es a hacerlo con los recursos que tiene el Estado, por eso hemos subido los Presupuestos Generales del Estado. Los recursos que tiene el Estado, una buena parte de ellos, van destinados a la cultura y a la música. Fíjese, usted me decía antes: los primeros que cerraron son los de la música y los últimos que probablemente vuelvan a pleno rendimiento serán los de la música. Y yo comparto eso con usted. Bueno, también hay otros sectores muy golpeados. Estoy pensando, por ejemplo, en las agencias de turismo, en todo lo que tiene que ver con…

… Sí, claro, pero son, indudablemente, de los más afectados…

… Son de los más afectados. Estamos de acuerdo. El primer Decreto que el gobierno –lo digo también porque quizá esto no lo he explicado suficientemente y es un problema mío de comunicación– dirige a un sector específico –más allá de los primeros Decretos Generales, de los ERTEs, del ICO, de las ayudas por cese de actividad, que era para todos los sectores, también para la cultura, pero para todos– fue para el sector de la cultura. Luego, ha creado otras ayudas específicas para otros sectores, el transporte, el mundo de la hostelería, pero el primero fue para la cultura. Es decir, el 17 de marzo fue el primer Decreto General, y el primer Decreto específico para el primer sector, el de la cultura, fue el 5 de mayo... Hemos puesto en valor también con ese mensaje la importancia de la cultura para el gobierno de España, para el gobierno progresista de coalición que tenemos. Quiero decir con esto que, bueno, sé que siempre es insuficiente, que la crisis es de una envergadura que nadie pudo imaginar, pero el Estado se ha volcado. Creo que si pensamos en lo que pasó en 2010, 2011, 2012, con la anterior crisis, que la receta fue “recortes, recortes, recortes, recortes”, nosotros lo que hemos hecho ha sido promover políticas expansivas de ayudas económicas. E intentar no dejar a nadie atrás. Lo hacemos cuando reconocemos el subsidio por desempleo para artistas de espectáculos públicos, a pesar de la dificultad de crear una norma por la intermitencia, por los días de cotización, etc. O para los técnicos, no solo para los músicos, también para todos los trabajadores auxiliares, de iluminación, de sonido, etc., pues es una medida que trata de, digamos, servir de colchón. Y vuelvo a repetir que sé que no es suficiente, pero creo que hay que reconocerlo.

“Yo en estas semanas voy a empezar a trabajar con otros ministerios para ir armando y construyendo ese Estatuto del Artista que al final tiene que dar como resultado una gran Carta de Derechos y Deberes de los Artistas, que les dé visibilidad. Y de los músicos. Cuando digo artistas incluyo a los músicos. Visibilidad, reconocimiento social, porque ellos son fundamentales en el PIB de este país. También seguridad jurídica”



En España, aunque la situación ha mejorado mucho en los últimos tiempos, cuesta todavía pagar por contenidos online. Ayudaría mucho una campaña de sensibilización desde el Ministerio que educase sobre la conveniencia de la no gratuidad permanente en contenidos culturales –englobando también a los medios de comunicación– para preservar la subsistencia de los creadores y educando a la sociedad en el hecho de que pagar por contenidos culturales es un bien común que…

… Claro, claro… Lo vamos a hacer (interviene Mónica Martín Gómez, directora de comunicación del Ministerio y presente en la entrevista, quien me transmite que ya debe ser la última pregunta, ya que Antonio Resines espera al ministro en una reunión programada a continuación. Ante mi queja de que todavía me faltan muchas preguntas por plantear –muchas de las cuales no habrá oportunidad de formular; aunque ella se compromete a que el ministro responda a dos de ellas por mail días más tarde–, y dado que me he desplazado expresamente desde Barcelona, arguyo interesadamente, el ministro asegura que quiere continuar un rato más y promete ser más breve en sus respuestas).

¿Se va a hacer?

Vamos a hacer una campaña con las industrias culturales, pero yo llevo desde que tomé posesión hace un año, más o menos, insistiendo en el valor de la cultura, en que la cultura no puede ser gratis.

No puede ser gratis, no…

Fue gratis un tiempo y yo creo que eso todo el mundo lo ha agradecido y lo ha valorado en los momentos más difíciles de la pandemia, pero la cultura no puede ser gratis. La gente que trabaja detrás de la creación necesita ser reconocida como merece, con justicia, y además es una actividad que genera empleo y riqueza, por supuesto que sí. Y luego aquí también hemos reforzado todo lo que tiene que ver con la lucha contra la piratería. Yo acabo de firmar un convenio con CEDRO –Centro Español de Derechos Reprográficos– para proteger con mayor fortaleza los derechos de autor, en todos los ámbitos, en el musical, en el audiovisual y en el del libro.

¿Y la transposición de la Directiva europea de los Servicios Digitales, de obligado cumplimiento, no opcional, según Bruselas?

Ahora vamos a transponer una Directiva de Propiedad Intelectual de la Unión Europea –tenemos hasta junio–, en donde lo que ya ha quedado claro es que la irrenunciabilidad del derecho para el mundo del libro, para el mundo del audiovisual y para el mundo de la música, junto a las entidades de gestión colectiva, son dos conquistas irrenunciables. Donde estamos planteándonos cómo trasladamos la Directiva es en el mundo de los editores de prensa, que usted sugería también. Pero ahí tenemos que ver qué hacemos porque hay dos posiciones enfrentadas; por un lado están los digitales nativos, que defienden la posibilidad de negociar directamente con los grandes agregadores de noticias, Google, singularmente, pero no solo este; y, por otro lado, los otros sectores del mundo de los medios de comunicación, que defienden que se mantenga la gestión colectiva y la irrenunciabilidad del derecho. Entonces, estamos viendo cómo encontramos una fórmula para ese ámbito, pero, para los ámbitos de la música, del libro y del audiovisual, somos el país que tiene mayor nivel de protección en el tema de los derechos de autor, y lo vamos a mantener y a reforzar.

Y, ligado a esto, ¿es una lucha perdida intentar legislar por una remuneración más justa en el uso de canciones en plataformas online de contenidos, con un reparto de beneficios en el que se considere más a los creadores de esas canciones? ¿Desde el Ministerio se puede hacer algo al respecto?

Pues eso tenemos que hacerlo, quizá también aprovechando la transposición de la Directiva, de la mano de las entidades de gestión. Yo creo que ahí las entidades de gestión colectiva son los grandes pilares para asegurar que los recursos lleguen al autor, al creador último, creador o creadora, sea un escritor, sea un músico o sea un pintor de artes plásticas, etc. Y yo creo que tenemos que conseguir que esas entidades de gestión, que nosotros hemos reforzado y que seguimos defendiendo, sean las verdaderas garantes de que haya una remuneración justa en un mercado global –circunstancia que es verdad que dificulta mucho las cosas– y que no haya abuso de posición dominante. Y que estas grandes plataformas, esas macroempresas mundiales no tengan una posición de abuso frente al creador.

En la terraza del Ministerio de Cultura y Deportes... oteando el fin de la pandemia.
En la terraza del Ministerio de Cultura y Deportes... oteando el fin de la pandemia.


Como ya se ha hecho en otros países de nuestro entorno –Italia, Francia–, ¿no cree que la implantación de un bono cultural institucionalizado, financiado por el Estado, fomentaría el consumo de bienes culturales –en el sector musical, por ejemplo, entradas de conciertos y festivales, música grabada, material de formación para la música– de una manera más natural y didáctica? Podría tomarse, casi, como un aprendizaje de iniciación entre el público más joven, despertando una sana curiosidad por la cultura.

Me parece una idea fantástica, y he apoyado la iniciativa de Iratxe Garcia, la presidenta de los socialistas en el Parlamento de la UE de implantar un bono cultural europeo. También es necesario indicar que el Ministerio está llevando a cabo una serie de actividades para jóvenes que lo que buscan es promover su participación activa como productores culturales. Me refiero a iniciativas como el Premio de Teatro para Autores Noveles Calderón de la Barca, la promoción de la creación joven de la Compañía Nacional de Danza, las exposiciones de artistas jóvenes que hacemos junto al Injuve, los cursos de profesionalización para jóvenes escritores o las ayudas para nuevos realizadores de cortos y largometrajes.

¿Qué le parece la actualización de las medidas que ya le plantearon en el mes de abril de 2020 desde la federación de la Música de España (Es_Música) –plataforma transversal que unifica las tres patas de la música: propiedad intelectual, música en vivo y música grabada– con motivo del contexto COVID-19? ¿Qué opina de esas quince medidas esenciales y urgentes para la reactivación de la industria musical?

Muchas de las medidas que pide el sector de la música se están acometiendo de manera transversal, ya que afectan a otros sectores como las artes escénicas, plásticas o del sector editorial. El sector cultural, en general, sufre de unas vulnerabilidades endémicas que lo hacen especialmente frágil a la crisis. Como ministro, estoy volcado en sacar adelante el desarrollo del Estatuto del Artista a lo largo de esta legislatura. Esto daría respuesta a muchas de las medidas esenciales que propone Es_Música. También hay una gran oportunidad en los fondos de recuperación europeos que, como ya he dicho, tienen en la cultura una de sus palancas tractoras. Precisamente hace unos días nos hemos reunido, personas de mi equipo y del INAEM, con Es_Música. Les hemos informado de las ayudas directas que también la música va a recibir. Ese mismo día, el pasado viernes 12 de marzo, el Consejo de Ministros aprobó un fondo de ayudas directas por valor de 7000 millones de euros, cuyos destinatarios también son los sectores culturales y deportivos, salas de cine, teatros, museos… Y, por supuesto, la música en vivo, las salas de conciertos y festivales de música. Lo recibieron muy positivamente.

¿No es un despropósito juntar Cultura y Deportes en un único Ministerio? ¿No es hacerle un flaco favor a ambos departamentos?

No, no es un despropósito. Han estado muchas veces juntos en la historia. Son ámbitos diferentes, pero con aspectos en común. Yo digo muchas veces que la cultura y el deporte comparten valores. Y de la cultura he dicho antes que era un derecho, así como una industria, pero también es un valor, que tiene que ver con los principios que compartimos, con nuestra historia común, con las identidades plurales de un colectivo, de una nación, de Europa, de lo que queramos. Son valores. Y el deporte también representa valores. Valores de esfuerzo común, de sacrificio, de juego limpio, de realización personal, de trabajo en equipo. Yo cito a veces a uno de los grandes intelectuales del siglo XX, Albert Camus, cuando decía, en el año 58 me parece, que todo lo que sabía sobre la moral de los hombres lo aprendió en el fútbol. Esa idea de equipo, de que vivimos en una comunidad de mujeres y hombres libres, de que nos necesitamos… La pandemia también ha puesto de relieve lo frágiles que somos como seres humanos y, al final, estructuras fuertes de solidaridad, un estado social y democrático fuerte, sirven para salir adelante. Una sanidad fuerte. Todo esto nos lo ha enseñado la pandemia. Y eso, digamos, es cultura, en el sentido amplio de la palabra, pero también en el deporte lo vemos. Y luego hay otro elemento común; cuando podamos volver a interactuar y relacionarnos con el resto del mundo en el momento en que la pandemia nos lo permita, una de nuestras marcas, la marca España, de nuestro país en un sentido completo, es el deporte y es la cultura. Es, probablemente, lo que mejor nos vende hacia fuera. La música, nuestros músicos. El otro día, cuando hablaba con Alejandro Sanz, lo pensaba. Tantas cosas. Por supuesto, los libros en lengua española, en castellano y en las otras lenguas maravillosas que tenemos. Es decir, el potencial del español hacia fuera, pero también el deporte, nuestros grandes deportistas, que son también un ejemplo de virtudes: Pau Gasol, Rafa Nadal, nuestra campeona de bádminton. ∎

En privado

“Me da pena”, dice cuando la entrevista llega a su fin por imposiciones de agenda y le comunico que tengo aún muchas preguntas por hacer; entre ellas algunas personales. “Venga, las personales; bueno, personales si no son íntimas”. Bien, pasemos al cuestionario rápido de libros, música y series.

LIBROS

“Pues mire, yo leo mucho. O leía más, ahora tengo menos tiempo. Leo mucho ensayo, por mi formación, soy filósofo del Derecho y, por tanto, eso también me condiciona. Ahora estoy leyendo un libro que me está haciendo ver de otra forma a Espartero, que era un personaje del siglo XIX que yo no tenía muy estudiado. Es un libro potente sobre su condición liberal y su patriotismo cívico. Se llama ‘Espartero, el pacificador’. Y luego estoy leyendo las memorias de Obama, que son un volumen de mil páginas el primero, y anuncia un segundo; o sea, que son tremendas”.

MÚSICA

“Sí, la música forma parte de mi vida. Yo utilizo música para trabajar. Escucho música para escribir. Bandas sonoras que me encantan. Aquí le hemos dado en 2020, y ha sido un gusto personal mío, a Hans Zimmer la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Me gusta Michael Nyman. Por supuesto, Alexandre Desplat. Los grandes, digamos, de las bandas sonoras. También me gusta la música clásica. Y en mi peripecia, pues el pop y el rock, que han formado parte de mi historia vital cuando he ido a conciertos con mis amigos”.

“¿A los conciertos en vivo que más he ido? A ver a U2. A Depeche Mode también en muchas ocasiones, en Valencia y en otros sitios. Y luego grupos españoles que a mí me gustaban mucho, algunos de ellos ya desaparecidos. Recuerdo uno que lo seguíamos mucho, que era La Dama Se Esconde, de San Sebastián. Fui mucho a los conciertos de El Último de la Fila. Y otros grupos que yo seguía entonces fueron los Smiths, Talking Heads, Immaculate Fools, The Cure. Estoy ahora recordando mis 18 y 20 años. Esa era la música que yo escuchaba mucho; ahora menos”.

“¿De grupos actuales? Bueno, me gusta mucho Vetusta Morla. He nombrado antes a Alejandro Sanz, al que yo sigo escuchando con empatía, gusto y devoción. Y el otro día se lo decía justamente a él, que mi primer trabajo remunerado con 18 o 19 años fue con mis amigos; en verano nos dedicamos a montar conciertos en Valencia, en la Fuente de San Luis. Estábamos allí como dos o tres o cuatro semanas enganchados a eso. Me acuerdo que en aquel momento vino Spandau Ballet, que era el grupo de moda, y Duran Duran. Sí, estoy hablando del año 84-86. Mecano recuerdo que también fueron. Y Hombres G. Montábamos los escenarios, a lo que, por cierto, dedicábamos como dos días. El otro día me decían que ahora se tarda cuatro horas. Nosotros estábamos como día y medio. Y luego, con la última canción del grupo, cuando se apagaban las luces, nos íbamos detrás y empezábamos a desmontar y ahí estábamos toda la noche, trabajando. Esa fue mi primera experiencia y fue con mis mejores amigos, amigos de la infancia que mantengo. Lo hicimos los cinco o seis amigos que somos”.

SERIES

“Me gusta mucho el cine y voy al cine todo lo que puedo, a las salas de cine, pero ahora estoy bastante enganchado a las series. He visto ‘Antidisturbios’, que me ha encantado, por decir una serie española. Bueno, varias españolas. He visto recientemente también ‘El desorden que dejas’. Estoy siguiendo ahora ‘The Crown’, que me está gustando mucho. Y, en su momento, me entusiasmé con ‘Breaking Bad’, que la vi una vez solo y otra cuando volvió mi hijo de Estados Unidos, y la disfrutamos juntos. Soy aficionado a las series, sí”. 

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