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Por más que el relato de 2020 haya tenido una apariencia más universal que nunca, cada zona geográfica del planeta ha tenido sus propias notas al pie. En Nigeria, por ejemplo, quedará como un año de pandemia, pero también de sublevación: tras un par de años de calma chicha en redes sociales bajo el hashtag #EndSARS, la revuelta social saltó a las calles a principios de octubre llevándose por delante la unidad especial de la policía destinada a luchar contra robos, secuestros y delitos similares (Special Anti-Robbery Squad, el SARS), discutida por sus métodos violentos y su engranaje corrupto.
Pese al desmantelamiento del SARS por parte del presidente Muhammadu Buhari el 11 de octubre, las principales ciudades de Nigeria continuaron tomadas durante semanas por manifestantes que tenían claro que esa no era la solución a todos los males de un sistema podrido casi por definición. Mientras, algunas de las celebridades del país se implicaban activamente multiplicando la onda expansiva de unas protestas que dejaron más de cincuenta civiles muertos. Burna Boy, quizá la estrella de la música africana contemporánea más internacional, se refería al alzamiento como “el momento más importante en la historia de Nigeria”. Poco después compartía “20 10 20”, llamamiento en forma de canción para denunciar lo ocurrido el 20 de octubre: una docena de personas moría por disparos del ejército nigeriano en unas protestas en la ciudad de Lekki.
Ese clima contestatario, esas ganas de liquidar lo establecido de una sociedad que se mueve mucho más rápido que un país, se filtra en rincones aparentemente triviales pero igualmente reveladores. En paralelo, 2020 también ha sido allí sinónimo de una inédita explosión pop englobada bajo la etiqueta “afrobeats” (no confundir con el afrobeat acuñado a finales de los 60s y exportado durante los 70s). Son muchos los talentos con proyección internacional que han podido contabilizarse en la música nigeriana en los últimos meses; herederos directos del clan Kuti (Fela, Femi y Seun), Tony Allen, Orlando Julius o King Sunny Adé y, al mismo tiempo, principales activos de un movimiento musical rupturista, hijo de la globalización, que excede la mal llamada world music.
Como casi todo lo importante que pasa en Nigeria, esta tendencia no tiene su epicentro en la capital (Abuja), sino en Lagos, la segunda ciudad más poblada de toda África. En realidad, que en Lagos pasen cosas es prácticamente una cuestión de probabilidad: está entre las diez ciudades con mayor crecimiento demográfico del planeta.
Allí, en el principal foco artístico y cultural del país, nació hace 30 años Ayodeji Balogun aka WizKid, protagonista directo de algunos primeros rastros de la expansión global del nuevo pop hecho en la antigua colonia británica, ya completamente innegable. Drake, como muchas otras veces, vio venir el filón antes que la mayoría: en 2015 se sumó junto a Skepta (estrella del grime británica de padres nigerianos) al remix oficial de “Ojuelegba”, uno de los temas incluidos en el segundo disco de WizKid, “Ayo” (2014). Pocos meses más tarde llegaría “One Dance”, todavía la canción más reproducida de la carrera de Drake. ¿Quién estaba invitado a participar en uno de los singles más exitosos de la historia? Efectivamente, WizKid.
Ya asentado en una multinacional como RCA Records, después de publicar un tercer álbum en 2017 en el que ya aparecían Ty Dolla $ign, Major Lazer o el propio Drake, el pasado mes de octubre lanzó “Made in Lagos”, su cuarto disco. Entre los invitados, el citado Burna Boy, algo así como el embajador musical en la Nigeria de hoy después de encadenar dos trabajos como “African Giant” (2019) y “Twice as Tall” (2020). Nieto de un antiguo mánager de Fela Kuti, solo es un año más joven que WizKid, pero representa un modelo de estrella más moderno. También más internacional, quizá porque estudió y comenzó su carrera en Londres: su incursión en el mercado anglosajón ha sido más natural aunque siempre se ha asegurado de no alejarse demasiado de casa. El punto de inflexión llegó con “African Giant”, el trabajo que presentó en la edición de 2019 de Coachella, histórica para la música nigeriana porque en el cartel también figuraba un Mr Eazi al que últimamente hemos visto en el “Colores” (2020) de J Balvin.
Los tres, WizKid, Burna Boy y Mr Eazi, ocupan junto a Davido y Cruel Santino la primera división del pop nigeriano actual. Ninguno ha superado la treintena, pero el relevo se sirve rápido en un país cuya media de edad está por debajo de los 18 años. Lo personifican talentos como Fireboy DML y, sobre todo, Rema. El primero ha infiltrado “APOLLO” entre los discos mejor puntuados de 2020 según Pitchfork; al segundo, nuevo ídolo generacional propulsado por la onda expansiva de su hit “Dumebi”, hace meses que Nigeria se le quedó pequeña. Ambos, por cierto, han aportado canciones para la última entrega de la saga de videojuegos FIFA, detector bastante fiable de futuros fenómenos entre el público adolescente.
En el horizonte más próximo aparecen también voces en el exilio como Darkoo (rapera ultra melódica asentada en Londres), NSG (colectivo nigeriano-ghanés cada vez más popular en Londres) y Olayinka Ehi (localizada entre Nueva York y Los Angeles) y jóvenes de familias acomodadas de Lagos como Joeboy, Oxlade, Tems, Odunsi (The Engine), Lady Donli o Wavy The Creator, principales activos de una escena (bautizada por ellos mismos como alté, de alternativa) que está revolucionando el tejido cultural de la ciudad y redefiniendo a qué suena Nigeria actualmente: una mezcla de r&b, rap y dancehall que, a fin de cuentas, tampoco es tan diferente a cómo suena gran parte del pop a nivel planetario.
Vista la sobrexplotación de algunos puntos estratégicos del boom latino como Medellín o Puerto Rico durante el último lustro, cabe preguntarse cómo de orgánicos son estos cambios de paradigma en el mapa musical. ¿El público comienza a interesarse por determinados sonidos y como consecuencia la industria musical empieza a mover sus mecanismos (es decir, la pasta) u ocurre más bien a la inversa? El pasado mes de mayo, el CEO de Platoon, compañía de servicios para artistas propiedad de Apple, contaba en ‘Billboard’ que la plataforma ha alcanzado casi un centenar de acuerdos con artistas africanos, en su mayoría sudafricanos, ghaneses y nigerianos, durante los últimos tres años. “Si les ayudamos a hacer crecer su negocio, eso nos ayuda a hacer crecer nuestro negocio también. Y lo estamos haciendo de muchas formas”, contaba. Esos acuerdos “para conquistar YouTube, Facebook, TikTok o Twitch” con músicos nigerianos como WurID, Simi, Cuppy o el propio Odunsi (The Engine) podrían estar dando ahora sus primeros frutos contantes y sonantes.