La sonrisa del hombre tranquilo. Foto: Marina Tomàs
La sonrisa del hombre tranquilo. Foto: Marina Tomàs

Entrevista

La vida secreta de José González

El cantautor sueco, uno de esos artistas que enarbola el mantra de que el silencio es el nuevo ruido, está de vuelta con “Local Valley”, un disco con más novedades de lo que parece: su primera aventura en su lengua materna, el castellano, la introducción de las cajas de ritmos en su registro sonoro y, no menos importante, una nueva versión de su inmortal “Line Of Fire”. En definitiva, un trabajo espiritual que viene a lamernos las muchas heridas producidas en el último año y medio.

Parece mentira que hasta este viernes, 17 de septiembre, no se publique el que será el cuarto álbum de José González, “Local Valley” (Imperial-City Slang-Music As Usual, 2021), un cantautor que parece llevar toda una vida acompañándonos, susurrándonos al oído y cosiéndonos el “corazón partío” a golpe de cuerda. El regreso tras seis años de un hombre que nunca debería haberse ido, pero que en realidad siempre estuvo aquí, es finalmente el disco inspirado en la world music que estaba destinado a hacer. En nuestra conversación el pasado abril, a escasas horas de actuar en Barcelona, dentro del ciclo Nits del Coliseum, me confiesa su devoción por Tinariwen y toda la música de Malí, así como por el highlife africano, lo que lo llevó definitivamente a introducir las cajas de ritmos en su música. También cuenta que “Valle local” (la canción) se inspira en una jam con Bombino.

“‘Local Valley’ es muy parecido a mis anteriores trabajos tanto en sonido como en espíritu. Compuse las canciones bajo las mismas consignas: cortas, melódicas y acompasadas, una mezcla de cantautor folk clásico con influencias latinas y africanas. Parece más abierto que los previos, pero es más personal. En realidad, me encuentro más satisfecho que nunca cuando digo que este disco me refleja aquí y ahora”, describe en nota de prensa. Así que en la entrevista hablamos –en castellano– de clasicismo, de su herencia latina, de su flamante paternidad, de salir a correr a lomos de hardcore galopante y mucho más.

No eres exactamente el prototipo de músico del “vive rápido y muere joven”, pero dedicándote a la música, el hecho de haber sido padre, ¿cómo te afecta a la creatividad, la autonomía, o cómo te cambia la perspectiva?

Siempre he grabado en casa, pero también tengo un estudio. Quise dejarlo y compramos una casa de campo donde escribí y grabé este disco. Tenía todas las ventanas con vistas a los árboles. Está a media hora al norte de Gotemburgo, en Suecia, y es una finca relativamente humilde con mucha madera. Si abres las puertas se escuchan los pájaros. Cuando estaba grabando el disco no pude pasar mucho tiempo con mi hija, Laura, pero lo terminé en febrero de 2020. Con la pandemia, tuve más meses para acabar de rematarlo, pero también para disfrutar de ella todo lo posible. Lo que sí he notado es que estando con Laura he cantado más de lo normal, sobre todo canciones infantiles. 

¿En qué idioma habláis en casa?

En sueco, pero con ella intento hablar en español. Son intentos algo fútiles, porque ella siempre me replica que hablemos en sueco. Es algo difícil. La paternidad me ha reactivado el deseo de reencontrarme con mi idioma materno. De ese modo también salió la canción “El invento”. El español empezó siendo mi primer idioma, luego vino el sueco, y luego el inglés. Así que ahora ha caído a la tercera posición (risas).

Me sigue pareciendo sorprendente que tú, que siempre has reverenciado esa clase de cantautor latino/brasileño, modelo Silvio Rodríguez y similares, hayas tardado tanto en animarte con el castellano. No sé si, además, te ha permitido explorar un rango emocional diferente.

Cuando era joven, el inglés era bueno porque no era mi primer idioma. Era más distanciado, podía usar palabras que sonaban bien, pero no lo sentía tan directo. Me molestaba un poco tratar de escribir en sueco o español, me parecía obvio. Con los años, he estado de giras, he tocado en países anglosajones y las cosas se han ido dando la vuelta. A ese público le sonará más místico si canto en español o en sueco. Lamento no haberlo intentado antes, pero es cierto que ahora me ha salido de una manera más fácil de lo que esperaba.

Reconciliándose con su idioma materno. Foto: Marina Tomàs
Reconciliándose con su idioma materno. Foto: Marina Tomàs

Tu padre tocaba en bandas de folclore argentino. ¿Qué recuerdas de todo eso?

Eran grupos que tenía con sus amigos de adolescente. Tocaba la guitarra y el bombo. Luego ya nací yo, y cuando era niño y joven teníamos en casa unas cintas del grupo Markama que me gustaban mucho. A los 13 o 14 años, cogí la guitarra de casa y la empecé a tocar. A mi papá le encantó que me interesara la música. Me pidió que no tocase ciertas canciones de los Beatles, de bossa nova… Aquellas que él solía cantar de joven, pero en Suecia no tenía nadie con quien cantarlas. Así empecé mi viaje musical, cantando a voces con él.  De algún modo, hemos tenido caminos parecidos. Él dejó la música para dedicarse a la pedagogía, y yo después de probar con guitarra clásica, bajo, y montar bandas de punk y hardcore, además de mis canciones de folk, también dejé la música para estudiar bioquímica. Luego saqué mi primer disco – “Veneer” (Imperial, 2003)– y ya me dediqué exclusivamente a la música. 

Han pasado seis años desde tu anterior disco, “Vestige & Claws” (Imperial-Mute, 2015), y pese a que tu música no ha cambiado demasiado, ni falta que le hace, su carácter balsámico me hace pensar que llega para lamernos las heridas en un momento tan extraño como este.

Siempre pienso en el impacto que causa mi música en el oyente. Cuando lancé “Crosses” en Suecia, no fue la típica canción indie. Empezó a sonar en la radio, donde se oye música más enérgica y producida. Pero, al parecer, las canciones de Paul Simon y Nick Drake gustan. “Crosses” tiene esa sensación calmante, te aporta consuelo. Entonces me di cuenta de que quería crear canciones así. Ya ocurrió en el anterior disco con “Open Book” y, en “Local Valley”, “El invento” tiene ese mismo aspecto a nivel de sonido y de letras. Ese consuelo está de algún modo inspirado en las canciones de iglesia, como si de un rito se tratase. Estás pasando por momentos duros, pero te ayuda a sobrellevarlos con alivio.  

“Me molestaba un poco tratar de escribir en sueco o español, me parecía obvio. Con los años, he estado de giras, he tocado en países anglosajones y las cosas se han ido dando la vuelta. A ese público le sonará más místico si canto en español o en sueco. Lamento no haberlo intentado antes, pero es cierto que ahora me ha salido de una manera más fácil de lo que esperaba”

En nota de prensa mencionas “Visions”, “Horizons” y “El invento” como las mejores canciones de este disco. ¿Hay algún momento de clarividencia en el estudio que te haga llegar a tales conclusiones? ¿Qué características necesita una canción tuya para ser considerada grande?

Deben ser canciones donde el texto refleje mis pensamientos sin que haya tratado de meter palabras solo para que rimen, que es algo que me ha pasado en otros discos. Además, musicalmente siento que hay aspectos de las canciones que son más clásicas que otras. Antes intentaba hacer canciones sin verso y estribillo, como sería el caso de “Veneer”. Después de eso he hecho más y más canciones de estilo más clásico, como “Visions” y “El invento”. Cómo cambio los acordes, cómo el bajo va bajando, las melodías, la estructura… todo ello es clásico. Por otro lado, “Horizons” también es una de las mejores canciones que he hecho porque tiene elementos clásicos, pero no son tan obvios, por cómo toco la guitarra y por la estructura atípica que planteo.

Hablando de canciones grandes, en este disco incluyes una nueva versión de “Line Of Fire”, de tu otra banda, Junip. ¿Reapropiarte de la que probablemente sea tu canción más popular es una forma de cerrar un círculo?

De algún modo, sí. Me atraía la idea de hacer versiones de mí mismo porque estoy orgulloso de estas canciones. He tenido complejos por no ser un buen escritor, pero “Line Of Fire” fue una de las primeras canciones donde sentí que esto se me da bien, que estoy contribuyendo con algo a esto de la música (risas). La he estado tocando mucho en vivo, así que de algún modo ya formaba parte de mi repertorio como solista. Es similar a cuando saqué “Teardrop”; tras tocarla tanto en directo y viendo el cálido recibimiento del público, decidí incluirla en “In Our Nature” (Imperial-Mute, 2007).

El cantautor y el activismo calmo. Foto: Marina Tomàs
El cantautor y el activismo calmo. Foto: Marina Tomàs

Actuaste recientemente en el Earth Day de National Geographic. Esta especie de comunión con la naturaleza sí es lo que se espera del “sabio cantautor folk”... 

Desde joven me ha interesado el bienestar de los animales inspirado por el filósofo Peter Singer. En los últimos años me han invitado a diversos eventos, como en 2015, cuando actué en el encuentro global para el Acuerdo de París por el cambio climático. No es que sea muy activista, pero supongo que debo desprender cierto tipo de aura (risas). A partir de ahí me fui interesando más y más en cuestiones de sostenibilidad, pensando en el cambio climático. Me gusta la naturaleza, pero no es que haga trekking ni aventuras en la jungla. Lo que sí me encanta es caminar por los bosques que tengo cerca de casa. Todo esto ha hecho que me convierta en un “activista de Twitter”. He conectado con gente muy activa y he querido amplificar su voz. Me interesan las energías verdes, pese a que la atómica les ha dado demasiada mala fama. Mi interés por el medio ambiente, eso sí, es humanista, porque el medio ambiente no tiene nada de interesante si no estamos nosotros para apreciarlo.

Las veces que te he visto en directo sueles adoptar un temple reposado, tímido, y a veces incluso nervioso. ¿Cuál suele ser tu enfoque mental sobre el escenario?

Tengo canciones que son demasiado difíciles para mí mismo, así que pongo el nivel más alto de lo que debería para estar tranquilo. Cuando toco canciones más fáciles, me puedo relajar; cuando abordo las más expansivas, puedo parecer más extrovertido. Pero la mayoría de mi repertorio es introvertido y difícil, por lo que cuando me siento a tocar estoy muy concentrado. Se me hace muy difícil hacer el “clic” y ponerme a charlar relajadamente como lo estoy haciendo ahora contigo. Desde joven he sido tímido, pero con los años ha cambiado. 

“Suecia no es más musical que otros países, pero al estar tan enfocada en hacer música para otros mercados parece como si le hubiera ido muy bien en el mundillo pop. Está muy puesta en todo lo que es detectar tendencias. Jamaica, por ejemplo, es uno de los países más exportadores de música y ha hecho su propia cosa, mientras que el caso de Suecia es todo lo contrario”

Ahora tu música casa más con esa timidez de la que hablábamos, pero empezaste haciendo ruido en bandas de hardcore.

Tenía 13 o 14 años, iba en monopatín, lo escuchaba todo, desde Dinosaur Jr. hasta Dead Kennedys, Misfits y Black Flag. Un amigo decidió montar un grupo punk, Back Against The Wall, y yo tocaba el bajo. Después decidimos cambiar al hardcore metal. Todo eso era mi modo de expresarme, de una manera más excéntrica.

¿Sigues escuchando este tipo de música?

Sí. Cada vez escucho música más variada, por lo que el hardcore tiene un protagonismo cada vez menor en mis playlists. Lo hago últimamente cuando salgo a correr. Como padre cada vez tengo menos tiempo para mí mismo, así que cuando quiero ir a correr, quiero hacerlo bien. Hice una lista de 15 minutos con las canciones más enérgicas que se me ocurrieron. Están 108, Sick Of It All… canciones que hacen que el latido del corazón pueda ir a 180 o 185. Es muy difícil hacerlo sin música a volumen máximo, que me empuja más de lo normal.

Casi famoso. Foto: Marina Tomàs
Casi famoso. Foto: Marina Tomàs

En algún punto de la mitad de la pasada década, entre el éxito de la canción “Stay Alive” en la banda sonora de “La vida secreta de Walter Mitty” (Ben Affleck, 2013) y tu anterior disco, podrías haber pegado un pelotazo y convertirte en popular. Tú mismo comentabas antes que hasta diste el salto a la radio mainstream. Pero me da la sensación de que estás cómodo lejos de los focos y disfrutando de una cierta privacidad.

Me gusta el nivel donde estoy. Tocar en lugares de 1000 o 1500 personas sin hacer demasiada propaganda por la ciudad, permitiéndome pagar mi apartamento sin problemas. Cuando salió “Stay Alive” me molestó un poco la fama que adquirió porque no era mi estilo, pero a mucha gente le gusta mi voz y esta podría funcionar en niveles más grandes de los que ya estoy. Pero a mí me gusta mi estilo más íntimo, menos viable para la radio pop. No siento que necesite subir de nivel. Me gusta salir a la calle sin que me reconozcan. Bueno, quizá lo hagan, pero me dejan en paz porque no les intereso demasiado (risas).

Desde fuera tenemos una visión casi utópica de los países escandinavos, a nivel social, cultural y musical. ¿Cómo se ve desde dentro?

Los suecos, al igual que los islandeses, son gente que viaja mucho, que están cómodos con el inglés y casi te diría que son como camaleones. Desde los tiempos de ABBA, siempre han estado muy a gusto con hacer lo mismo que hacen los anglosajones, sea death metal o pop. Suecia no es más musical que otros países, pero al estar tan enfocada en hacer música para otros mercados parece como si le hubiera ido muy bien en el mundillo pop. Está muy puesta en todo lo que es detectar tendencias. Jamaica, por ejemplo, es uno de los países más exportadores de música y ha hecho su propia cosa, mientras que el caso de Suecia es todo lo contrario. Es interesante, pero si vas por la calle no se siente tan musical como en otras naciones. Salvo en las noches de verano, cuando la gente se junta para comer cangrejos, tomar alcohol y cantar. ∎

808s & heartbeats

Para José González, es subirse a una cabina de DJ, darle al “play”, pinchar la música que le encanta y gozar. “Son los pocos momentos en los que he podido dejar atrás la timidez sobre un escenario”. Por ejemplo, pocos saben que ha pinchado una treintena de veces en un club exclusivamente de hip hop. O que en sus sesiones comparte una música alegre y bailable. “Casi nada de guitarras eléctricas”, me asegura para luego admitir entre risas que no es verdad. Sobre todo, y eso sí es cierto, música de Malí, bandas como Tinariwen. “También me gusta la música highlife. Quiero que sea una experiencia linda e interesante, siempre teniendo en cuenta que no soy un experto”.

Quizá todo esto algo tendrá que ver con el hecho de que por fin se haya lanzado a introducir las cajas de ritmos en su música, algo que no parecía una hazaña fácil dado que siempre ha manejado una paleta sonora muy determinada en sus canciones. “Es algo que había pensado para el tercer disco, pero finalmente lo descarté. Llevo dándole vueltas desde hace años. Cuando estoy en la fase de demos pruebo con las cajas de ritmos, y me di cuenta de que funcionaba mejor de lo normal, así que decidí usarlo. Además, tenía ganas de hacer un disco que pudiera tocar en vivo yo solo”. Cuenta el cantautor sueco que está todo ello inspirado en artistas africanos y latinoamericanos que usan la caja de ritmos no por gusto, sino por no tener una batería cerca. “Siempre me ha gustado hacer las producciones lo-fi grabando solo. Añadir este instrumento contribuye a ello. También me gustan mucho los 808s. Quería tener una evolución: en el primer disco había poca percusión, salvo unas congas, y poco a poco añadí más. Desde los tiempos de Junip programaba ‘beats’ en mi iPad durante mis viajes. He juntado un montón a lo largo de los años”. ∎

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