Un chileno en Barcelona. Foto: Fabián Suspensivo
Un chileno en Barcelona. Foto: Fabián Suspensivo

Entrevista

Las palabrotas de Diego Lorenzini

El músico chileno nos acaba de deslumbrar con “Palabritas y palabrotas”, su nuevo disco, en el que la tradición oral local encuentra una grieta para transformarse en universal a lo largo de veinticuatro canciones que, según él, suenan torcidas. Temas que se podrán escuchar en vivo el 2 de noviembre en el Golem’S de Barcelona, junto a una de sus grandes compañeras en la música, Niña Tormenta.

Años intensos para todo el planeta, algo de lo que no se salvó Diego Lorenzini, quien acaba de publicar “Palabritas y palabrotas” (Uva Robot, 2022), su quinto disco solista. Lo hace bajo el alero del sello/colectivo que abordamos a fondo en un informe, en abril de 2020. Gran parte del proceso de creación de este nuevo álbum se dio en medio de la pandemia, con el plan truncado –al menos por seis meses, a raíz del cierre de las fronteras– de vivir temporalmente en Barcelona. Cuando finalmente llegó a la ciudad catalana, donde reside hoy, vivió el encierro lejos de Chile y creó su propio país, dice, en un par de metros cuadrados junto a su novia, Maite. Allí se trabajaron en gran parte estas ¡veinticuatro! canciones.

Hay algo esencial dentro de la música de Diego, un elemento importante que ha distinguido su obra a lo largo del tiempo: el uso de las palabras, el ojo puesto en la tradición oral más local y las imágenes que aparecen allí. Este último disco no es la excepción, basta con repasar el tracklist y aparecen conceptos como “corazón de abuelita”, “para la patada y el combo”, “chiquero”, “ctm” o “pelado el chancho”.

“El bichito que me hace querer hacer música es porque siento la necesidad de que existan canciones que toquen esos puntos que, precisamente por ser muy locales y que no necesariamente tienen que ver con la expresión o con lo coloquial del habla, sino también con un tono, con algo que está ahí dando vueltas, en muchas canciones de los Beatles –por muy bellas y buenas que sean– no está, y que es muy chileno o muy de las personas con las que yo me relaciono”, dice Diego. También explica que el estar afuera puede que incentive poner la luz en algunos elementos que echa de menos. “Creo que desde la distancia uno puede ver con un poquito más de claridad cuáles son aquellas cosas que efectivamente le son propias y cuáles en realidad pertenecen a todos. Siempre he tratado de jugar mis partidos en aquellas cosas en donde no hay tantos competidores, porque no me siento particularmente el mejor para nada, sino el que va un poco por su lado. Entonces, cuando veo que hay expresiones que encuentro buenas pero que en realidad no son solo locales, sino muy universales, quizá pierdo el interés. Porque hay mucha gente que también va a estar ahí compitiendo conmigo y yo sé que voy a ir a perdedor”, afirma riendo.

“Cuando alguien en otro lugar no entiende tu música, para mí no es una invitación a hacer música que sea más neutral en términos del lenguaje, sino que es una invitación a que pueda ser interpretada más libremente y no tener la última palabra siempre con lo que uno hace”

Una creación consciente alrededor de lo chileno tampoco es, asegura. “No me llena del todo, porque más allá de lo confuso que puede ser el concepto de ‘chilenidad’ o incluso de ‘patriotismo’, que puede también ser lo peor de lo peor, la verdad es que, cuando hago las canciones, tiene que ver con que en ellas hay una batalla que no se ha luchado. Entonces, cuando me doy cuenta de eso, es ahí cuando me meto, porque es algo nuevo. Cuando uno hace música creo que está buscando una aventura, conocerse o conocer cosas nuevas y, al final, a estas alturas, las cosas nuevas siempre se juegan en las sutilezas”.

Reconoce que quizá fuera de Chile algunas de sus canciones no se entienden, porque “algunas letras son muy de la prosodia del dialecto chileno o son expresiones que no existen”. O que no se entienden “porque tienen demasiadas capas”. Y confirma un interés personal que siempre ha tenido: “Desde chico encontré que eran algo muy magnético esas cosas que no lograba entender del todo, sobre todo la música. Escuchar música en inglés sin saber inglés por tanto tiempo hizo que tuviera una tolerancia o incluso un gusto, o el haber aprendido a disfrutar la música porque había una voz y me podía identificar con esa voz. Era un humano hablando y contando algo. Pero ¿qué es exactamente lo que estaba contando? No lo entendía del todo. Y empezaba a llenar los pequeños pedazos en blanco. Cuando alguien en otro lugar no entiende tu música, para mí no es una invitación a hacer música que sea más neutral en términos del lenguaje, sino que es una invitación a que pueda ser interpretada más libremente y no tener la última palabra siempre con lo que uno hace”.

Canción lo-fi: ¿pérdida de tiempo? Foto: Fabián Suspensivo
Canción lo-fi: ¿pérdida de tiempo? Foto: Fabián Suspensivo

Lo que dices es lo contrario a lo que hacen otros artistas, que es perder algunas señas de identidad, como por ejemplo su acento para cantar, y así abarcar más mercados.

Claro, supongo, porque en esa dirección tengo menos que perder. Yo respeto mucho, sobre todo viendo desde fuera los esfuerzos que hacen muchas personas por adaptarse. Y siento también que es muy valioso que cuando uno está en otro lugar se pueda llenar de cosas que también son propias en cierta medida. En la mezcla está el gusto. Pero al mismo tiempo creo que todavía hay mucho por hacer en aquello que nos une, quizá como latinoamericanos, pero en particular como chilenos. Por ejemplo, a pesar de que Los Jaivas son muy épicos, yo creo que muchos de los momentos chilenos que tienen son cuando, con esas armonías en quintas, con la instrumentación, con las palabras muy grandes que a veces utilizan, se filtra algo que tiene que ver con una melancolía, con una pequeñez, con una falta de confianza muy valiente, valga la contradicción, que creo que está en el aire. Y eso a mí me gusta.

“Creo que la identidad musical chilena es una lengua que está viva. Y que hay formas de alegría chilena que antes no existían y que quizá ahora están apareciendo. Personalmente, me siento mucho más del lado de la nostalgia, de la tristeza, pero lo otro lo veo en generaciones más pequeñas”

Cuando hablo de señas de identidad en la música con artistas chilenos, muchos concluyen que hay una tristeza o melancolía latente, aunque no sea explícita. ¿Qué piensas tú?

Sí, estoy absolutamente de acuerdo. Pero al mismo tiempo creo que la identidad musical chilena es una lengua que está viva. Y que hay formas de alegría chilena que antes no existían y que quizá ahora están apareciendo. Personalmente, me siento mucho más del lado de la nostalgia, de la tristeza, pero lo otro lo veo en generaciones más pequeñas, como la primera vez que escuché “Siempre triste”, de Gianluca. O con Polimá y Pailita en “Ultra solo”. Esa canción es muy buena, es muy triste, tiene mucha ansiedad, tiene mucha sensación de fracaso, muy poca autoestima. Pero, claro, es algo generacional, ya que el mainstream es triste ahora también. El mainstream está con ataque de ansiedad. Entonces, quizá un lugar como Chile es también un campo de batalla donde puede aparecer la alegría de una forma en que no existía antes. Pero sí, si tenemos a Víctor Jara y tenemos a Violeta Parra de próceres en comparación a próceres de otros lugares, somos supertristes, pero de una belleza muy bonita.

¿Por qué decidiste compilar veinticuatro canciones?

Por un lado, porque se puede. Ahora uno puede hacer un disco de 55 canciones o de 125 y no pasa nada, porque en el fondo es solo información no material. Pero también porque durante la pandemia y después, antes de sacar el disco, lancé once canciones y están incluidas acá. Así que incluir un poquito más del doble inéditas me parece que es lo mínimo. Quería poder presentar algo que también fuese nuevo, si no es injusto, ¿no? No porque sea una falsa publicidad, sino porque es injusto para el proceso de lanzar un disco que sean once canciones y solo haya dos nuevas, porque se pierde algo que sí es importante para mí en un disco: el relato.

Acústico que suena electrónico. Foto: Marcelo Parra
Acústico que suena electrónico. Foto: Marcelo Parra

Dentro del disco, que tiene un relato, se podrían armar diferentes relatos más breves, también. Por ejemplo, “Fake News”, “Nada contra el K-Pop” y “Le están diciendo” van seguidas y después de los últimos acontecimientos en Chile –revuelta, crisis social, proceso constituyente y rechazo a la propuesta de nueva constitución– es una tríada descorazonadora.

Sí, es muy triste. Y ahí hay preguntas que para mí siguen teniendo validez, que siguen abiertas, respecto a cuál es la pertinencia de todo esto. En momentos así uno se siente tan inútil o con prioridades tan poco importantes. Y si me parecía que eran tristes antes, también lo siguen siendo ahora, quizá más ahora, no lo sé. Yo creo que “Nada en contra del K-Pop” y “Pelado el chancho” son quizá las canciones que podrían estar más ligadas directamente a los procesos políticos en Chile, a pesar de que también tienen un grado de abstracción quizá alto en relación a otro tipo de canciones que a mí también me daban ganas de hacer. Creo que en un momento sentía la necesidad no de hacer canciones, sino de escuchar. Sentí que hubo un momento para tomar distancia. Pero ganas y razones por las cuales hacer música en un momento de crisis sobran. “Fake News”, que si bien es muy, muy terrible, traté de construirla como si fuera una paleta de azúcar. Está la incertidumbre de la métrica, pero también tiene mucho azúcar. La idea de la adicción a esta incertidumbre de no saber qué mierda está pasando.

“Entonces, quizá un lugar como Chile es también un campo de batalla donde puede aparecer la alegría de una forma en que no existía antes. Pero sí, si tenemos a Víctor Jara y tenemos a Violeta Parra de próceres en comparación a próceres de otros lugares, somos supertristes, pero de una belleza muy bonita”

¿Cuál crees que es la mayor diferencia a nivel de producción entre este disco y los anteriores?

Creo que tiene que ver con una cosa de ritmo. Ya hace un tiempo que hago música que tiene mucho ritmo, a pesar de que a veces no tiene percusión o que esta se intuye, o lo que sea. Desde VariosArtistas está esta sensación de que a través de instrumentos acústicos se logre un ritmo que pareciera casi electrónico, que no es muy diferente… Hace poco pensaba en que “La partida”, de Víctor Jara, tocada por Inti-Illimani tiene mucho de eso, que al final son humanos haciendo sintes. Eso a mí me gustaba mucho: cuanto más cuadrado sea, más exacto fuese el ritmo en términos de grilla y de duración, mejor, porque se genera más ese contraste. Pero en este disco y con el aprendizaje que tuve durante este tiempo, creo que me reencanté y también pude entender mejor la microrritmia, el rubato y la respiración que tiene el ritmo cuando no es solamente muy certero, sino que también tiene una intención emocional. Y eso yo creo que antes ocurría con canciones que grababa sin ningún tipo de producción, las tocaba solamente. Y después se fue volviendo más pulcro, pero quizá demasiado pulcro. O iba por un camino que ahora se volvió a torcer, porque ahora lo entiendo teórica y prácticamente.

Creo también que hay un aspecto más lo-fi, exagerado en algunas canciones o elementos de este disco, algo que estaba presente en las primeras cosas que hacía, pero porque no tenía otra forma de grabar, y ahora sí puedo ocuparlos como herramientas, sin el miedo a romperle el oído a nadie. En el disco anterior sentí que había aprendido mucho de armonía. En este también hay, pero siento que lo diferente tiene que ver con esa microrritmia. Las canciones están un poco torcidas, como en “El demonio del mediodía”, que tiene una percusión que está borracha, o también en “Chiquero” o “Nuestro señor Jesucristo”, que están al borde de caerse. Eso es algo que pude entender y que a mí siempre me fascinó mucho, pero a lo que siempre le tuve miedo por los mitos de la música del tipo “no, a esto le falta onda” o “esto lo limpiaste mucho, le quitaste la magia”. Me parecen frases demasiado abstractas para poder vivir con ellas. Porque no hacen bien. Son castrantes, paralizantes. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados