Orgullo wayúu. Foto: Daniella Murillo
Orgullo wayúu. Foto: Daniella Murillo

Entrevista

Lido Pimienta: un grito de rabia para Macondo

“Miss Colombia” es la confesión de una artista que tuvo que abandonar su país por la violencia cuando tenía 19 años y hoy se debate entre el amor y el odio por su tierra. También es el sonido de la sangre que corre por sus venas: libérrima, transgresora, indígena, negra y poderosa. Una carta de odio y amor a Colombia. Recuperamos esta entrevista, realizada a propósito de dicho álbum, en el día en que inicia una gira por España que pasará por Valencia (4), Barcelona (5), Madrid (6) y San Sebastián (7).

“Desde la primera pregunta supe que esta entrevista sería diferente. Llevo todo el día respondiendo estupideces en plan: ‘¿Qué siente al ser una mujer latina?’. Vamos a disfrutar mucho esta conversación, pero tendrá que ser otro día, lo siento. Necesito pensar bien lo que digo y ahora mismo estoy en el aeropuerto, rodeada de gente gritando”.

Me quedo al otro lado de la línea con cara de tonto. Desde que descubrí a Lido Pimienta en 2014 a través de su colaboración con el argentino Chancha Via Circuito en la canción “Jardines”, he seguido los pasos de esta artista colombiana. Me fascina su voz (melódica, delicada, con un punto infantil) y la profundidad de sus mensajes en las letras, alegatos cargados de simbolismo. Su música suena a las selvas y montañas de un planeta construido con ritmos electrónicos y percusiones africanas.

Unos días después, vuelvo a recibir su llamada. La conversación será una de las más caóticas e interesantes que recuerdo. Hablamos de su tercer álbum, “Miss Colombia” (Anti-[PIAS] Ibero América, 2020), un trabajo donde vuelca las sensaciones encontradas que tiene por el país que la vio crecer y del que salió a los 19 años rumbo a Canadá (de ahí el “miss” del título, por echar de menos). Esa dicotomía amor/odio está presente durante toda la entrevista.

Lido Pimienta: “Eso que tú haces”. Recuerdos y tribuutos.
“Solo he conocido la guerra. El conflicto dura ya setenta años, el doble de mi vida. Este disco es una carta de amor cínico a Colombia. La he intentado querer en toda su imperfección, pero cada vez es más difícil. Tras la esperanza de los últimos años, de nuevo se volvió horrible y macabra. Hoy ha regresado el terror y yo siento que ya no puedo más”, dice casi vaciándose desde su casa en Toronto.

Y a renglón seguido, como si se hubiera apoderado de ella Sméagol, el reverso positivo de Gollum en “El señor de los anillos”, añade: “Estoy muy orgullosa de ser indígena, de ser negra, de mi cultura. En Colombia siempre hay cosas para ver, hacer y sentir, gente para compartir en cualquier lado. Ay, mijo, mi país es un caos tan hermoso... Como decía García Márquez, somos Macondo, una región olvidada que no logra avanzar”.

Cuando Lido tenía 14 años, su familia empezó a recibir amenazas. Su mamá escapó a Canadá y ella tuvo que hacer lo mismo al cumplir la mayoría de edad. “Yo no decidí irme de Colombia, no fue mi elección”, recuerda. “En un mundo ideal, yo viviría seis meses allá y otros seis en Canadá. Y cuando mis hijos crezcan y puedan decidir por sí mismos, me iría todo el tiempo a Colombia, a la sierra, al lado del río. Pero no puedo vivir con miedo, soy vulnerable. Puede parecer una paranoia mía, pero no: una ve cómo asesinan a los líderes sociales. Y a mí, que me la paso burlándome de esos malditos perros que están ahora en el poder, es obvio que me van a hacer algo, van a secuestrar a mis hijos, me van a tener que matar”.

Antes de irse pudo estudiar en una escuela bilingüe para los estratos altos (las clases pudientes) en Barranquilla, una ciudad de la costa Caribe donde nació en 1986. “Yo era lo opuesto al resto de niñas: culo grande, negra, bajita y de mamá indígena. ¿Y ahora qué pasa? Que todas ellas son madres de familia con vidas tontas y se ponen bótox para tener mi culo, mi boca, mi nariz y mi pelo”.

“Solo he conocido la guerra. El conflicto dura ya setenta años, el doble de mi vida. Este disco es una carta de amor cínico a Colombia. La he intentado querer en toda su imperfección, pero cada vez es más difícil”

Canadá no es su tierra (“mi patria son mis hijos”, advierte), pero es donde encontró la seguridad y la estabilidad para desarrollar su vida artística. Todavía hoy padece una crisis de identidad. Ella se siente, por encima de todo, wayúu, una comunidad indígena que vive en La Guajira, los desiertos que conectan con Venezuela. Un lugar inhóspito y solitario, donde la vida transcurre en las rancherías. “De ahí viene mi música: del fuego que llevo en mi sangre. Esa influencia de mis ancestros está en la paciencia, en el silencio, en la atención al detalle, como cuando estás tejiendo un chinchorro –así llaman a las hamacas artesanales–. Aunque estemos sin hacer nada, ese mismo acto es muy consciente: estamos presentes”.

El videoclip de “Eso que tú haces”, una de las nuevas canciones, está grabado en San Basilio de Palenque, el primer refugio de los esclavos negros liberados. Allí nacieron ritmos como la champeta criolla. “Cumplí mi sueño al trabajar con el Sexteto Tabalá. Si el disco me va bien, quiero dejarles una plata para que puedan vivir con dignidad. Es una vergüenza el olvido en el que han caído estos músicos emblemáticos del Caribe colombiano”. También colabora en “Nada” con Li Saumet, la cantante de Bomba Estéreo, uno de los referentes en Colombia de la escena de la cumbia digital que surgió a principios de este siglo.

Antes de despedirse, sorprende con una confesión. “Quisiera escribirles canciones a los reguetoneros para empoderar a las chicas, letras sexis que hablen de amor entre iguales. A ellos les encanta decir ‘te lo metí’. Qué bonito sería que dijeran: ‘Soy el más hombre porque sé dar placer a una mujer’”. ∎

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