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Si Sisa fuese mujer y cubana, se podría afirmar que asistimos a una noche de lágrimas negras. Pero no. Sisa es hombre y catalán, y el escenario del Teatre Grec se vistió de noche de verano minimalista. El concepto escénico parecía prestado de los escenarios de los teatros públicos de la ciudad. Volvemos a los tiempos líquidos. Dibujar desde el esqueleto de las cosas.
El antiguo cantautor galáctico abandonó la escena con un soberano corte de mangas que sonó a adiós. Su último álbum, “Malalts del cel” (2016) –quinto mejor disco nacional de la década 2010-2019 para Rockdelux–, fue presentado anoche, seis años después de su publicación, por músicos que lo respetan y que en público manifiestan que se sienten influenciados por sus canciones. El concierto-homenaje tomó el nombre del disco.
Una imaginada plaza iluminada con bombillas de colores, unas cuantas mesas y sillas, una orquestina, un septeto perfectamente engrasado para la función, dirigido por el infalible Gregori Ferrer: batuta, piano y acordeón. El único músico que repite con respecto a la grabación del álbum. Detrás, un motocarro un tanto destartalado y un voluminoso tronco, pintados ambos de azul celeste. Color idóneo para la función que estaba por iniciarse. La sección de cuerda auguraba una sesión de canción escorada al pop de cámara.
Uno de los alicientes del concierto era escuchar cómo sonaban, cómo se vivían las canciones de Sisa en voces femeninas. Y las invitadas cumplieron, todas. Además, tuvieron en común llevar las respectivas interpretaciones a su terreno. Maria Arnal, que participó por partida doble, condujo con audacia “Els anys” –secundando a Guillem Gisbert– a una de sus atmósferas habituales. En “El nen” se mostró más contenida. Un placer similar fue la recogida interpretación de Maria Rodés en “Tanca la porta”. Algo parecido pasó con el dúo Tarta Relena en “Llops udolant”, con el soporte del violinista, que dejó su instrumento por unos instantes para tomar un serrucho y rozarlo contra un arco. Antes, junto a Quimi Portet, habían ejercido de vocalistas pop de los 60 en “Duchamp”, un momento álgido de la noche, como también del álbum. Si de sorpresa se puede considerar la participación de Queralt Lahoz, más lo fue su intensa interpretación de “Alarí, alaró”, ahora copla, ahora habanera, o eso pareció. Espléndida de voz. Otro éxito.
Dos figuras con un marcado sello en el panorama catalán son Roger Mas –que en ese mismo escenario, la semana anterior, celebró sus 25 años de carrera– y David Carabén, de Mishima. Este último, en su doble aparición, se mostró tan respetuoso con la lírica de Sisa que interpretó con soltura “Tramoia virtual” y “La vella cançó” como si de un curtido chansonnier se tratase. Mas, que abrió la velada con “Malalts del cel”, apostó por acentuar los versos, la palabra, faceta que domina como cantautor que es, para dejarse mecer por la cadencia de la canción italiana que tanto le gusta en “Una cançó”. Divertidos estuvieron Tronco –los hermanos Herrero: Conxita y Fermí– en “Hipopotàmia”. Todos ellos fueron presencias ganadoras. En otro orden de cosas, el cantante de Manel, Guillem Gisbert, se transmutó en una personalísima versión de “Tornarà la primavera”, pues de los convocados, tal vez, es el más próximo al universo poético de Sisa. Asimismo, un afónico Joan Garriga se esforzó en su doble apuesta: “Vals de l’oblit” y “La moral al manicomi”. Entre los veteranos, Julio Bustamante apenas recitó unos vocablos en “La llum”, mientras que Marina Rossell estuvo correcta en “Lluna del capvespre”. Después, fuera de contexto, La Ludwig Band –cuyo cantante, Quim Carandell, había demostrado antes en “La ratlla de l’horitzó” su facilidad para conectar con el público– tomó el escenario e hizo suya una versión de la siempre irresistible “Coristes i numismàtics”, canción de 1979 que engalana el disco “La màgia de l’estudiant”.
Seguramente es un fenómeno que pasa en otros países: de tanto en tanto alguien querido, presente en la memoria colectiva, tiene el privilegio de ser reconocido en vida y sin tener una edad especialmente avanzada. De hecho, el Ayuntamiento de Barcelona otorgará a Sisa la medalla de Oro al Mérito Cultural, la máxima distinción de la ciudad en reconocimiento de su trabajo en el campo de la poesía y la música y por ser un referente para artistas y cantantes de diversas generaciones, lo que justamente se celebraba en este concierto. Al final de la velada apareció el homenajeado, requerido por Portet a golpe de rock’n’roll a partir de una larga e intensa versión de “La primera comunió” –incluida en “Galeta Galàctica” (1976)– participada por todos los invitados con el surrealismo de sus frases desbocadas: “Hem de fer / La primera comunió / Al balcó / Disfressades de cavall”. La propuesta supuso un triunfo para los músicos y un rearme emocional para el homenajeado.
Jaume Sisa ha defendido que muchos de nosotros estamos “enfermos de cielo”, pero que no somos conscientes. El teatro en pie aplaudió al bardo del Poble-sec, barrio colindante con la montaña de Montjuïc, la misma que acoge el Grec. La misma que ocupa la carátula de uno de sus álbumes más celebrados, “Qualsevol nit pot sortir al sol” (1975). Ayer fue una de esas noches. ∎