Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Del mismo modo que el hallazgo de una fosa común en Burgos sirvió como punto de partida para vertebrar las canciones de “45 cerebros y 1 corazón” (2017), el segundo disco de Maria Arnal i Marcel Bagés tuvo su propio germen catalizador: una ruptura sentimental. “Por aquel entonces atravesaba una separación”, relata Maria. “Por un lado, sentía una parte muy luminosa, ya que el disco estaba funcionando muy bien, pero, al mismo tiempo, mi ser experimentaba ese cambio tan fuerte que supone dejar atrás un mundo y tener que empezar con otro. Entonces me di cuenta de que estaba ante algo muy potente: en la vida hay tantísimos finales en los que de repente se abre un horizonte enorme y vas a rehacerte, en que vas a salir de ahí siendo otra y transformándote con esa experiencia… Esa fue la chispa que nos hizo empezar a trabajar con esta idea”. Era el año 2018, y el dúo aún se encontraba inmerso en la larguísima gira de presentación del debut, que pese al lógico agotamiento –“algunas semanas cogíamos hasta cuatro aviones, ese verano llegamos a dar más de 15 bolos al mes...”– les permitió vivir dos años de ahorros y centrarse casi en exclusiva en crear el nuevo disco.
“Este es un trabajo en el que nos hemos vaciado por completo porque teníamos muchas ganas de hacerlo”, cuenta Marcel sobre “CLAMOR” (Fina Estampa, 2021). “Pero vaciado y llenado al mismo tiempo, ¡hemos aprendido tanto haciéndolo!”, matiza Maria, a lo que él puntualiza: “Decía Mark Knopfler en una entrevista que no puede empezar a grabar un disco nada más terminar una gira porque necesita un tiempo para volver a llenarse. A nosotros se nos solapó, así que nos llenamos y vaciamos muchas veces en poco tiempo”. El anterior álbum, recuerda Maria, “fue casi acumulativo: en él se iban quedando las canciones más especiales de un proceso creativo mucho más prolongado en el tiempo. Una cosa que me obsesionaba para este, y que a la vez constituía un reto, era hacer solo canciones originales que tuvieran una entidad similar a las del debut, aunque esta vez teníamos claro que queríamos cogernos a una historia desde las letras y hacerlo desde un disco entero”.
Casualidades de la vida, el CCCB exhibía en ese momento “Después del fin del mundo”, exposición comisariada por José Luis de Vicente sobre la transformación irreversible del planeta tras dos siglos de intervención humana en los sistemas naturales, algo que para Maria, aún en plena catarsis por poner punto y final a una relación, fue revelador: “Precisamente estaba yo pensando en un final: el mundo se termina y al día siguiente tú estás ahí, teniéndote que inventar el fin del mundo. Contacté con José Luis, con quien teníamos muchos amigos en común, y le dije que me gustaría que nos ayudara en el concepto y las letras del disco, y al final acabó tomando esta forma: cómo pensar un final imaginándolo más desde un renacimiento que desde la típica historia apocalíptica, que habría sido un final más fácil de imaginar que una transformación. A partir de ahí fuimos trabajando sobre esta idea de cambio y de mutación, y... bueno, incluso estalló una pandemia”.
Fue en plena pandemia, de hecho, cuando terminaron de grabar algunos de los temas. “A mí, que lo que más feliz me hace es componer canciones, me permitió dedicar más tiempo al disco, pero luego está el tema económico, la desprotección total que ha habido hacia el mundo de la cultura y el hecho de que mucha de nuestra gente lo está pasando muy mal. Nosotros partíamos de un gran privilegio: sabíamos que, aunque fueran pocos, daríamos conciertos al salir el disco”, confiesa Maria, mientras que Marcel reflexiona sobre algunas de las restricciones gubernamentales: “Esto de tocar el silbato y todo el mundo a casa no lo habíamos vivido. Generaciones anteriores a la nuestra sí. Sin entrar a juzgar si está bien o mal, que te tengas que quedar en casa tiene muchos matices: se está obviando que hay gente con necesidades especiales, enfermedades mentales, toxicomanías… y la necesidad de afectos, claro, ¡el afecto es una necesidad básica! Es incuestionable que existen millones de realidades distintas, pero ahora pasa todo el mundo por el aro de una forma casi dictatorial. Y otra vez esa sensación de miedo cuando te cruzas con un policía por la calle… Es muy salvaje”.
Maria prosigue: “Al final, el disco también habla sobre todas aquellas emociones que se cruzan cuando aún no eres capaz de ver hasta dónde puedes llegar, aunque cuando finalmente llegas es como una revelación. Esto traducido a muchas escalas distintas: en tu vida personal y emocional vas creciendo y transformándote en un contexto en el que eso se multiplica por millones y millones de formas de vivir y sentir diferentes, en un mundo que está cambiando inevitablemente con la crisis climática y la sexta extinción masiva. Este diálogo también estaba presente en ‘45 cerebros y 1 corazón’, pero aquí se abre mucho más. En este disco salimos de la burbuja de ese pequeño mundo que era el primero, que estaba muy localizado en un trabajo de investigación y pasión por los archivos de voces y la tradición oral de la península ibérica en los 50 y 60. ‘CLAMOR’ se abre al mundo, a nuevos sonidos, a imaginarios completamente distintos, y se pregunta cómo sería la voz de una solista multiplicándola por mil, o cómo sería sumar a colaboradores como Kronos Quartet, Holly Herndon o Morphosis Ensemble. Esto también ha sido posible al contar con José Luis de Vicente, que trabaja más a escala mundial que nacional”.
Aunque el disco se grabó en los estudios Aclam de Barcelona, Maria escribió todas las letras en Atenas, así que en parte trabajaron a distancia. Pero ¿por qué estaba ella en Grecia? “Por amor”, se sonroja. “Había un clamor en Grecia”, bromea inmediatamente Marcel. “Pero, bueno, en el disco también hay mucha grieguedad por la sibila”, añade ella en referencia al personaje mitológico femenino que nos ayuda a conceptualizar el trabajo y a entender el título: ¿qué es un clamor? “La primera sibila es una profetisa de Apolo que predice el futuro en Delfos. Posteriormente, el mito es captado por la literatura católica y termina siendo la profetisa del Apocalipsis, que en griego significa ‘revelación’ o ‘desvelo’. En esa idea de mutación, cada canción es una entidad, un personaje. El disco propone que te adentres en él, que formes parte de miles desde su sentir, que experiencies su vida, te emociones desde esa fragilidad y te transformes con ese conflicto interno. Y así pasas de una voz a otra, siendo todos esos personajes que en conjunto hacen ese clamor, esas voces compartidas que aún no has aprendido a escuchar”.
¿Y cómo, pues, se consigue? “La revelación pasa por ese momento en el que de repente puedes imaginar muchas más opciones, oír voces que no eras capaz de oír y entender formas de vida que antes no podías. ¿Cómo explicar esas voces que son mitológicas, ficticias o fantásticas? Que son la voz desde el punto de vista de una cabra, de un loro o de un personaje como la sibila. O de un meteorito que no quiere ser meteorito porque no quiere herir a nadie, aunque se siente tan vulnerable que necesita una armadura para protegerse y que no le hieran a él. Al pasar por ese conjunto de voces, por ese clamor, te transformas con él y eres capaz de aceptar tu propia vulnerabilidad”. Maria explica que las grabaciones de campo que suenan por todo el disco responden a esta apertura a otras voces: “Hay ballenas, pájaros, grillos, cabras, un río, inteligencia artificial e incluso ese meteorito cruzando la atmósfera. Esto nos ha permitido mantener la tradición del proyecto de trabajar con archivos”. Cuando se les ocurrió el título, además, se dieron cuenta de que en España un clamor también es una pieza de campanas que toca a muerte: “Si el disco explica cómo vivir un final y transformarte con él para renacer, ¿a qué tocarían esas campanas?, ¿qué es lo que se está muriendo y estamos dejando atrás? Por eso en el disco hay campanas”.
Lo que también hay en “CLAMOR” son beats contundentes y sintetizadores en abundancia. Que la electrónica impregnase todo el trabajo, señala Marcel, fue premeditado y en ningún momento les dio vértigo: “En lo estrictamente instrumental, teníamos claro que construir las canciones desde el mismo sitio que en el primero nos podía llevar exactamente al mismo sitio. Probar otras herramientas hizo que tanto Maria como yo nos sorprendiéramos a nosotros mismos, y nos parecía realmente interesante ver cómo de diferentes podíamos ser”. Según Maria, fue pura intuición: “Queríamos generar ambientes con guitarras procesadas, que trabajasen como atmósferas; que la voz pasase de ser solista a que de repente, sin dejar de serlo, tuvieras una sensación supercoral; y luego trabajar con beats y ‘samples’. En ‘45 cerebros y 1 corazón’ no trabajamos mucho la parte rítmica, así que ahora abrimos ese espacio y lo hacemos totalmente identitario de ‘CLAMOR’”. Apunta Marcel que “ningún tema, excepto quizá ‘Milagro’, nació cantando guitarra en mano. Para ‘El gran silencio’, por ejemplo, primero pensé en un bombo, y eso te va llevando a otros lugares”.
David Soler, productor también del anterior álbum, adquiere un rol aún más crucial en el que nos ocupa, que, en palabras de Maria, “se hizo a seis manos absolutamente devotas para ese bien común que era la música y las canciones. En ‘45 cerebros y 1 corazón’, David se encontró con un repertorio ya cerrado e hizo que sonara bien. Aquí se volcó de principio a fin: desde los arreglos de cuerda hasta el trabajo brutal que hemos hecho con las voces, su mano se nota incluso en la parte de composición”. Glorifican el trabajo los legendarios Kronos Quartet, a quienes Maria acompañó vocalmente en la edición de 2019 del Grec, en homenaje a Pete Seeger. “Aquello les gustó mucho, propusieron grabarlo para su nuevo disco y fue como ‘¡qué guay!, ¿podemos hacer un trueque de vuelta?’. Ha sido genial trabajar con ellos, aunque no pudimos disfrutarlo tanto como nos habría gustado por la pandemia. Tenían que tocar en dos temas, ‘Jaque’ y ‘Alborada’, y se quedó en uno y medio”, rememora Maria. “Habría molado ir a San Francisco, que era el plan inicial”, lamenta Marcel, cuyo hermano Joan Bagés también contribuye a elevar la solemnidad de uno de los cortes, “Tras de ti”, al frente de la formación electroacústica Morphosis Ensemble.
Un momento central en el disco es la adaptación del drama litúrgico medieval “Cant de la Sibil·la” bajo la batuta de la visionaria artista americana Holly Herndon, toda una erudita en el campo de las voces humanas y la inteligencia artificial. “Cuando le pasamos la maqueta le encantó y nos dijo ‘vale, mi idea es un poco una locura’. Y nosotros dijimos ‘¡por favor, adelante!’”. “Me la imagino como en un campo lleno de cabras, como si la cantara una gota de agua, la hierba, los árboles...”, sugirió Herndon, de modo que decidieron sacar a la sibila de la iglesia: “Fuimos a Badalona a buscar un rebaño de cabras y también grabamos desde una piedra en medio de un río”. Su amigo Eduard Escoffet, poeta y performer experimental que en los últimos años ha estado apoyando que la pieza se siga interpretando en la basílica de Santa Maria del Pi, les ayudó a adaptar la letra: “Eliminamos todas las escenas humanas y nos quedamos con los paisajes. En lo musical, decidí partir de la versión que Maria del Mar Bonet cantaba en los 80, aunque tras escuchar todas las versiones que existen me enamoré de unos coros de la ‘Sibila Galaica’ de Montserrat Figueras y Jordi Savall y, por ese motivo, les pedí a las Tarta Relena si querían trabajar en ellos”.
En “CLAMOR” también deja su huella la religiosa y mística medieval, escritora, filósofa, científica y naturalista alemana Hildegarda de Bingen (1098-1179), conocida como la sibila del Rin. Sus composiciones de voces inspiraron sobremanera a Maria: “Como queríamos que el disco fuera muy coral, con Marcel y David escuchamos mucha música en ese sentido y, en esa investigación apasionada sobre cómo rellenar el disco de voces y maneras de existir que no fueran reiterativas, llegué a ella a través del fascinante personaje de la sibila. ¡No pudo ser más visionaria esta mujer! Tiene tratados de botánica, de medicina, era compositora y cantante… ¡incluso inventó la primera lengua artificial! ¿Has visto sus dibujos de clítoris? Aunque fuera en el seno de la Iglesia, acumuló muchísimo poder en un momento en el que las mujeres no ostentaban ninguno. Desde un lugar tan conservador como es la Iglesia y en tanto que monja, ella decía que el placer carnal es divino, y eso es algo que está muy presente en ‘Fiera de mí’”.
Pese a abrazar la animalidad desde una perspectiva misántropa, Maria explica que el sorprendente sencillo de adelanto presenta al personaje más humano del disco: “A nivel conceptual, la canción sugiere que siendo más animal puedes conectar de manera distinta con el resto de formas de vida. Es uno de los temas más alegres del álbum, el más juguetón, y queríamos que el trabajo transformara también ese arco emocional; que no todas sus partes fueran tan intensas o sentidas. Tras un disco con la seriedad de ‘45 cerebros y 1 corazón’, con ‘Fiera de mí’ queríamos jugar en un espacio más pop, con un estribillo muy definido, y mostrar nuestro lado más irónico y menos oscuro, que de eso ya hay mucho en el disco, sin por ello renunciar a nuestro lado poético ni al discurso crítico”. De hecho, la letra no deja de señalar insostenibles relaciones de poder y dominación capitalistas que van del colonialismo extractivista al patriarcado: “Es como una aliteración de todos aquellos motivos que te hacen dejar de ser humana, aunque obviamente es una broma. En realidad, ‘Fiera de mí’ es una canción de amor”.
Quien también tiene una tesis sobre la ruptura con arreglos de cuerda y electrónicos, “Vulnicura” (2015), o hizo un tratado tan coral y abismal como “Medúlla” (2004), es otra referencia que no pasa inadvertida. “Por supuesto que Björk nos ha inspirado”, reconoce Maria. “Al final, te fijas en cómo otros artistas cuentan sus historias, y a mí me fascina esa capacidad suya para transformarse en cada disco y la libertad que se da al empezar siempre casi desde cero”. De algún modo, sucede algo así en este “CLAMOR”, que comienza con una canción sobre renacer (“Milagro”) y, tras atravesar momentos de oscuridad, concluye con la luz que anuncia el nuevo día (“Alborada”). Aún es temprano para dirimir cómo se seguirá transformando el dúo y que nos deparará en un futuro, pero tanto Maria como Marcel parecen estar convencidos de que será algo completamente distinto: “Es lo divertido, que no lo puedas ni imaginar. Como tampoco podíamos imaginar este disco”. ∎
Esta reunión con Maria y Marcel en las oficinas de su sello en el Poble-sec se produce el mismo día que Pablo Hasél es arrestado en el rectorado de la Universitat de Lleida para su ingreso en prisión, a escasos minutos de que en Barcelona y otras ciudades del país arranquen protestas que se prolongarán durante semanas. “Es desolador. Sentimos mucha rabia e impotencia. Es muy indignante y a la vez perversamente predecible”, expresa Maria al preguntarle al respecto al inicio de la entrevista. También Marcel considera que “no es ninguna sorpresa” y que “la coacción a la libertad de expresión siempre ha estado muy mal”. Además, señala la ironía de que Hasél haya sido encarcelado tras la absolución de Cristina Cifuentes por el “caso Máster”: “Se cargan a la profesora como cabeza de turco y los de siempre se van una vez más de rositas. Sucede constantemente y casi que oyes como una carcajada de Joker de fondo”. ∎