La épica y la fantasía. Foto: Nadia Guzman
La épica y la fantasía. Foto: Nadia Guzman

Entrevista

Marina Fages: arte elevado

Marina Fages continúa dando rienda suelta a una creatividad desbocada y multidisciplinar, aunque la música es la que articula su voraz presente artístico. Mientras trabaja en su nuevo álbum, anota fechas en su agenda de compromisos en directo. La más cercana es inminente: mañana actúa en la primera edición de Primavera Sound Buenos Aires.

Me atrae la belleza de la destrucción y el misterio positivo de la naturaleza que insiste suave a pesar de la violencia del clima y del humano”, se lee una placa redactada por Marina Fages. Esta cuelga en Micro Galería, en Buenos Aires, donde su más reciente muestra, “Una canción del fin del mundo”, se encuentra expuesta. Bien podría designar, sin embargo, cualquiera de sus incontables facetas: Fages es compositora, dibujante, muralista, videoartista y disquera.

Desde que se asumió específicamente como música, una década atrás, llegó a publicar tres discos solistas tan diversos como excepcionales –“Madera metal” (Marder, 2012), “Dibujo de rayo” (Marder, 2015) y “Épica y fantástica” (Disco Baby-Marder, 2019)–, cristalizando una obra de una consistencia tal que no pudo sino valerle un lugar en numerosos escenarios internacionales. Su paso por la emisora estadounidense KEXP fue el último de ellos; el próximo, en el marco de Primavera Sound Buenos Aires, dentro del programa Primavera en la Ciudad, en el escenario Camping. En la previa a ese show, que se llevará a cabo mañana, martes 8 de noviembre, Fages dialogó con Rockdelux sobre experiencias formativas y consagratorias.

¿Cómo llega la música a tu vida?

A pesar de que mis padres no son artistas, ambos escuchaban música y tenían gustos muy distintos entre sí. Los fines de semana, incluso después de separarse, ponían discos para hacer las cosas de la casa. Mi viejo escuchaba música clásica, The Beatles y Vangelis, que fue lo primero en hacerme decir: ¿Qué es esto que está pasando?”. Fue a los cinco años, vivíamos en Tierra del Fuego y me sentí invadida de emociones que no entendía. Los sintetizadores no eran algo que sucediese alrededor de mí; se sentían como una nebulosa de estímulos. Los ejes de mi madre eran la música disco y el folclore: Bee Gees y mucho cantautor latinoamericano como Silvio Rodríguez. Creo que ahí arranca esa cosa mía de las influencias superdistintas, o al menos la capacidad de escucharlas. Mi primer instrumento fue la flauta dulce en la escuela y la primera canción que compuse también fue en flauta. Le puse melodía a una letra de una amiga para un ejercicio en cuarto grado que nos propuso un profesor.

“Soy suavecita, hablo de la belleza y trabajo en esos aspectos, pero de repente también me gustan los orcos y lo horrible, incluso el fútbol. Yo asocio música y deporte, creo que en esos eventos la gente sublima cosas”

Encontré un tuit tuyo donde dices: Siempre que escucho la música de alguien me doy cuenta de qué música le gusta, pero no de quién es. ¿Quién es Marina Fages?

Mi bio durante mucho tiempo fue “Princesa elfa barrabrava”. Soy suavecita, hablo de la belleza y trabajo en esos aspectos, pero de repente también me gustan los orcos y lo horrible, incluso el fútbol. Yo asocio música y deporte, creo que en esos eventos la gente sublima cosas.

Esta dicotomía entre lo bello y lo terrible aparece hasta en tus títulos: “Madera metal”, “Vivo en piyama” y ahora en tu pódcast “Hermosa y extraña”.

Lo empecé en la cuarentena, hice cuatro capítulos y ahora los estoy subiendo con animaciones a YouTube, pero ya estaban en Mixcloud. Lo que hago en cada capítulo es poner una voz al inicio que sea muy fuerte en mi formación: Mercedes Sosa, Miharu Koshi, Laurie Anderson, Sa Dingding… Para el capítulo cuatro, que grabé antes de este revival hermoso, elegí a Kate Bush. En el que viene puse a Björk, que también está haciendo un pódcast, aunque el suyo es más autorreferencial. Hay cosas de electropop, metal, trap… Me gusta el trap, sobre todo cuando hay cosas deformes, como pasa con K4, un pibe de acá que es como una cruza entre trap y Marilyn Manson.

El pódcast de Marina Fages: “Hermosa y Extraña #1: Música para modificar tus células”.

Hablando de pódcast, en el de Björk, la islandesa hace un análisis muy formal de sus canciones y, por ejemplo, ilustra cómo el ritmo de sus caminatas de niña dictaron los BPM de sus melodías. ¿Crees que, en tu caso, tu crianza patagónica dio forma a tu proceder artístico?

Björk es un modelo para mí. Es una artista superconceptual y se maneja como eso, no como música. Esa es mi aspiración. Haber crecido en Uspallata y después en Río Grande me marcó absolutamente. Uspallata es una ciudad de camino a la frontera con Chile y mis primeros recuerdos están ahí, en la montaña de Mendoza: mi vieja en bicicleta, las estrellas, el bosque… Tierra del Fuego, en comparación, es más hostil. No hay árboles, es más frío y hay mucho viento afuera, pero es hermoso estar dentro y escuchar cómo se cuela en las estufas. Yoflasheo mucho con la presencia del viento en mi música: toqué clarinete, estoy tocando el whistle y en algún momento quiero agarrar un saxo.

¿Cómo fue la experiencia de oficiar como artista invitada de Metallica el pasado 30 de abril en Buenos Aires?

No me avisaron nada hasta diez días antes del show, cuando me preguntaron si quería hacerlo. Yo no venía tocando la guitarra y era un show zarpado donde las violas tenían que ser muy importantes. Soy medio mandada y me gustan estas cosas porque obligatoriamente te hacen subir de nivel. El próximo disco, que sale el año que viene, tiene guitarras más complicadas y venía pensando en que, como los sesionistas van y vienen, algunas partes iba a tener que tocarlas yo. Lo de Metallica aceleró todo. Ensayamos un montón y en el medio tuve que viajar porque mi viejo estuvo muy enfermo. Este año viene intenso, con cosas malas como esa y cosas buenas como Metallica y haberme casado por lo civil con Kim, mi novio, en el mismo fin de semana. Para el show de Metallica me anunciaron tres días antes y me llegaron amenazas. No quiero darle prensa a los haters porque salió todo bien, pero había muchos posteos diciendo cosas como: “¿A quién le chupó la pija?”. Y mensajes privados que decían: “Tenemos entradas del VIP y ya estamos practicando cómo escupirte” o “No te subas ese día porque te van a dar con todo; esto le pasó a otras bandas de chicas, y yo que vos, por tu seguridad, lo reconsideraría y le daría el lugar a otra banda que se lo merezca”.

No me molesta que me insulten, si estoy con el micrófono y un poquito escabio me cago a trompadas, barrabrava a pleno, pero para tocar la guitarra no puedo estar borracha, me falta seguridad. Yo iba a hacer mi primer solo ese día y mi miedo era que me cayera una botella en la cabeza. Por suerte, y gracias a esos haters, me preparé para una hostilidad extrema. Pensé que no iba a haber gente porque tocábamos temprano, y eran 40.000 personas en el estadio, pero me había preparado con creces para cualquier cosa fea que pasase y al final solamente hubo un montón de gente aplaudiendo. Hice mi solo en una canción que se llama “Aguardiente”, que va a estar en el disco nuevo. Los solos en mis discos los grabaron otras personas, pero las melodías las armé yo. Para mí, los treinta forros que me escribieron eran de otra banda porque había una a la que nombraban todo el tiempo. Yo no sé el tema de merecer o no merecer, pero mi proyecto estuvo aprobado por James Hetfield y él estuvo viendo el show al costado del escenario.

Atrevida telonera de Metallica. Foto: Yesi Mastromano
Atrevida telonera de Metallica. Foto: Yesi Mastromano

Y en medio de esa vorágine te casaste. ¿Te imaginaste casada alguna vez?

Ni en pedo, en mi familia nadie lo puede creer todavía. Pasó que es lindo celebrar el amor. Yo a mi novio lo conocí por internet, y “La ciudad nos ilumina las caras”, una canción netamente nueva y hecha en cuarentena, habla del amor a distancia. En esos días me replanteé un montón de cosas y quise tener aventuras que no fueran artísticas, como irme a trabajar a la Antártida en un campamento para millonarios. En ese punto dije: “Tengo que mejorar mi currículum para aplicar, ¿qué tipo de ‘skills’ puedo tener? Sé un poco de japonés, podría tomar clases”. La primera entro, veo al profesor repotro y digo: “¡Qué onda este japonés!”. Después de muchas clases tuvimos una cita por Zoom. Uno de mis miedos era: “Si el mundo como lo conocemos se termina y no hay más telecomunicaciones, ¿cómo encuentro a esta persona de la cual estoy absolutamente enamorada?”. Esa canción habla un poco de eso.

¿Cómo entablaste amistad con Sadie Dupuis, de Speedy Ortiz?

La conocí porque ella estaba en Buenos Aires y las chicas de Las Piñas la trajeron a un show en Matienzo. Terminé de tocar, estaba saliendo y me la presentaron. Ella siempre me tira la mejor, hay planes que no sé hasta qué punto se pueden publicar. Lo que sí es seguro es que la voy a invitar a hacer alguna de las participaciones del disco.

“Para mí el arte elevado es el que tiene un montón de niveles de interpretación y puede ser entendido tanto por un niño como por un barrabrava como por un chabón de conservatorio”

Tus tres discos tienen sonoridades muy marcadas. ¿Por qué elegiste que el género folclórico sea el que te presente al mundo?

Era lo que pasaba en ese momento. Al principio, con El Tronador, no tenía guitarra. Tocaba en vivo con las que me prestaban las chicas con las que vivía y empecé a componer en una criolla. Me encanta igual que los discos tengan auras definidas porque, además de que hablan de esas épocas mías, siento que un disco es una oportunidad para lograr un concepto.

¿Cómo viene tu próximo álbum en términos de sonoridad y concepto?

En principio, la primera característica diferente es que lo estoy produciendo yo sola. A diferencia de “Épica y fantástica”, este va a ser más oscuro, experimental y pesado. Mira más para adentro. Invité a un chabón que toca la gaita en Galicia para el próximo single; todo lo celta me toca un montón de fibras y es algo que también va a estar. Me estoy tomando el tiempo para meter todas las cosas deformes que quiero. Tranqui, porque igual soy pop. Uno de los mensajes que más llegó a mi corazón después de Metallica fue el de un seguridad diciendo que le encantó “Provincia” y la estuvo cantando toda la semana. Para mí el arte elevado es el que tiene un montón de niveles de interpretación y puede ser entendido tanto por un niño como por un barrabrava como por un chabón de conservatorio. ∎

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