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Llevando la tradición a la vanguardia.
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En portada

Mercedes Peón

“Mis referentes son las señoras de las aldeas”

Fotos: Rocío Cibes

01.04.2022

La huella de Mercedes Peón en nuestra música popular cada vez es más profunda. No solo por un legado discográfico valioso, también por su carismática condición de referente en la divulgación de la cultura gallega, por el provechoso diálogo que su obra ha logrado establecer con músicos de distintas generaciones y por la modélica naturaleza –independiente y libérrima– que caracteriza cada uno de sus pasos artísticos. La acompañamos en uno de los ensayos previos al concierto con que –mañana mismo en Vilalba (Lugo)– va a celebrar el vigésimo aniversario de la publicación de su primer álbum.

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P

asó más de dos décadas pateando las aldeas de Galicia hasta atesorar cerca de 2000 grabaciones de campo sobre patrimonio musical autóctono. Formó parte del grupo coruñés de música y baile tradicional Xacarandaina. Cuando ya era un pilar en el ámbito de la transmisión del acervo cultural gallego, se convirtió en una de las personas más populares de la región por su trabajo en la televisión autonómica –como divulgadora en el programa de entretenimiento “Luar”, el segundo más longevo de nuestra historia catódica, todavía en emisión– y por la canción “O mar” que sonaba en la cabecera de la exitosa serie “Mareas vivas” (1998-2002), cantera de actores como Luis Tosar creada por Antón Reixa. En el cambio de milenio, Mercedes Peón (Oza dos Ríos, 1967) sorprendió al mundo con su primer disco, “Isué” (Resistencia, 2000), combo etno-contemporáneo ecléctico y desprejuiciado que basó en la herencia que ella misma había ayudado a preservar y por el que estuvo nominada como Mejor Artista del Año en BBC Radio 3, alcanzando además el número 1 en la lista World Music Charts Europe.

Volvió a ser incluida en dicho recuento con “SÓS” (Do Fol Edicións, 2010), su cuarto trabajo, que supuso un giro más acentuado hacia la vanguardia sonora después de haber profundizado en la fusión de la tradición popular con las músicas del mundo y sus posibilidades electroacústicas en “Ajrú” (Discmedi, 2003) y “Sihá” (Discmedi, 2007). Su quinta y hasta ahora última entrega discográfica, “Deixaas” (Altafonte, 2018), hizo parada en la exploración del arte sonoro y la acción escénica. Es una obra sobrecogedora, en tensión entre lo crudo y lo elaborado, entre los ruidos de los astilleros de la zona de Ferrol y los sintetizadores creados en un laboratorio, entre el cantar popular y la composición lírica.

Artífice de la unión de la tradición con el porvenir, transita del Festival de Ortigueira al Womex, del Celtic Connections de Glasgow al festival Sinsal. Su alma libre y poliédrica está centrada ahora en la escritura de bandas sonoras para cine y en la creación colectiva de espectáculos performativos como “Deixaas”, “Osmose” (con videocreación) y “Mercedes máis eu” (junto a la bailarina Janet Novás). Figura carismática formuladora de un discurso reflexivo y político, Peón elige para el presente cruzar su universo con otras artes y otras cabezas.

Para festejar el vigésimo aniversario del inicio de una carrera discográfica que suena a raíz y a futuro, mañana, 2 de abril, en el Auditorio de Vilalba (Lugo), estrenará “Ingrávida”, una gira de conciertos antológicos que, previsiblemente, tendrá continuidad. Peón nos recibe en su casa de Oza, durante un ensayo con la banda de veinte mujeres que ha reunido para la ocasión. En cuanto abre las puertas de su salón, el olor a café recién hecho flota en el ambiente entre canturreos, afinaciones de violín y acordeón y el tintineo de las sonajas. Es un micromundo horizontal de laboriosidad minuciosa en el que se acuerdan entradas, se debate qué temas incluir en el repertorio y alguna propone un arreglo. Rodeada de músicas y coros, la artista despliega voz, gaita, percusiones y clarinete, dispara pistas con el arco de la pandereta y, hacia el final, tañe un sacho con una piedra. La herramienta agrícola se convierte en instrumento de una demiurga y su resonancia pone el tiempo en suspenso. Peón pide un aturuxo, los cuerpos se encienden y la energía explota.

Multinstrumentista en acción: libertad de sonidos.
Multinstrumentista en acción: libertad de sonidos.


¿Qué celebras?

La alegría de llegar aquí. Los veinte años se cumplieron en el confinamiento, pero me apetecía mucho celebrarlos. Recuerdo que cuando publiqué el primer disco dije: “Bah, sacaré un disco o dos porque tengo esta pulsión, esta necesidad creativa y política de decir, de vivir la vida como yo quería vivirla”. Entonces vino uno, luego otro, al final son cinco, no sé cuántas cosas para danza y cine y ¡estoy aquí! Pues vamos a celebrar esta forma de vida. El tema “Ingrávida”, aunque no sé si lo tocaré, atañe a sentirse ingrávida en el tiempo, atemporal, a cómo por lo que fuese acabé siendo Mercedes Peón, creando puertas, llevando a los escenarios la energía de aquellas recogidas de las aldeas que me convirtieron en una compositora con autoestima cultural. Eso creo que es lo que me deja ingrávida en el medio por mucho que evolucionase, hiciese o mezclase. Como que todo converge en el mismo lugar.

“Ingrávida” no tiene que ver, pues, con soltar lastres.

No me siento atada. Hubo otros puntos de inflexión en mi vida, este no lo es. Ni siquiera me estoy reinventando. Ahora mis proyectos siempre vienen provocados por la mezcla con otros materiales –cine, danza, música– y con otros cerebros. Todo se vuelve más complejo y yo dejo de ser el centro. Creo que ya dije todo lo que tenía que decir y no creo que vaya a publicar más discos. Puede ser que en cualquier momento ocurra algo y quiera opinar o que tenga una energía que necesite liberar. Pero también puede ser la edad, tengo 54 años y me siento muy equilibrada en el sentido de que creo que ya solté todo lo que tenía que soltar. Lo que más me está provocando creatividad son las películas. Trabajar con Margarita Ledo para la banda sonora de “Nación” (2020) fue una experiencia maravillosa y muy impactante y ahora mismo espero estar al nivel de la directora Ánxeles Huerta, porque “O corpo aberto” es un peliculón.

¿Qué cambia cuando escribes música para una película? Trabajar para otra persona, en definitiva.

Nunca parto de la idea de un disco, sino de lugares políticos que provocan hablar de algo. La palabra, la melodía y los arreglos musicales me llevan a un espacio sonoro en donde ocurren cosas y existe una posición. Detrás de cada sonido hay un punto de vista que quiero mostrar, no porque sea mejor o peor, sino porque tengo esa pulsión. El último, “Deixaas”, sale de la mezcla de intentar comprender dónde estaban los movimientos feministas gallegos y qué pasaba con la industria pesada gallega. El hilo conductor y quien decide la producción global soy yo. En el caso de las películas, Marga y Ánxeles ya saben a quién llaman y yo trabajo para ellas. En este sentido, dejo volar toda mi imaginación, pero siempre con las imágenes delante; no compongo yo sola, sino a través de la imagen. No tiene nada que ver. Lo que no puedes perder de vista es que lo que importa es la emoción que propone esa directora en cada momento. Es cierto que yo saco todo el material sin pudor para que ellas también puedan escoger.


“Conocí a Manu Chao a través de unos amigos que tenían relación con Radio Bemba, su banda, y él propuso producirme un disco. Virgin estaba por el medio y dije a todo eso que no, porque creía que lo más importante que tenía que hacer era ir a recoger por las aldeas. No quería ser artista, si no le hubiese dicho que sí. Fue un honor, pero yo aún tardé cinco años más porque siempre busqué mi propio sonido”



Eres muy generosa, entonces.

No sé si es ser generosa, pero también la gente trabaja conmigo así. Cuando llamo a alguien, como por ejemplo ahora al dúo de acordeón y violín Caamaño & Ameixeiras, les doy unos arreglos y ellas llegan con propuestas maravillosas para que sea “sí” o para que sea “no”. No es una cuestión de ego, sino de un conjunto y de hacer que eso aflore con emociones profundas y vibrantes. Eso no quiere decir que no funcionase como proponía yo, pero si ellas proponen algo que funciona igual de bien o incluso mejor es una regalía, un privilegio poder recibir frescura y energía. Yo soy muy egocéntrica, me encanta toda mi música, todos son temazos y no rechazaría ninguno, pero con estas compañeras musicales es como acceder a lugares mágicos. Cuando se ponen a hacer esas melodías en acústico, de repente paro toda la electrónica y se quedan ellas y las voces… Es un espectáculo. En mi caso, si la directora me dice que no va por ahí es que simplemente me equivoqué.

¿Qué ocurrió para que quisieses hacer un disco después de todos aquellos años de recogidas por las aldeas?

Hacer el primer disco me hizo totalmente libre a muchos niveles: para decir lo que quería, expresar el mundo como yo lo veía, en cuestión de género, en ser mi propia directora musical, en cuestión de clase. Soy una música sin formación hegemónica, sin formación clásica, no pasé por el conservatorio. Tuve que encontrar un espacio de creatividad para traer, de las recogidas de las aldeas, una energía y una manera de entender la música de un no-mundo, un mundo no comercial que a mí me estaba dando las claves. Yo estaba haciendo música para la gente de los grupos folclóricos. Nosotras, nosotros, nosotres, las personas que estábamos en esos colectivos éramos gente joven que amábamos profundamente la aldea y, sobre todo, ese trance con el cuerpo. En los grupos había unas normas muy estrictas aprendidas de personas que hacían lo que podían, pero ese contacto significó una explosión creativa para aquellas personas y para mí misma. A partir de ahí saqué el primer disco, sin objetivos, sin multinacional y sin plataforma. Y su repercusión internacional fue un imprevisto.

Y ahí te aferraste a la estela de tu libertad, hasta ahora.

Sí, sí, sí, así es. Conocí a Manu Chao a través de unos amigos que tenían relación con Radio Bemba, su banda, y él propuso producirme un disco. Virgin estaba por el medio y dije a todo eso que no, porque creía que lo más importante que tenía que hacer era ir a recoger por las aldeas. No quería ser artista, si no le hubiese dicho que sí. Fue un honor, pero yo aún tardé cinco años más porque siempre busqué mi propio sonido. Yo era supertímida, ¡te juro que fueron las señoras de las aldeas las que me provocaron estar aquí! Yo subía al escenario porque me parecía fundamental defender y traer a la luz la maravilla de la creación colectiva: la pandereta y la gaita de estos hombres y mujeres maravillosos, como el gaiteiro José de Paradela –de A Fonsagrada–, que me marcó tanto. Yo no sabía nada de las tocadoras –como metáfora global de pandeireteiras, gaiteiras y bailadoras–, de las ribeiranas, de las muiñeiras. Nadie sabía nada. Quienes sabían estaban en las casitas de las aldeas. Lo importante no era mi creatividad, sino descubrir esa dicotomía entre la aldea y la ciudad, entre el no-mundo y el mundo. Pero hubo un momento, hacia los 30, en el que dije: “Hasta aquí, voy a hacer lo mío y lo voy a hacer yo”.

En su casa de Oza dos Ríos, durante un ensayo con la banda de veinte mujeres que ha reunido para la ocasión.
En su casa de Oza dos Ríos, durante un ensayo con la banda de veinte mujeres que ha reunido para la ocasión.


¿Cómo vives este final del no-mundo, como denominas, de abandono del rural y también de pérdida de hablantes de gallego?

“Ingrávida” empieza con “Marabilla”, que es el lugar más metafísico de la existencia, de la existencia aquí o en el más allá. Es la capacidad de maravillarnos de la belleza. Y continúa con “Desaparecer”: “A tristura que me atravesa a alma por desaparecer / se mirarades o que eu vin” / “La tristeza que me atraviesa el alma por desaparecer / si hubieseis visto lo que yo vi”. Es un tema complejo, pero la cuestión es que ese no-mundo está atravesado por el capital. Hasta hace nada nuestras aldeas vivían casi del autoconsumo y, aunque seguramente ya estaban atravesadas por el capitalismo, en ellas convivía esa otra manera de ver a las personas, de cuerpos pregénero, no catalogados porque no existía ni se necesitaba.

Todo eso fue cambiando porque a esas personas les dijeron que lo suyo no valía y tuvieron que sobrevivir fuera del autoconsumo. Y ahora desde la arquitectura y la economía todo el mundo habla de que deberíamos volver a eso. Nosotras sabemos que esto ocurría en Galicia hace cuarenta años por lo que podemos tener la ilusión de que para nosotras es mucho más fácil recuperarlo. Hay lugares que pueden ser nuestra salvación a muchos niveles, musicales, personales y de forma de vida.

En “Ingrávida” están invitadas las pandeireteiras de Raigañas, de la comarca de Bergantiños, donde aún hoy en día hay una tocadora por lo menos en cada casa. Y las cantareiras Xirifeiras de Fene, con Gisela Sanmartín a la cabeza, quien relaciona a las tocadoras de las aldeas con el sindicalismo desde el siglo XVIII. También creamos el proyecto “Somos Pandeireitas” para la representación social de las pandeireteiras como centro de la transmisión cultural gallega, un espacio diáfano, un reconocimiento para invertir la subalternidad de las tocadoras. De nuestras coetáneas, que no son cosa del pasado, tenemos que aprender su sororidad cuando tocan juntas. Son iniciativas que dan aire fresco a la existencia.


“Tanxugueiras son un regalo para las tocadoras y para la lengua gallega. Me parecen unas fenómenas, tres tiazas que salieron con un tema maravilloso y que lo hacen todo ellas. Pusieron en evidencia cosas que pasan que damos por normales, como que sea una disonancia cognitiva escuchar hablar con acento gallego en Televisión Española porque está totalmente omitido. Políticamente fue una maravilla”



Procedes de la pureza más absoluta, de los tesoros vivos que construyen la tradición. ¿Qué te llevó a mezclarla con otros ritmos?

Nuestra tradición es modal, unísona y ternaria. Con esos tres elementos tan sumamente simples en su complejidad puedes encajar cualquier armonía y crear algo nuevo. Otra cosa es que le quites o respetes la energía. Estás trayendo pactos musicales a la perfección nacida de la creación colectiva. Escuchamos a las tocadoras y sus músicas puras y salvajes y las llevamos a unos códigos más hegemónicos, no porque no las podamos escuchar, sino porque no estamos dentro de un espacio con autoestima cultural.

Solo los grupos folclóricos tienen el código de las aldeas y, si te fijas, las nuevas figuras de la música gallega que hacen mezclas salen de esos grupos. Yo hablé de las recogidas en Televisión de Galicia durante un montón de años y, además de difundir la tradición, eso les dio autoestima a las personas de las aldeas. Fue una revolución tremenda. Pasó el tiempo y me puse a componer en un nuevo espacio con la intención de que esa energía ayudase a las composiciones. Para componer soy muy sensitiva y muy matemática. Soy una música de una época determinada que utiliza todos los recursos a su alcance, como la electrónica. Si voy a grabar un disco o tengo cualquier proyecto quiero que aporte algo porque si no, ¿para qué lo vas a escuchar si ya viste un montón de cosas mías? Siempre busqué crear fórmulas nuevas sin ningún tipo de prejuicio, arreglos novedosos, incluso estilos inexistentes, pero todo viene de esas partículas mínimas. Mis referentes son las señoras de las aldeas.

¿Qué opinas de lo que está pasando con Tanxugueiras, ahora que las está descubriendo el ámbito de la música comercial?

Son un regalo para las tocadoras y para la lengua gallega. Me parecen unas fenómenas, tres tiazas que salieron con un tema maravilloso (“Terra”) y que lo hacen todo ellas. Pusieron en evidencia cosas que pasan que damos por normales, como que sea una disonancia cognitiva escuchar hablar con acento gallego en Televisión Española porque está totalmente omitido. Políticamente fue una maravilla. Al festival (el Benidorm Fest) le salió mal, la cosa quedó extraña, un poco estrambótica, y puso en evidencia la gallegofobia. Para mí, que habito las grietas del mercado y que estoy encantada de hacerlo, claramente. Y también para los propios gallegos, gallegas y gallegues que están por aquí y que a lo mejor no eran conscientes de estas cosas. ¡Que tampoco hay que serlo! La obligación que tenemos es ser lo más felices posibles. ∎

Influencia, referencia: aquí, las reverencias.
Influencia, referencia: aquí, las reverencias.

Mover los marcos

Potencia, empoderamiento, vanguardia, investigación, compromiso y legado son algunos de los conceptos empleados para describir su actitud creativa. Antes, en sus apariciones televisivas y en el trenzado de sus discos. Ahora, sobre el escenario y mediante sus colaboraciones. Cada paso de Mercedes Peón es una brújula que permite ampliar horizontes después. Mapa en mano, una selección de artistas exploradores nos explican por qué.


Isabel Cea
(Triángulo de Amor Bizarro)

“Lo que más me gusta de Mercedes Peón como artista es su inconformismo”, explica Isabel Cea, bajista y cantante de Triángulo de Amor Bizarro. “A estas alturas de su carrera es transgresora y, sin embargo, mantiene sus raíces y la máxima de mantener viva nuestra cultura popular. Y en esa búsqueda sin complejos logra ambientes muy potentes. Para mí, ese movimiento hacia delante es la mejor forma de mantener viva la tradición”.


Alejandro Guillán
(Baiuca)

Cuando se cita a Baiuca se suele evocar a Mercedes Peón como ascendente. “Supongo que por ser gallega y por la exploración de sonidos electrónicos, pero nunca he sentido su trabajo como una influencia puramente musical”, matiza Alejandro Guillán. “Hacemos músicas muy diferentes; pero es cierto que, en los últimos años, ella es un referente de cómo tomar decisiones arriesgadas. Valoro mucho eso de ella, el no querer contentar sino experimentar y despertar la atención del oyente, fuera del foco complaciente. Para mí es muy importante ofrecer cosas nuevas y diferentes. Mi miedo es repetirme”.


Alberto Martínez Vecino
(Chicharrón)

“Pensamos en Mercedes Peón como un referente cultural. Para nosotros es una artistaza con un discurso propio muy sólido y comprometido y con la que nos gusta pensar que compartimos esas ganas de investigar las posibilidades del arte sonoro y su relación con otros ámbitos creativos”
, reflexiona Alberto Martínez Vecino, guitarrista y cantante de Chicharrón.


Violeta Mosquera
(Bala)

“La primera vez que la vi en directo me cambió la vida”
, afirma Violeta Mosquera, batería de Bala. “Estaba tocando un sacho con una piedra, con la cabeza rapada y dando alaridos: una diosa. Mi yo de 13 años solo había visto mujeres cantantes o instrumentistas en segunda línea, nunca antes una mujer con ese poderío en el escenario, rompiendo todos los estereotipos de género. ¡En mi cabeza se derrumbaron tantas cosas en ese momento! Era alguien que se había inventado una manera de tocar”.


Carlos Núñez

Además de haber grabado algún tema recogido por Peón, como “A moura”, cuenta el gaiteiro Carlos Núñez que fue ella quien le descubrió la existencia de los viejos gaiteiros, los pipers, en A Fonsagrada, y el hecho de que todavía en las aldeas, “a pocos kilómetros de Vigo”, se cantaba como hacía siglos. “De este momento actual me gusta que los jóvenes reivindiquen a los artistas anteriores, porque ese es el espíritu de la música tradicional. Quizá el gran legado de Mercedes puede ser precisamente que creó escuela, la ‘great traditional music’, como decía mi maestro Paddy Moloney”.


Aida Tarrío
(Tanxugueiras)

“Mercedes Peón es un referente absoluto desde pequeñas como mujer poderosa que utilizaba la música tradicional para llevarla a lo que escuchaban tus colegas”
, sostiene Aida Tarrío, de Tanxugueiras. “De niña me decían que la música que me gustaba era de viejos o de paletos y ella me hizo sentir menos rara. Es una adelantada a su tiempo. Cada vez que tenemos miedo a hacer algo, pensamos en ella y la duda se disipa. Nos entra el poderío de decir que aquí estamos para hacer lo que más nos gusta, que es cantar lo que cantaban aquellas señoras y hacerlo desde el corazón. Con toda la admiración, creo que compartimos directrices. Tanxugueiras hacemos nuestra propia música sin intentar copiar a nadie, con la base de la música tradicional y desde el respeto”. ∎

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