Joseph Mount, mente maestra del mutante proyecto pop Metronomy y, a rachas, su único miembro, tenía pensado hacer un disco minimalista incluso antes de la pandemia. Mientras presentaba de gira con sus chicos “Metronomy Forever” (2019), un álbum casi demasiado ecléctico, soñaba con cultivar los placeres de la simplicidad y basar su trabajo en la intención. Después, el confinamiento le facilitó al extremo esa apuesta por el “menos en todo”. Solo con ayuda de su primo Oscar Cash, dio forma a “Small World” (Because-Virgin-Universal, 2022), una colección de canciones relativamente sencillas sobre la clase de cuestiones existenciales a los que muchos hombres blancos pudientes de mediana edad han tenido la posibilidad de enfrentarse en los últimos tiempos.
Ya con los primeros avances, me sorprendió mucho la simplicidad de esta nueva etapa de Metronomy. Es como si hubieras seguido el método Marie Kondo con tus composiciones, con tus producciones. ¿Cuándo y por qué se produce el giro?
Fue un poco una reacción al anterior disco, “Metronomy Forever”. La idea con aquel álbum era hacer algo lo más amplio posible a nivel de sonido y jugar con muchos estilos. Lo hice en casa con mi ordenador, así que no tenía limitaciones de ningún tipo. Me pasa a menudo cuando hago música: reacciono a lo justamente anterior.
Este disco está siendo descrito por la prensa como un back to basics. ¿Esa es tu sensación? ¿Te has sentido volviendo a algún sitio?
En realidad, mi back to basics es trabajar con el ordenador, así que el disco de retorno al principio sería más bien “Metronomy Forever”.
Como seguidor de tu carrera, desde luego no lo veo como un regreso al principio, sino como un nuevo experimento. ¿En torno al esencialismo pop?
Ciertamente, es como un intento de explorar una idea básica del pop. En la mayoría de mis discos existe una idea conceptual detrás, un intento de experimentar con algo. Es lo que más me anima a seguir. Probar cosas, tratar de arriesgar… Necesito siempre plantarme ante un reto que me resulte emocionante.
¿Es tu disco con menos pistas por canción? ¿Incluso menos que en las del estilizado “The English Riviera” (2011)?
Podría ser, podría ser. Trabajando con Robyn (Mount fue compositor, productor y músico esencial en su álbum “Honey” de 2018) y en concreto con su productor Klas Åhlund, aprendí mucho sobre la simplicidad. Muchas de las mejores canciones pop se basan en cuatro pistas, cuatro elementos. Deberías poder hacer una canción con solo ese número de cosas. Añadir cosas a una canción no significa mejorarla.
Como decías antes, en cada disco has experimentado con una idea. Y podríamos decir también que con un subgénero o una época de la música. “Nights Out” (2008) era un poco tu disco rave, “The English Riviera” tu visión del yacht rock, “Love Letters” (2014) una oda al lado más outsider del pop sixties… ¿Dirías que existía esa clase de búsqueda también en “Small World”?
(Piensa un poco) En ese sentido, diría que “Small World” es un disco alt-rock de los 90. Me gusta tener un punto de referencia para la música que hago. A algunos artistas, a algunos grupos, no les gusta imaginar que suenan como otra cosa, pero yo creo que todo lo que oyes acaba siendo parte de ti como músico. En este momento estaba oyendo mucho a Counting Crows, R.E.M. o cosas que, en cierto modo, beben de todo eso, como Big Thief. Me dije: “Voy a hacer mi versión de un disco alt-rock de los 90”. Al final lo que sale puede no tener nada que ver, porque tu propia personalidad se impone.
En nuestra entrevista anterior, también para Rockdelux, me hablabas de “Love Letters” como un disco sobre el “desasosiego que se siente cuando estás lejos de tu gente”. No sé si este disco, creado en pandemia, es más sobre el desasosiego que se siente cuando pasas demasiado tiempo con tu gente.
(Ríe) El confinamiento fue duro para mucha gente, sobre todo para los adolescentes, que tuvieron que quedarse en casa en el momento de sus vidas en que deben estar por ahí. También, claro, para la gente mayor, porque necesita de otros para estar bien y recibir cuidados. Para la gente de mi edad fue, en cambio, una oportunidad para reflexionar sobre la vida: ¿soy feliz?, ¿he tomado las decisiones correctas?, ¿cuando esto se acabe, quiero seguir haciendo lo que hago? El disco no responde a nada de esto, pero se basa en observaciones sobre todo ello.
La canción inaugural, “Life And Death”, habla de eso, de la vida y la muerte, en términos bastante expeditivos. Es un poco una pista falsa para un disco que en realidad tampoco es depresivo. ¿Por qué la elegiste como puerta de entrada?
Porque tenía que entrar en el disco y ponerla la última habría sido aún peor (risas). Es la única que realmente aborda el drama que ha sido la pandemia. Creía que estaba bien abrir con ella y que después todo consistiera en ver lados más amables.
Desde luego, “It’s Good To Be Back” resulta más animada. ¿Es como una broma sobre nuestro excesivo entusiasmo por volver a un estado anterior que igual tampoco era tan idílico?
Es curioso, porque haces una canción de forma instintiva y luego cobra un sentido que no esperabas. El cerebro funciona de forma extraña. Yo la hice como una canción sobre volver a casa y estar contento de librarte un poco de viajes y giras, pero en el fondo sabía que ibais a escucharla cuando las cosas probablemente hubiesen mejorado y que entonces tendría otro sentido muy diferente. Tengo ganas de tocarla en directo. Creo que resultará muy divertida.
Con “Small World” es la primera vez que escucho un disco de Metronomy y oigo a un padre. A un hombre maduro. Todo suena tan prístino… Es un poco como un disco de Phil Collins de los 90.
(Vuelve a reír) Totalmente. Cuando era adolescente y escuchaba “Losing My Religion”, de R.E.M., me parecía deprimente y no entendía por qué tenía tanto éxito. Yo estaba metido en cosas mucho más ruidosas. Ahora entiendo que R.E.M. sabían plenamente lo que hacían con esa canción, que querían presentarse a sí mismos de ese modo y que sabían que jóvenes como yo se inquietarían. Esos discos de Phil Collins de los que hablas son también muy intencionados; nada de lo que pasa en ellos es accidental. Quería hacer un disco con esa idea. De repente he crecido, mi música es madura, etc.
Te pareces a Phil Collins en tu condición de batería cantante y de tipo capaz de grabar discos con muchos instrumentos tú solo. Bueno, esta vez te ha ayudado Oscar Cash.
Yo quería que estuviera todo el mundo, pero debido a las restricciones no fue posible. No era el momento adecuado. Pero Oscar sí que se ha involucrado mucho.
Volviendo un poco a la energía “de padre”, ¿estás suscrito a ‘Mojo’ y ‘Record Collector’ o todavía te interesas vivamente por las cosas que hace la gente joven y que están pasando ahora mismo?
No, no compro ‘Mojo’, me temo. Hay sectores de la prensa musical muy enfocados a una cierta idea de rock clásico. Y lo que no entienden es que el futuro rock clásico se está haciendo ahora mismo en habitaciones de jóvenes alrededor del mundo. Jóvenes que no están saliendo en ‘Mojo’. Me encanta la novedad. Trato de seguir abierto a todo.
Ahora mismo, la cantidad de música que filtrar resulta casi intimidatoria. ¿Cómo lo haces para descubrir nuevos favoritos?
Simplemente por amigos, a veces también por Shazam… Hay algunas herramientas bastante útiles para encontrar música nueva. Pero sigo creyendo que las mejores cosas, al final, acaban emergiendo de un modo u otro. Hay millones de restaurantes en el mundo, pero todos sabemos cuáles son los buenos. Del mismo modo no importa cuánta música haya, porque la mejor te acabará llegando. Si sale algo bueno, sé que acabaré escuchándolo. No creo que deba ir a la caza. Ya hay otra gente filtrando las cosas para mí.
¿Qué es lo último que has descubierto?
Una banda alemana muy curiosa que se llama Hamburg Spinners. La descubrí oyendo Fip, una emisora francesa realmente buena. De repente empezó a sonar una canción que parecía de los 60, con un gran órgano funk. ¡Era de ahora, en realidad! Se llama “Der Optimist” y es bastante entretenida. ∎