Miguel Ángel Martín (León, 1960) acude puntual a la cita con el fotógrafo que ilustra esta entrevista en pleno centro de Madrid. El Picnic, convertido hace años en referente de Malasaña por méritos propios, abre sus puertas exclusivamente para la sesión por gentileza de su dueño, Adrián López. Vestido de riguroso negro, el dibujante se muestra educadísimo y cercano mientras comenta lo distinto que es el barrio que acaba de atravesar y el que vivió intensamente no hace tanto.
Ya dentro, entre foto y foto, Martín recordará algunos momentos vividos en el local y dará pie a una entretenida y sorprendente charla en la que advertirá por primera vez que a él, más que la música, lo que le interesa es el sonido, alabará sinceramente el diseño de personajes del manga “Tokyo Revengers” (2017-), de Ken Wakui, o pondrá en valor lo que está haciendo Rosalía con su “Motomami” (2023), pese a ser la suya una música que no le interesa. Todo un poco en la línea de su playlist para Rockdelux: coherencia interna sazonada con un toque de imprevisibilidad.
Martín, que prepara su próximo cómic, “El mago tóxico”, y ultima los detalles de “Tronix”, una exposición en la que reinterpreta y retrata a algunos de sus artistas favoritos del sonido industrial como SPK o Esplendor Geométrico, insiste: “A mí en realidad esa música no me ha gustado nunca. A mí lo que de verdad me gusta es el ruido y el sonido”. Sin embargo, recuerda perfectamente el momento en el que empezó a interesarse por la música: “Con 15 o 16 años, en León. Estaba en casa, en mi habitación, cuando escuché unos ruidos raros. Fui a ver y estaba mi hermano escuchando música con un amigo en un tocadiscos monoaural que tenía mi padre. Era ‘Wish You Were Here’, de Pink Floyd. Flipé, lo primero porque en la portada no salían los músicos, ni en el interior tampoco, que era lo típico, sino un tipo dándole la mano a otro que está ardiendo”. Aquello, recuerda, se sumó al impacto del propio sonido. “Eran muchos temas electrónicos, pasajes instrumentales, collages, viento, marea, había de todo ahí metido. Y eso fue lo que me llamó la atención, por eso me empecé a interesar por la música”.
El leonés reconoce también la importancia de dos libros vinculados a la revista ‘Vibraciones’ dedicados, respectivamente, al moog rock y krautrock. “Me los compré y flipé, ‘quiero estos discos, pensé’. Imagínate ir a pedir esos discos a finales de los setenta en una tienda de discos de León, que no tenían ni los de King Crimson. Empezaba a escuchar música, siempre más interesado por el sonido que por las canciones o la actitud, que es algo que me la sudaba”.
“Un amigo mío que estudiaba en Salamanca me trajo un volumen doble que recopila grupos alemanes. Allí descubrí a CAN, escuchando ‘Mother Sky’, que sigue siendo mi canción favorita de ellos. También a Popol Vuh y, a raíz de ahí, empieza a haber un cambio en mis intereses musicales. Si me acerqué al punk, por ejemplo, fue por el ruido, no porque me interesara demasiado. También esta época coincide con que veo en León dos películas que me marcaron mucho: una es ‘Grupo salvaje’ (Sam Peckinpah, 1969), que sigue siendo mi película favorita hoy día y me impactó por la cámara lenta y el montaje. Y nunca olvidaré ‘Vinieron desde dentro de...’ (1975), con esa imagen del parásito, porque con ella descubrí a David Cronenberg, que ha sido una gran influencia en mi trabajo”.