Del 11 al 13 de noviembre, MIRA presentó en Barcelona una selección de propuestas que investigan las posibilidades de la aleación audiovisual entre electrónica y arte visual, con resultados que fueron del riesgo a la emoción pura.
MIRA es una manifestación cultural que gira en torno al misterio que representa la nueva cultura tecnológica, así como su influencia en la forma en la que comprendemos el arte, la música, la filosofía y la vida. Un año más, el festival se ha ganado el respeto de los amantes de la música electrónica y el arte visual con un cartel concienciado, que busca tanto estados cercanos al trance, a la introspección y a la reflexión, como la completa enajenación física, el éxtasis y el movimiento. Todo esto arropado por una igualmente variada lista de artistas de las imágenes que reflejan en cada una de sus aportaciones un mundo interior fascinante e hipnótico, y una personalidad artística que no tiene intención de inclinarse ante estéticas comerciales (ni tampoco de pedir disculpas por ello).
Tras el preámbulo del jueves 11 en el centro de artes digitales IDEAL, que acogió proyecciones inmersivas de Natalia Stuyk y Theo Triantafyllidis + Sun Araw, nara is neus abrió las actuaciones del viernes 12 en Fabra i Coats presentando su nuevo álbum, “ansatz” (2021), acompañada por el proyecto de la artista visual bielorrusa Sasha Smirnova. Ambas nos transportaron a un escenario posapocalíptico. En “sin fin” propusieron un apoteósico viaje para el cual Smirnova presentó un paisaje completamente enterrado por el océano. En este abismo se apreciaban partes de un monstruo casi abstracto, con múltiples tentáculos blancos. Un ente todopoderoso en un mundo abandonado. Una nueva y espeluznante visión de un dios, que representa perfectamente el sentimiento de misterio, admiración y terror que transmite la canción.
A continuación, Eva Geist apareció en el escenario rodeada por medusas gigantes, cortesía de las imágenes de María Torres. Mientras los animales nadaban en una nebulosa de estrellas, Geist mezclaba sonidos prolongados de sintetizadores con grabaciones de sonidos de la naturaleza, campanillas y su propia y melodiosa voz, proyectada sobre bases cercanas al house tropical y al space disco. Llegó entonces el turno de unos de los platos fuertes del MIRA, James Ferraro. Para su actuación en el festival, el pionero del pop hipnagógico y el vaporwave presentó un espectáculo envolvente de visuales y láseres que el productor controlaba desde un software diseñado por él mismo. Centrado en composiciones de su ciclo Mirai, que comprende diversos EPs y discos editados entre 2018 y 2021, el show inventó un mundo en el que el malware se extiende como una plaga y ataca a la humanidad hasta el punto de llevar a la sociedad a un estado de neofeudalismo y decadencia suburbana. Una distopía que Ferraro traduce en melodías alegóricas que integran la música medieval y renacentista con la electrónica ambiental y el noise.
La sacudida estética siguió con Duma. Nacidos en la escena underground de Nairobi, su línea es difícil de categorizar, moviéndose entre el noise, el punk y el hardcore sin aferrarse a ninguno. Es un caos de sintetizadores que se deshace por las costuras y se siente como una convulsión. Su vocalista, Martin Khanja, es pura energía en el escenario, y se coronó como uno de los artistas más participativos con el público, bajando a bailar e iniciando un pogo en la pista. Tras ellos, la productora tunecina Azu Tiwaline presentó su álbum “Draw Me A Silence” (2020), acompañada de las figuraciones de Defasten y con un estilo entre el house tropical, el techno oscuro y el dub.
A medida que caía la noche, los compases por minuto en las actuaciones se fueron acelerando. Muestra de ello fue el set de Aquarian, que fusionó ambient y música de baile con toques experimentales y el complemento óptico de la artista e investigadora china Sougwen. Como colofón, cerró la noche CSFCMMCAB, siglas de “Correspondències Simbòliques entre Folklore Catòlic i Música Màkina al Casc Antic de Barcelona”, proyecto comandado por Marc O’Callaghan (Coàgul) que combina el gabber con la iconografía católica.
La apertura de puertas del sábado trajo la actuación de Ylia, en la que presentó una colección de composiciones tejidas con sintetizadores analógicos, grabaciones de campo y fragmentos de su propia voz, que conforman pistas meditativas, íntimas y ricamente melódicas. Estuvo acompañada por el trabajo visual de Sofía Crespo, centrado en la tecnología inspirada en seres vivos y naturaleza orgánica. En una línea similarmente melódica y cercana a lo espiritual, la siguió la compositora de ambient neoyorquina Ana Roxanne, interpretando “Because Of A Flower” (2020), meditación sobre la identidad de género, la belleza y la crueldad. Su pop melódico y ensoñador, junto a la cadencia de su voz, trajo a la memoria a la lynchiana Julee Cruise.
Mito del IDM, el dub y el techno, Pole presentó en el MIRA un álbum, “Fading” (2020), que supone un sorprendente giro en su trayectoria. Este trabajo, inspirado en la degeneración de su madre a causa del Alzheimer, llevó al músico a un lamento melancólico, instalando su característico crujido y la melodía pop en un nuevo e inquietante terreno, en sinergia con las proyecciones del cineasta y artista Rainer Kohlberger.
Quien se coronó como nuevo “clásico moderno” en el festival fue Maxwell Sterling, gracias a la presentación de “Turn Of Phrase” (2021). El compositor de Mánchester creó paisajes sonoros asombrosos, a los que incorporaba matices techno, vanguardistas y barrocos. En el escenario, Sterling fusiona los sonidos de su contrabajo con frecuencias electrónicas, logrando texturas similares a las de la escritura cuneiforme mesopotámica: irregulares, extraterrestres y perfectamente bellas. La guinda la puso Stephen McLaughlin, quien aporta una perspectiva ocular bizarra y psicodélica.
En un cambio drástico, los autoproclamados “neo-bakala” VVV [Trippin’you] arrancaron su actuación con su personal post-punk y letras que aportan voz a la extendida frustración moderna. Una bola de energía perfectamente acompañada por unas imágenes en rojo y negro –los colores del anarquismo– que permitían leer las letras de las canciones al modo karaoke. Con “Odiar frontal”, entre el breakcore y el electro-punk, casi consiguieron que el público derrumbase las columnas de la sala, canalizando el descontento de una generación harta del blanqueamiento del fascismo.
A continuación, Rian Treanor presentó el reciente EP “Obstacle Scatting” (2021) con un espectáculo definido por su característico estilo, entre el IDM y la música de club, deconstruida junto a las figuras geométricas de Leila Ziu. Por su parte, el set de la DJ y productora JASSS (con visuales de Razorade), personificación de la locura más intensa, pudo llevar a cualquier amante de la música electrónica al borde de las lágrimas: es difícil que elementos tan dispares como las voces tribalistas, el pop ensoñador y melódico o el R&B se fusionen tan orgánicamente con temas de techno oscuro, hardcore clásico y EDM.
Concluidos los pases en Fabra i Coats, la segunda y última noche del MIRA siguió en Razzmatazz, donde destacó el DJ set de Overmono, dúo que se ha dado a conocer como promotores del renacimiento de la cultura rave, el breakbeat y el jungle, encapsulando el sentir de la clase trabajadora británica. Al mismo tiempo, han demostrado con sus producciones una sensibilidad indiscutible para las armonías cercanas al techno melódico y las voces cautivadoras. Su set fue una perfecta fusión de ambas vertientes, lanzando guiños a SOPHIE y Rosalía y también a Nídia, que pinchó después de ellos. Procedente de Lisboa y con herencia angoleña, combina producciones y sets que mezclan la música de baile, la tradición africana y ritmos de percusión propios de la batida. El espíritu de Nídia es tan feroz como su destreza a los platos: una imparable oda al ritmo tribalista que cuesta al menos un litro de sudor en la pista, y que resultó un perfecto desenlace para la intensidad desplegada en el MIRA. ∎