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Concierto 5000 de Sidecar. Foto: Jordi Vidal
Concierto 5000 de Sidecar. Foto: Jordi Vidal

Concierto

Nick Lowe & Los Straitjackets: navidades twang

Ayer, los responsables de la sala Sidecar subieron al gran Nick Lowe –acompañado por Los Straitjackets– a su diminuto escenario para celebrar la impensable cifra de 5000 conciertos programados desde su inauguración en 1982. Un hito que, en fechas cercanas a la Navidad, coincidió, además, con la etapa twang del británico.

13. 12. 2016

Noche de paz, noche de amor en el Sidecar. Ante una sala más prieta que el culo de un avestruz (parientes, amigos, saludados y paganos en alegre comunión), Nick Lowe & Los Straitjackets salieron a celebrar el concierto 5000 del local barcelonés, en afortunada coincidencia del aniversario con la fase twang navideña del cantante.

Después de un inicio acústico en solitario en el que, más que tocar, acarició “People Change” y “A Dollar Short Of Happy”, con Los Straijackets el británico trasmutó en un crooner rockabilly dedicado en cuerpo y tupé a difundir la tradición del estándar navideño propio y ajeno. Cayeron “Winter Wonderland” (popularizada por Richard Himber) y “Christmas At The Airport”, en las que la calidez de la acústica del maestro cola de pato marcó el camino de la reverberación salvaje de Los Straitjackets, obedientes Crickets de un hipotético Buddy Lowe.

Después de un celebrado rescate de “Without Love” –se notaba que la parroquia tenía ganas de éxitos pretéritos más que de presente navideño–, Lowe desapareció de escena y cedió el Sidecar a Los Straitjackets, virtuosos de la pachanga que aplicaron precisión quirúrgica a clásicos de su repertorio como “Casbah” y una versión de Dion –¡Céline!: “My Heart Will Go On”– y desembocaron en la adaptación instrumental de “I Love The Sound Of Breaking Glass”, anuncio del retorno de Lowe. Entonces sí, combinó el registro navideño –“Let It Snow”, “The North Pole Express”– con sus hits, a ritmo de puro rockabilly trotón –“Half A Boy And Half A Man”, “Cruel To Be Kind” y “(What’s So Funny ‘Bout) Peace, Love And Understanding”–, que el público recibió como maná. Eché en falta las confesiones a bocajarro marca de la casa, esas que erizan el pelo de la nuca (ningún tema de su obra maestra de madurez, “The Convincer”, de 2001). Claro que no se trata de traer mal rollo a la mesa en fiestas de guardar. Pero un poquito sí: el final –Lowe a solas con “Alison” de Costello– nos recordó que las grandes canciones surgen de las emociones extremas y no de arrimarse al arbolillo. ∎

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