“La música ambient es como un río, no cambia mucho pero nunca deja de cambiar”, dijo Brian Eno.
“La música ambient es como un río, no cambia mucho pero nunca deja de cambiar”, dijo Brian Eno.

Informe

Nuevo ambient: escape room

Como un río más o menos subterráneo, el ambient está presente en gran parte de la música realizada desde los años 70. Ahora vive un nuevo resurgimiento dorado que repasamos en este artículo.

Desde que Brian Eno acuñara el término en los 70 con varios discos memorables y un par de frases ídem (“la música ambient es como un río, no cambia mucho pero nunca deja de cambiar”), el género ha vivido tantos altibajos como cualquier otro. Hubo un tiempo, en los 90, que reflotó como necesidad de poner el contrapunto a tanta euforia rave y ponerle sonido al inevitable y doloroso (aunque no siempre) bajón. A principios de los 00 se diluyó, más o menos, entre los meandros del witch house y otras hierbas parecidas. Y ahora, en pleno desconcierto global, vuelve a resurgir con un ímpetu inversamente proporcional a sus postulados básicos.

Si atendemos a una definición abierta y ambigua del género (David Toop decía en “Océano de sonido”, la biblia de los sonidos atmosféricos publicada en 1995, que se trata más de una forma de escuchar que de hacer música), el ambient vive un renacer espléndido y multiforme desde hace ya un par o tres de años, que –sí– se ha visto reforzado en este último 2020 por el confinamiento y la pandemia. La necesidad de escapar a otros mundos se revela más acuciante que nunca, y el ambient y sus derivados (aislacionismo, nuevo clasicismo, beatless music, cuarto mundo, new new age) se presentan como lugares idóneos a los que fugarse para esquivar el bucle del día a día.

He aquí una visión sesgada, pero más o menos panorámica de cómo están las cosas en el universo ambient de un tiempo a esta parte.

Huerco S., el americano Brian Leeds o el renacer del ambient.
Huerco S., el americano Brian Leeds o el renacer del ambient.

Leeds, USA

Si hay una obra sobre la que gravitan muchos de los discos más importantes de toda esta historia y que puede señalarse como punto de inicio del renacer ambient, esta es “For Those Of You Who Have Never (And Also Those Who Have)”, de Huerco S., del 2016. Una obra maestra del género capaz de mirar atrás y adelante al mismo tiempo, en la que los bombos no están pero se intuyen, y que deja el cuerpo de la misma forma que queda tras varios días de sueño profundo: renovado pero también algo desorientado. Tras esa cumbre, su autor, el americano Brian Leeds, se inventaría otro alias, Pendant, y otro glorioso tratado de sonidos atmosféricos y flotantes, llamado “Make Me Know You Sweet” (2018). Y con él nacería West Mineral Ltd., primera plataforma clave para entender el renacimiento de la cosa ambient a finales de los 2010s.

Ulla Strauss, fuerza motriz del nuevo ambient.
Ulla Strauss, fuerza motriz del nuevo ambient.

Crujidos, fricciones y ruido estático

Leeds es figura esencial no solo por esos dos discos, sino también por fundar West Mineral y dar forma, a través de su catálogo, a un nuevo espacio sónico. Tras el disco de Pendant llegaron enseguida “11 Items” de Pontiac Streator & Ulla Strauss, y “Bought The Farm”, de Mister Water Wet, ambos de 2019; dos discos que sortean las convenciones para irrumpir en lugares francamente extraños, habitados por partículas sonoras aleatorias y crujidos ligeramente enervantes. A ellos hay que sumar “Aphelion Lash”, de Ben Bondy & Exael, otro excelente álbum de ambient creepy, tan placentero como ligeramente irritante.

Ulla Strauss es otra de las fuerzas motrices de este capítulo. Ya llevaba algún tiempo sacando material interesante cuando, meses antes de “11 Items”, apareció “Big Room” (Quiet Time Tapes, 2019) en formato casete, obra maestra underground del nuevo ambient; y poco después, en los primeros meses de 2020, “Tumbling Towards A Wall”, ya firmado solo con su nombre de pila, más inquisitivo y experimental, y publicado en el nuevo sello Experiences Ltd., hermano menor de West Mineral. De hecho, Experiences parece haber tomado el relevo de WM y es, hoy por hoy, uno de los sellos más importantes de la electrónica texturizada y horizontal, como en su día lo fuera Tri Angle, por ejemplo. Sus nuevos releases siguen alimentando el nuevo canon del ambient raruno: “Sibling”, de Ben Bondy, “Log Et3rnal”, de Log (proyecto de Ulla con la berlinesa Perila), o el muy reciente “Let Me Put Myself Together”, de Mu Tate.

Emily A. Sprague, masaje a nuestros tímpanos.
Emily A. Sprague, masaje a nuestros tímpanos.

Árboles, lagos y cielos rasos

No son pocos ni pocas los instrumentistas que, saliendo del conservatorio, se van directamente a dar una vuelta por los bosques del ambient. La arpista americana Mary Lattimore lleva ya tiempo felizmente perdida entre esos senderos, lanzando al cielo discos tan maravillosos como “Silver Ladders”, curiosamente publicado –y no es el primero– en uno de los sellos insignia de la electrónica yanqui, Ghostly International. En un año sin disco de Grouper, el de Lattimore y el de Julianna Barwick, otra experta en el arte de curar con el sonido, son dos de las obras que más pueden haber ayudado a bajar las revoluciones y calmar la ansiedad pandémica. Que Barwick haya titulado el suyo “Healing Is A Miracle” no es casualidad. Ambos son trabajos de una sensibilidad extrema, en los que crujidos electrónicos y colchones sintéticos son sustituidos por arpegios acústicos y voces celestiales.

Más joven, y moviéndose en un camino paralelo, transita Ana Roxanne. En su primer álbum oficial, “Because Of A Flower” (Kranky, 2020), la californiana enlaza con Barwick en el tratamiento de la voz, y con Lattimore en la delicadeza de los punteos y los timbres instrumentales, mientras nos habla de nueva feminidad, identidad y género con suma belleza. Y otra recomendación más en esta línea pastoral: “Hill, Flower, Fog”, de Emily A. Sprague, entregada de lleno a masajear nuestros tímpanos y crear el más bello de los mundos posibles desde su casa en las montañas de Catskill, a tres horas de Nueva York.

RAMZi, Phoebe Guillemot, dueña de un mundo absolutamente personal.
RAMZi, Phoebe Guillemot, dueña de un mundo absolutamente personal.

Islas, selvas y niebla baja

Hay sellos a los que poquísima gente hace caso y que están publicando material de altísimo nivel. Es el caso de 12th Isle, con sede en Glasgow. Por ahí han pasado tres nombres esenciales de esa nueva electrónica misteriosa y sinuosa colindante con el ambient: el francés Vague Imaginaires (un jardinero de Grenoble llamado en realidad Denis Morin), el vietnamita residente en París D.K. (con varios EPs también notables en Antinote y Melody As Truth) y la maravillosa Phoebe Guillemot, aka RAMZi, desde Vancouver, dueña de un mundo absolutamente personal y jefa del sello FATi Records.

Los tres comparten una querencia evidente por lo onírico y lo selvático y un noble empeño en evitar que calma sea sinónimo de aburrimiento. Lo consiguen con una riquísima paleta tímbrica y sonora que esparcen sobre colchones ondulantes. Seguro que muchos puristas dirán que esto no es ambient (y quizá no lo sea del todo). Pero ya hemos avisado –vía Toop– que la actitud aquí está más en quien escucha que en quien produce. Sus tres discos clave son, respectivamente, esteesteeste.

El keniano KMRU: nuevas formas expresivas en el campo de la electrónica desértica y aislacionista.
El keniano KMRU: nuevas formas expresivas en el campo de la electrónica desértica y aislacionista.

Desiertos, abismos y llanuras cósmicas

Lógicamente, no todo son campos de flores y océanos en esto del ambient. Los hay que solo ven vacíos y oscuridad (“I see a darkness”, que diría Will Oldham) donde otros ven infinito y luz. Ron Morelli es uno de ellos: el jefe de L.I.E.S. prescindió de la metralla punk y techno habitual en él para producir “Man Walks The Earth” (2019), lleno de ondulaciones amenazantes y callejones negrísimos. También Smagghe & Cross se mantienen en el lado oscuro con “1819” (2020), obra mayor del ambient cósmico de esta era. Por su lado, el keniano KMRU (pronúnciese “kamaru”) está inventando nuevas formas expresivas en el campo de la electrónica desértica y aislacionista, con discos tan fascinantes e inabarcables como “Peel” (varios tracks más allá de los 10 minutos y uno de 22) o “Jar”, más contenido en minutaje, pero igual de imponente.

Meitei recupera los rituales y la tradición antigua de Japón.
Meitei recupera los rituales y la tradición antigua de Japón.

Japón

Japón siempre merece un capítulo aparte cuando hablamos de ambient. Merecería un artículo entero, en realidad; no en vano ellos han sido y siguen siendo maestros absolutos del muzak y los hilos musicales. Sirva como ejemplo el compilado “Kankyō Ongaku” del 2019, comisariado por Spencer Doran de Visible Cloaks (fanáticos de los sonidos nipones) para apreciar el dominio y la visión tan personal que tienen los japoneses del asunto ambiental. El nivel sigue altísimo en la actualidad gracias a los discos de H. Takahashi, 7FO (fantásticos “Moment: Selected Works 2012-2017” y “Ryu No Nukegara”) y Meitei, quien recupera en los maravillosos “Komachi” (2019) y “Kwaidan” (2018) los rituales y la tradición antigua del país para que no caigan en el olvido definitivo.

Suso Saiz, la referencia en España.
Suso Saiz, la referencia en España.

Y aquí, ¿qué?

Pues aquí bien, gracias. En España también ha crecido el interés por la escucha horizontal y las atmósferas oníricas. Un “estilo” que siempre tuvo en Suso Saiz a su máximo estandarte, el mismo Suso Saiz venerado ahora –merecidamente– por sellos como Music From Memory, donde ha publicado recientemente dos discos imprescindibles, “Nothing Is Objective” (2019) y, a medias con Suzanne Kraft“Between No Things” (2020). Pero hay mucho más: el mallorquín Nueen acaba de sacar un EP espléndido en el sello berlinés APPX:; el álbum conjunto de Obiols & Laming en Foehn el año pasado también merece repetidas escuchas; vale mucho la pena chequear los de Jason Kolàr (alias de Christian Subirà) y el debut del venezolano residente en Barcelona Molero; o los de Boliden, que acaba de firmar con su nombre real (José María Delgado) el muy reciente y notable “Pasaje”, para la plataforma de Chicago Lillerne Tapes. O, por supuestísimo, el de la siempre interesante Ylia en Paralaxe Editions. ∎

5 discos en los que perderse

PENDANT
“Make Me Know You Sweet”
(West Mineral Ltd., 2018)

Tengo un amigo que una vez dijo que el ambient era como esas imágenes que al final inevitablemente surgen tras mirar durante media hora una pared. Creo que lo soltó tras un concierto de William Basinski, pero podría servir perfectamente para los discos de Brian Leeds como Huerco S. y Pendant. En realidad no están demasiado lejos de “Music For Airports” (1978) de Eno, pero cargan con un sustrato y un feeling distintos, propios, más… sí, más contemporáneos. A pesar de su absoluta placidez, uno puede tener una leve sensación de amenaza al escucharlos, como cuando sabes que ese punto minúsculo en medio de una imagen blanca llegará en algún momento, por muy lento que sea el zoom, a ocupar toda la pantalla.

SMAGGHE & CROSS
“1819”
(Offen Music, 2019)

En “1819” hay ritmos y voces. En el segundo tema, “From Sacred Heart”, el elemento vocal –muy inquietante, a lo Darth Vader– es incluso central. Pero está claro que su mood, su candencia y su alma es de ambient cósmico fuera del tiempo. Es un disco sencillo pero gigante y abrumador, que revela detalles a cada nuevo play. Un piano “badalamentiano”, un eco dub, un poco de ruido blanco al fondo… A mí me lleva mentalmente a “2001” y a Kubrick en general. Por la grandiosidad, por la atemporalidad, por la mezcla de espacio y subsuelo, de estrellas y arena. Culto instantáneo.

HTRK
“Over The Rainbow”
(Boomkat Editions, 2019)

El dúo australiano prescinde de su distintiva caja de ritmos y de la voz de Jonnine Standish (magnífico su último disco en solitario; también en Boomkat Editions) para poner banda sonora a un documental sobre la cienciología. Y, probablemente sin proponérselo, lo que iba a ser un trabajo menor de su discografía se convierte en una pequeña obra maestra, cargada de misterio, pulsaciones sutiles y hauntología borrosa. Debería ser un nuevo punto de partida para ellos, y podría también serlo para el ambient de esta nueva década.

7FO
“Moment: Selected Works 2012-2017”
(Métron, 2018)

“Gloriosos tonos sostenidos y ensoñadoras oscilaciones que se desplazan por un mundo inorgánico y electrónico, reverberando a través de nuestro subconsciente y dando forma a fábulas sónicas en nuestras mentes”. Lo dicen en el bandcamp de Métron, y no hace falta añadir mucho más. El productor de Osaka se dio a conocer con esta maravilla de electrónica flotante salpicada por grabaciones de campo, campanillas y samples de instrumentos tradicionales, que luego tendría continuidad en el también muy recomendable “Ryu No Nukegara” (2018).

YLIA
“Dulce rendición”
(Paralaxe Editions, 2020)

Ylia siempre ha estado cerca del ambient, a pesar de sus sesiones de breaks, electro y techno fracturado. De una forma muy evidente en el disco de Bola del Desierto, su proyecto con Darío del Moral de Pony Bravo, precedente directo de “Dulce rendición”. Y también en La Guarida, su espacio radiofónico en Dublab.es. No es de extrañar, pues, que para su debut en formato largo acuda a los pasajes galácticos, las ondulaciones de frecuencias y una electrónica de bajas revoluciones y alta sensibilidad emocional. Música inspirada en sus propios sueños que parte del ambient para trascenderlo y cautivar sin aparente esfuerzo. ∎

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