A su ritmo. Foto: Alfredo Arias
A su ritmo. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Oscar Mulero: músculo, cerebro y corazón

Puede que Oscar Mulero haya perdido la cuenta de las veces que ha dado la vuelta al mundo con su maleta de discos. Pero en todos esos viajes, el DJ madrileño nunca ha extraviado los postulados estéticos, sólidos pero abiertos a la evolución, que han hecho de él un icono del techno. En esta conversación, el músico reflexiona sobre su trayectoria y el horizonte que le espera una vez llegue la tan ansiada reapertura de los clubes.

Oscar Mulero empezó a pinchar hace más de 30 años, por diversión y porque quería comprarse una moto más grande, sustituyendo a un amigo que se iba a la mili, ese anacrónico ente. Ahora, cualquier persona mínimamente interesada en la música, fan del techno de maquinaria pesada o no, sabe de su nombre y relevancia. Emblema de un sonido y una escena impermeable a las modas, cambió Madrid por Gijón hace diez años. Desde allí, un lugar aparentemente poco estratégico para alguien que hace la maleta cada fin de semana para ir a pinchar a cualquier lugar del mundo, mantiene su fértil carrera como productor, idea paisajes sonoros junto a artistas audiovisuales y dirige dos sellos, Warm Up y Pole Group, este último codirigido junto a Exium y Reeko.

Comenzaste pinchando en un local en Madrid llamado New World. ¿Cómo fueron esas primeras experiencias en la cabina?

La sesión en la que estuve yo, que era de seis a once, duró unos tres años, hasta el 94 o 95. De ahí pasamos a The Omen, donde éramos varios socios y hacíamos las cosas de otra manera. Antes de eso, estuvimos en otra sala, en la que, por primera vez, me dieron un porcentaje a mí y al otro chaval que ponía música. La sala se llamaba Overdrive. En The Omen estuvimos dos años, no más porque nos llenamos de denuncias y era muy costoso el local. Entre las denuncias y que empezó a cambiar mucho la historia por los limitadores de sonido, ya no era lo que queríamos nosotros. Lo que nos movía, sobre todo, era poder decir: “Mira, esto es lo que hacemos, este es nuestro sonido”.

¿Qué recuerdos te quedan de esos ambientes?

Era bastante guay, sobre todo en el New World. Como mi turno era de seis a once de la mañana, se juntaba mucha gente de la hostelería. RRPP de otros clubes, camareros… Era como el recreo para la gente de la hostelería.

Durante esa época primeriza, era muy habitual verte pinchar en clubes del norte. ¿Pinchabas en todas las comunidades por igual o tenías más relación con esa parte del país?

Por lo general, mi música tiene más gancho en el norte; el sur era más complejo. He recorrido muchos ¡muchísimos! pueblos de la mitad norte de España: la zona de Valladolid; Asturias; el País Vasco en su época, también; Galicia, por supuesto… Pero de la mitad para abajo, no tanto. Musicalmente, hasta mediados de los 90 estaban en otro rollo, más breakbeat, hardcore y todo aquello. Nuestra música les sonaba a chino, y a nosotros la suya. Cuando iba por allí, mi sensación era “¡hostia! la gente no entiende lo que hago”. Pero eso cambió con el tiempo, y hay clubes a los que he seguido yendo, sobre todo en Granada.

“No hay bolos, así que hay que bombardear con música, que la gente sepa que estamos todavía aquí, que hay muchísimas ganas. Cuando empiecen a funcionar los clubes, va a haber tal cantidad de música que será una locura”

Recuerdo el techno de esa época como una escena muy accesible y democrática. Si creciste por allí, no tenías que ir a grandes ciudades ni festivales para ver figuras importantes de la electrónica. Podías verlas en tu pueblo o en el de al lado.

Al principio era una escena más familiar, sin duda. Luego todo se profesionaliza un poco más; los bookers, promotores... Todos nos hacemos más profesionales. Pero hasta mediados de los 90, el concepto era más familiar. Había promotoras grandes, como el Sónar, pero luego había mucho Medina del Campo, Calahorra..., clubes pequeñitos.

¿Qué echas de menos de la escena de los 90 y 2000?

No sé, es el topicazo de que las épocas antiguas siempre han sido mejores. A lo mejor tenía menos presión a nivel profesional y quizá yo me divertía más. Ojo, me lo sigo pasando superbien pinchando ahora y, como lo llevo haciendo tanto tiempo, me encuentro con total comodidad y soltura a la hora de ejecutar las sesiones; en ese sentido está muy guay. Pero, sí, la frescura del principio es insustituible.

Vista desde fuera, tu carrera parece ser progresiva y ascendente. ¿Has vivido altibajos?

Sí, sobre todo al principio, llega un momento en que dices: “Ostras, llevo haciendo esto 5 años. Y ahora, ¿qué?¿Seguiré con lo mismo? No sé si voy a llegar a algún sitio”. Te planteas cosas. Luego también están las épocas. El techno era superpopular en los 90; después, el ciclo cambia y los clubes a los que solías ir están programando otras cosas. Tienes que saber mantener un poco la calma hasta que la rueda vuelva a dar otra vuelta. Hará cosa de unos siete años, el techno volvió a estar en la cima y era lo más, y ahora va a volver a ocurrir exactamente lo mismo. De hecho, ya está ocurriendo. La música de baile está superinventada y sus mecanismos funcionan de una determinada manera. Tiene ciertos clichés y esto mejora con las herramientas, se sofistica en cierto sentido a nivel técnico, pero son ciclos. Cuando llegó el boom del minimal, después del techno y del electroclash, no era nada nuevo. Ya había minimal en los 90: Chain Reaction, Mike Ink, Basic Channel... Hay altos y bajos, claro; tu sonido está más o menos de moda; tienes más actividad o menos. A lo mejor, una cosa que me ha beneficiado es que siempre he sido muy cabezota. Este es el sonido que hago. Puede variar y moldearse un poco, pero se caracteriza por ser… (piensa unos segundos) algo pesado, un poco agresivo en cierto momento y con connotaciones grises, oscuras o como quieras llamarlo. Yo soy cabezón, he tirado por ahí y, hasta en los momentos en los que no ha sido tan popular, la gente que quería ese sonido sabía que era lo que iba a encontrar. Hay quien elige, según van cambiando las cosas, ir mutando de un sitio a otro musicalmente, pero creo que a mí no me funcionaría eso.

“Como productor, cada vez me divierte más trabajar en proyectos para otra gente”. Foto: Alfredo Arias
“Como productor, cada vez me divierte más trabajar en proyectos para otra gente”. Foto: Alfredo Arias

En 2012, colaboraste con el tema “Poder en la sombra” con Fundación Robo, un colectivo musical basado en la crítica política y social. ¿El techno puede o debe ser político?

Yo no entiendo que toda la música tenga que ser reivindicativa. Para mí, la música no entiende ni de banderas ni de fronteras. ¿Que es una herramienta guay para reivindicar cosas? Sí, por supuesto, pero no tiene por qué ser solamente política, puede ser muchas cosas. Puedes reflejar la rabia por algo, el desamor o lo que sea, pero no tiene por qué ser solamente reivindicativo. He vivido algunas situaciones… como la primera vez que fuimos a pinchar a Tel Aviv. La peña nos mandaba mails diciendo “te vamos a hacer una campaña mortal porque ¿cómo puedes ir a poner música ahí?”. Guay, pero yo entiendo la música como algo libre de todo esto.

¿Podrías elegir una de tus producciones a la que tengas especial cariño?

No lo sé… Como productor, cada vez me divierte más trabajar en proyectos para otra gente. Como hice en su día con Territoire (“Alix”, 2018) o Fasenuova (“Aullidos metálicos”, 2016), con quienes, por cierto, estamos ya trabajando en su nuevo disco.

¿Cómo llegaste a dar el paso de ser productor de otros grupos?

Es algo que está en proceso y donde acabo de aterrizar, como quien dice. Dejando de lado remezclas o cosas más puntuales, hasta ahora solamente he producido tres discos. Pero el hecho de poder moverme en otro rango musical, en otro contexto, me aporta mucho. Pienso un poco en el futuro. El día de mañana, cuando deje de viajar, es algo que puede ser importante. Me atrae el hecho de poder manejar las ideas de otros y terminar de darles forma. En parte es gusto, pero también es un reto. Quemar etapas está guay, haber puesto música en clubes durante no sé cuánto tiempo y haber dado la vuelta al mundo con tu maleta de discos está muy bien, y hacer tu propia música… Pero esto es otro paso, y noto que mis inquietudes se están moviendo en esa dirección. Después de tantos años en esto, creo que la motivación, en mi caso, me llega involucrándome en cosas nuevas.

¿En qué punto estaba tu carrera cuando estalló la pandemia?

En los últimos cuatro o cinco años, creo que alcancé una posición que, cuando tenía 21 años, ni de coña habría imaginado. Luego va madurando la cosa y dices: “Hostia, si pudiera alcanzar este nivel...”. Bajo mi punto de vista, era el momento más maduro y en el que mejor me he encontrado; el lugar en que creo que debía estar después de tanto tiempo dando vueltas y machacando.

“Volver a pinchar en locales pequeños. Me gustaría mucho”. Foto: Alfredo Arias
“Volver a pinchar en locales pequeños. Me gustaría mucho”. Foto: Alfredo Arias

¿Estás trabajando en algo nuevo?

Estoy sacando EPs y este año y parte del que viene va a salir mucho material mío nuevo. Como no hay bolos, mi planteamiento era el de “vamos a hacer infinidad de música”. Voy a hacer la hostia de colaboraciones con otros sellos: temas, remezclas, un par de EPs también solamente míos, trabajar en diferentes proyectos con otros artistas, con otros sellos..., me apetece un montón. No hay bolos, así que hay que bombardear con música, que la gente sepa que estamos todavía aquí, que hay muchísimas ganas. Cuando empiecen a funcionar los clubes, va a haber tal cantidad de música que será una locura.

¿Cómo ves el futuro de la industria y de la escena underground?

No lo sé. Si te soy sincero, cada vez me apetece más la idea de que vuelva a ser todo como al principio. Que haya claramente dos mundos: mainstream por un lado y clubes por otro. Volver a pinchar en locales pequeños. Me gustaría mucho. Tengo compañeros que le están dando vueltas y optan por dejar de ir a festis gordos o de mezclarse con determinada música que entendemos como más mainstream o más comercial. Está bien estar en un festi en el que hay 15.000 o 20.000 personas, pero que esté todo mezclado musicalmente no es algo que me parezca sano. Habrá gente que pueda decir: “Hostia, qué radical esta idea”. Esto es algo que ha estado en debate antes de la pandemia, que ha salido en alguna entrevista y que ha causado un poco de escozor. No diría que todos, pero sí hay algunos promotores que lo único que les interesa es sumar nombres sin tener en cuenta la progresión musical que puede haber a lo largo de la noche. Quiero decir que, si vas a mezclar muchos nombres, está guay que al menos todo tenga alguna coherencia. Programar o hacer line-ups solamente por el tema de quién es cada uno y lo que puede aportar a nivel de ventas ¿hasta qué punto interesa? A mí ya no me compensa mucho. Si estuviese empezando o no me quedasen más narices, igual sí. Pero cada vez me gusta más la idea de que vuelvan a ser dos mundos. Pero, ojo, que quede claro que esto no es despreciar lo que hacen los demás, ni mucho menos.

No, es echar de menos la escena que había antes.

Sí, de alguna manera es que me parece hasta una pérdida de tiempo. Para la gente que está en la pista, que igual le puede interesar cero lo que voy a hacer y le puede interesar más lo que viene después. Y para mí, como músico, también es absurdo.

Para terminar, ¿nos recomiendas algún artista o DJ techno actual? ¿Alguna mujer? Recuerdo conocer tu tema “Anaconda” porque abría un mix de Gayle San. Por aquella época se encontraban menos mujeres en la escena.

Había menos, sí. Pero referentes a nivel mundial hay muchas ahora. No es porque sea de la casa, pero Adriana López, dentro del techno, es una de las que más me gusta. La ves pinchar y es un espectáculo. Y en otros estilos más experimentales, Kelly Moran, por ejemplo. Alucino con ella y no dejo de escucharla.  ∎

Entre el techno bombeante y la calma intensa

Aunque Oscar Mulero ya había publicado trabajos previos bajo otros alias, Grey Fades To Green” (Warm Up, 2011) fue su primer LP con su nombre y apellidos. Con él, aun con temas pisteros incluidos, comenzaba una aproximación a sonidos de escucha, pasajes ambient y rollazo IDM. Después llegó Black Propaganda” (Warm Up, 2012), un tratado techno de atmósfera densa y, según explica su autor, un hilo conductor basado en “la idea de cómo una herramienta como internet puede llegar a afectar al futuro”. Biosfera” (Detroit Underground, 2013) volvió a traer calma y fue inspiración para el paisaje sonoro Biolive, junto a los artistas asturianos Fium. El siguiente trabajo fue “Muscle And Mind” (Pole, 2015), cuyo título representa la perfecta avenencia, que tanto nos fascina, que se da en (algunas) sesiones techno entre el baile físico y la peregrinación mental: “No sé, es algo repetitivo, rollo mantra, sin letra”, explica Mulero. “Cuando tienes una letra te contextualiza de alguna manera. Estás en un club, son las 3 de la madrugada, hay un sonido brutal y estás tú y la música y no hay nada más que eso. Entonces el viaje sucede, sin más... Si estás prestando atención, claro”. Su último trabajo,Perfect Peace” (Semantica, 2018), es experimental, profundo y lleno de texturas; la excusa perfecta para crear un nuevo show audiovisual, esta vez junto a Nazare Soares y Javier Bejarano: Monochrome AV, una experiencia intensa: “Mi madre también me dijo eso: ‘Hijo, me ha gustado mucho pero es muy intenso, a ver si el próximo puede ser un poco más alegre’”. ∎

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