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Pantocrator o la radiografía costumbrista. Foto: Jordi Vidal
Pantocrator o la radiografía costumbrista. Foto: Jordi Vidal

Radar

Pantocrator: precarios pero apañados

La música de la banda barcelonesa Pantocrator es un hostión con la mano abierta, aunque escondido bajo un envoltorio colorista y tachonado de memes. Pildorazos efervescentes de sonido atemporal y melodías adictivas que se mueven entre el power pop y el garage punk, con guitarras carnosas abrazadas a voces rotas que escuchas en bucle. Porque sus canciones son inapelables. Cada tiro, una diana.

02. 02. 2022

Después de tres EP’s –“Villacapullos” (2019), “La masacre de putis” (2020) y “El chungo colectivo” (2021)–, Pantocrator publicarán el próximo 11 de febrero su primer disco de larga duración, “Sálvame” (Helsinkipro, 2022). ¡Sí! ¡Un disco conceptual basado en el programa de Jorge Javier! Me siento a hablar en rigurosa presencialidad con una banda que ha hecho de las redes sociales su combustible lírico. Marta Delmont (voz y bajo), Marina Correa (teclados y voz), Xiri Romaní (batería) y un servidor pedimos cerveza y carajillos. El guitarrista Robert Busquets no ha venido. Quizá porque, como le preguntan en el clip de “Polígrafo”, el primer single del disco, “¿es cierto que tus padres no saben que estás en una banda de rock?”. ¿Reivindican Pantocrator ‘Sálvame’ como icono cultural posmoderno? “Ni de broma. No estoy intelectualizando nada, eso me da rabia. A mí me flipa ‘Sálvame’ porque es supersórdido y sale gente arrancándose las entrañas y cosas todavía más chungas”, explica Marta.

Las letras de Pantocrator abundan en la angustia juvenil sita en la intersección de vida física y virtual: desamor, stalkeo, ghosting, trolls envidiosos, fotopollas no deseadas… Todo un catálogo costumbrista de lo peor de las redes sociales. “Tienes una vida virtual donde te pasan cosas y en tu vida real hablas de lo que te ha pasado”, dice Marina, que resume escuetamente su trabajo como moderadora de contenidos de TikTok: “Mucha pasta, muchos contenidos; pero después, contratos temporales”. Marta apunta que muchas de sus preocupaciones “no salen de las redes sociales, pero sí que tienen relación con ellas, de interacciones virtuales en Instagram y Twitter; antes de las redes, las bandas de rock hablaban de cosas que les pasaban en el bar, pero no del bar en sí”.

Virtualidad, vale, pero, ojo, no son unas blandengues. Todas las canciones de Pantocrator tienen un sano cabreo, un dardo de sarcasmo sulfúrico directo a la imbecilidad de la vida moderna en red. “Si escribes desde la ironía jamás caerás tanto en la vergüenza ajena”, reflexiona Marta. Pese a que “Sálvame” ahonda más en la precariedad en general, en que la vida es una mierda y no puedo más, que en el desamor y lo de ‘estoy cabreada con este y el otro’”, valora Marina.

En anteriores canciones llenas de mala leche –como “No te putopilles” o “Policía moral”– rompían el tópico del hipersentimentalismo de los millennials. “¡Ojo, que sí lo somos! Pero va muy bien tener una vía de escape, porque siempre tendemos a estar tristes y, para no estar todo el día llorando en casa, tienes que permitirte cabrearte a veces”, matiza Marta. Temática generacional de chavalada asida a su smartphone, pero con una música deudora del mejor punk melódico y power pop británico, que clava sus ganchos en Generation X, Buzzcocks o el Nick Lowe de la época Stiff. O incluso en rollos más duros: “Teléfono de aludidos”, de “Sálvame”, es un tortazo metal-punk que firmarían contentos los Hard-Ons. ¿Están de acuerdo o son referentes muy viejunos? “Del todo de acuerdo, con la música somos ultrapuretas, escuchamos rock’n’ roll añejo y garage punk”, coincide Xiri. “Yo soy la parte Millennial-Generación Zeta”, apostilla Marina. “Si miras ‘El Chiringuito de Jugones’, en contraposición a ‘Sálvame’, hay unos señores viejos que han venido a hablar de su libro y unos cámaras jóvenes que aportan contenido actual con memes. Yo soy los de la cámara y Marta y Xiri los señores de ‘El Chiringuito’”, prosigue.

Marta (bajo y cantante), Marina (teclado y voces) y Xiri (batería). Foto: Jordi Vidal
Marta (bajo y cantante), Marina (teclado y voces) y Xiri (batería). Foto: Jordi Vidal

Pantocrator –junto con Trinitat Nova, Fetus o su banda hermanada Alavedra– son la enésima negación barcelonesa de que “las guitarras han muerto”. “¿Han muerto o resurgen? Es un debate. Pero, mira, para mí la mejor banda catalana ahora son Power Burkas, son ciento por ciento guitarras y con muchísima música ahí. Lo tienen todo”, piropea Marta. “Las guitarras no morirán porque es más fácil expresar ciertas cosas con guitarras. Si estás enfadado porque alguien te ha ‘ghosteado’ es más fácil agarrar una guitarra y empezar a gritar que no ponerte con el portátil a hacer una base”, juzga Xiri.

Por cierto, en temas como “El opio del pueblo” –“me sangran las orejas de tanto reguetón”– se percibe un cachondeo y una cierta aversión hacia el trap y las denominadas “músicas urbanas”. “Es mi aversión a intelectualizar todo lo que es baja cultura”, responde Marta. “Puedo escuchar reguetón y estar a gusto, pero me da rabia la situación en la que todo el mundo se posiciona tanto, hasta un nivel moral”. A quien firma, allá por el 2017, un amigo periodista musical le dijo: “Si escribes de música y no hablas de trap, estás cometiendo una irresponsabilidad”. “¿Ves? Dimensión moral. La misma gente que te da la chapa con el trap todo el rato es la misma que te dice cómo has de hacer una buena carbonara. ¡Déjame hacerla con nata, la haré como me da la puta gana!”, grita Marina. “Cuando entras a moralizar y a posicionarte tanto siempre hay un punto en que te contradices y se abre una grieta en tu discurso. ¡Haz lo que te salga de los huevos y no tendrás ese problema!”, resume Marta, quien tuvo un inicio musical como cantante en solitario de country-folk y guitarrista en la banda de Joana Serrat. “Cantar en inglés era un poco ejercicio de estilo. Soy pureta 60s y 70s a muerte, pero al final cantar en inglés era una máscara estética, porque cuando empiezas te da miedo exponerte”, valora.

¿Tienen alguna esperanza de petarlo, de llegar al mainstream, de convertirse en virales? ¿De ser “The Next Big Thing”?, como decían The Dictators, otros gañanes posadolescentes. “No, porque ya tenemos cierto ‘background’ de habernos estampado mil veces. Todo lo que venga y vaya bien, pues adelante”, dice Xiri, quien revela que han grabado el disco en el garaje de los padres de Marta, con micros prestados. “Nos podríamos tirar el rollo guay del control del proceso musical, pero no tenemos pasta para hacer ninguna otra cosa”, dice Marina, muerta de risa. Pues la verdad es que suenan como un trueno. “Tenemos algo precario, pero apañao”, concede Marta. “Precario pero apañado” es un buen lema generacional. ∎

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