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A finales del mes de septiembre de 1991, Pixies editaron “Trompe Le Monde”, su quinto largo y el que a la postre sería el último de su carrera (en su memorable primera etapa), hecho que se desconocía en el instante de realizarse esta entrevista, que se produjo dos meses antes, en la tarde previa a su concierto en la sala Zeleste (hoy Razzmatazz) de Barcelona. Conversamos con Black Francis, el líder de los bostonianos, quien oficialmente pondría fin a la trayectoria del grupo en enero de 1993. Completando esta charla previa a la edición de “Trompe Le Monde”, repasamos la brillante discografía del cuarteto hasta ese instante. Este informe Pixies fue motivo de portada del Rockdelux 78 (septiembre 1991) semanas antes de que el disco viese la luz.
Bajo
Suscripción
El extraño ser peludo medio escondido de la portada podía dar lugar a equívocos: Pixies rompían, ya con su primer disco de ocho canciones, bastantes barreras, y una de ellas era la línea estilística de su casa discográfica, 4AD. El nuevo fichaje, extraído del lejano Boston, no era un grupo oscuro y atormentado al uso, sino un estrambótico conglomerado de sensaciones aún inaprensibles para el oyente: una especie de hardcore acústico (“Nimrod’s Son”), algún ritmo skatalítico (“I’ve Been Tired”), pero, sobre todo, una rara personalidad, fusión de histeria y ternura, impulso rebelde y romanticismo, presidida por la siempre cambiante voz de Black Francis y las guitarras profundamente incordiantes e inspiradas de Joey Santiago. Había una dulce chica que tocaba el bajo disimulando su verdadero nombre con el apodo de Mrs. John Murphy, y un batería tan fino como aplastante, David Lovering. Y, como sello distintivo, una jerga hispana que iluminaba los dos temas más sorprendentes, anfetamínicos y divertidos, los escapistas “Vamos” e “Isla de Encanta”. Sin desmerecer los coros de “Caribou”.
Hechas las presentaciones, llega el momento de la verdad, de la confirmación total de que los Pixies son algo distinto: la espléndida “Bone Machine” ya es toda una declaración de principios, con su bajo contundente, sus voces rugientes que de pronto se tornan dulces y esas guitarras abrasivas potenciadas por la producción de Steve Albini. Más marcas de la casa: la sucesión de temas breves, directos, certeros, destinados a crear en el oyente una continua sensación de sorpresa, sumirlo en la locura para transportarlo inmediatamente a paisajes más plácidos. Es lo que va del brutal “Broken Face” al precioso “Gigantic”, la que media entre el íntimo “Were Is My Mind?” y el simpático delirio de “Oh, My Golly!”. Palabras aprendidas en Puerto Rico salpican este tema y la nueva versión, más eléctrica, de “Vamos”. “Surfer Rosa” supone el reconocimiento internacional, el rendimiento de diversos sectores (poperos y radicales, siniestros y heavies se unen a través de los Pixies) ante una propuesta de abrumadora espontaneidad y viveza.
Suele considerarse “Surfer Rosa” lo más completo de los Pixies, pero yo me quedo definitivamente con “Doolittle”, álbum de madurez total, en el que el equilibrio entre los impulsos agresivos y las fibras sensibles está perfectamente conseguido, poderosamente ensamblado. Aparte de la recuperación del nombre original de la bajista Kim Deal, la formación sigue inalterable. Eso sí, se añade un cuarteto de cuerda para la hermosa “Monkey Gone To Heaven”. Y como productor escogen a Gil Norton, que lima asperezas en el sonido, pero deja intacta la fiereza. Black Francis sigue firmando los temas, aunque nada tendría que hacer sin sus tres compañeros. El pop aflora con total naturalidad (“Here Comes Your Man”, “Wave Of Mutilation”) a través de melodías espléndidas, fácilmente tarareables. La locura no remite, ni tampoco la jerga multilingüe y las referencias a distintos héroes: “I am a chien andalucía” (“Debaser”); “José Jones told me a long story / he got friends like Paco Picapiedra, la muñeca” (“Crackity Jones”). El final es de antología: luminosas guitarras y tristes melodías en “Hey”, exóticos y distantes ambientes para “Silver”, y la emocionante “Gouge Away”. Impecable y revelador.
Por primera vez, un disco de los Pixies no es un revulsivo total. No supone un paso atrás, pero carece de la sucesión de momentos extraordinarios de los precedentes, especialmente en la segunda cara. Sin embargo, no es nada desdeñable. Ahí está la introducción instrumental, “Cecilia Ann”, algo así como los Shadows con los amplificadores a tope. Otras chicas iluminan brillantes y melódicos pasajes: “Allison” y “Ana”. “Velouria” es otro clásico de la banda. Destacan los ambientes de “Is She Weird” y “All Over The World” y las guitarras de “Blown Away”, mientras que el resto pasa más desapercibido entre las constantes del grupo. Repite Gil Norton en la producción, con una grabación realizada entre Los Ángeles y Berlín. La portada habla de algunas simpatías por la ciencia ficción. A ver por dónde salen. Ricardo Aldarondo