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Una de las mayores habilidades de Khruangbin, algo que les ha ayudado mucho a convertirse en uno de esos valores seguros en cualquier festival, es ponerse al servicio de la audiencia y de la situación. Sus setlist están abiertos al cambio y a la sorpresa y no se obsesionan con nuevos o viejos trabajos. Más que un grupo son, de algún modo, una experiencia. Su concierto en el Poble Espanyol arrancó obnubilado, a merced de suaves zarandeos en clave de soul y psicodelia, con el romanticismo inocente de una primera cita. Pero sin saber muy bien cómo, te han metido en la cama y la única certeza que tienes es que en los próximos minutos vienen curvas. Los preliminares de seducción pierden sentido en la pista, bajo la bola de la discoteca, mucho más entre las sábanas. Ahí el funk se desata y el concierto se convierte en una fiesta de groove por la que desfilan “Let’s Dance” (David Bowie), “Regulate” (Warren G), “Nuthin’ But A G-Thang” (Dr. Dre), “Misirlou” (popular, vía Dick Dale), “Coffin Nails” (MF DOOM) o “Summer Madness” (Kool & The Gang). Diferentes formas de gemir un orgasmo universal. Diego Rubio
Después del concierto de Yasmin Williams en La Tèxtil, llegó el turno del joven artista keniano Joseph Kamaru, alias KMRU. Aparece entre las sombras para sentarse e inmediatamente invadirte con una serie de frecuencias de notas sostenidas y grabaciones de campo –muchas de ellas de Nairobi, su ciudad de origen– que te catapultan a un viaje hipnótico y abrumador. Su directo te sobrecoge de una manera casi inexplicable. Al terminar, sin quedarse a escuchar el entusiasta aplauso del público, desaparece con la misma velocidad con que había entrado. Teresa Ferreiro
Ha habido muchos triunfos en el Primavera a la Ciutat. Ayer por la noche se solaparon, a lo largo y ancho de Barcelona, Megan Thee Stallion, Interpol y Phoenix. Y seguramente cualquiera de los que vivió cada concierto lo recordará como una apoteosis. Pero ahora estamos hablando de Phoenix, que a veces puede parecer polizón en un buque de cabezas de cartel. Pese a su evidente repercusión durante el paso entre las dos primeras décadas del presente siglo, los franceses se han mantenido en una extraña línea entre el éxito masivo y los nichos minoritarios, algo parecido a lo que pasa con Franz Ferdinand o Belle And Sebastian, cimentando su descomunal trayectoria a base de canciones que entienden poco de modas. Su concierto en el Poble Espanyol arrancó con “Listzomania” y sirvió para corroborarlo: una batería interminable de éxitos imperecederos que oscilan inteligentemente entre la euforia y la melancolía. La gomaespuma de “Entertainment”, el funk naíf de “Too Young” o el flow de “Trying To Be Cool” brillaron en la primera mitad, pero también se permitieron perversiones más experimentales como “Drakkar Noir” y un interludio instrumental –“Love Like A Sunset”– que hace zoom out desde la Tierra a ritmo de funk espacial, para luego introducirse hasta en la más pequeña partícula de átomo con un groove mucho más corpóreo. Es lo que siempre ha tenido Phoenix, son sus pequeñas salidas de guion en el estudio lo que muchas veces redondea sus conciertos. Que Thomas Mars haga crowdsurfing ya no sorprende tanto, pero da igual cuantas veces suene el estribillo de “1901”. Siempre que lo haga caeremos rendidos ante Phoenix. Diego Rubio
Desde que se reunieron en 2014 y desde aquel catártico concierto en el Primavera Sound de 2015, Ride se ha convertido en una banda relativamente asidua a nuestros festivales. Pero quizá ninguna ocasión se presentó tan especial como esta en el Poble Espanyol, en la que celebraban el 30 aniversario de “Going Blank Again” (1992). Sin anclarse demasiado en la nostalgia, mostraron un sonido actualizado y más cercano a sus últimos trabajos, convenciendo tanto a fans como a casuales y descargando su voltaje guitarrero con alma para llenar estadios, repintando en directo los temas del que es su segundo trabajo y su mayor éxito en el Reino Unido. Sonaron uno a uno en riguroso orden, perfilando poco a poco una personalidad que siempre ha estado a caballo entre el shoegazing y el britpop. Tendiendo puentes a veces invisibles. Como colofón, ofrecieron una áspera y espectacular versión de “Grasshopper” –cara B del primer sencillo del disco, “Leave Them All Behind”, que a su vez sirve como gancho de apertura– en la que explotan por los aires. Diego Rubio