Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Para los amantes de Primavera Sound Barcelona, la primera edición del festival en Los Ángeles es a la vez vertiginosamente familiar y curiosamente extraña. La conocida tipografía del festival y los letreros de “Created In Barcelona” se ven en la ciudad californiana, pero, en lugar del amasijo de hormigón del Fòrum, muy querido a pesar de sus limitaciones, comparten espacio con la exuberante hierba y los naranjos del State Historic Park, con el enorme centro de Los Ángeles visible al fondo.
Debido a las estrictas leyes de licencias de Estados Unidos, la multitud se divide en muchas localizaciones entre menores y mayores de edad, lo que permite saber qué bandas son más populares entre los jóvenes y cuáles no. Porque el cartel despliega –otra marca de la casa– un amplísimo abanico de sonidos y estilos con diferentes vinculaciones generacionales.
La primera de las tres jornadas del festival –una duración que se antoja corta en comparación con el gigantesco Primavera Sound en Barcelona del pasado junio– ofrece una serie de nombres muy vinculados a la marca, incluido por supuesto el de Shellac, que hace sonar su siempre impresionante math rock. El festival abre a la una de la tarde y apaga luces a las once de la noche, un final inconcebiblemente tempranero en territorio español. La sensación general también es más compacta. Los cuatro escenarios y el aforo relativamente pequeño del ciclo angelino permiten ver prácticamente todo lo que nos apetezca, evitando el loco FOMO del festival en la Ciudad Condal. Puedes caminar de un extremo al otro del parque, bellamente conservado, en aproximadamente 15 minutos.
El punto culminante –ligeramente polémico– de este primer día lo protagoniza una artista que aún no ha tocado en Barcelona y cuya ausencia en el Fòrum se ha convertido en meme: Mitski. Su actuación es muy teatral –mímica y gestos elaborados al estilo de Kate Bush o de David Bowie en los años 70– aunque no para todos los públicos, pero es difícil discutir un repertorio que incluye el desgarrador doom semi-industrial de “Working For The Knife”, la suave gema indie pop de “Nobody” y la desesperación en clave de rock clásico de “The Only Heartbreaker”. Aun así, el único momento en que parece sacar su carácter es para decirle a la multitudinaria sección de menores de 21 que retroceda un paso para aplacar el enamoramiento. Y es recibida con tanto entusiasmo que uno se pregunta: ¿debería quitarse la máscara más a menudo?
PinkPantheress –que se se perdió Primavera Sound Barcelona por motivos de salud– inspira similar devoción juvenil, a pesar de un comienzo nervioso en el que parece que todos –ella incluida– se preguntan cómo transformar su estrellato –forjado en TikTok– en el contexto de los grandes escenarios de festivales. Sin embargo, al final de la primera canción –el drum’n’bass resplandeciente de “Break It Off”– parece haber resuelto la cuestión. Y canciones como “Pain” o “Nineteen” ya se sienten como improbables himnos festivaleros, mientras ella demuestra ser una narradora teatral y sorprendentemente hilarante.
Nine Inch Nails comienza puntual y entre una gran emoción. Como no es un grupo al que realmente siga, asumí que Trent Reznor era todo bandas sonoras y blockchain en estos días. Pero resulta que continúa siendo una excelente estrella rock, con una voz asombrosamente evocadora y con grandes estribillos, mientras que su banda es poderosa sin sucumbir a los clichés del heavy, en gran parte gracias a sus persistentes elementos electrónicos. Terminan con “Head Like A Hole” y “Hurt”, dos himnos distintivos, y la multitud aúlla en señal de aprobación.
Un favorito de Primavera Sound, Danny L Harle, cierra este segundo día. Solo Dios sabe lo que los fanáticos de Nine Inch Nails que pasean por el escenario Barcelona piensan sobre su happy hardcore teatral y sus versiones animadas de “Blue (Da Ba Dee)” (Eiffel 65), “Charly” (The Prodigy) y su propio himno “On A Mountain”. Pero la reacción de los fans –muchos de los cuales parecen haber venido solo para verlo y que saltan de un lado a otro con atuendos brillantes como adolescentes enamorados– implica que probablemente no tenga que importarle.
La jornada de clausura del festival pertenece a una banda. Solo a una, heroínas conquistadoras de Los Ángeles, iconos de estilo y pioneras del indie pop: CHAI.
De acuerdo, este último día en realidad perteneció a los Arctic Monkeys, cuya actuación tremendamente concurrida demostró que en 2022 se pueden tocar 90 minutos de post-punk estruendoso (“Brianstorm”), rock R&B (“Do I Wanna Know”), post-Serge Gainsbourg swoon (“Tranquility Base Hotel & Casino”) e indie heartbreak (“505”). No hicieron casi ninguna de mis canciones favoritas y aun así resultaron absolutamente cautivadores. Aunque en estos días la banda pueda parecer “Alex Turner And The Monkeys” –como dijo hace poco un amigo– por el aparente dominio de Turner sobre su sonido y su floreciente atractivo de estrella rock, hablamos de un líder especialmente encantador, con su corte de pelo a lo Elvis y sus expresiones sentenciosas.
Aun así, las japonesas CHAI fueron –para mí y supongo que también para su público, modesto pero embelesado– la revelación del día. Me uní a su directo cuando llevaban 15 minutos de concierto para encontrarlas tocando un dulce número disco-pop, con trajes rosas a juego y bailes coordinados. A pesar de que tienen tres álbumes, presuponía que lo suyo era encantador pero limitado. No podía estar más equivocado; a partir de ahí, se lanzan a un duro asalto de música house; una versión de “Wannabe” (Spice Girls); una canción de grunge-disco; un solo de batería contundente y un atrevido cierre de rap. Es como si toda tu colección de discos chocara entre sí. Y es fabuloso.
Núria Graham es otra revelación de la última jornada. La mayoría de los fanáticos de la música en España saben que tiene mucho talento, por supuesto. Pero en su set en Los Ángeles la vemos con una nueva banda de directo que incluye arpa, instrumentos de viento, bajo, piano y guitarra acústica ocasional, y que acuna sus nuevas canciones en magníficos arreglos neoclásicos que recuerdan a “Astral Weeks” (Van Morrison) o quizá a Joni Mitchell en sus momentos más experimentales. Y el público de Los Ángeles la ama absolutamente, gritando después de cada canción e incluso animándola tras un error técnico. Su nuevo sencillo, “Yes It’s Me, The Goldfish!”, ya suena como el mejor momento de su carrera y su debut californiano supone un triunfo.