Uno de los momentos más frustrantes de todo el festival, probablemente. Lo que debía ser una fantasía de discoteca en el espacio dedicado a los escenarios principales lo fue solo para quienes se ubicaron cerca del Pull&Bear. Bastaba alejarse para dejar de oír por completo el
show de Dua Lipa. Además, la aglomeración de público era tal que todo fue caótico: los accesos –por más que la organización destinara vías en un solo sentido– e incluso los guardias de las salidas laterales estaban sobrepasados, pidiendo a la gente que saliera de las vías de evacuación. Pero es que no había más espacio: adentrarse unos metros en el público significaba mucho agobio, poca seguridad y, para colmo, no escuchar ni ver nada. Todo esto es una pena, porque lo que presentó la británica fue un
show de primera, confirmando que es una de las
pop stars más importantes del presente. Lo tiene todo: gran presupuesto para montar un gran escenario, un cuerpo de baile increíble y una gran banda. Y es una estrella. Carismática, buena cantante en vivo e incluso –algo que compensó con los años– aprendió a bailar no bien, sino lo siguiente. Algunos momentos brillantes de la noche fueron “Fever”, junto a Angèle, que subió al escenario por sorpresa, aunque su voz casi no se oyó desde la mitad de la audiencia hacia atrás. También “Cold Heart”, “One Kiss” o “Levitating”. En realidad, podríamos transcribir el
setlist al completo. Con un
show infalible, Dua Lipa cerró uno de los espacios más caóticos de todas las jornadas de festival.
Javiera Tapia