Run The Jewels: reyes. Foto: Sergio Albert
Run The Jewels: reyes. Foto: Sergio Albert

Festival

Primavera Sound (10 de junio /y 4): celebrando la diversidad

En un festival de música con apertura de miras, la diversidad nunca es trampa, sino bendición. Se cumple esa misión de auspiciar encuentros con los anhelados cabezas de cartel –The Jesus And Mary Chain, Giveon, Burna Boy, The Smile, Run The Jewels o Courtney Barnett juegan en dicha liga–, pero también se articulan espacios para la sorpresa, dando a conocer músicos que habitualmente no tienen acceso a audiencias tan amplias y que, en este contexto, pueden comenzar nuevos idilios con el público, como anoche hicieron Cautious Clay, Special Interest, Stella Donnelly o Wata Igarashi.

Apartamentos Acapulco

El calor rebota contra el hormigón del Fòrum. Aquí no hay brisa marina que valga. Es la hora del siestero y hay tantos como caben en el semicírculo de sombra ante el escenario que cobija de este verano prematuro. Los valientes, eso sí, a pulmón con Apartamentos Acapulco en el escenario Plenitude. Las guitarras de los granadinos funcionan como un ventilador antiguo: suenan muchísimo y dan gustito. Los ojos del respetable se entornan, nostalgia indie (¿están o no Los Planetas en cada edición?): “Romance de verano” luce con voz rasgada. “Ayer me pasé cantando las canciones de Él Mató, perdón”, se excusan. Está perfe. Yeray S. Iborra

Apartamentos Acapulco: espíritu Los Planetas. Foto: Ismael Llopis
Apartamentos Acapulco: espíritu Los Planetas. Foto: Ismael Llopis

Burna Boy

Damini Ebunoluwa Ogulu merecía un escenario mejor. El show que ofreció Burna Boy en un abarrotado espacio Tous fue espectacular: sección de vientos, columnas de humo y un vibrante cuadro de baile engrandecieron el debut del príncipe nigeriano de los afrobeats en España. La contagiosa vitalidad de “Gbona” encendió la mecha de una orgía rítmica en la que no faltaron algunas de sus colaboraciones (“Location”, con Dave) ni la exuberancia de sus temas más afro, como “Onyeka”, “Wonderful” o “Wetin Man Go Do”. La imparable gran estrella del pop africano actual. Luis Lles

Burna Boy, la estrella africana del momento. Foto: Val Palavecino
Burna Boy, la estrella africana del momento. Foto: Val Palavecino

Cautious Clay

Dejarse las llaves puestas en la moto, volver –sic– sin gorra al festival, que la Boiler Room se zampe todo el sonido del escenario Plenitude. Miedos recurrentes. Pero no, esta vez no: la propuesta de R&B bastardo de Cautious Clay, lo mismo un estribillazo pop que un arrebato de flauta, un bajo funk o una guitarra puro AOR, tiene fuerza para aguantar los BPMs que desprende el cuadrilátero. Una fuerza nacida… ¿de la luz? Josh Karpeh es profeta todo el rato: “Gracias por estar”. Simple y sentido. Tal vez le pudo el hecho de corresponder: “Deadpan Love” (2021) empasta todo lo que el combo es, pero en directo hubo bamboleo excesivo entre la voz góspel del americano y los copiosos instrumentales de la banda. Yeray S. Iborra

Cautious Clay, síntesis de la música negra. Foto: Ismael Llopis
Cautious Clay, síntesis de la música negra. Foto: Ismael Llopis

CMAT

No es su voz cristalina, tan eficaz en los tramos altos –excelente para folk y country– lo que debe resaltarse, sino su actitud. CMAT utiliza el country porque le es más fácil conectar así. Sobreponerse a la frustración de ser una chica normal a la que le queda pequeña Irlanda, harta de estar sola, que desea salir, desmelenarse, emborracharse y, a ser posible, volver a casa habiendo pillado. Que no quiere ser una artista, pero, según afirmó sobre el escenario Tous, sí una pop star. Ahí sonaron “Nashville”, “Lonely”, “Peter Bogdanovich”, “No More Virgos” y –la última y mejor según ella– “I Wanna Be A Cowboy, Baby!”. Con textos repletos de ingenio y humor desacomplejado retratando la sociedad anglosajona actual. Un poco como Pulp en esencia, pero en clave de country femenino. David S. Mordoh

El ingenio y humor de CMAT. Foto: Marina Tomàs
El ingenio y humor de CMAT. Foto: Marina Tomàs

Courtney Barnett

Antes del chute de energía que nos esperaba por parte de la australiana, un rato antes, el multinstrumentista y compositor norteamericano Cautious Clay nos ha dejado boquiabiertos con su síntesis de la música negra. Nos había regalado tal energía positiva que Courtney Barnett y su repertorio nos dio la estocada final. La explanada del escenario Binance estaba llena. Quien piense que Barnett es una simple cantante de country yerra el pronóstico. La de Sídney nos regaló una hora de rock’n’roll, en un sentido amplio, cargado de emoción y pasión. De la melodía al ruido. De la síncopa a la distorsión. Cantaba como ella misma y al tiempo sonaba tanto a la mejor Chrissie Hynde como a la simpar Lucinda Williams; ora en el ritmo del verso, ora en la ira del texto. Buena parte del sector femenino cantaba a rabiar y bailaba sin freno. La sección rítmica –Bones Sloane, bajo, y Dave Mudie, batería– parecía que no conociera nada posterior a los 70. Solidez rítmica apabullante que daba todo el sentido a revisitar álbumes como el primero, “Sometimes I Sit And Think, And Sometimes I Just Sit” (2015), y acelerar en los tempos con el más reciente “Things Take Time, Take Time” (2021). Años ha, se dijo que Barnett era una cantautora apoyada por un trío de guitarra, bajo y batería que producía baladas y ráfagas de ruido. Esa apreciación ha quedado atrás. Con una furia contenida en la voz –pero desatada como la guitarrista versada que es, toca sin púa–, ella y su equipo funcionan como unidad: un cuarteto en el que la batería Stella Mozgawa (Warpaint), aquí en los teclados, lleva el peso de la marca sonora de la autora de “Pedestrian At Best”, “Depreston”, “Nameless, Faceless”, “Before You Gotta Go” o “Rae Street”. En definitiva, el éxito radiante de Barnett nos indica que cuando se dispone de buenas canciones y mejores músicos –los suyos lo son– pueden darse noches para el recuerdo como la vivida. Miquel Queralt

Una Courtney Barnett para el recuerdo. Foto: Val Palavecino
Una Courtney Barnett para el recuerdo. Foto: Val Palavecino

Chet Faker

Teniendo en cuenta su alias, no sorprende que haya algo de postizo en Nick Murphy, tanto en su talante –plagado de manierismos en exceso dramáticos o falsetes empalagosos– como en su espectáculo, con mucha base preprogramada y momentos casi karaoke. Sin embargo, si bien su fórmula parece engañosamente simple, su directo en solitario funcionó gracias a un equilibrado repaso a varias vertientes –desde baladas sensibleras como “Whatever Tomorrow” hasta grooves soul protagonizados por las teclas como “Get High”, pasando por momentos de pura electrónica bailable– y a un entregadísimo público que coreó la mayoría de los temas en el Tous. Xavier Gaillard

Chet Faker, el triunfo de lo postizo. Foto: Val Palavecino
Chet Faker, el triunfo de lo postizo. Foto: Val Palavecino

Dorian Electra

En un festival que presume de diversidad, Dorian Electra tuvo en sus primeras filas (escenario Ouigo) al público más diverso del ciclo. Con su gorra de capitán, el/la activista queer apareció, al igual que su troupe de bailarines, con un traje “rajado” a lo Chanel (Terrero), para festejar el espíritu no-binario, entonar algunos de sus himnos (“Flamboyant”, “Barbie Boy”) y colar su remix de “Replay” (Lady Gaga) en medio de una ensaladilla sonora en la que maridó hyperpop, gabba, PC Music, metal, pop saltarín, mucha distorsión y profusión de beats ruidosos y chirriantes. La diversidad era esto. Luis Lles

Dorian Electra: la diversidad, sí. Foto: Ismael Llopis
Dorian Electra: la diversidad, sí. Foto: Ismael Llopis

Erika de Casier

La MTV del cambio de milenio lo fue todo para Erika De Casier, educada sentimental y musicalmente por Aaliyah, Janet Jackson, Destiny’s Child y cualquier diva tocada por la mano del dios Timbaland. Impulsada por una voz medio susurrada y una banda de acompañamiento apelotonada sobre el escenario como si estuviese en el salón de su casa, la danesa cabalgó entre R&B alternativo, UK garage y breakbeat conjurando un baile a cámara lenta en el único escenario interior del festival en este segundo fin de semana, el NTS. Es una intimidad que le sienta de maravilla a su colección de himnos en miniatura en torno a la autosuficiencia para mujeres independientes. Sin dramas y con un rollazo que lo flipas. Álvaro García Montoliu

Erika de Casier: baile a cámara lenta. Foto: Ismael Llopis
Erika de Casier: baile a cámara lenta. Foto: Ismael Llopis

Giveon

Su potencia vocal de barítono y su amplitud de registro son innegables, pero el exceso de Auto-Tune y la sobreproducción no dejaron que la sensibilidad respirara del todo. Cuando iniciaba su carrera, Giveon Dezmann Evans sorprendía por la oscuridad de su voz y un carácter humilde. Vestido de Chanel (esta vez nos referimos a la marca), ahora su intro es de superestrella. Domina música y escena –“World We Created”, “Vanish” y “Heartbreak Anniversary”–, pero entre arreglos orquestales y filtros –unas pocas frases a capela– la emoción suena impostada. Empalague que no llega a conmover en el escenario Cupra. Susana Funes

Marta Knight

En la jornada del viernes ha sido grato observar público desde el principio, en especial en las actuaciones iniciales. El turno de tarde en el escenario Ouigo lo abrió la cantante y letrista catalana Marta Knight, que presentaba su primer álbum, “Strange Times Forever” (2022), recién editado, después de cinco años de trayectoria. Knight propuso una más que correcta sesión de dream pop interpretado exclusivamente en inglés que fue presenciada por cerca de un millar de personas. Más allá de influencias, la también guitarrista haría bien en diversificar temáticas, para evitar así una cierta linealidad. Jóvenes intérpretes participan de los mismos problemas y tanta semejanza va en perjuicio de los noveles. Además, si se soltara más en la tarima, su propuesta escénica ganaría enteros. Miquel Queralt

Marta Knight, tiempos extraños. Foto: Óscar García
Marta Knight, tiempos extraños. Foto: Óscar García

Mary Anne Hobbs

Si el día de antes Gilles Peterson arrancó su sesión con la versión de “Space Oddity” de Los Hermanos Calatrava (!), la veterana musa de BBC Radio inició su set en el Dice con la precisa aliteración de subgraves y notas ácidas de “Grammar”, de Floating Points. A partir de ahí, se sumergió en un océano de dub mutante à la Basic Channel, virutas ácidas de Plastikman, latigazos rítmicos de Daniel Avery y Kelly Lee Owens, acid tekno de Anna, buen house y latidos tribales. Todo sometido al imperio del bajo. De nuevo, ¡bass is maternal! Luis Lles

Remi Wolf

“My name is Remi fucking Wolf”, anuncia ella entre el jolgorio de la audiencia mientras se pasea –de hecho, es un ir y venir constante tipo hip hop– por el escenario. Abanderando la reivindicación de género a través de la fiesta, se mostró tan luchadora como cachonda defendiendo su gran primer álbum. El problema es que no bastaban estas canciones para llenar la hora pactada, así que recurrió a su desparpajo y a varios trucos para cumplir. Mucha interacción con el público para hacer correr las agujas del reloj, llegando incluso a tocar la batería o –decisión más acertada– a ejecutar un par de versiones, como “Electric Feel” (MGMT) y la clásica “Crazy” (Gnarls Barkley). El público se lo pasó en grande en el Binance bailando y coreando piezas como “Grumpy Old Man”, “Sexy Villain”, “Disco Man” y “Photo ID”. David S. Mordoh

Remi Wolf, sobrada de desparpajo. Foto: Marina Tomàs
Remi Wolf, sobrada de desparpajo. Foto: Marina Tomàs

Run The Jewels

El show comenzó en el Estrella Damm con “We Are The World”. Sonaron unos pocos compases hasta que la descarga de “Close Your Eyes (And Count To Fuck)” quebró el mundo de fantasía con la brutal realidad. Más compenetrados y contundentes que en su anterior paso por Primavera Sound, Killer Mike y El-P dispararon su arsenal de diatribas contra el racismo, la brutalidad policial y las estructuras de poder, centrándose especialmente en su incendiario “RTJ4” (2020), lanzado poco después del asesinato de George Floyd. Los ritmos old school han dado paso a atmósferas más complejas e incluso a guiños trip hop. Susana Funes

Run The Jewels, el dúo maravilla. Foto: Sergio Albert
Run The Jewels, el dúo maravilla. Foto: Sergio Albert

Special Interest

Cuando Alli Logout, ataviada con una chocante prenda roja y ostentando una faz desquiciada, irrumpió cual exhalación en el escenario Plenitude, quedó claro que el cuarteto de Nueva Orleans venía a machacar cerebros. Lo que en disco es solo una notable sesión de synthpunk ruidoso post-Suicide radicada en distintos tipos de maquinaria (desde droneantes disonancias no wave hasta pura perforación industrial) en directo devino un palizón sónico gracias a la actuación torrencial –y realmente peligrosa– de la cantante: rugiendo, comiéndose el micrófono, bamboleando el pie o contorsionándose con él, lanzando mini briks de leche, gateando felinamente o arrastrándose cual gusano por el suelo. Una experiencia sensorial y salvaje, donde el raciocinio es obliterado. Xavier Gaillard

Special Interest: torrencial. Foto: Ismael Llopis
Special Interest: torrencial. Foto: Ismael Llopis

Stella Donnelly

Escenario y slot perfectos. El recogimiento del Plenitude y el sol marchándose. No contaba Donnelly con compartir hora con Courtney Barnett. La genialidad era combinar un par de temas por artista, pero no pasó, no llegó el aviso. Eso le restó público, pero aun así ella se mantuvo comunicativa y decidida, con un sonido grande, de pianos enfrentados y ensoñación justa. Su foto infantil de fondo fue solo la punta del iceberg de la ternura: los tramos en que se colgó la guitarra, estremecedores. Hacían que la voz avanzara más. Lo demostró de nuevo en su imprescindible “Boys Will Be Boys”. Acabó con versión de “Love Is In The Air” y sumando motivos para esperar su álbum “Flood”, que publicará a finales de agosto. Yeray S. Iborra

Stella Donnelly: love is in the air. Foto: Òscar Giralt
Stella Donnelly: love is in the air. Foto: Òscar Giralt

The Jesus And Mary Chain

No recuperaron íntegro su álbum “Darklands” (1987), como prometía su tour homónimo, pero sí lo capturaron en espíritu y en lo que significó ese paso de la furiosa distorsión al muro de sonido de guitarras centelleantes, de oscura melancolía y ancla melódica. Bajo ese prisma repasaron –escenario Binance– temas de distintos álbumes. Sonaron himnos como “Just Like Honey”, pero canciones de mayor peso como “Crackin Up” o “Halfway to Crazy”, los gérmenes shoegazing e incluso grunge, la elegante distorsión y hasta el cierre en psicodelia resultaron más contundentes. Susana Funes

The Jesus And Mary Chain, contundentes. Foto: Óscar García
The Jesus And Mary Chain, contundentes. Foto: Óscar García

The Smile

Como costilla de Radiohead, Atoms For Peace no aguanta una comparación con The Smile. En los primeros no participaba Jonny Greenwood. Su concepción del ritmo con el bajo, vista en directo apoyado en la percusión de Tom Skinner y los efectos de guitarra de Thom Yorke, proyecta un funk tan matemático como atribulado a través de piezas más bien cortas que se asimilan al instante. Abren con “The Same”, como en su álbum, trepando insidiosa antes de introducirnos en ese universo de tensión implacable. A la altura de “You Don’t Know What Tomorrow Brings” –que llega tras una canción nueva, “Colours Fly”–, ya han hipnotizado al público –sin hacer uso de las pantallas laterales– con el engrase de su máquina. Viéndolos (en el Cupra) se entiende mucho mejor la necesidad de ambos de desvincular a Radiohead de estas canciones. David S. Mordoh

The Smile: Thom Yorke sonríe. Foto: Óscar García
The Smile: Thom Yorke sonríe. Foto: Óscar García

TOPS

El quinteto de Montreal se encontró con un par de miles de personas esperando y el aforo del Ouigo fue aumentando con la llegada de la audiencia internacional, que no cesó de cantar lo que proponía la vocalista Jane Penny. TOPS presentó sus trabajos más recientes –el EP “Empty Seats” (2022) y el álbum “I Feel Alive” (2020), el cuarto de su trayectoria– sumando otros hits anteriores. Con diez años de carretera a sus espaldas, la frontwoman –que canta en inglés– comparte liderato con el guitarrista y compositor David Carriere. Ambos saben articular una sonoridad propia y compacta que tiende puentes entre el indie pop y el soft rock de antaño. El mérito está en que las canciones son pegadizas, pero no insustanciales. Además, las piezas de amor suelen acabar en las lindes de la fatalidad. La teclista Marta Cikojevic aporta unas tonalidades al repertorio que asienta a TOPS en la interesante dualidad de ser una referencia retro –de los 80– y, a la vez, actual. Miquel Queralt

TOPS: retroactuales. Foto: Val Palavecino
TOPS: retroactuales. Foto: Val Palavecino

Vladislav Delay

La eminencia de la vanguardia electrónica europea Vladislav Delay suspendió su exilio voluntario en la isla del Ártico para comparecer en la guarida del NTS a pecho descubierto y, sorpresa, sin su mujer y estrecha colaboradora, la artista visual AGF. Pero no necesitó muchos artificios (unos estrobos cegadores que acentuaban su porte de chamán en trance) para conjurar toda la violencia de la naturaleza extrema que sugiere la tundra que ve a través de la ventana de su casa. Y lo hizo con sus nuevas armas de referencia: ruido blanco, drones y bajos lacerantes. Los suyos son paisajes sonoros inhóspitos, banda sonora para este futuro incierto, pero entre la neblina se vislumbra el rayo de esperanza de esa belleza que ha atravesado toda su discografía, ya sea haciendo dub techno o, como aquí, power electronics. Álvaro García Montoliu

Vladislav Delay: ruido ártico. Foto: Ismael Llopis
Vladislav Delay: ruido ártico. Foto: Ismael Llopis

Wata Igarashi

No es la cantidad de asistentes, es el relato que quieras darle. A medianoche en el Dice, el escenario opuesto a la zona de cabezas de cartel, había poca gente pero ambiente de cierre de festival. Wata Igarashi opositó a capitanear tal enmienda en años venideros después de semejante recital techno. Dio comienzo con bombos gordos y mucha carga mental gracias a unos teclados retorcidos y graves. Un sonido impertinente, poco manejable. Era un warm up a la holandesa: chicharra primero y, ya luego, experimentos. A los veinte minutos era otra sesión: concesiones espaciales, evolución jugando a lo progresivo, algún toque house y así hasta acabar esponjando los efectos. De la paliza al “pasen, pasen”. Yeray S. Iborra

Wata Igarashi: flexible. Foto: Val Palavecino
Wata Igarashi: flexible. Foto: Val Palavecino
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