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Yeah Yeah Yeahs: colorido en la noche. Foto: Marina Tomàs
Yeah Yeah Yeahs: colorido en la noche. Foto: Marina Tomàs

Festival

Primavera Sound (11 de junio /1): hechizo lunar

Este Primavera Sound mastodóntico que ha desplegado música de primer nivel –y una cantidad de público difícilmente manejable; medio millón de personas: 220.000 el primer fin de semana, 40.000 en Primavera a la Ciutat y 240.000 el segundo fin de semana– por todos los rincones de Barcelona terminó anoche con sensación de triunfo a medias. La propuesta artística continúa apabullando, pero la asistencia de público es voraz y parece no tener fin.

12. 06. 2022

Primavera Sound concluye con sensaciones agridulces. Por un lado, ha sido una edición épica que confirma algo que parecía impensable: el ensanchamiento del festival. También nos ha hecho recuperar sensaciones a marchas forzadas, volver a un tiempo que creíamos perdido y borrar la pandemia a base de contacto. Por otro, se ha bordeado siempre la delgada línea en que la avaricia termina por romper el saco. Y, entre todo ello, queda una ligera impresión de desequilibrio entre los dos fines de semana. Es muy posible que el no disponer del Auditori Rockdelux para esta segunda manga haya obligado a ciertos reajustes en la programación de los escenarios exteriores, lo cual ha producido algunas de las coincidencias horarias más concurridas que se recuerdan. También hubo conflicto con las prerreservas del Brunch In The Beach o masificaciones en la entrada al escenario Bits para ver la pinchada de Grimes… El caso es que ya ha terminado y hay que respirar profundo para darse cuenta de que uno ha superado semejante maratón.

Y terminó en la playa, en el mismo lugar donde empezó, mientras el mítico Goldie le daba los buenos días al domingo a base de breakbeat, nostalgia noventera y ramalazos de jungle y drum’n’bass; una pizca de étnico, melodías mesiánicas, guitarrazos y rarezas de punk o dub. Hasta remezclas de Thom Yorke para uno de los cierres más bizarros que recuerda la historia del Primavera Sound. Porque allí, en el Primavera Bits (escenario Dice), se ha confirmado la existencia de otro espacio diferente, con un ecosistema propio y casi independiente del propio festival. Admite un público quizá mucho más ecléctico y, sobre todo, está abierto a la pasión y la juventud, esa vitalidad de los primeros festivales, los primeros grandes viajes, las primeras fiestas memorables. Hay más inocencia, con lo bueno y lo malo que implica.

Mura Masa, protagonista en la sombra. Foto: Marina Tomàs
Mura Masa, protagonista en la sombra. Foto: Marina Tomàs

En el escenario Tous también se han vivido grandes conciertos, como el de Mura Masa, que llegó allí con soltura de maestro y su bass music, diluida entre el electro y el club. Lo hizo parapetado à la Jamie xx, tras una mesa desde la que sirve beats, breaks de batería y guitarras. También canta, pero para presentar la mayoría de sus temas más reconocidos –como “Love$ick” o el agresivo rap de “Deal Wiv It”– se apoya en voces ajenas. En este concierto, en el que presentó canciones nuevas, la guinda la puso la celestial Erika de Casier con su interpretación de “e-motions”.

El R&B-rap de Paranoid 1966. Foto: Ismael Llopis
El R&B-rap de Paranoid 1966. Foto: Ismael Llopis
En el Primavera Bits los outfits urbanos de fantasía de los que están ahí, da igual a qué hora, por Paranoid 1966 o por La Zowi montan explosiones de colores con los degradados pijippies y los brilli-brillis playeros importados de Coachella por los guiris que han decidido convertir el Primavera Sound en su botellódromo vacacional. De noche ya no hay distinciones y todo se confunde. Estas dos artistas nacionales abrieron el Tous ante una pequeña pero entregada crowd de fans locales, cada una con sus peculiaridades y en una hora que prefirieron disfrutar por lo chocante de la descontextualización. En el caso de Paranoid 1966, disfrutamos de una mezcla milimetrada de R&B y hip hop en la que destaca un banger para el directo como “Niñxs malxs”, frente al perreo infernal, lúbrico y empoderado de La Zowi.

Sad Night Dynamite: pop urbano mutante. Foto: Val Palavecino
Sad Night Dynamite: pop urbano mutante. Foto: Val Palavecino

Después, en el mismo escenario y con algo de retraso –un poco caótico el baile de horarios en este segundo fin de semana– subieron los británicos Sad Night Dynamite. Una grata sorpresa para el pop urbano de las islas, porque en su estilo caben coletazos de trap, bases gordas y con bajos profundos y a veces hasta psicodélicos y una enorme influencia del UK garage. Además, han sabido retener algo de ese espíritu festivo y globalizado, con influencias innegociables de la música africana, que caracteriza a Gorillaz. Pero el hip hop ya no es el que era: el boom-bap ha sido totalmente desplazado por los ritmos trap y las bases narcóticas del R&B electrónico y ahora los derroteros se acercan más al grime o al afrobeat. Es esa ola la que surfean los británicos en temas que crecen aún más con el dinamismo del directo: brutales “Icy Violence” y “Krunk”.

Yeah Yeah Yeahs: la extravagancia de marca de Karen O. Foto: Marina Tomàs
Yeah Yeah Yeahs: la extravagancia de marca de Karen O. Foto: Marina Tomàs
Pero una mujer lo eclipsó todo en la última jornada del Primavera Sound: Karen O, que al frente de los Yeah Yeah Yeahs –y con un outfit de fantasía transformable que pasaba de lo espacial a lo provocativamente glam y que incluía el guante de Julian Casablancas– dio uno de los mejores conciertos del festival en el Pull&Bear. Un regreso épico –ella misma estaba visiblemente nerviosa y emocionada– para ratificar que la banda neoyorquina no ha perdido la forma. Abrieron con “Spitting Off The Edge Of The World”, su recién estrenado sencillo. Y “Burning”, no publicada aún y perteneciente a su próximo trabajo, se confirmó como uno de los grandes momentos de la noche. A pesar de una deslucida “Gold Lion”, supieron conjurar a la luna de Barcelona y rematar con la introspección de “Maps” y el subidón de “Heads Will Roll”.

Egor Shkutko al frente de Molchat Doma: más post-punk ya conocido. Foto: Òscar Giralt
Egor Shkutko al frente de Molchat Doma: más post-punk ya conocido. Foto: Òscar Giralt

Los que no estuvieron tan a la altura de la situación fueron los bielorrusos Molchat Doma. A pesar de la intensidad de sus canciones y de lo opresivo e hipnótico de sus melodías, quizá no consiguieron transmitir toda su pegada en el Plenitude. Su synthpop oscuro y envolvente en directo no resulta tan orgánico como se esperaría. Y faltó algo de intensidad en lo que sí fue una demostración de que, de algún modo, suponen la transición natural que podrían haber hecho Joy Division en New Order si el destino no les hubiera obligado a mutar. ∎

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