Parece que fue ayer cuando bailábamos “L.E.S Artistes”, pero ya hace casi década y media de la rápida consagración de Santi White, alias Santigold, con aquel himno new wave capaz seguramente de poner nerviosos a Yeah Yeah Yeahs, con quienes acabó colaborando. “Rápida” hasta cierto punto: ella llevaba haciendo canciones desde principios de milenio como parte del grupo punk Stiffed y también por encargo: el álbum “How I Do” (2001), de Res; canciones como “Littlest Things”, de Lily Allen. Pero fue con el repertorio de “Santogold” (Downtown-Lizard King, 2008) como se convirtió, durante unos años, en favorita de Björk (quien se la llevó de gira), Jay-Z (quien la invitó a “Brooklyn So Hard”), blogs de mp3, campañas de bambas y noches indie disco. Su estrella habría brillado hasta lo cegador en lo sucesivo –“Master Of My Make-Believe” (Downtown-Atlantic, 2012) y “99¢” (Downtown-Atlantic, 2016) tenían los hits– de no ser por el techo que, según White, imponen industria y sociedad en general a las creadoras negras sin interés por limitarse al hip hop y el R&B o explotar su sexualidad.
Tras la mixtape por sorpresa “I Don’t Want. The Gold Fire Sessions” (Downtown, 2018), esta artista omnívora renace desligada de un entorno multinacional que nunca la apoyó como ella esperaba y merecía. “Spirituals” (Little Jerk-Popstock!, 2022), intento de emerger de las fauces de la pandemia y un mundo en llamas, aparece en un sello propio de nombre divertidamente autoflagelatorio. White no ha perdido su sentido del humor ni su interés por la comedia, como nos demuestra en una entrevista en la que también hablamos de la música como arma política, como mal camino para ganarse la vida o como… colección de tés.
Querría empezar hablando de tu experiencia con la pandemia y el confinamiento, porque creo que este álbum es, en parte, una respuesta a ese período. Al parecer eras incapaz de… hacer arte.
La incertidumbre lo hacía todo demasiado difícil. Tratar de seguir como si nada en mitad de esto, siendo madre de dos mellizos de dos años recién cumplidos y un hijo de seis… Era terrorífico. Debía protegerlos de fuerzas desconocidas, ¿sabes? Y nadie podía ayudarme con ello. Estaba todo el día limpiando, cocinando y cambiando pañales. Reducida a una pequeña parte de quien soy. Eso por no hablar de que, mientras tanto, estaban asesinando a gente negra y había movilizaciones en las calles. Estaba sintiendo muchas cosas y no era capaz de procesar nada. Hasta que finalmente pude escapar a la trastienda de mi casa de vez en cuando, durante un par de horas, y empezar a componer estas canciones. A través de la música pude tejer una cuerda salvavidas.
Cuando leí el título del álbum, creí que ibas a pasarte al blues o el góspel. Pero de los espirituales te quedas, sobre todo, con el concepto y su utilidad, ¿verdad?
Exactamente. No tiene nada que ver con el sonido de las canciones. Tiene más que ver con cómo uso la música. Para mí era una manera de trascender mi entorno y experimentar la libertad y el gozo y la luz que ansiaba. Los espirituales negros tradicionales eran canciones que cantaban los esclavos para experimentar la libertad y la alegría en un momento que no era libre ni alegre.
¿Qué estabas escuchando que quizá pudieras reconocer como influencia?
Lo único que podía escuchar era música que me subiera los ánimos. Crecí escuchando mucho a Bob Marley. ¿Y no te pasa que has oído tanto a ciertos artistas de niño que ya no necesitas oírlos nunca más? (risas). Pues eso me pasaba con Marley. Pero durante el confinamiento volví a él. Lo suyo es música verdadera, intemporal, profundamente humana. Es atemporal y seguirá ahí para siempre, a menos que la humanidad le escuche de una vez y haga las cosas bien.
No sé si escuchaste y te gustaron los álbumes que el colectivo SAULT lanzó entre 2020 y 2021: “Untitled (Rise)”, “Untitled (Black Is)”, “NINE”… Por sus marcos genéricos e inquietudes, creo que son primos hermanos de “Spirituals”.
En realidad no los he oído mucho. Hacen soul, ¿verdad? Un amigo me los recomendó. No estoy familiarizada con lo que hacen, pero tomo nota.
Quizá empieza por “Untitled (Black Is)”, que como “Spirituals” es en parte una respuesta al asesinato de George Floyd. ¿Por qué no hay todavía más discos que lo sean?
Porque, sencillamente, la mercantilización ha arruinado la música. Se supone que el arte debería guiar nuestro mundo. Pero estamos en un tiempo bastante terrorífico en que no se valoran el arte, ni el talento, ni la verdad. La música que te hacen tragar, que escuchas todo el tiempo, es la música que los sellos y la radio apoyan para hacer dinero fácilmente. Cuando los artistas se dan cuenta de cómo funcionan las cosas, sus mentes brillantes empiezan a apagarse poco a poco.
Tú trataste de hacer canciones que pudieran sonar en la radio y que fueran, a la vez, creativas. Pero tampoco sonaron tanto como debieron. ¿Qué sucedió ahí?
Simplemente no hacían nada con las cosas que les daba, así que nunca podían recuperar el dinero que gastaban, aunque apenas gastaran dinero. Estar en una major es la peor situación imaginable. No soy dueña de mis masters; no se me permite fabricar vinilos de mi propia obra. Prince lo sabía: es como ser un esclavo. En ninguna otra industria trabajas tanto y gastas tanto dinero para acabar, básicamente, regalando el resultado. Los artistas apenas ven dinero por el streaming.
¿Por eso “Spirituals” es, además, un disco, una gama de productos de cuidado de la piel y una colección de tés? ¿La música nunca es suficiente?
Tienes que hacer un millón de otras cosas. Pero en realidad esos productos y esos tés tampoco me van a salvar la vida. Bueno, ¿quién sabe? (risas). Igual acaban siendo mi salvación. En realidad, creía que sería interesante buscar una experiencia multisensorial… Es como una labor de amor, un intento de buscar nuevas formas de crear. La música funciona a muchos niveles diferentes. Tienes las letras, pero después la melodía puede llevarte a muchos sitios diferentes, e incluso el ritmo puede cambiar cómo trabaja tu cerebro. Es una experiencia polifacética. Pues imagina que lo puedes llevar un poco más allá y conseguir que las canciones se experimenten usando aún más sentidos.
No sé si has hecho algún té basado en “Ain’t Ready”, que tiene un aire casi de score de artes marciales. Debe ser un té bastante fuerte.
(Risa sonora). Esa canción fue catártica para mí. Recuerdo llorar mientras la hacía. Es sobre ser golpeado y levantarte otra vez. Creo que podría servirte mi té “Brand New Tea”, que te hace sentir como nuevo (ríe). Tiene propiedades curativas, antiestrés y antioxidantes.
En alguna entrevista reciente has hablado de cómo, al principio de tu carrera, los sellos no acababan de entenderte y creían que, como mujer negra, solo podías hacer R&B y hip hop. Al final demostraste que era posible. Ahora podemos ver a alguien como FKA twigs publicando una mixtape en la que, básicamente, hace de todo. ¿Sientes que has abierto camino en este sentido?
Realmente me veo a mí misma como pionera en ese sentido, pero también pienso que todavía queda mucho camino por recorrer. Has mencionado a FKA twigs como ejemplo. FKA twigs, te lo aseguro, no es tan conocida como le gustaría ser. Está tocando el mismo techo que todas nosotras cuando intentamos ir más allá. No lo hemos logrado. Hay un límite muy real de hasta dónde podemos llegar haciendo esto ahora mismo. ¿Cuántas mujeres negras ves en la cima que no estén totalmente hipersexualizadas y se pasen el día hablando sobre lo grandes que son sus culos? Está bien si es tu elección, pero no debería ser la única opción. Eso significa que no hemos llegado donde necesitamos llegar. Todo esto tiene que ver con el hecho de ser invisible. Con que la gente dice: “Ah, eres mujer y negra, pues tú vas en esta caja”.
De eso habla su nuevo tema “Nothing”, sobre la invisibilidad y qué se siente en ese estado.
Es sobre ser invisible, algo con lo que se identificarán mujeres negras, o mujeres, o gente que no encaje en la cultura por su identidad de género o lo que sea. Es sobre vivir bajo ese velo de invisibilidad y el daño que eso te hace; cómo te cambia.
Sea como sea, muchos grandes te han “visto”. ¿Te sorprendió que tus primeros temas recibieran la atención de gente como Björk o Jay-Z?
Siempre te emociona que alguien a quien admiras desde niña, de repente, reconozca lo que estás haciendo. Te da orgullo y sientes que has hecho algo bien. Pero, a la vez, todo pasaba tan rápido que era difícil estar presente en el momento. Estuve de gira dos años seguidos. Trataba de absorberlo todo pero, a la vez, no llegaba a disfrutar.
El amor continúa: Beyoncé te ha mencionado entre nombres como Rosetta Tharpe, Bessie Smith o Nina Simone en el “The Queens Remix” de “Break My Soul”.
Me sorprendió mucho. Y me sentí honrada. También me hizo feliz que Beyoncé usara su plataforma para reconocer a algunas de las mujeres negras que han influido en la historia de la música y de las que mucha gente nunca ha oído hablar. La gente está en plan: “¿Quién es Rosetta Tharpe?”, “¿Quién es Bessie Smith?”. Desde luego, la gente no sabe quién soy. Me gusta que Beyoncé use así su plataforma, sobre todo porque en la “Vogue” original solo se mencionaba a estrellas blancas de Hollywood.
Hablando de Hollywood: adoras la comedia y llegaste a salir en un episodio de “The Office”, el penúltimo, como jurado de un concurso tipo “American Idol”. ¿Para cuándo más trabajo tuyo en esta línea?
Me encanta la comedia. Y de hecho estoy escribiendo una película ahora mismo, una comedia. Richard Pryor es mi mayor inspiración en este sentido. ¡Era tan honesto! Supongo que no debería contar esto, pero voy a sacar un pódcast y en un capítulo con cierto cómico, cuyo nombre aún no puedo decir, salió el tema de la cultura de la cancelación. Hablábamos sobre cómo al hacer improvisación has de ir a una parte esencial de ti mismo donde no existen censuras y donde está el material más oscuro, el que puede dar pie a cosas más brillantes. Da miedo vivir en un mundo donde toda la gente está pendiente de cada palabra que dices y esperando a que digas lo equivocado. Me apena porque la comedia también mueve la cultura hacia delante. Dice las cosas que nadie se atreve a decir. ∎