Expuesto a la irradiación del éxito. Foto: Óscar García
Expuesto a la irradiación del éxito. Foto: Óscar García

Concierto

Sen Senra y el éxito que marca la aceptación

La cueva se le queda pequeña. Ya no caben allí las miles de personas que lo acompañan en su recorrido. Pero el gallego es más que un mesías emocional. Es una supernova a punto de hacer bum. Y ese estallido está permeando su directo, tal y como comprobamos en el concierto que ofreció en Barcelona el pasado sábado, 5 de marzo.

¿Qué hace un tipo como tú en un escenario como este? De blanco nieve, fría estética de industry plant años dos mil, en un escenario basto y desnudo. Con los músicos arrinconados. Y una pantalla que despeina con cada destello miles de cejas que se agolpan en las primeras filas. Fondos de rock band. Con más glitch.

No parece el escenario ideal para un pop de espalda apoyada en la pared, cabeza recostada en las rodillas y manos por detrás de la nuca. Un pop escrito a lágrima viva.

No lo sería si Sen Senra no fuese un dictador. Si, autarca, no se hubiese inventado la norma.

Gracias al gallego, la propuesta de Casero teloneando no desentona en un Sant Jordi Club que roza el lleno una hora antes del pistoletazo del cabeza de cartel. La madrileña, también con varios tiros pegados, ha encontrado su lugar en el no-adorno, en el intimismo lo-fi.

Christian Senra ha abierto una veda. ¿Dónde está el límite de una habitación? ¿Es lo emocional y cortante un espacio reservado para el tú a tú? ¿Puede uno susurrarle a 4000 personas a la vez? Visto lo visto, sí. A pie de pista, los ojos se entornan como recordando el golpecito en la espalda que supusieron los temas cuando los necesitaron. Pasa con “86.400”, “Un puñao de sensaciones” o la ensoñadora “De ti”, su lanzamiento más reciente. En este caso con Julieta Venegas grabada.

Llamar a un artista “generacional” es lo mismo que apuntar una crisis como oportunidad.

Una chorrada. Pero algo de eso hay.

Superando toda expectativa. Foto: Óscar García
Superando toda expectativa. Foto: Óscar García

No todas las canciones entrañan melodías accesibles. O ni siquiera tienen. Tampoco las letras lucen igual de inspiradas. Las hay que acompañan en la oficina, pero que no aguantan una mirada por la ventana en un día lluvioso. “Hagan 40º”.

¿Lo sonoro? Llevar cuatro músicos sobre la tarima a los que ni siquiera presenta ayuda. La cosa ha crecido mucho con respecto a la propuesta de festival del pasado verano, donde todo era más parco. No había tanta variedad: comodidad en las cortinas ochenteras, el R&B y el garage rock. No había el carisma que aporta el ataque seco de esta batería. Ni una producción de bajos gordos y resonantes como la que ahora gasta. Pero el efectismo sobrevuela por momentos: free jazz –a lo banda sonora original de “Cowboy Bebop” (1998-1999)– tras el bis o una guitarra que el cantante se cuelga para poco más que remarcar su iconicidad como frontman.

El falsete eterno funciona. Sen Senra puede elegir cuándo canta y cuándo no. Puede hacer algún malabar, como en la boniveriana “Tienes reservado el cielo”, a capela –es decir, a vocoder– y con un foco muy teatral sobre él. No es de parvos conseguir esa ecualización, tan distinguida pese a lo sintético. Con matices. Pero sostener el concierto sobre esos agudos de vértigo durante dos horas… Hay que amarlo.

No nos engañemos: Sen Senra no tiene 23 canciones infalibles, la lista final que marca el bolo. Pero sí alberga una tranquilidad pasmosa –más después de su multitudinario pesca-almas en el WiZink Center de Madrid el pasado 13 de enero– y una extraña e irradiadora timidez y contención. Pese a lo que desató el pasado sábado, sus brazos rara vez se elevaron más allá de los hombros. Solo al final botó. Poco.

Desde las alturas, dominando. Foto: Óscar García
Desde las alturas, dominando. Foto: Óscar García

Lo más fácil sería quedarse en el mesianismo sentimental adquirido; prácticamente ni se dirigió al público, no le hizo falta. Pero no. Sen Senra está haciendo crecer su propuesta, americanizándola. Si eso quiere decir ampliar la producción y hacer crecer las capas para que lo suyo sea una propuesta de estadio –lo que él entiende al menos por estadio– creíble e impactante. Hacerlo tocho, sin necesidad de recordar a Frank Ocean –tan citado por la prensa durante su trayectoria– para ser una rara avis de la escena nacional (y escalando).

Y eso pasa porque Senra ha aceptado las muchas cosas que es. “Sensaciones” (2019), desgranado en el primer tramo del directo, claro, pero también algo más grande y ambiguo: terapeuta de muchos y estrella pop. Una foto fachera en Instagram con un emoticono cozy. De eso va todo: “La cura” o “Nada y nadie” son el guion a seguir porque “a ti no se compara nah de nadie” le habla, ¡a uno mismo!

El leitmotiv del concierto, muy narrativo gracias a imágenes de carreteras y largos caminos y voces en off, es la autoaceptación. Hace solo siete años que el artista pontevedrés debutaba con el sesentero “Permanent Vacation” (2015) y ahora cierra un concierto en ángulo nadir. Síntoma de un aquí estoy yo que ha superado toda expectativa.

Ama la imperfección, no te compares. Cuida de la gente buena. Valora tus ideas y protégelas. Dale al coco, que seguramente se te ocurran cosas increíbles”.

No va en broma.

Esa es la receta que está haciendo trascender a Sen Senra, que ya no es estrella en su cama. Es una supernova, como la que proyectaba al inicio del concierto, estallando en una propuesta de la que no teníamos referente. Una carrera que acepta convencionalismos y los pervierte: única forma artística de mantenerse dentro y al margen. A la vez. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados