Siouxsie es la mujer que siempre estuvo allí. Primero, cosificada y acosada por Bill Grundy en la infame entrevista a los Sex Pistols en la BBC en diciembre de 1976, la que elevó al punk a otra escala mediática y lo llevó a trascender en la cultura popular. Tan relevante como el famoso titular del ‘Daily Mirror’, “The Filth And The Fury”, es el de “Siouxsie’s a punk shocker” con que el mismo periódico la sacó en portada poco después. En aquella emisión televisiva, la cantante y su amigo Steve Severin aparecían como miembros del denominado Contingente de Bromley, un grupo de fans de los Pistols que los acompañaba a todas partes. Pero lo que pudo haber sido una nota amarillista a pie de página en realidad fue mucho más que eso. Nadie podía aventurar por aquel entonces que Siouxsie y Severin estaban dando forma al mejor grupo surgido de entre la explosión del punk londinense.
Siouxsie nació con el nombre de Susan Janet Ballion el 27 de mayo de 1957, hija de un científico y una secretaria que se habían conocido en el Congo Belga y se habían desplazado a Inglaterra. Creció en un barrio suburbano de Chislehurst, en Bromley, al sudeste de Londres. Su padre era muy cultivado artísticamente y, al tiempo, un alcohólico. Su infancia suburbial fue para ella un aburrido infierno avivado por sucesos como la agresión sexual de que fue víctima a los nueve años, más traumatizante al comprobar cómo familia y vecinos, aun sabiéndolo, decidieron mirar para otro lado. El aislamiento y el odio hacia la clase media que la rodeaba influyeron, sin duda, en todo lo que iba a hacer artísticamente.
Me gusta jugar con el parecido de su nombre real y el del escritor James Graham Ballard, cuya obra inspiró, sin duda, el clima general de las canciones de The Banshees. En realidad, todo aquel ambiente suburbial se ha filtrado a lo largo de su trayectoria y en su visión del ser humano: oscura, retorcida, con frecuentes miradas hacia el abuso, la opresión, la enfermedad mental o la ansiedad social. Incluso en su frecuente recurso de referenciar acontecimientos históricos, libros, películas, biografías u obras de arte parecía reflejar su propia vida. Sin duda, sus siempre excelsas interpretaciones vocales –ejercidas con un prisma genuinamente moderno, desde la dominación y la distancia, como también escribió Jon Savage– ayudaron a reforzar la honestidad de lo que cantaba y a sentir más empatía al verse desprovistas de efectismos sentimentalistas.
Nunca ha quedado muy claro en qué momento el punk mutó en post-punk. Se suele consensuar que eso ocurrió en mayo de 1978, cuando John Lydon formó PiL tras disolver a Sex Pistols, pero me sumo a quien data el inicio en octubre de 1977, cuando Siouxsie y Severin, junto al guitarrista John McKay y el batería Kenny Morris, aparecieron en “So It Goes”, el programa de Tony Wilson en Granada TV, interpretando en directo en Mánchester su tema “Metal Postcard”: una revolución de guitarras chirriantes, ritmos fríos, marciales y maquinales, silencios que agredían igual que el ruido y, en suma, una nueva geometría del rock.
Los dos años transcurridos entre el concierto del 100 Club y la publicación de su primer single oficial, “Hong Kong Garden” –18 de agosto de 1978–, se antojan una eternidad teniendo en cuenta la velocidad a la que iban las cosas en aquella era. Tanto, que coetáneos como Joy Division, The Cure y U2 reconocen una decisiva influencia de Siouxsie And The Banshees en el estilo que iban a adoptar. El influjo también fue confesado por Depeche Mode y The Smiths y por artistas que marcarían todas las décadas posteriores. La misma PJ Harvey llegó a declarar que es difícil superar a Siouxsie en su forma de interpretar en vivo. Sonic Youth, Björk, Radiohead, My Bloody Valentine, Massive Attack, Tricky, LCD Soundsystem, Yeah Yeah Yeahs, Savages... Más fácil, en realidad, que seguir enumerando a quién han influido en la historia del rock alternativo sería constatar a quién no.
Es importante recalcar que tan fuerte influjo no ha provenido solo de Siouxsie, Severin, McKay y Morris, la formación que grabó los álbumes “The Scream” (Polydor, 1978) y “Join Hands” (Polydor, 1979). Con el cambio de década, llegó una nueva versión de The Banshees, con la decisiva incorporación a la batería de Budgie (que venía de The Slits) y la guitarra de John McGeoch (que había tocado con Magazine y Visage). Esa es la banda que graba “Kaleidoscope” (Polydor, 1980), “Juju” (Polydor, 1981) y “A Kiss In The Dreamhouse” (Polydor, 1982), una trilogía que los confirma como modelos en la transición del post-punk al rock gótico. Esto último sucedió, sobre todo, gracias a la temática y el sonido plasmado en “Juju”, pero también, y no menos importante, por las aportaciones estéticas de una Siouxsie que marcó el canon de cómo tenían que ser todas las chicas siniestras. Con cinco álbumes en cinco años, la carrera de la banda ya estaba más que amortizada y, como celebración, en 1983 publican su primer directo, “Nocturne”, grabado ni más ni menos que en el Royal Albert Hall... y con Robert Smith (The Cure) a la guitarra.
En la historia de Siouxsie And The Banshees, el Rock-Ola madrileño tiene una gran importancia, ya que allí, el 29 y 30 de octubre de 1982, se produjeron los últimos conciertos de McGeoch con la banda. El guitarrista, que estuvo desastroso y mostraba una dependencia del alcohol cada vez menos asumible, fue expulsado en Madrid. De urgencia lo sustituyó Smith, quien ya había tocado brevemente con la banda en la gira de 1979 tras la marcha de McKay, y con él se consolidó la cuarta –o quinta- versión de los Banshees, plasmada en las canciones de “Hyæna” (Polydor, 1984). La idea de este como un dream team, los Cuatro Fantásticos del post-punk, adquiría aquí su cima, pero esta alineación de ensueño no podía durar demasiado. El cuerpo y la mente de Smith no le permitieron simultanear dos formaciones de tanto peso y nivel en aquella época como The Cure y The Banshees. El EP “The Thorn”, también de 1984, supondría la entrada a la guitarra de John Valentine Carruthers. Es la época de afianzamiento y cobro de réditos de los londinenses como iconos del rock gótico, algo que se apuntalaría en su último gran álbum, “Tinderbox” (Polydor, 1986).
Con el anecdótico pero comercialmente exitoso disco de versiones “Thru The Looking Glass” (Polydor, 1987) y con “Peepshow” (Polydor, 1988), la banda fue más asimilada en el mercado norteamericano y se encaminaba de nuevo hacia un pop psicodélico de gran pantalla y un olfato comercial diferente. “Superstition” (Polydor, 1991) fue un trabajo irregular, pero los llevó a participar en la gira Lollapalooza y les otorgó un nuevo estatus en Estados Unidos justo cuando Nirvana iba a cambiar las reglas del juego alternativo. La invitación de Tim Burton –obviamente, megafan de ella– para que grabase junto a Danny Elfman el tema “Face To Face” para la banda sonora de “Batman vuelve” (1992) supuso para Siouxsie un punto álgido en cuanto a reconocimiento popular y comercial, y también una nueva reverencia por parte de seguidores de diversas generaciones (es la época de los duetos con Morrissey y Suede, por ejemplo). Pero también empezó a marcar el principio del fin. “The Rapture” (Polydor, 1995) evidenció un agotamiento creativo del que ellos eran conscientes, y la banda dijo adiós. Solo hubo una breve reunión en 2002 –con la última formación, que completaba el guitarra Knox Chandler– y que fue plasmada en un último disco en directo, “The Seven Year Itch” (Sanctuary, 2003).
Todo parecía indicar que, después de eso, tocaba carrera de Siouxsie en solitario. Y de hecho en 2004 inició una gira con su nombre, interpretando material de The Banshees y The Creatures (el grupo intermitente que compartía con Budgie), y que quedó inmortalizada en el DVD “Dreamshow. Live At The Royal Festival Hall With The Millennia Ensemble” (Demon Vision, 2005). En 2007 llegó su primer álbum como Siouxsie, el más bien flojo “Mantaray”. Desde entonces, poco se volvió a saber de ella hasta que anunció su gira de este año, con la peregrina excusa de la reedición de aquel trabajo por su decimoquinto aniversario. ¿Habrá más sorpresas? ∎
Todo un torbellino sonoro, conducido a la guitarra por John Valentine Carruthers, mientras que Siouxsie, portentosa a la voz, oficia como narradora de una historia que parece fantasía gótica pero es oscura realidad, y que va desarrollando en pinceladas de imágenes tan poéticas como desgarradoras.
Steve Severin escribió esta extraña letra, puesta en voz de alguien que sufre confusión y aturdimiento sin saber de dónde viene. La sección rítmica recrea esa sensación con frenesí martilleante, mientras la guitarra acuchilla con ansiedad y Siouxsie interpreta tocándote desde la distancia.
No hay muchas baladas en el repertorio de Siouxsie, pero esta, como ella misma dice en la letra, es “majestic/imperial”. Casi una reinterpretación de “Atmosphere”, de Joy Division (1980), plagada de guiños a las letras de Ian Curtis y sustentada en el sonido de tambor, teclados y acordeón.
Siouxsie, que en sus inicios epató usando la esvástica, la cambió por la Estrella de David cuando comenzó a promocionar este single, que grabó con la intención de hacer una canción navideña. Sus imágenes sobre el Éxodo adquieren épica extra con la guitarra de McGeoch –en el mismo estilo de armónicos que cultivaba The Edge en la época– y un coro de treinta voces.
El sexo, el humor y la experimentación nunca estuvieron tan juntos en la obra de The Banshees como en esta canción. Inventan un extraño y contagioso baile, sostenido por la sección rítmica y unos violines chirriantes. LCD Soundsystem la versionaron y Slowdive la tomaron como inspiración para nombrar a su banda.
El single que inventó un nuevo estilo para los Banshees, marcado por las percusiones tribales de Budgie y el hipnótico riff de John McGeoch, unido al bajo sincopado de Severin. Una canción de baile que satirizaba la realidad edulcorada que plasmaba la publicidad televisiva. The Weeknd la recuperó sampleándola en “House Of Balloons” (2011).
El imaginario romántico y los mitos de la brujería explosionan en este single con electricidad trepidante. Siouxsie se crece como sacerdotisa de lo oscuro (¡esos “oh oh ohs”!), y al increíble estilo de la guitarra aquí expuesto por McGeoch le debe casi todo Johnny Marr (véase “Bigmouth Strikes Again”, de The Smiths).
El bullying expresado como si el patio del colegio fuese un campo de batalla, o como una asfixiante película de terror, con el sonido de campanas colisionando con el maelstrom eléctrico y unos gritos infantiles finales que hacen pensar en el filme de Narciso Ibáñez Serrador “¿Quién puede matar a un niño?” (1976). Fue el tercer single de su carrera.
La onda expansiva del sonido Madchester llegó hasta aquí. Los Banshees fusionando el groove baggy y los sonidos asiáticos con una historia tan de su gusto sobre el glamur hecho trizas, basándose en la vida de la actriz Jayne Mansfield. Al tabla, Talvin Singh dos años antes de aparecer en “Debut” (1993), de Björk.
Hong Kong Garden era un restaurante chino de Chislehurt al que Siouxsie solía acudir con sus amigos, y cuyo personal era frecuentemente acosado por los skinheads. Hit inaugural del post-punk, que comienza con unos toques de xilófono y funde las guitarras angulosas con un contagioso ritmo cargado de exotismo oriental. Al tiempo, la cantante va lanzando instantáneas líricas que narran los sucesos de los que ella era testigo, con un infeccioso uso del lenguaje. No es que nunca pudieran superar su primer single, es que todavía suena insuperable. ∎
El grito primario de los Banshees sonaba frío, cortante, desasosegado y, al mismo tiempo, dramático y catártico. El síntoma de un malestar suburbano cuya visión enfermiza era inspirada al mismo tiempo por J. G. Ballard, el krautrock y la banda sonora de Bernard Herrmann para “Psicosis” (Alfred Hitchcock, 1960), pero que también osaba apropiarse del “Helter Skelter” de The Beatles para desbocar su aroma de pesadilla desde el detritus punk. Tan visionarios como Siouxsie y Steve Severin son aquí el guitarrista John McKay y el batería Kenny Morris, arquitectos de un sonido nuevo que continuarían perfeccionando en el igualmente recomendable “Join Hands” (1979).
“Kaleidoscope” (1980) fue la primera experiencia con Budgie a la batería y John McGeoch a la guitarra, pero esta formación se consolida realmente, ya interviniendo de principio a fin, en el cuarto álbum de la banda. “Juju” se adentra en un sonido dominado por las seis cuerdas del ex-Magazine y una narrativa oscurantista que lo convierte en una de las piedras angulares del rock gótico. Aunque Siouxsie juega mucho aquí con la truculencia iconográfica del terror pop en temas como “Halloween”, “Night Shift” o “Voodoo Dolly”, ejerce sobre ellos una perspectiva que es, a la vez, distante, empática y electrizante.
Al tiempo que aumentaban las fricciones internas –despidieron al mánager, Nils Stevenson, por acosar a Siouxsie cuando ella estaba en pleno romance con Budgie; McGeoch empezaba a acusar su adicción al alcohol–, la banda, en complicidad con el ingeniero Mike Hedges, se lanzó a experimentar en el estudio como nunca antes, incorporó un cuarteto de cuerdas de modo poco obvio y optó por su propia visión del pop psicodélico, con la voz de Siouxsie, imperial, seduciendo con un nuevo brillo en temas como “Melt!”. Un disco que no se parece a ningún otro, y el canto del cisne de la mejor formación de los Banshees.
Robert Smith, de The Cure, se integró plenamente en la banda tras sustituir a McGeoch en directo, y en este disco intervino de modo decisivo como compositor, guitarrista y teclista. Estilísticamente, los Banshees continúan su senda más juguetona y sin fronteras de ningún tipo. Una aventura de pop caleidoscópico que discurría en paralelo a lo que Smith estaba haciendo con su grupo principal: es la época de “The Top” (1984) y “The Head On The Door”(1985). Además de los singles (“Dazzle”, “Swimming Horses”), hay aquí deliciosas gemas pop como “Belladonna” o excursiones de lisergia épica como “Blow The House Down”.
“Candyman” abre su séptimo álbum con un apabullante e infeccioso regreso al rock gótico. A la guitarra se encuentra ahora John Valentine Carruthers, que les confiere un sonido más lustroso y estandarizado sin por ello traicionar los signos de identidad de los Banshees. Se grabó en los estudios Hansa de Berlín y sus ocho canciones son inapelables, desde la oscura “Sweetest Chill” a la tremenda tríada final formada por “Party’s Fall”, “92°” y “Land’s End”, sin olvidar “Cities In Dust”, que es la transición perfecta entre un hit del pasado como “Happy House” y otro del futuro como “Kiss Them For Me”. ∎