Muestra de talento y temperamento.
Muestra de talento y temperamento.

En portada

Soleá Morente

Donde pones el alma

Fotos: Mario Sierra

Rockdelux 393 (Abril 2020)

“Lo que te falta” es un disco excepcional, de los que aparecen muy de cuando en cuando. Tejido con hilos de rumba y bulería por un equipo fetén, teñido con los colores de una pasión cara de ver e interpretado con tanta sencillez como profundidad, engrosa desde ya nuestra nómina de clásicos populares.

Soleá Morente abre la puerta de su casa en las inmediaciones del Rastro madrileño. Un piso orientado hacia el sur que a esta hora de la mañana –primeros de marzo, aún no es mediodía– ya retoza al sol. Prepara café instantáneo y se le iluminan los ojos cuando habla del disco que está confeccionando junto con un viejo amigo de la casa, Paco Ibáñez. Aquí vivieron los Morente-Carbonell durante años. Aquí se crió Soleá desde su nacimiento en 1985 hasta finales del siglo pasado, cuando la familia volvió a Granada. Y aquí ha gestado las canciones de “Lo que te falta” (Elefant, 2020), tercer álbum a su nombre e insospechado giro de guion en una trayectoria que comenzó hace casi un decenio con Los Evangelistas, el grupo que Antonio Arias y Eric Jiménez (Lagartija Nick) más J y Florent Muñoz (Los Planetas) consagraron a la memoria del maestro nazarí, fallecido en diciembre de 2010. “Para mí fue determinante”, confiesa. “Sin esa participación con Los Evangelistas –plasmada en “Homenaje a Enrique Morente” (2012)– a lo mejor no me hubiese atrevido del todo a dedicarme a la música. Una de las cosas más guays que hemos heredado de mi padre son sus amistades. Los Evangelistas me descubrieron un espacio nuevo. Yo no me atrevía a cantar, tenía muchas dudas, muchos miedos, quería pero no sabía cómo. Se acababa de morir mi padre y necesitaba expresarme, contar todo lo que pasaba, pero al mismo tiempo estaban todos los miedos, las comparaciones, el padre, la hermana... Y de pronto caigo con Antonio, con J, con Eric y con Florent que me decían: ‘Tía, que no pasa nada, no hace falta que seas una supercantante. Puedes hacerlo así, mira’”.

Sonrisas y, a veces, lágrimas.
Sonrisas y, a veces, lágrimas.

“Lo que te falta” tiene poco que ver con aquel estreno. Al menos, a primera vista. Muchas de las canciones que le dan forma tienen un subtexto sentimental tremendo, pero están conectadas entre sí por la imparable fuerza motriz de la rumba. Transmiten una energía arrolladora y abren una senda interpretativa hasta ahora inédita en la carrera de Soleá. “Necesitaba tirar del sentido del humor”, reconoce. “Con la que está cayendo, es necesario ponerle un poquito de sal y azúcar a la cosa. Se le canta no solo al amor, también al desamor y a la parte de la vida que no es de color de rosa. Pero David y yo hemos decidido hacerlo a través de la rumba, que le imprime ese carácter y ese buen rollo”. Soleá se refiere a David Rodríguez, productor del álbum, presente como compositor en “Tendrá que haber un camino” (El Volcán Música-Octubre-Sony, 2015), su primer largo. La intervención del músico catalán –conocido en el ámbito de nuestro pop independiente por su trabajo en Bach Is Dead, Beef, Telefilme, Junco y Diamante, La Bien Querida y La Estrella de David– ha sido crucial para que este nuevo disco suene con semejante poderío. “Me alegra que lo digas, porque iba buscando algo que me ayudase a explotar, a echar toda esa energía tan potente que en este momento llevo dentro”, explica, siempre con una sonrisa. “Me vine a Madrid a buscar a David; me costó un poco convencerlo. Quería algo que me sacase totalmente del flamenco, un sonido ruidoso, irme al indie radical, como Triángulo de Amor Bizarro o Los Punsetes. Pero David me dijo que no, que con todos los músicos que tengo en casa, mis hermanos, mis primos, toda mi gente, nos lleváramos las canciones al flamenco, a un sonido flamenco alegre, tirando de la rumba. Empezamos a trabajar ‘Viniste a por mí’ y nos salió ahí la María Jiménez. Una María Jiménez francesa, indie, con un sonido muy especial con todas esas influencias que yo tengo. Quedábamos en esta casa con los dos guitarristas, Eduardo Espín Pacheco, el hijo de Carmen Linares, y Víctor Iniesta. Empezábamos a tocar y David decía: ‘Tocarlo por rumba a ver qué ocurre’. Y salió este disco”.

La primera vez que vi la portada me acordé de María Jiménez y “Donde más duele. Canta por Sabina” (2002). Me lo está diciendo mucha gente. Es curioso, porque no lo hice pensando en imitar a María, pero llevo una corona y se parece un poco. Estaba en la sesión fotográfica, vi la corona, me la puse y salió la foto. El otro día, en un libro de Jean Cocteau sobre el rodaje de ‘La bella y la bestia’ (1946), leí que a veces hacía cosas no sabía muy bien por qué, pero que las sentía y las hacía. Luego, la manera en que el tiempo las ordena es un enigma, y eso sucede en el arte. La corona, María Jiménez, las rumbas... No sabíamos muy bien lo que iba a ocurrir, pero todo se ha ido engranando en un concepto y en ese mensaje.

El otro día vi cantar a María en la presentación del Universal Music Festival. Solo dos canciones, pero estuvo increíble. ¿Es un modelo? La admiro muchísimo, me encanta. De pequeña me quedaba alucinada con sus actuaciones. No tengo la suerte de conocerla, pero es un personaje que me ha llamado mucho la atención. Esa manera de cantar y de decir las cosas, sin miedo, con un desparpajo, ese arte, esa gracia. Siempre me ha atraído, aunque no iba mucho con mi personalidad porque he sido más tímida, más reservada a la hora de interpretar. Pero ahora se me está quitando.

Desde luego. Tu voz en este disco llega desde otro sitio, desde una tradición que, quizá, se ha menospreciado. Al final todo vuelve, y este álbum es una reivindicación de todo ese arte popular, de toda esa cultura que tenemos en nuestro país, tan potente, con tantísimas posibilidades, que mira la que se está formando hoy en día con el flamenco. Me parecía interesante reivindicar a El Pescaílla, a Bambino, a María Jiménez, a Rocío Jurado, a Lola Flores... Todo ese arte popular que tenemos.

Esa voluntad de estilo se refleja en el brillante aparejo instrumental que se despliega en esta docena de canciones vibrantes y contagiosas, llamadas a acompañarnos toda la vida. Ventiladores a tope de revoluciones, profusión de palmas y jaleos, bajos elásticos, percusiones en permanente erupción, descargas de electricidad en su sitio, delicados arreglos de piano... Todo ello al servicio de partituras ajenas –Ana Fernández-Villaverde (La Bien Querida) y el sempiterno J se apuntan varios créditos– y también propias, algo que es novedad en la obra de nuestra protagonista. Las dos canciones que firma en solitario –“No puedo dormir” y “Tutti Frutti”– son muy distintas y delimitan los estados de ánimo que atraviesa el disco. De la seriedad a la sonrisa, de la travesura a la intensidad, logrando el anhelado punto de equilibrio que lo convierte en una obra unitaria. “Es un concepto cerrado; a lo mejor por eso se entiende rápido el mensaje. Pero, dentro de esa armonía, hay polos opuestos a la vez en una misma canción. De La Bien Querida hay tres canciones. En ‘Cosas buenas’ adapté la primera estrofa a una granaína y en ‘Olvidarme de ti’ a un fandango. El sentido que tiene es hacer convivir el cante y la canción en esos tres minutos, con la misma naturalidad. Surge de manera muy intuitiva y creo que eso es lo que hace que todo tenga sentido. Están el fandango y la granaína, la referencia a Yung Beef y Somadamantina cantada por Cariño. Va desde ese punto más melancólico, infantil casi, hasta la mujer empoderada de muchísimo carácter que puede rozar en algún momento la agresividad a la hora de interpretar. Y parece ser que yo soy así. Me muevo desde el color rosa, que como ves lo tengo todo decorado con él, hasta cosas muy potentes. Me gusta lo dulce y lo salado mezclado en la comida. Se manifiesta en lo artístico y en mi vida también. Y eso es lo que le da sentido, la naturalidad al hacerlo, porque creo que si lo fuerzas, que si intentas hacerlo por ser interesante o solo por experimentar a ver qué tal, corres el riesgo de que no se te entienda”.


“Este álbum es una reivindicación de todo ese arte popular, de toda esa cultura que tenemos en nuestro país, con tantísimas posibilidades”



La canción que da título al álbum nos la vamos a aprender todos de aquí a poco tiempo. Me siento muy afortunada de que Ana me la diese. La tenía ahí, de estas cosas que te gustan mucho y no sabes muy bien desde dónde afrontarla. Al final la metimos por ritmo de bulería y me acordé mucho de Bambino, de esa forma de expresar las fatigas. Es muy sincera, está a corazón abierto. No sabía si dejar esa toma; David decidió que sí. Ahora hemos hecho un clip que creo que aporta todavía más información y ayuda a que se entienda mejor ese mensaje. La vida es difícil para todos, para los hombres y para las mujeres, pero a veces parece que lo tienes más complicado por ser mujer, y hay que echarle mucho valor a la vida. Eso está perfectamente reflejado en el vídeo de Paco León. Vamos a centrarnos en lo que somos y en lo que tenemos, a valorarlo y disfrutarlo. Lo que tenga que venir, ya vendrá. Parece que nos hemos metido en una dinámica de querer ser alguien que no somos; nos están contando una realidad que no es. Y Ana, que tiene esa sensibilidad casi sobrenatural, lo explica superbién.

Cualquiera puede entenderla, porque vivimos en un tiempo dominado por la ansiedad y la frustración. Sufrimos mucho, estamos muy preocupados, estresados, enfadados. Ha llegado el momento de parar esta tormenta que nos viene encima sin ninguna compasión. De valorar el milagro de estar vivo, que ya es suficiente. Como decía mi padre: ‘Estamos vivos de milagro’. Habrá que disfrutarlo, habrá que leer, que enamorarse y desenamorarse. Siendo conscientes, porque últimamente no hay tiempo para nada, todo va muy rápido. Apenas hay tiempo para dedicarse a las cosas verdaderamente importantes. Creo que vivir así es un error, que intentan manipularnos y equivocarnos. Pero de eso nada; hay soluciones y el arte es una de las mejores por las que podemos optar.

Varias canciones del disco hablan de que en las relaciones de pareja siempre hay uno que está dispuesto a dar mucho más de lo que recibe. Siempre pasa. Es que, si no, esto no tendría gracia. ¿El amor debería ser horizontal en vez de vertical? Sí, se sufriría menos, pero no habría tantas buenas canciones. Es necesario tanto el amor como el desamor, romperse para reconstruirse. A veces nos toca el lado bueno y a veces el malo. El amor es una fuente de investigación e inspiración para mi trabajo, aparte de una necesidad. Es lo más importante, por mucho que estemos hablando de todo en general. Es lo más importante, claro que sí. ∎

Hoy mi deber

Soleá Morente aborda el hecho creativo con amplitud de miras. Y esa visión panorámica nunca se nubla. Sabe de dónde procede y hacia dónde dirige los pasos. “Yo vengo del flamenco, hago este trabajo desde el flamenco y por el flamenco”, afirma con rotundidad. Sin ocultar la emoción, recuerda cómo pocos días antes de nuestro encuentro, tras terminar un concierto en Vigo, “la gente empezó a cantar la granaína de ‘Cosas buenas’ como si fuese una canción pop, a voz en grito, porque se me había olvidado interpretarla”. Justo lo que persigue con su trabajo. “Es lo que quería, que el cante se escuche con la misma naturalidad que una canción pop, que gente de mi generación que a lo mejor no ha escuchado mucho flamenco o no es muy aficionada a él se ponga a cantar una granaína con tanta naturalidad y lo pase bien haciéndolo. Estaba pensando ahora en la naturalidad con que el público de Los Planetas entona ‘Ya no me asomo a la reja / Que me solía asomar’, que es un fandango que se lo he escuchado a mi padre”.

Su afán por introducir el flamenco en contextos poco habituales deviene misión, objetivo principal en su programa artístico. Demostrar, de forma activa y militante, que hablamos de canciones que cualquiera puede entender o, al menos, sentir. Sobre todo, ahora que existen menos prevenciones –quizá también mayor conocimiento– sobre un género que todavía acarrea estigmas de otros tiempos y lugares. “Se está abriendo la mente, se están abriendo las puertas de la percepción”, dice, con una sonrisa. “Y eso tiene una consecuencia directa en la expresión del flamenco. Vamos avanzando y cambian los puntos de vista. Entonces el cante, el flamenco, como arte vivo que es, tiene su evolución natural. Está ocurriendo hoy mismo: estamos viviendo un momento muy interesante porque todo lo que está pasando en la sociedad influye en el flamenco. Todo movimiento histórico-social tiene su expresión artística. Y en España, en el flamenco, está ocurriendo una revolución necesaria”. ∎

Encontrando el camino

SOLEÁ MORENTE Y LOS EVANGELISTAS
“Encuentro”
(El Volcán Música, 2013)

La luctuosa densidad de “Homenaje a Enrique Morente” (2012) –con Soleá frente al micro en dos canciones– remite en este miniálbum orientado al pop de ensueño. Gana protagonismo como intérprete –atentos a “Si tú fueras mi novio”– y participa en la confección de un repertorio que también hace parada en números que el añorado maestro y padre había frecuentado, como “Malagueña de la Trini”.

SOLEÁ MORENTE
“Tendrá que haber un camino”
(El Volcán Música- Octubre-Sony, 2015)

El bloque creativo de “Lo que te falta” ya está aquí. Soleá toma los mandos de la producción, incorpora textos de Lorca, Machado o Leonard Cohen. Conjuga tangos, granaínas o sevillanas con el tecnopop de “Tonto” o el rock psicodélico de tinte jondo y planetario de “La ciudad de los gitanos”. En las canciones de La Bien Querida –especialmente “Nochecita sanjuanera”– brilla con un fulgor distinto.

SOLEÁ MORENTE
“Ole Lorelei”
(El Volcán Música-Sony- Discos Probeticos, 2018)

Renueva equipo con Alonso Díaz (Napoleón Solo) y Lorena Álvarez. Expande su registro sin contemplar ataduras, todo coraje. En su álbum más ecléctico encontramos miniaturas flamencas, chic francés, synthpop, ecos de gypsy rock o cantes tamizados con Auto-Tune, repartidos en canciones que convocan el recuerdo de Jeanette, Las Grecas, Enrique Morente, Cathy Claret o los pioneros del rock andaluz.

PRADO NEGRO
“Las mimbres”
(Bumbac, 2019)

Prado Negro es el reflejo de la devoción por la poesía que Soleá comparte con músicos de Pájaro Jack y Napoleón Solo, compañeros desde el inicio de su trabajo en solitario. Son los textos –de María Zambrano, José Ángel Valente, Luis Cernuda, Josefina de la Torre o Luis García Montero– los que condicionan el acabado de unas canciones en las que el pop es la nota dominante, aunque no la única. ∎

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