En 2020, Sophie Hunger alcanzó su séptimo disco con “Halluzinationen”. La cantautora suiza creó este trabajo junto al productor prodigio Dan Carey (Kate Tempest, black midi, Fontaines DC, Bat For Lashes) durante dos días en los estudios Abbey Road de Londres en sesiones de improvisación grabadas en vivo.
Hija de un diplomático, Sophie Hunger pasó su infancia de un sitio a otro –Suiza, Reino Unido, Alemania–, lo que sin duda ha despertado en ella una manera multicultural y europea de crear las canciones. No extraña, pues, que en su séptimo disco, “Halluzinationen” (Supermoon-Music As Usual, 2020), alterne entre el inglés, el alemán y el francés con la misma naturalidad pasmosa con la que envuelve su repertorio con referencias a las baladas de piano de Nick Cave, la psicodelia electrónica de Caribou y el gusto por la atmósfera embelesada de los mejores Portishead. Hablamos con ella sobre conciencia alterada, etiquetas absurdas y su complicada relación con su música.
La definición de “alucinación” está clara en el diccionario, pero cada uno tiene su propia experiencia y enfoque respecto a ella. ¿Te interesa la idea de la música como instrumento para alcanzar estados alterados / más altos de conciencia?
La alucinación es una forma de vivir. Es llevar una vida en la imaginación más que en la realidad. Es agradable en el campo artístico, pero cuando se pasa a la política, no resulta tan buena idea. Cuando eres músico, prefieres un estado de alucinación.
Personalmente, cuando escucho tus discos busco una atmósfera y unos sonidos particulares ¿Qué tipo de sensaciones y sentimientos quieres transmitir con tu música?
No creo que busque transmitir algo específico. No me gusta el despotismo ni el autoritarismo. Solo espero lograr darle a la gente un buen golpe de alucinaciones para que puedan romper con su vida cotidiana, al menos durante la duración del espectáculo. Ese es mi mayor deseo.
A menudo describes tu música como “minimal electronic folk”. Normalmente, los artistas rechazan las etiquetas; incluso tildan a los periodistas de perezosos cuando las usamos. Con todo, creo que se puede ser creativo con ellas, e incluso acercarse a ellas desde una cierta ironía.
Creo que, cuando haces música, siempre defiendes la libertad; un mundo irracional y abstracto. Una sociedad que aún no está normalizada. Así que es gracioso tener que ponerle etiquetas a lo que haces. Te hace sentir como si fueras un traidor o un perdedor. Con todo, ¡supongo que es justo decir que lo que yo hago no es, definitivamente, “iranian-speedmetal-schlager”!
Naciste en Suiza, pero has desarrollado tu carrera en Berlín. Desde luego, hay una pulsación muy alemana en tu manera de acercarte a la música, especialmente cuando hablamos de electrónica/avant-garde, o incluso de krautrock.
Cuando llegué a Berlín, me interesaba encontrar algo musical que fuera interesante, pero que no fuera angloamericano en esencia. Así es como pude escuchar mucho krautrock. Hasta el día de hoy, ha contribuido enormemente a la música moderna, incluso al mainstream. También sucede con otros artistas alemanes: bandas como Radiohead mencionan a Kraftwerk como una de sus mayores influencias, por ejemplo.
Nacer en Suiza, un país con poco background musical, al menos de este tipo, ¿ha moldeado de alguna manera tu carrera?
Creo que moldeó mi anhelo, mi deseo. Para mí fue algo bueno venir de la diáspora y la provincia; una tierra de nadie. Eso desencadenó en mí mucha nostalgia y muchos sueños, y se convirtió en mi motor creativo. Siempre pensé que debía ser muy difícil nacer en una metrópolis musical como Los Ángeles o Londres, donde ya hay tantas leyendas y la escena está saturada.
El productor de “Halluzinationen” es Dan Carey, que también ha grabado algunos de los mejores discos británicos de los últimos años.
Desde el principio quise trabajar con él. La forma en que está construido su estudio y todo el equipo que tiene allí definen cómo trabaja. Me encanta su enfoque, es muy intenso. Es un flujo constante de sensaciones. Durante las sesiones, a veces nos quedábamos en el estudio toda la noche, y otros músicos y amigos suyos venían y tocaban algo, así que hacíamos improvisaciones colectivas. Posee el raro don de mezclar el caos y el control, todo a la vez. Todo ello aportó al sonido presencia y desafío y recuerdos inolvidables.
Ya han pasado varios meses desde la publicación del disco. ¿Cómo es tu relación con la música con el paso del tiempo?
Normalmente, las giras ayudan a desprenderme de todos los malos sentimientos. Pero esta vez no podrá ser, así que supongo que, sencillamente, tendré que hacer un nuevo disco. Echo mucho de menos actuar ante el público. Es desestabilizador, ya que tocar en conciertos crea identidad y no solo es algo divertido y que genera dinero. A veces me pregunto quién soy ahora. Pero también creo que hemos de ser humildes ante la magnitud de lo que está sucediendo en el mundo, y demostrar nuestra capacidad de recuperación. Este continente ha pasado por cosas mucho peores. Me gustaría ser parte de las personas que se preocuparon por su entorno y no de las que se enojaron o tomaron un vuelo a una isla lejana para esconderse hasta que los tiempos mejoren. Cuando el mundo no marcha bien, no se recuperará por sí solo. Es nuestro trabajo ayudar a regenerarlo.
En la canción “Alpha Venom” me parece detectar un cierto swag, así como un mensaje empoderado en la frase “don’t forget who makes the music”.