Una deuda pendiente con David Freel. Foto: Paolo Vescia
Una deuda pendiente con David Freel. Foto: Paolo Vescia

Entrevista

Swell: “Treinta años después, no hay nada como Swell”

Brotaron como una anomalía en el rock norteamericano de los primeros años noventa y cultivaron –en consecuencia– una sólida legión de fans por toda Europa. Siempre haciendo las cosas a su manera. Su eco se fue diluyendo hasta que hace un año trascendió el fallecimiento de su alma mater, David Freel. Ahora, sus compañeros rinden tributo a su inclasificable talento con una gira europea que pasa el 22 de abril por Valencia.

David Freel (1958-2022) murió hace cosa de un año. El 12 de abril de 2022, a los 64 años. Pero su genio creativo, el profundo laberinto que era su mente, sigue siendo un enigma. La banda que capitaneó, Swell, fue una de las más incatalogables de los años noventa y dos mil en Estados Unidos. Vecinos y coetáneos de American Music Club o Red House Painters, aunque apenas tuvieran nada que ver con ellos ni con otros músicos de San Francisco. Perros verdes en la América del grunge y del revuelo alternativo. Obsesivos, crípticos, oscuros, a medio camino del chasquido eléctrico y la caricia acústica, pero casi siempre magnéticos. Condenados a los márgenes de la industria. A la condición de grupo de culto. A ser minoritarios.

Problemas cardiovasculares y una vida poco saludable –todo hay que decirlo– se llevaron a David Freel, pero sus compañeros decidieron hace unos meses que valía la pena reflotar la nave para rendir homenaje a su memoria con una gira europea que tendrá a Valencia –el próximo 22 de abril en Ram Club– como única parada española. Una ciudad en la que actuaron tres veces entre 1994 y 2003. Se tercia una conversación a tres bandas con el batería Sean Kirkpatrick, quien nos contempla a través de la cámara de su móvil desde Santa Mónica (California), y con el bajista Monte Vallier, quien hace lo propio desde su domicilio en Seattle. Ambos nos visitarán junto al guitarrista Niko Wenner y al también guitarrista John Dettman-Lytle, quien además hará las veces de David Freel como vocalista. Un papelón. Aunque creen que se lo deben. De hecho, hay “canciones y cintas con la voz de David que no se han publicado nunca”, y que podrían “transformarse en varios EPs tras la gira”. No lo saben aún.

Sí tienen claro que tocarán las canciones de sus cuatro primeros álbumes: Swell” (pSycho-sPecific, 1990), “...Well?” (pSycho-sPecific, 1991), “41” (American Recordings, 1994) y “Too Many Days Without Thinking” (Beggars Banquet, 1997). Los de su mejor época. Y que es una cuestión de justicia, y no de dinero. Que de eso tampoco hay mucho que rascar cuando se circula por el arcén de la historia.

David Freel, Monte Vallier y Sean Kirkpatrick. Autorretrato de Swell en 1994.
David Freel, Monte Vallier y Sean Kirkpatrick. Autorretrato de Swell en 1994.

En un post de Facebook decís lo siguiente: “Por mucho que David odiaría esto, vamos a reunirnos para rendirle tributo”. ¿Por qué pensáis que lo odiaría?

Sean: Creo que lo escribí yo (risas). Nunca le gustó ser el centro de atención. Estaba más cómodo en el cara a cara con una sola persona, o en grupos reducidos. Tocar en directo era una experiencia dolorosa para él, en general. Y era muy sarcástico. Si viera esto nos diría: “¡Venga, tíos, estoy muerto, dejadlo correr!”. Es como lo veo. Aunque últimamente lo estoy empezando a ver de otro modo y creo que lo aceptaría. Y eso es lo que hace que me sienta bien con esto, más allá del dinero.

Monte: Si estuviera vivo, no querría hacer esto.

Sean: ¡Y nosotros no nos hubiéramos atrevido! (risas).

¿Habéis ofrecido algún concierto desde su muerte?

Monte: No, solo hemos ensayado.

¿Sentís que sus canciones han adquirido algún significado extra tras su muerte, como si os hubieran desvelado algo que no sabíais?

Monte: Sí, porque algunas remueven muchas emociones. Sus letras tienen más hondura, un significado distinto para mí, ahora que ya no está.

Sean: Para mí también. Siempre das cosas por supuestas cuando ronda la muerte; yo ahora he prestado más atención a lo que escribía y estoy muy impresionado. Una canción cuyo significado real no he llegado a captar hasta después de su muerte es “What I Always Wanted”. Por alguna razón, me toca ahora más de cerca que ninguna de las que abordamos mientras él vivía. El otro día la ensayamos, con gente viéndonos, y nos emocionamos. Llegué a llorar. Sentí como, ¡guau!, ¿de dónde viene esto? No me la imagino delante de doscientas personas. Será impresionante.

¿Creéis que David era uno de esos genios torturados a quienes les resulta más fácil expresar sus sentimientos y emociones en una canción que en una conversación?

Monte: En parte, sí. Era un genio introvertido. Por eso le costaba cantar delante de la gente. Se sentía desnudo. Desprotegido.

“(A David Freel) Nunca le gustó ser el centro de atención. Estaba más cómodo en el cara a cara con una sola persona, o en grupos reducidos. Tocar en directo era una experiencia dolorosa para él, en general. Y era muy sarcástico. Si viera esto nos diría:¡Venga, tíos, estoy muerto, dejadlo correr!’

Sean Kirkpatrick

¿Os sorprendió por completo su muerte o la esperabais?

Monte: Ambas cosas. Tenía problemas de corazón. Le habían operado un poco antes y él ya sabía que probablemente no viviría mucho. Pero yo ya pensaba en los noventa que no pasaría de década (risas). Fue una sorpresa y, al mismo tiempo, no.

¿Por qué solo Valencia como única fecha en España?

Sean: Nuestro promotor de conciertos en Bélgica, Peter Verstraelen, que es quien nos busca todos los conciertos en Europa desde 1991, no encontró mucho interés en otros países, aparte de Francia y Alemania. Y por las redes sociales hubo un par de personas, Juan Vitoria y alguno más, que dijeron: “¡Tenéis que venir a Valencia!”. Y pusimos en contacto a Peter con el promotor valenciano.

Monte: Tampoco tenemos mucho tiempo, la verdad. Tenemos nuestros trabajos y no podemos estar meses de gira. Pero lo cierto es que Valencia fue el único lugar en España que mostró interés, y estamos encantados de tocar allí. Recuerdo algunos conciertos, uno en concreto muy tarde, horario muy español (risas). Terminamos y al poco tiempo vimos salir el sol. Otro fue con Nada Surf. La sala abarrotada.

Sean: El primer concierto en la historia de Swell fue en España. Yo viví en Zarautz dos años, impartiendo clases de inglés, en la época en que David Freel y yo decidimos publicar nuestro primer disco, “Swell”. Fui allí por el surf. Él vino a visitarme con Mark Signorelli como bajista, ensayamos en mi apartamento y dimos un concierto en la plaza mayor de Azkoitia. Giramos por España como músicos callejeros. Fuimos a Madrid, tocamos en una sala llamada Bisonte. Junio de 1990. Nos va España (risas).

Justo un poco después vendría vuestro concierto con Mazzy Star en San Francisco, en agosto.

Monte: Ese fue el primero en que yo estuve. También para John Dettman-Lytle, que ahora canta las canciones de David y entonces solo tocaba la guitarra. El primero de Swell como formación completa. Los cuatro ya hicimos el segundo disco.

Niko Wenner, Monte Vallier, Sean Kirkpatrick y John Dettman-Lytle, preparados. Foto: Paolo Vescia
Niko Wenner, Monte Vallier, Sean Kirkpatrick y John Dettman-Lytle, preparados. Foto: Paolo Vescia

En los noventa Swell no encajaba ni con el grunge ni con el rock alternativo al uso ni con el power pop. Lo vuestro era una suerte de rock semiacústico y ligeramente psicodélico, de difícil encaje comercial. ¿Os sentíais bichos raros?

Monte: Así fue. Solo encajábamos un poco con American Music Club, Red House Painters o bandas slowcore como Codeine. O Gastr Del Sol. La guitarra acústica y la dinámica de la slide guitar combinada con la guitarra eléctrica bien alta era algo único. Aún creo que no hay nada como Swell, más de treinta años después.

Sean: Estoy de acuerdo. Era complicado conseguirnos giras porque no encajábamos con nadie. Era una maldición entonces, pero ahora me siento orgulloso de que fuera así. Aunque quizá nos hubiera ido mejor (risas).

Monte: Fuimos también de las primeras bandas en tener su propio estudio de grabación y autoproducirse. Pocos lo hacían en 1990. Desde el punto de vista de negocio y tecnológico, también éramos singulares. Ferozmente independientes.

Kurt Ralske (Ultra Vivid Scene) fue el productor de “Too Many Days Without Thinking”.

Monte: Cierto. Pero nos dejaba hacer. Nos ayudó a centrarnos y acabar ese disco porque se eternizaba y nuestro sello nos apremiaba. Fue idea suya. Alquilamos su estudio. Lo mezcló él también, la primera vez que alguien lo hacía con Swell.

Sean: Cuando firmamos con una multinacional, American Recordings, dejamos claro en el contrato que queríamos producir, mezclar, hacer nuestros vídeos y encargarnos del diseño de todos nuestros discos. Tuvieron la generosidad de darnos un presupuesto y pudimos construir nuestro estudio. Siempre fuimos independientes y aún lo somos, y se siente muy bien así.

¿De qué disco os sentís más orgullosos?

Monte: Es difícil. Pero yo creo que los mejores para adentrarse en nuestra música son “…Well?” y “41”. Son Swell para mí.

Sean: Estoy de acuerdo. Los cuatro primeros son los discos de Swell como unidad compacta. Escogería “…Well?”.

¿Ha sido fácil escoger el repertorio de la gira?

Monte: No mucho, porque tocamos las que nos resultan más fáciles (risas). Las que más hemos tocado. No tienen teclados, son sencillas, sin apenas tecnología, a diferencia de las posteriores.

Sean: Hemos tocado estas canciones más de cien veces, así que en cuanto las rescatamos en el estudio, fue fácil. Todo vino de golpe. John Dettman-Lytle ha tenido que aprender a cantar y tocar la acústica como David Freel, y ha hecho un gran trabajo.

Monte: Está siendo David…

Sean: Más o menos.

“Solo encajábamos un poco con American Music Club, Red House Painters o bandas slowcore como Codeine. O Gastr Del Sol. La guitarra acústica y la dinámica de la slide guitar combinada con la guitarra eléctrica bien alta era algo único”

Monte Vallier

No debe ser fácil ponerse en la piel de David.

Monte: No, pero tiene la ventaja de que vivió con él, fueron compañeros de habitación antes de Swell. Lo conoció a nivel muy personal. Su personalidad, todas sus rayadas mentales. Más que nadie.

Sean: Y cuando entró en la banda, David era el único guitarrista y le enseñó a John cómo quería que tocara. Técnica, sonido… es el más indicado para ese rol.

¿Qué música escucháis hoy en día?

Sean: Me cuesta conectar con cosas de ahora. Me gustan mucho Fontaines D.C., por ejemplo. Los he visto tres veces en directo, en una de ellas mi hijo de doce años los pudo conocer en el backstage y le firmaron un autógrafo. Buenos tipos. Pero estoy metido en mi propia ruta: dub y reggae de los setenta, cosas de Augustus Pablo o King Tubby. Escucho aún a Bauhaus, ¿ves mi camiseta? (se la señala, es de ellos). Los New Order clásicos, blues, cosas de música clásica… ¿Tú qué oyes, Monte?

Monte: Produzco y trabajo con muchas bandas jóvenes y siempre aprendo de ellas. Muchas de shoegazing. Todas quieren sonar como My Bloody Valentine. Y algunas de post-punk, como Wax Idols o Exek. Me gustan algunas que suenan como un viaje al pasado, como Nation Of Language, que son como una versión moderna de los ochenta. Escucho mucho la emisora KEXP, aquí en Seattle.

Si os llegan a decir hace cuarenta años que en 2023 habría tanta gente joven recuperando esta música…

Monte: Es increíble que la música de nuestra adolescencia aún sea relevante. Hay gente de 20 años en los conciertos de Bauhaus.

Sean: Nosotros deberíamos tener fans veinteañeros y treintañeros, y no quiero que suene prepotente. Si yo tuviera esa edad, necesitaría descubrir la raíz de la que provienen los grupos de ahora. ∎

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