Hubo una época, allá por el siglo XX, en que los semanarios musicales británicos nos sorprendían –semana sí, semana también– con el nuevo grupo de portada que iba a convertirse en The Next Big Thing y a comerse el mundo. Puede que los últimos en lograr que ese honor se hiciera realidad fueran Arctic Monkeys, ya entrados en los primeros años del presente siglo. Poca efervescencia se ha visto desde entonces. Hasta ahora…
En 2021 comenzamos a oír hablar de Wet Leg, dúo surgido de la isla de Wight que estalló con la fuerza con que se descorcha una botella de champán previamente agitada. Sus responsables son dos chicas que ahora tienen 28 años, ambas cantan y tocan la guitarra: Hester Chambers, la rubia en las fotos, y Rhian Teasdale, de pelo cobrizo. Nos encontramos en un hotel cercano a la sede de su distribuidora discográfica en Madrid. Enseguida sabemos que Teasdale ya conoce la ciudad: “Mi hermana vivió aquí ocho años, así que cuando yo tenía 15 o 16 la visitaba de vez en cuando y ella me llevaba a los clubes y esas cosas y yo pensaba que ella era ‘cool’. Hicimos muchas travesuras”.
¡Travesuras! Curiosa palabra: con unas pocas canciones publicadas el dúo –que en sus vídeos luce una imagen entre ingenua, a lo “Sonrisas y lágrimas” o “Mujercitas”, y desafiante– destaca –entre otras cosas– por los equívocos o insinuaciones sexuales de sus burbujeantes canciones. Valga como ejemplo la primera estrofa de “Chaise longue”, el primer single de “Wet Leg” (Domino-Music As Usual, 2022), el álbum que acaban de publicar: “Mommy, daddy, look at me / I went to school and I got a degree / All my friends call it ‘the big D’ / I went to school and I got the big D”. La traducción al español: “Mami, papi, miradme / Fui al colegio y me gradué / Todos mis amigos lo llaman ‘la gran D’ / Fui al colegio y logré la gran D”. Y esa “gran D” en argot anglosajón es “the big dick”: “la gran polla”
Ninguna de las dos tiene una respuesta sobre los motivos por los que han logrado una presencia mediática tan apabullante y generado tan altas expectativas. Chambers lo achaca a “la suerte” y a haber aparecido en “el momento adecuado y estar representados por un sello tan fantástico, que nos apoya mucho, trabaja muy duro y creen en nosotros”. Buen intento, pero no todos los artistas de ese sello, Domino, han hecho tanto ruido en tan poco tiempo. “El símil de la botella de champán que has utilizado es adecuado”, responde Teasdale. “Es algo sobre lo que no podemos ejercer ningún control. No sabemos qué es lo que está sucediendo. Tengo la sensación de que hemos hecho un montón de cosas que nunca se nos habían pasado por la imaginación. Era imposible fantasear sobre lo que estamos viviendo”.
“Cuando empezamos, fantaseamos con la idea de actuar en festivales y nunca tuvimos la intención de hacer nada realmente importante”, ahonda Chambers. “No pensábamos que pudiera plantearse algo así. Pero tampoco nos importaba, porque solo íbamos a divertirnos tocando en conciertos y tratando de grabar algo”. Tampoco podían imaginar que Iggy Pop se declarase fan suyo. “En realidad dijo cosas muy bonitas sobre nuestro batería”, precisa Teasdale, refiriéndose a Henry Holmes. Y su compañera lo recalca: “¡Es que nuestro batería es increíble! Es cuatro años más joven que nosotras, pero es una auténtica estrella del rock”.
El resto de su banda está formada por Ellis Durand al bajo y Joshua Omead Mobaraki a los sintetizadores y guitarras adicionales. Todos son amigos de su isla de Wight natal. “Ellis era compañero del instituto y Henry instructor de surf”, recuerda Chambers. “Ahora somos las ‘jefas’, así que probablemente somos las que más se asustan por todo. Y nuestra banda es… ¡tan solidaria! Ellos son los que nos anclan a tierra”.
Hester Chambers aún vive en la isla de Wight, donde hasta hace poco ayudaba en la joyería que posee su familia. Rhian Teasdale se ha movido más: “Desde que tengo 18 años he vivido en Bristol, en Brighton y dos o tres temporadas distintas en Londres, y terminé volviendo de nuevo a la isla. Ahora vivo en Londres desde hace tres o cuatro años y me encanta”. La isla de Wight es conocida por el festival que se celebró allí en 1968, 1969 y 1970. Su tercera edición se celebró entre el 26 y el 30 de agosto de 1970 y fue un éxito de convocatoria de tal calibre –actuaron, entre otros, Jimi Hendrix, The Doors, Miles Davis, Leonard Cohen, Supertramp, The Who, Jethro Tull y Emerson, Lake & Palmer– que atrajo a unas 600.000 personas, supuestamente más que en el festival de Woodstock. Dado que en la isla viven poco más de 140.000 habitantes, las dificultades de alojar a tal gentío provocaron que en 1971 se promulgara una ley que prohibía las reuniones de más de 5000 personas. El festival no volvió a celebrarse hasta 2002 y, desde entonces, lo hace cada año. Pero ¿cómo influye vivir en un espacio así de reducido y, hasta cierto punto, aislado? “Tienes que crearte tu propia diversión”, dice Teasdale, a lo que Chambers añade que “es un espacio muy protegido y muy hermoso, con un montón de naturaleza. Las islas tienden a ser lugares muy tranquilos porque están aisladas del bullicio del continente. Definitivamente, hay ventajas en crecer allí, pero, al mismo tiempo, para una persona joven resulta difícil hacer todo lo que quieres. No puedes ir a ver un concierto porque no es un lugar al que las bandas vengan de gira. Había que coger un barco para ir a Gran Bretaña. Era una especie de ‘misión’ ir a ver a cualquier banda. Pero eso también significa que los jóvenes allí son bastante creativos y hay un montón de música. Y, como dice Rhian, el ‘háztelo tú mismo’ está a la orden del día”.