Comandante Tweedy al mando. Foto: Juan G. Andrés
Comandante Tweedy al mando. Foto: Juan G. Andrés

Concierto

Wilco o la grandeza de un repertorio

La banda estadounidense inició ayer, 20 de junio, en San Sebastián una gira española –también tocarán en Zaragoza (21), Barcelona (22), Valencia (24), Murcia (25) y Madrid (27 y 28)– con baja de Nels Cline por COVID. Pero Jeff Tweedy y los suyos se reinventaron y pusieron todo de su parte para mitigar la ausencia de su estelar guitarrista.

Hoy en día todo es “histórico”: el alto precio del gas o de la electricidad, la victoria de tu equipo de fútbol o el concierto de un lunes cualquiera. Abusamos del adjetivo de marras, sí, y solo a veces lo empleamos con justicia, como por ejemplo para definir la función con que Wilco inició ayer su gira española. Sin ánimo de exagerar, fue una cita histórica por varios motivos. Porque al fin regresaban al abarrotado Kursaal (1800 almas) tras suspender por la pandemia las visitas previstas en 2020 y 2021. Porque era la primera noche en 18 años que la banda tocaba sin su guitarrista-estrella Nels Cline. Y porque el grupo se entregó más si cabe para paliar una baja tan importante.

Los de Chicago iniciaron el set con dos cortes de “Cruel Country” (2022), el doble álbum que acaban de publicar: “I Am My Mother” y “Cruel Country”. En este nuevo trabajo predominan los medios tiempos de aire campestre y acústico, sin excesivos alardes eléctricos. Por eso no cundió la alarma ante la incomparecencia de Cline en el escenario y muchos pensaron que saldría más tarde, cuando el country diera paso al rock desaforado. Hasta que, antes de abordar “I Am Trying To Break Your Heart”, Jeff Tweedy despejó la incógnita. “Nels ha dado positivo por COVID, pero ha insistido en que toquemos hoy”, dijo de su compañero, pieza esencial en el sonido de Wilco.

Algunos no ocultaron cierta decepción inicial, pero si alguien albergaba dudas sobre su capacidad de resiliencia, el grupo pronto las disipó. Tal vez el secreto esté en la voz rasgada de su líder y en la grandeza de una colección de canciones que se defienden prácticamente solas en su mero andamiaje, como quedó claro en “Ambulance”, interpretada por su autor en solitario. Junto a esta bucólica tonada sonaron nuevas composiciones de ambiente reposado como “Story To Tell”, “The Universe”, “Hearts Hard To Find” y “A Lifetime To Find”, alternadas con viejas conocidas, como las poperas “Kamera” o “Hummingbird”. En otros clásicos en los que la energía tormentosa juega un papel más o menos importante –“Sunken Treasure”, “Poor Places”, “War On War”, “At Least That’s What You Said”– se las ingeniaron con diversas fórmulas: unas veces Mikael Jorgensen y Pat Sansone asumieron más protagonismo con sintetizadores y teclados, otras fueron este último y Tweedy quienes torpedearon las melodías con derrapes de guitarra eléctrica, pero también John Stirratt y Glenn Kotche intervinieron a menudo para ensuciar el ritmo con un bajo ocasionalmente distorsionado y una batería siempre poderosa y palpitante.

 Hojas de apariencia suave pero rematadas con pinchos afilados. Foto: Juan G. Andrés
Hojas de apariencia suave pero rematadas con pinchos afilados. Foto: Juan G. Andrés

Y en esa tensión entre la finura y el nervio discurrió una velada en sintonía con la imagen que decoraba el nombre de Wilco sobre el escenario: unas hojas de apariencia suave pero rematadas con pinchos afilados. La ausencia de Cline privó al público de escuchar himnos que difícilmente podrían entenderse sin su guitarra: es el caso de “Via Chicago”, epítome de la dualidad sónica del combo, o “Impossible Germany”, que atesora su solo más legendario. Pero a cambio pulieron gemas no tan obvias en sus directos como “How To Fight Loneliness” o “Forget The Flowers”, así como un par de muestras de su debut de hace casi 30 años: la folkie “Passenger Side” y el pelotazo power pop “Box Full Of Letters”.

Después, los teléfonos móviles se multiplicaron en el patio de butacas para registrar cada acorde de la ineludible “Jesus, Etc.” y de la rutilante “California Stars”, que incluyó originales arreglos de teclado, órgano y banjo antes de que las pulsaciones de la audiencia acelerasen con “Heavy Metal Drummer” y “I’m The Man Who Loves You”, divertidísimas ambas. De los seis bises previstos en el setlist no ofrecieron “I’m A Wheel” ni “The Late Greats”. Y concluyeron con “Red-Eyed And Blue” más una traca final de infarto, muy rockera, que levantó a la gente de sus butacas: “I Got You (At The End Of The Century)”, “Monday” –muy apropiada dado el día de la semana– y “Outtasite (Outta Mind)”. Histórico.

Terminaba así –26 canciones y casi dos horas después– la actuación de un grupo que por enésima vez confirmó su infalibilidad: son tan buenos que nunca bajan del sobresaliente, ni siquiera cuando se les extirpa un órgano vital y se ven forzados a reinventarse. Según confesaba ayer Nels Cline en un tuit escrito desde San Sebastián, sus síntomas son leves y pronto volverá a perpetrar sus habituales fechorías guitarreras. Se antoja difícil su participación en los conciertos más inmediatos. Si se cruzan en tu camino, no dudes en asomarte a una banda y a un repertorio que estos días sonará adaptado a las circunstancias, pero tan majestuoso y deslumbrante como de costumbre. ∎

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