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osalía ha sacado “Saoko”, un adelanto de su próximo disco, “Motomami”, y al que esto escribe le ha volado la cabeza. Musicalmente suena áspero, crudo, sorprendente. Hay hasta un interludio de jazz contemporáneo jugosísimo en el que quedarse a vivir, que sirve de respiro y trampolín para meter el bofetón final. Líricamente, la barcelonesa vuelve a decir aquí estoy yo, hago lo que me brota, “yo soy muy mía, yo me transformo, me contradigo, yo soy todas las cosas, fuck el estilo”, que le jodan a las etiquetas y a todos mis críticos. “Si me muero que me muera por la boca como muere el pez / Sé quién soy a donde vaya, nunca se me olvida”. Toda una declaración de principios, un alegato de autoafirmación.
La letra hay que escucharla varias veces para pillarla entera, para disfrutar cómo retuerce el lenguaje, el español y el inglés, para crear una poesía nueva, mitad en un espanglish callejero que es todo lo contrario del prefabricado de la canción de Chanel. Por si le faltaban cosas por decir, también nos mete en dos líneas su visión artística: “Tela y tijeras / Cógela y córtala (y ya)”. Aquí vamos a cortar los géneros, vamos a trocearlo todo y vamos a hacer un traje con remiendos y ya. Ya dejadme puto en paz. Todo eso en dos minutos 17 segundos. Todo eso acompañado por un vídeo deslumbrante y acelerado que es una celebración de la sexualidad y el poder femenino. Ahora no es solo ella en la moto como en “Malamente”, ahora son un montón de tías haciendo acrobacias con motos de gran cilindrada a velocidades de vértigo. Ahí queda eso, tra tra.
El título es un homenaje al “Saoco” que Daddy Yankee hizo con Wisin allá por 2004, y es un término de origen africano que en Latinoamérica sirve para referirse a la sabrosura, la alegría, el ritmo. Rosalía le hace un guiño a sus mayores, a los que revolucionaron las músicas de baile con el reguetón a principios de siglo. Hay mucha tela que cortar aquí, nunca mejor dicho, varias conclusiones que se pueden sacar a propósito de esos 2’17”. Primera, que la mayor revolución del sonido de este siglo está viniendo de las llamadas músicas urbanas, el reguetón, el trap y el rap en sus múltiples evoluciones. Segunda, que una de esas revoluciones viene de uno de los géneros más denostados por el público y la crítica más acomodaticia y eurocentrista: el reguetón, que se ha infiltrado en los ritmos bailables de medio mundo. Tercera, que algunos de los discos más innovadores están viniendo del mainstream.
A bote pronto, por citar unos pocos: Kendrick Lamar –“To Pimp A Butterfly” (2015) y “DAMN.” (2017)–, Billie Eilish –“WHEN WE ALL FALL SLEEP, WHERE DO WE GO?” (2019)–, Kanye West –“The Life Of Pablo” (2016)–, Bad Bunny –“El último tour del mundo” (2020)– o la propia Rosalía con “El mal querer” (2018). Artistas de masas que parecen competir por ser los más innovadores y creativos. Hay pasta para hacerlo, es cierto, para contratar a los productores más punteros, pero no siempre que hay pasta se hace. Rosalía no tiene ninguna necesidad de inventar nada para seguir vendiendo a cholón y sin embargo no deja de renovarse y probar sin prejuicio, más rápido de lo que el público más conservador puede asimilar. C. Tangana y Alizzz han llevado el pop hispano a la siguiente pantalla con “El Madrileño” (2021) y han roto las barreras entre lo español y lo latino. Y si bajamos unos peldaños en popularidad pero sin dejar de ser masivos, hay una avalancha de artistas (por quedarnos por aquí: Nathy Peluso, Bad Gyal, Bejo, Sen Senra, Cupido o Yung Beef, un tipo que hace cosas tan raras y arriesgadas que te deja con el culo torcido). En las músicas urbanas es donde está pasando algo realmente nuevo, algo que no habíamos oído antes.
Ya no en el rock. Hace mucho que el rock no aporta apenas novedades, aunque sí buenas canciones. Se da la paradoja de que hay discos de mainstream mucho más transgresores que los discos que se llaman alternativos o independientes. El indie como etiqueta se ha convertido en un cliché en el peor de los casos, un clásico en el mejor. Es música de cuarentones (y no se me ofendan, yo lo soy), vive de la nostalgia. Se mira con lupa o con condescendencia a los ritmos latinos, a las nuevas generaciones y a los nuevos estilos, y resulta que están dando sopas con honda a los mayores y a sus críticos, siendo vanguardia en ocasiones desde la industria comercial, mostrando tanta independencia o más que quienes se dicen independientes. En España hay un purismo y un puretismo de la música de minorías que desprecia a la mayoritaria, un menosprecio colonial desde lo español a lo latino. Escuchando a Rosalía, todas esas categorías por los aires. Es un zasca con la mano abierta a los prejuicios. Y da gusto que así sea. “Fuck el estilo. Si eres la pámpara, nada te pue’ parar”. ∎