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Firma invitada / Escalera de incendios

Mis noches con Kant

18. 07. 2023

L

e guardo un secreto importante a alguien. Cuando era pequeña tenía uno de esos joyeros en los que, al abrirlos, una bailarina gira sobre sí misma. A veces me olvido de que le guardo un secreto importante a alguien y cuando lo recuerdo se me abre en el pecho el joyero y la bailarina empieza a girar y suena una música que me pone nerviosa porque ya no sé qué hacer con ese secreto, no sé cuánto tiempo tener a la bailarina ahí plegada. Me pregunto si olvidaré el secreto algún día. Creo que hay muchas personas en el mundo confiando en que alguien olvide aquello que le contó y muchas personas guardando secretos y lealtad sin saber ya por qué. Yo le guardo un secreto importante a alguien por imperativo kantiano.

Para Immanuel Kant todos deberíamos obrar de tal modo que la máxima que rige nuestro comportamiento fuera la que quisiéramos que rigiera el de todo el mundo. Así que yo guardo un secreto importante aunque no quiera hacerlo ya porque por las noches veo a Kant en el espejo mientras me cepillo los dientes. El filósofo me mira con sus ojitos claros y sus rizos blancos sobre las orejas y me dice: “¿Acaso querrías tú que alguien a quien confiaste un secreto importante que podría arruinarte la vida lo contara y efectivamente te arruinara la vida?”. Entonces yo, con la boca llena de espuma, le diría: “Pero Manu”, porque si se ha colado en mi baño y me acompaña mientras me cepillo los dientes es porque tenemos confianza, “yo no tengo ningún secreto que de ser contado me arruine la vida, es más, como sigo tus enseñanzas yo procuro que mi forma de actuar, si bien no es exactamente ejemplar, al menos cumpla con tu imperativo categórico”. Ahí Manu respondería: “Bueno, tú guarda ese secreto porque es una forma de sostener el mundo. Si todos hicieran como tú, el mundo sería un lugar mejor”.

Como veis, Manu me quiere mucho porque yo le he aguantado muchas charlas en sus noches de insomnio y, como le escucho, me tiene por persona buena. Además, puede ser que yo a veces embellezca las historias, que me haga salir guapa en los relatos. No aspiro a ser ejemplar, solo a parecérselo a Manu. Cuando el filósofo vuelve a su sitio, al más allá de los filósofos prusianos, y me quedo sola en mi habitación, sigo preguntándome por qué le guardo un secreto a alguien que no se lo merece, por qué seguimos leales a quienes no nos devuelven la lealtad. Fantaseo con todo el daño que podría hacer, me siento por un momento atómica y hasta pienso que sería justo hacerlo, pero luego qué, qué se hace con el incendio que has provocado, con todos los árboles arrasados. Si no sabemos qué hacer con el daño que hacemos sin querer no sabría qué hacer con el daño hecho a propósito. Así que guardo un secreto importante a alguien para ahorrarme el dolor de provocar dolor, por egoísmo, en definitiva. Lo siento, Manu. ∎

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