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scribir sobre música supone una contradicción en sí misma para los músicos que no sabemos leer ni escribir partitura de forma convencional o clásica. Dicen las malas lenguas que si el artista se ve obligado a explicar en exceso una obra realizada es que ha llegado a la terrible situación de tener un lenguaje propio, único y, por ende, tan críptico e ininteligible que solamente él será capaz de entenderlo o apreciarlo. Algo así como el que solo habla la lengua que él mismo ha creado y no puede comunicarse con nadie más por falta de seres que la entienden o practican. También se comenta por los patios de la cultura murmurada que si la obra no es capaz de contar o hacer sentir cosas por ella misma (si es que esto se pudiera dar, ya que no existe la pieza sonora sola) es que no se han sabido aprovechar todas las posibilidades que ofrece el arte de organizar sonidos, o sea, la música.
Y es que son varias las anécdotas sobre el periodista de turno (y digo bien, de turno) que pregunta qué quiere decir o significar tal obra musical y donde el músico interpelado termina, en vez de respondiendo con palabras, como suele pasar, interpretando la pieza musical o la canción, evitando todo lenguaje hablado y así dando a entender que cuando tratamos de otro lenguaje la única forma posible de comunicarse es con los códigos que este plantea y emplea. Recordemos que “lenguaje” no es solo la virtud del idioma, la lengua, el mundo de las palabras y sus significados, sino que también puede ser y es un medio corporal, musical o gestual, entre otros. Pero ¿es que la pieza artística en el campo de la música solo se limita a lo que entendemos por musical o sonoro? ¿El texto o el libreto que acompaña al disco son parte de la obra? ¿Y las entrevistas? ¿Y las fotos? ¿Todo ello no pertenece al discurso del artista y su obra? Entrar en este debate suele ser poco fructífero en los campos de la música pop, rock u otras convenciones musicales, si bien en el territorio del arte contemporáneo ya se ha debatido y deliberado sobre esta cuestión, aunque en ocasiones no con mucho éxito.
¿Dónde empieza y termina la obra? ¿Este texto pertenece a la obra de Niño de Elche? ¿Cuánto tiene de mi escritura y de tu lectura? ¿Cuándo finaliza su creación?
Ser músico, utilizar dicha etiqueta para esclarecer una labor, ejercita la picaresca mercantil, pero no ayuda en muchas ocasiones a abrir o desplazar otras fronteras del prejuicio, sobre todo del prejuicio académico. Escribir no es más que reflexionar desde la palabra escrita, pensar desde un silencio que nos otorga el gesto previo de la escritura, un enfrentarte a tus propios pensamientos para reconocer si aquello que guardas es verdaderamente digno de ser expuesto e, incluso, si aquello que piensas es realmente digno de tu persona y tu sentir en el momento que te enfrentas a su visualización externa en forma de palabras. Pensar tiene que ver con este acto tan valiente y revelador, que puede llegar a ser un ejercicio de vértigo, pero sin lugar a dudas es el único que puede hacer del artista un ser ajeno a la repetición entendida como vaguedad banal del espíritu.
No leas estas frases con terceras intenciones, ya que nadie ha venido aquí a enseñarnos cómo escapar de los anhelos del alma que plantean las ideologías conservadoras reproducidas y desarrolladas en variadas estéticas y disciplinas por todo el mundo terrenal. Pensar críticamente lleva implícito pensar de forma autocrítica. Si hay algo que venerar de esta sección no es que se escriban ideas como monumentos ni que hagamos de nuestro sector algo no vulnerable o frágil, sino lo importante de esta invitación a escribir, a leer, a pensar, es hacerlo desde ese accionar para seguir dándole vueltas a eso que guarda relación etimológica con la palabra conversación. Sigamos conversando. ∎