Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
petición de mi editor, y ante todo y muchísimo antes amigo, Yago Ferreiro, escribí un capítulo titulado YO para mi libro “Yo creo que Banksy eres tú” (2022). A pesar de que Yago dijo que le gustaba especialmente, lo quité de la edición final porque YO no quise salir en el libro, sino dejar que solo la estela de Banksy guiara, o lo que fuera, la historia. No quería interferir. Ahora lo recupero para estas memorias anecdóticas.
El detonante de recuperar ahora este texto fue una cosa que me contó mi madre: en una conversación con sus primas, creo que en el verano de 2022, una amiga de ellas (ejecutiva de una de las empresas más importantes de España) no estaba nada de acuerdo con el Nobel a Bob Dylan (eso en sí se podría discutir, claro; aunque yo se lo daría pronto a Saul Williams, si me importara el Nobel). Su “tesis” fue que era más influyente “La Macarena” que las canciones de Bob Dylan. Como no quiero ni puedo entrar en semejante abismo intelectual, me acordé de este texto, que quizá explique algo. O no.
Creo que puede revelar algo de las personas cuyo estatus realmente solo se explica con el árbol genealógico, sin otros argumentos. Y se pueden permitir (así ha sido y siguen) vivir con “argumentos” como ese de “La Macarena” y Bob Dylan. Nadie nunca les discutió nada y ahora además hay una cierta corriente (en ese ámbito social) de este anticulturalismo/trumpismo que los arropa. Afortunadamente parece que no son mayoría (alivio).
Me parece muy curioso cómo, según cantes una historia o si la cuentas con “literatura”, cambia radicalmente su impacto. Letras versus Literatura. No es mayor o menor, sino que la percepción puede ser diametralmente diferente. Muchas veces mis canciones empiezan como “relatos”, y luego se convierten en canción, y a veces van y vienen en ambas direcciones hasta asentarse. Y pienso: una canción mía como “Marica y drogadicto”, que sé que gustó a algunos familiares, ¿y si la hubieran leído y no hubiera sido una canción? Creo que les habría dejado helados.
ESCENA 1
En mi familia hay de todo: personas que se drogan y gente que debería drogarse.
Unas nubes bajas invaden el salón. En el techo abovedado cuelgan fetiches fotogénicos. La lámpara de araña me retrotrae a un estribillo tan profundo que podría predecir el fin del mundo.
—“Te conozco de-toda-la-vida”.
Hago una radiografía de lo que veo y oigo. Y un flashback de lo que he visto y he oído en este salón:
2 urogallos disecados.
1 rifle de John Wayne.
45 cangrejos de río.
1 busto de Franco.
1 crucifijo.
1 notario.
1 bandeja de plata con botellas de licores.
50 bodas.
60 funerales.
2 zombis.
Muchos Frankenstein.
Muchos falangistas y papistas.
Algunos alcohólicos anónimos.
1 marinero.
1 mujer infiel.
1 señora peinada como Almodóvar aunque ella lo odia y él la odiaría también.
Varios humoristas involuntarios.
Varios revisionistas voluntarios.
1 poetisa.
1 jugadora de bridge.
1 vídeo de la boda de una prima, la que huyó en el altar.
1 cuadro de Aute.
Fotos del Che.
PD: La tía Mari Carmen, a la que llamaban Marica. Escondía en su pelo un nido de pájaros de Hitchcock.
ESCENA 2
En la vitrina de las escopetas se refleja una fotografía de Leni Riefenstahl. El busto del dictador se esconde ahora en el aparador hasta que salga un comprador.
Con el güisqui y la ginebra unas nubes bajas invaden el salón. Veraneaban en un palacio con sus primos y primas, tíos y tías, gatos y gatas. Les cantaban canciones en falsete. No sabían que su abuelo echaba de menos Filipinas y la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Revoloteaban entre las flores mientras los chicos mataban gatos con perdigones.
Una comedia Dogma. En primavera la familia se reúne en torno al televisor, bailan la coreografía de una canción (da igual cuál). Mientras hablan y ríen pienso felizmente en “La semilla del diablo”. Fantaseo con un invernadero plagado de trufas y hiedra artificial, con colores parecidos a la sangre de un animal. La diferencia horaria justificaría la misantropía y la desorientación, me vestiría de blanco y escribiría como Tom Wolfe.
Una tía mía (perdón por ser tan impreciso) manda un correo electrónico a toda la familia (incluidos mails de algunos que están muertos) para pedir una foto del “abuelo” (a saber: mi bisabuelo). En seguida la encontré en Wikipedia:
ESCENA 3
El cielo está plomizo, a mí me encanta así. A mis pies derrapa un camión gigante negro cegador con armoniosos bordes plateados donde me veo reflejado. Estoy en el food truck de Nagomi hablando de su familia de samuráis mientras corta con un cuchillo enorme y brillante nigiris de salmón sin apartar la mirada de mis ojos. Levanta el cuchillo hasta el cielo y cae en tirabuzón, suena como un golpe de baqueta del batería de Nine Inch Nails.
Me llaman por megafonía. Suena mi nombre: REMATE. Probablemente lo mejor que he hecho nunca es inventarme como tal. Salvo la madre de una amiga de mi mujer que me llama confundida (o no) Pespunte, y el padre de un amigo que cree que mi nombre es Minuto (sí: Minuto), la mayoría de las personas me llaman así. Eso me asegura diariamente algo de ficción. Esa es mi jubilación en Florida.
Me llaman por megafonía. Alguien me espera fuera. Es Banksy. No recuerdo conocerlo. Me habla de mi familia en latín. Me dice que si quiero reunirme con todos:
—“En una acogedora habitación”.
Me enseña fotos supuestamente-trampa, polisémicas. Que podrían parecer una cosa pero seguramente sean otra, y yo tendría que decir lo primero que me viene a la cabeza. Un pájaro rojo de plumas negras que agoniza en Hawái, que baila como Prince y canta como Boy George. Un león bajo la luz ultravioleta de un resort. Resuena Angelo Badalamenti, no sé si en mi cabeza o en el hilo musical. Si es lo segundo probablemente estoy muerto. Compro anastasias y rosas en tonos blancos y verdes. Mis recuerdos de niño y de adolescente se expanden en mí como ecuaciones de Einstein. Me autoescribo un mensaje de condolencia. Rebobino tan solo tres o cuatro días. Vi un corzo saltando en el jardín. Me dijo algo importante que no entendí.
Banksy me insta a que diga todo lo que siento, porque cree que estoy en estado de shock. Pero yo le digo:
—Gracias por todo. Prefiero seguir con mi conmoción. ∎