Película

Benediction

Terence Davies

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Terence Davies, sin duda alguna el último gran cineasta británico, será recordado por una obra no muy tupida pero imprescindible, que conjuga el aliento poético, una mirada áspera al pasado y una precisión apabullante de la puesta en escena. Podríamos añadir un abrazo sin concesiones a esa diferencia que es la suya, no tanto la del homosexual que sufrió por ser también un devoto católico –un tema, el de la homosexualidad masculina, que no había abordado frontalmente hasta esta película–, sino la del tipo de Liverpool al que no le gustan The Beatles y que no siente el menor interés por la cultura popular. Un exquisito.

El día que se vaya, cerraremos sin embargo los ojos y escucharemos su envolvente voz en off, recitando aquello de: We love the place we hate, then hate the place we love. We leave the place we love, then spend a lifetime trying to regain it. Unos versos magnéticos que parecen suyos y que en cualquier caso sintetizan a la perfección su equívoco desgarro existencial, en aquel maravilloso collage dedicado a su ciudad natal titulado “Of Time And The City” (2008), un clásico de las más cinéticas sinfonías urbanas.

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Hace tiempo que Davies agotó el filón de su propia vida en una serie de películas con tintes autobiográficos –The Terence Davies Trilogy: Children / Madonna And Child / Death And Transfiguration” (1984), “Voces distantes” (1988), “El largo día acaba” (1992)–, pero no resulta difícil reconocerlo o al menos entender su fascinación por la figura de Siegfried Sassoon (1886-1967), poeta, gay y católico como él, cuya vida glosa en “Benediction” (2021; en España 2022) después de haber convertido a Cynthia Nixon en Emily Dickinson en “Historia de una pasión” (2016). A pesar de haber nacido mucho antes que Davies, o quizá por eso, Sassoon no malvivió su homosexualidad –aunque tuvo que camuflarla con un matrimonio de conveniencia– ni su objeción de conciencia –aunque rozó el pelotón de fusilamiento– tras vivir los encarnizados horrores de unas trincheras en las que se erigió en lírico héroe de guerra, condecorado por su valor, apartado por su irritante traición y finalmente entronizado como poeta bélico de la Primera Guerra Mundial. Vemos más bien a Davies en la mirada de Peter Capaldi, que encarna al poeta en el otoño de su vida, mirando hacia atrás con cierta ira.

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Puede que “Benediction” no esté a la altura de películas más abordables y rotundas como “La casa de la alegría” (2000), “The Deep Blue Sea” (2011) o incluso “Sunset Song (2015), con la que también hubo algunas reticencias. Pero sigue siendo un Davies. Estamos en su universo inmediatamente reconocible, bañado en una melancolía que duele, entre el rigor de un neoclasicismo bien entendido –ni apolillado, ni de trampa y cartón, ahora con la fotografía algo vaporosa de Nicola Daley– y las fugas experimentales con imágenes de archivo que integran el espanto de la Gran Guerra en los recuerdos del protagonista, todo a través de la mirada altiva del poeta condecorado, seguro de sí mismo al dominar la música de un discurso tan denso como afectado, tan rígido como perfectamente articulado, y pronunciado, sílaba a sílaba, por el joven Jack Lowden, que hizo la guerra en “Dunkerque” (Christopher Nolan, 2017) y encarnó a Morrissey en la muy prescindible “England Is Mine” (Mark Gill, 2017). Ahora juega en otra liga.

A lo largo de más de dos horas de metraje, el recién llegado encontrará en efecto escasos asideros. La película no es por supuesto un biopic al uso ni tampoco se pliega a las habituales concesiones a la industria, cada vez más formateada. Pero si “Benediction” no es la mejor puerta de entrada para el universo Davies, sí se trata de una cita ineludible para el resto de la cinefilia, quizá la última con un cineasta más bien caro de ver: apenas diez largos en más de cuatro décadas de carrera. Es poco y, a la vez, es muchísimo. ∎

Heridas de amor y guerra.
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