Hoy en día hay un mal que muchos sufrimos en silencio: los grupos de WhatsApp con amigotes machistas. Una versión moderna y deformada del ágora donde los individuos más cargados de testosterona trasnochada se sienten impulsados a compartir contenido variado y soez de machismo exacerbado (tetas y tetas y más tetas, un vídeo porno tras otro… Te puedes hacer una idea). Representan al tipo de persona en el que no he podido evitar pensar una y otra vez mientras leía “Más que una mujer” (“More Than A Woman”, 2020; Anagrama, 2022). Hombres a los que les haría mucho bien leerlo. Me siento mucho más cerca de Caitlin Moran (Brighton, 1975) que de cualquiera de ellos.
En este libro encontramos a la misma Moran que ya nos encandiló con “Cómo ser mujer” (2011; Anagrama, 2013) y “Cómo se hace una chica” (2014; Anagrama, 2015). Ya sabes, una mujer alocada, cachonda, deslenguada, afilada, inteligente, divertida a rabiar. Pero aquí añade una nueva perspectiva, mucho más reflexiva y –dicho esto de forma positiva– madura. Porque sí, hay mucha comedia, payasadas para pasarlo en grande y toneladas de reivindicación feminista necesaria en cada línea, pero también hay lugar para lágrimas de dolor e impotencia. Como un reflejo de la vida misma.
Sin seguir un argumento fijo, Moran coloca el foco en sus circunstancias personales para después abrirlo a lo universal. Poco a poco, va descubriéndonos con cada capítulo algunas de las peculiaridades de su vida después de los cuarenta y de la edad adulta con la que todos hemos o habremos de lidiar. Cosas en las que probablemente nunca hayas pensado (yo no lo había hecho), pero que están ahí, acechando, esperando el momento de llegar a tu vida. Lo bueno y lo malo. El sexo y la muerte. Los hijos que crecen y los padres que comienzan su declive. Las resacas insoportables y los inesperados placeres a descubrir en esta nueva etapa vital.
A pesar de estar inmersos en una realidad donde los medios de consumo masivos tratan de imponer la dictadura de la juventud a toda costa, haciéndonos creer que envejecer es algo molesto, un mal necesario que es mejor ocultar, la escritora inglesa reivindica la necesidad de aprender a aceptar el paso del tiempo, haciéndolo con alegría y dignidad. No es este un libro para adolescentes ni para veinteañeros; no lo van a entender. Es una obra para personas de mediana edad.
La autora nos acerca una vez más a su vida logrando hacer de lo particular algo universal para ofrecernos un retrato de buena parte de la generación que ahora ronda los cuarenta y más allá. Gente con hijos y obligaciones. Mujeres, sí, pero también (¿por qué no?) hombres normales, sensibles, comprometidos con su lugar en el mundo. Con estas casi trescientas cincuenta páginas, Caitlin Moran aporta una mirada feminista repleta de lucidez y sinceridad que se detiene en los detalles importantes de la vida sencilla para intentar arrojar un poco de luz al a veces oscuro camino de la vida adulta. De modo que si eres mujer relájate, sírvete una merecida copa de vino, colócate las pantuflas, ponte cómoda y sumérgete en su lectura. Y si eres hombre, hazte un favor y léelo también. Sobre todo si estás en un grupo de WhatsApp repleto de machistas. ∎