Libro

Edward Carey

LittleBlackie Books, 2021

En 1761, una niña de tamaño pequeño, muy pequeño, y con un aspecto que hace torcer el gesto a quien la mira, nace Anne Marie, a quien todos llamarán Little. Tras varias desgracias, un viaje a París y una concatenación de coincidencias que solo pudieron suceder en la agitación de la Francia revolucionaria, Little acaba trabajando para el señor Curtis, un famoso modelador de cera. Ella lo cambiará todo: convertirá un negocio modesto en una nueva forma de entender la profesión, pues de su ingenio nacerá el primer museo de cera, convirtiéndose en una pieza clave para quienes estaban destinados por fuerza popular a abandonar Versalles.

Esta es la historia que se ocupa de narrar el escritor inglés Edward Carey (Norfolk, 1970) en un libro que, como ha descrito con agudeza Margaret Atwood, es, ante todo, excéntrico en su contenido y forma. Su lectura es trepidante, pero no tanto por la tensión de la trama –lejos estamos de la lógica del thriller biográfico– sino por la arquitectura del libro, que es capaz de saltar entre planos (personal, histórico, social) al tiempo que recurre a una estructura narrativa poco común. La primera persona convierte estas memorias ficcionadas en un juego literario que funde la perspectiva testimonial y la narración omnisciente. Sin embargo, este juego es puesto al servicio de una idea que queda clara desde el comienzo: son los pequeños detalles, aquellos que ocurren casi sin darnos cuenta y sin elegirlos, los que conforman las vidas tanto de los que pasan posteridad como de los que no.

El autor se mueve aquí con soltura en la biografía novelada –ya advierte que a pesar de un enorme trabajo de documentación hay muchos episodios que son fruto de su imaginación– para reconstruir en “Little” (2018; Blackie Books, 2021) la apasionante historia real de Madame Tussaud. Destacan las ilustraciones, obra también del autor, que se mezclan intencionadamente con las palabras, completando su sentido. Su integración dentro de las páginas, deformando la posición del texto, da cuenta de su propósito. “Ninguna persona viva puede comprenderme. Solo mis muñecos”, acaba sentenciando la protagonista en una de las últimas páginas. Ahora quizá también pueda comprender sus motivaciones el lector de Carey gracias a este libro, dirigido a quienes disfruten de los apartes de la historia en mayúscula y quieran descubrir las andanzas de Madame Tussaud a la sombra de la guillotina. ∎

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