Jaime Hernandez, del punk a “Locas”. Fotografía: Carson Becker
Jaime Hernandez, del punk a “Locas”. Fotografía: Carson Becker

Entrevista

Jaime Hernandez: ética (y estética) punk

Después de toda una vida dibujando las desventuras de las “locas, salvajes y chifladas” Maggie y Hopey, Jaime Hernandez ha engrosado su galería de mujeres memorables con Tonta, la protagonista del cómic homónimo con el que regresa al retrato del caos juvenil. Hablamos con el autor de esta nueva creación, de su predilección por los personajes femeninos y de su adolescencia en la escena punk de Los Ángeles.

Aunque ‘Love And Rockets’, la revista-cómic creada a principios de los 80 por los Hernandez Bros y en la que han serializado la mayor parte de sus creaciones, pareciera un 3x1, los tres hermanos –Gilbert, Jaime, Mario– eran, son, tan distintos como sus excepcionales mundos propios. Hemos charlado con uno de ellos: Jaime Hernandez (Oxnard, California, 1959), el más pequeño y, hasta ahora, evasivo con la prensa. Y lo hemos hecho a propósito de “Tonta” (2019; La Cúpula, 2021), pero también con “Locas” (1982-) y sus icónicas protagonistas, Maggie Chascarrillo y Hopey Glass, en el punto de mira. Y con la escena punk de Los Ángeles, tan esencial en sus historietas subculturales, en las que con su excepcional maestría en el uso del blanco y negro y la sensibilidad suburbana por bandera, Jaime ha colocado a sus personajes femeninos como protagonistas sin parangón desde que empezara a crear tebeos en los 80. Hernandez nos atendió desde Pasadena, encantador, para hablar de música y cómics. Un auténtico honor, teniendo en cuenta la trayectoria del estadounidense, ganador, entre otros galardones, de los premios Harvey (1989), Ignatz (2012) y Eisner (2014).

Después de “¿Es así como me ves?” (La Cúpula, 2019), el álbum de la punk reunion protagonizada por unas Maggie Chascarrillo y Hopey Glass veteranas, ¿sentías cierta necesidad de volver a meterte en una historia adolescente?

¡Sí! Bueno, lo he intentado. Ahora tengo 61 años y una hija mayor, así que es todavía más difícil meterse en la mentalidad de los adolescentes. Aunque trato de hacerlos hablar como cualquier persona, sin ninguna jerga generacional específica. Estoy en Twitter e Instagram, pero hay expresiones que se me escapan y, claro, necesito comprender de qué están hablando los personajes que dibujo.

¿Cómo nace el personaje de Tonta?

Surgió después de “Chapuzas de amor” (2014; La Cúpula, 2015), donde retrataba principalmente personajes que se remontaban al principio de mi trayectoria, empezando por Maggie. Junto a ellos, ideé nuevos personajes, unos quince, a quienes nadie conocía. La aparición de Tonta se debe en parte a que necesitaba una voz más joven, pero también un universo dramático completamente nuevo... Me gusta que los personajes nuevos se mezclen con otros ya conocidos.

“Tonta”: sangre joven en el imaginario de Jaime Hernandez.
“Tonta”: sangre joven en el imaginario de Jaime Hernandez.

Has dicho que existen un millón de respuestas diferentes a la pregunta de por qué tus cómics están protagonizados fundamentalmente por mujeres. Bien, quiero que me des al menos una.

(Ríe) Me gusta escribir sobre mujeres. Me gusta dibujarlas, ponerlas en las historias para ver a dónde van. Quiero decir, también podría hacer eso con personajes masculinos... Es, sencillamente, que estoy enamorado de las mujeres, punto. De todos los aspectos de la mujer: si imagino un conflicto, me intriga más poner en escena cómo lo trata de resolver una mujer.

Has hablado en alguna ocasión de que, a finales de los 70, te introdujiste en el punk por el aburrimiento instalado en tu barrio de Oxnard. ¿Crees que esa sensación fue el caldo de cultivo de aquella escena en California?

Totalmente. Para mí, al menos, no iba tanto de política como de luchar contra el tedio: éramos niños aburridos viviendo en los suburbios de Los Ángeles. Es una ciudad inmensa, y nosotros viajábamos una hora para llegar al centro a ver los conciertos. Eran pequeñas aventuras emocionantes: a veces no teníamos coche, o se nos acababa la gasolina… Muy pronto, el reclamo también fueron los grupos locales que teloneaban a los artistas de Nueva York o Londres. 

“Es, sencillamente, que estoy enamorado de las mujeres, punto. De todos los aspectos de la mujer: si imagino un conflicto, me intriga más poner en escena cómo lo trata de resolver una mujer”

Imagino que fue una época muy excitante. ¿Cómo la viviste?

Sí, sí que lo fue. Casi todas las bandas con las que había crecido durante mi adolescencia eran dinosaurios (ríe). La aparición del punk te permitía ser parte del show: estabas cerca de las bandas, pasabas tiempo con ellas... Eso era totalmente nuevo para mí. Pensé que esa sería mi vida a partir de entonces, viendo a un grupo en primera fila y luego yéndome a mi casa. Pero el punk también era excitante porque tenía una cualidad callejera que sentía muy próxima a mi estilo de vida en Oxnard: la idea de, sencillamente, pasar el rato era algo muy mexicano-estadounidense. Y eso que a muchos de mis amigos les iba más el funk o el soul, que era lo que escuchaban en la radio. Nosotros éramos chicos raros, mexicanos a los que les gustaba la música de los blancos… Pero era interesante ir a Los Ángeles y encontrarte, cada vez más, con personas de distintas razas yendo a aquellos conciertos en diversas partes de la ciudad. Fue divertido, y coincidió con la época en que empecé a crear mis propios personajes, de modo que los vestí con rasgos de aquello que yo mismo hacía. Antes de convertirse en punk, Maggie solo era una mecánica de cohetes espaciales...

Porque, al principio, estabas más metido en la ciencia ficción.

Sí, claro. Por eso, cuando apareció el punk, pensé: “¿por qué estoy escribiendo sobre algo que no conozco?”. Esto es más emocionante, y sucede de verdad. Es real.

¿Con qué bandas te identificabas más en esos momentos?

Grupos de Los Ángeles como X, Black Flag y The Germs… Incluso The Go-Go’s, que eran chicas punk de la escena.

Los Hernandez Bros en sus inicios.
Los Hernandez Bros en sus inicios.

Decías que tenías contacto con las distintas personas que formaban la escena. ¿Te has vuelto a encontrar con ellas, pasados los años?

Vi una vez a Henry Rollins en una tienda de discos, pero no hablé con él porque tenía fama de gruñón (ríe). Conozco a gente que lo conoce, pero en general soy tímido y, bueno, aunque fuésemos todos punks, aún existía esa especie de barrera entre la banda y los fans. Pero cuando nuestra pequeña escena en Oxnard empezó a crecer, yo también me metí en bandas. De hecho, muy pronto se hizo lo suficientemente grande como para que ya no tuviéramos que ir tanto a Los Ángeles. Montamos nuestra escena.

¿Qué instrumento tocabas, Jaime?

Tocaba el bajo, porque todo el mundo quería tocar la guitarra (ríe). En aquel momento, yo pronosticaba que iba a adelantarlos a todos: “Todos queréis tocar la guitarra y estáis compitiendo por tocar”. Efectivamente, fui el primero de mis amigos que estuvo en una banda, porque nadie quería tocar el bajo.

“Nosotros éramos chicos raros, mexicanos a los que les gustaba la música de los blancos… Pero era interesante ir a Los Ángeles y encontrarte, cada vez más, con personas de distintas razas yendo a aquellos conciertos en diversas partes de la ciudad”

¿Recuerdas algún concierto o acontecimiento que vivieras como especialmente epifánico, en el sentido de intuir que iba a ser un contexto presente en la creación de tus historias?

La policía de Los Ángeles odiaba el punk y siempre estaba disolviendo shows. Recuerdo ir a la ciudad y no encontrar el local donde tocaban Black Flag esa noche; mientras, mirabas hacia arriba y veías al helicóptero de la policía siguiéndonos la pista… Uno de los conciertos más inspiradores que vi fue el de The Slits. Un show realmente bueno, menos loco de aquello a lo que estábamos acostumbrados. También el de Black Flag en Starwood; era una especie de comeback, porque habían estado prohibidos durante un tiempo. Nos habíamos quedado fuera, pero un grupo de personas salió corriendo de golpe por una de las puertas laterales, y logramos colarnos. Fue una locura.

¿El hecho de que las mujeres tuvieran un rol activo y protagonista en la escena punk influyó a la hora de que los personajes femeninos tomaran el control en tus historietas?

La escena era muy diversa, en cuanto a raza y género, así que pudo tener mucho que ver con que eligiera usar mujeres como personajes principales, sí. Muchas de ellas eran auténticas jefas punk. Hacían las cosas sin pedir permiso, y eso causaba sensación. Era un gran ejemplo para alguien que venía de una localidad pequeña y pensaba: “Si no eres blanco… ¡buena suerte!”. Creo que esas actitudes me ayudaron a decidir qué dirección tomar y concentrarme en lo que quería contar.

“Locas”: las aventuras de Maggie y Hopey.
“Locas”: las aventuras de Maggie y Hopey.

En la entrevista que mantuviste en la Biblioteca del Congreso con Gary Groth, editor de Fantagraphics, hablabas de las protagonistas de “Locas” en unos términos realmente conmovedores: “my Maggie, my Hopey”. Más que ficciones creadas por ti, es como si las sintieses como personas de carne y hueso. Has dicho que Hopey es tu esposa, ¿convierte eso a Maggie en tu alter ego?

Sí. Muchos de mis pensamientos están en Maggie. Ella es mi centro, así que proyecto mis ideas en ella más que en el resto de personajes. La razón por la que dije que Hopey era mi esposa es que está basada en una amiga mía de la escena con la que terminé casándome veinte años después. Nos separamos recientemente, pero sí, ella tiene mucho del espíritu de Hopey, también su lengua afilada… (ríe). Pero Maggie es, sobre todo, yo. Pero a lo largo de todos estos años Maggie ha creado su propio personaje, se ha alejado de mí; eso me gusta, porque permite que, aunque hayan pasado cuarenta años desde que la dibujé por primera vez, todavía esté tratando de entenderla. Es un buen desafío. Por otro lado, creé a Ray porque necesitaba un personaje que plasmara mis pensamientos masculinos. Y luego se alejó de mí, hacía muchas cosas con las que no estaba de acuerdo. Pero ese conflicto también está bien.

De alguna manera, los estás emancipando.

Así es, y aún tienen mucho de mí, pero no es fácil de detectar. Creo que ahora hay muchos personajes con cosas mías. De todas formas, aunque Maggie no aparezca siempre en la historia, sigue estando en el centro.

Tus personajes envejecen en paralelo a los lectores. Algunos fans se resisten a aceptar el paso del tiempo en la ficción, ¿a qué achacas eso? ¿Es un síntoma de la infantilización de una sociedad que no acepta la idea del declive?

El hacer envejecer a los personajes viene de mi interés por el presente, el pasado y el futuro. Desde que era pequeño, siempre miraba hacia el pasado… Mi madre, mi abuela, contaban historias de cuando eran pequeñas; es una sensación muy cálida. Incluso entre nosotros, somos cuatro hermanos y una hermana y siempre estamos hablando de la niñez. Nada está encerrado en el presente, estamos viajando continuamente dentro de nuestras mentes. Pensé que esto sería una herramienta muy útil para contar historias, el hecho de “envejecerlas” para conocerlas mejor… En el primer volumen de “Locas”, las protagonistas son quinceañeras. Ahora son cincuentonas, así que puedes mirar atrás y decir “mira, qué jovencitas eran”... Hay gente que no quiere que le recuerden eso, quizá porque han tenido una infancia horrible o una relación terrible con la familia, pero yo lo he hecho así. Es una herramienta que me acerca todavía más a los personajes. ∎

Tonta es una punk

“Tonta”
(La Cúpula, 2021)

Independientemente de la época –y ya van cuatro décadas de andadura artística–, uno de los grandes logros de Jaime Hernandez es haber sabido captar la esencia adolescente, así como todos los anhelos y frustraciones que acarrea. Alrededor del personaje de Tonta ha vuelto a construir otro submundo donde hay misfits, punk, familias disfuncionales, ocupaciones dudosas… con una intriga central que se mantiene a lo largo de todo el volumen. Entremezcladas, las desventuras de nuestra protagonista se suceden y la enfrentan a una némesis con apariencia de hermanastra (Vivian Solis). Como siempre, el autor cuenta con el gancho de su estilazo gráfico, blanco y negro impecable y perfecto para esos relatos suburbanos con protagonismo femenino exultante; donde no falta el cameo cómplice de la gente de Hoppers, como Maggie y Doyle. De hecho, Tonta es una “Loca” de pleno derecho que, esperamos, engorde aún más el ejército de fans que acumulan las sagas de Hernandez. ∎

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