A Hugo Blick (Henley-on-Thames, Inglaterra, 1964) se le ha negado, por motivos inexcusables, la entrada al Hall Of Fame de los showrunners del presente. Si la opresiva e inquietante “The Shadow Line” (2011) fue una demostración inequívoca de una nueva fuerza creativa, luego la siguió alimentando con otras remesas de corta extensión tan estimables como “The Honourable Woman” (2014) o “Black Earth Rising” (2018). Con su última tentativa, “The English” (2022), confirma lo inexplicable de un estatus autoral privado del respaldo sin reservas de público y crítica.
Y lo lleva a cabo con lo que a priori supone un cambio de registro notable, aunque a la postre siga preocupado por los mismos lances dramáticos, por los instintos más cavernosos, y aportando una galería de personajes robusta y memorable. Tras cursar con soltura los terrenos anegados de moral podrida, ya sea en clave de neo-noir o thriller político, su nuevo esfuerzo se aposenta en el wéstern. Género que en los últimos años ha propiciado refrescantes (y actualizadas) muestras en los conductos del streaming. Desde la inaccesible por estos lares “Yellowstone” (Taylor Sheridan y John Linson, 2018-), la genealogía wéstern de Taylor Sheridan –cuyo universo se ha extendido con las inéditas en España “1883” (2021-2022) y “1923” (2022)– o la aplaudida “Godless” (Scott Frank, 2017), cuya reformulación en clave femenina fue celebrada como una de las miniseries de lo que se lleva de siglo.
La propuesta de Blick no se aleja del todo de la de Scott Frank. Si bien por un lado opta por la reverencia al canon estético del wéstern y a sus viejos y no tan viejos guardianes cinematográficos –en ese sentido, la impresionante fotografía del catalán Arnau Valls Colomer sobre los hermosos paisajes de Segovia, Guadalajara y Toledo realzan el placer estético de un visionado que parece ideado para brillar en scope en la sala de cine–, es en su contenido donde voltea las tornas de los códigos del género a favor del pulso protagónico de una mujer inglesa de clase aristócrata, embarcada en un viaje vengativo por las laderas salvajes de ese Oeste irresoluto, sin pilares civilizados. Ese encaje en el zeitgeist actual lo redobla con una grata historia de amor interracial entre la mujer convertida en pistolera vengativa y un indio repudiado por los suyos por haber servido junto al enemigo –el hombre blanco y exterminador– en la Guerra de Secesión. Bajo ese pergamino narrativo, condimentado con otras subtramas y una sutileza admirable a la hora de dar salida a ciertas revelaciones dramáticas, se esconde la mirada de un creador inglés a la violencia fundacional, la corrupción y el salvajismo que forjaron la identidad primigenia de la (aún) primera potencia mundial. “No puede ser que en este país solo haya asesinos y ladrones”, espeta la protagonista en el primer capítulo. No escatima balas tampoco en la lámina dedicada a su propia nación, señalando su gen imperialista y ese sistema de clases que activa los peores instintos del gran villano de la función.
En este fascinante trayecto por un Oeste reverenciado –y referenciado– pero reorientado al fluir acomodaticio de los nuevos tiempos, vuelve a surgir una galería de personajes para llevarse a la tumba. Especialmente en la gestación de villanos de poso imborrable, parcela en la que Blick sobresale. Casi al nivel de Southgate –el personaje que interpreta Stephen Rea en “The Shadow Line”, un actor recuperado aquí en la piel de un sheriff de maniobras honestas– cabe poner a David Melmont, un carácter que provoca el escalofrío en cada encuentro gracias al desempeño de un pletórico Rafe Spall. No se quedan demasiados pasos atrás Emily Blunt y Chaske Spencer en la piel de la pareja protagonista, ambos favorecidos por ese molde modélico que utiliza su autor para crear personajes confrontados con sus contradicciones, inseguridades y debilidades morales, las que determinan su espacio y movimientos por el relato. Un elogio que es extensible a todo el casting de actores de primer orden –Tom Hughes, Ciarán Hinds, Toby Jones, Nichola McAuliffe– que aportan su singularidad a esta relectura del wéstern que también manifiesta su contemporaneidad con canciones que embellecen y personalizan este trayecto de venganza y amor: “Some Say (I Got Evil)” de Melanie, “Into Dust” de Mazzy Star o “Crucify Your Mind” de Rodriguez son algunos de los temas anacrónicos que se reparten por su banda sonora. Una ficción que cabe colocar, sin medianías, como una de las mejores miniseries del curso que acabamos de cerrar.