Álbum

L’Ocell & Ferran Fages

El decliviTripticks Tapes, 2022

De vez en cuando, Rockdelux presta atención a discos que tendemos a situar con inconfesable pereza en las antípodas de la comercialidad. Así sucede con “El declivi”, tercera referencia de L’Ocell, dúo formado en 2015 por los jóvenes Àlex Reviriego y Fernando Carrasco, en esta ocasión compartida con el barcelonés Ferran Fages (también colaborador de Reviriego en tríos como Phicus y Ràdium). Los tres músicos se hacen cargo, respectivamente, del contrabajo, la guitarra acústica y la guitarra eléctrica. Hasta aquí, todo parece “normal”. La cosa cambia cuando los ves en acción, como en su actuación de 2016 en la sala Fènix del Raval, todavía visible parcialmente por YouTube.

La actitud de estos tres músicos experimentales o, como suele decirse aún con mayor eufemismo, “contemporáneos” frente a sus instrumentos recuerda a la del científico manipulando sus objetos de estudio, al orfebre labrando sus materias primas o, quizá aquí estarían más de acuerdo, a la de músicos explorando los sonidos. Así suena un álbum cuyo título viene como anillo al dedo en las circunstancias actuales si no fuese porque, como ya hemos dicho otras veces, la historia no se repite, pero sí rima (la frase se atribuye habitualmente a Mark Twain). Términos fuertes como “declive”, pendiente o decadencia también nos invitan a cuestionar la condicionalidad existente entre música y significado.

Los primeros sonidos que aparecen en “El declivi” se titulan “Flamarada” (“llamarada”). La apertura formal de sus sesenta y cinco segundos podría remitir a la sala blanca de la última parte de “2001, una odisea del espacio”, o a algún pasaje de Mark Korven en “El faro”. Extrañeza, inminencia, atonalidad, informidad, o incluso amenaza, son algunos de los conceptos de la sensibilidad que aparecen al escuchar estos sonidos improvisados. No deja de ser sospechoso que lo hagan en nosotros de forma automática, aprendida o instintiva, una reacción del sistema nervioso que, tras miles de años de tribulación adaptativa, nos haga sentir “hogar” en lo consonante e “intemperie” con lo disonante.

“El declivi” fue grabado durante el mes de junio de 2018 en la iglesia de Sant Romà de Miànigues, provincia de Girona, y parece ser consecuencia de los conciertos precedentes del trío –antes nos hemos referido a uno de ellos–. Esa quietud monástica que uno se imagina al abrigo del templo románico se percibe en unas grabaciones que logran transmitir ese componente poético, aun transido de inevitable austeridad, y la preferencia de L’Ocell y Fages por el “estrato inferior” –no poco importante, sino fundamental, sobre todo a partir del Barroco– de lo tímbrico en las nueve piezas de este álbum digital, también editado en casete, donde no faltan ritmo, melodía y armonía como presencias fantasmales.

Un quinto elemento constitutivo que suele mencionarse menos, pero que siempre respira, más o menos acurrucado, entre los resonantes intersticios estratigráficos de una pieza de música, es el silencio. “El declivi” vive de esa misma (in)quietud atravesada de rayos y centellas, fenómenos naturales que se perciben en fase de desvanecimiento, quizá desde una estancia desnuda en cuyo exterior se vislumbra un oscuro y húmedo bosque. Estas imágenes plausibles se inspiran en los títulos de unas composiciones en realidad libres, cuya inexplicable belleza se esconde en el sonido puro que fluye irrestricto, casi primitivo, asido a lo inorgánico, de unos instrumentos que traducen el lenguaje ordenado del caos. ∎

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