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Dentro de la nueva realidad, en la que los significantes del pop anglosajón están perdiendo peso, tiene que ser de Corea del Sur desde donde provengan pequeños milagros como este “After The Magic”, en el que somos testigos de una carrera disparada hacia el subconsciente general de todo amante de la magna cultura alternativa proveniente del pop noventero. Ya hacía tiempo que Parannoul había avisado que lo suyo no era ninguna casualidad. Y más con álbumes tan especiales como su anterior “To See The Next Part Of The Dream” (2021).
Lejos de acomodarse en lo que ya fue un pico de dimensiones ciertamente notables, este músico anónimo de Seúl retorna con un LP que, como mínimo, no dejará indiferente a todos los que venían siguiéndole la pista.
Lo de Parannoul es una constante oda a una visión surrealista de la materia shoegaze en modo lo-fi. Cortes como “Polaris” recuerdan a Neutral Milk Hotel, con derivaciones hacia My Bloody Valentine. Resulta inevitable las continuas comparaciones con la banda de Kevin Shields, cuyo reflejo a lo largo del recorrido dispuesto se establece mayormente con la idea orgiástica de “Loveless” (1991). Guitarras que, como en “Arrival”, suenan a tsunamis perfectamente constatables como artesanía de la pulsión orgánica electrónica.
De hecho, si por algo se distingue la propuesta ofrecida a lo largo de esta decena de títulos es por cumplir los sueños húmedos de todos los que en algún momento de sus vidas soñaron con un híbrido imposible entre la formación irlandesa más relevante de la historia y el grupo comandado por Jeff Mangun. Dicha sensación se hace presente en, prácticamente, todo el minutaje del álbum. Prueba de fondo en la que el crisol de pistas abierto se funde en un muro de ortodoxia spectoriana, donde emo, shoegaze y dream pop convergen en un estado de excitación total, tal como sucede en el segundo tramo de “We Shine At Night”.
En otro corte, como “Parade”, todo suena como una versión pastoral alocada de Sunny Day Real Estate que, hacia el meridiano, se pierde en un crescendo que recuerda a Elliott Smith pasado de anabolizantes.
El exceso siempre está asomando a la vuelta de la esquina. Las canciones se despliegan en tempestuosos efectos matrioska, sobre todo en los temas donde los seis y siete minutos de duración son sobrepasados. Construcciones que rozan el delirio circense, con ejemplos tan representativos como “Sketchbook”.
Todo está ideado para subir en una noria loca en la que, como ya anunció Parannoul, “este álbum no es lo que os esperabais, sino lo que siempre quise”. Eso sí, lo que realmente parece desprender “After The Magic” es la idea de estar ante un LP que realmente parece diseñado para despertar zonas de placer dormidas en estos últimos años, y que tan inspirado nigromante de las teorías indies eleva al cubo en un acto de maximalismo total, pero que, como todos los reyes del eslalomn al límite, nunca cae en la trampa de la épica vacua. ∎