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Dice la leyenda que en el tiempo en que Extremoduro estuvo sin tocar en directo (cuatro años) ni grabar un disco (seis años) entre “Yo, minoría absoluta” (2002) y “La ley innata” (2008), Robe Iniesta terminó sus estudios de Filosofía… Cierto o no, la realidad es que el tercer álbum de estudio (más un doble en directo) del placentino se titula “Mayéutica”, que es el método dialéctico que empleaba Sócrates para que sus discípulos llegaran, a través de preguntas, a descubrir los conceptos que les harían ver por sí solos “la luz”.
Me reconozco incapaz de dilucidar en unas cuantas escuchas si en “Mayéutica” está aplicando realmente el método socrático, porque aquí no hay pregunta y respuesta, sino monólogo. Sí se le intuye querencia por la “secta del perro”, la escuela cínica seguida por discípulos de Sócrates como Antístenes o Diógenes de Sinope, aunque no sé si Robe apreciará el ascetismo y despreciará profundamente el dinero como hacían aquellos. En cambio, su aparente desprecio por todo dogma sí parece formar parte de su personalidad. Pero basta de digresiones, porque el disco está esperando, y es tan sublime para quien aprecie al Robe que ha creado un estilo único y personal (entre los que me cuento) como continuista y reiterativo con su “canción” como lo ha sido desde hace casi treinta años, cuando creó la obra que más le define como artista, “Pedrá” (compuesto y grabado en 1993, pero no publicado hasta 1995).
Aquel disco estaba formado por una única canción, pero con notables cambios de tempo y ritmo (y leit motivs en su desarrollo) a lo largo de su casi media hora de duración, con una instrumentación mucho más variada de lo que caracterizaba hasta entonces a Extremoduro. Especie de miniópera rock, el modelo lo volvió a explotar de una forma más ambiciosa en “La ley innata” (cuarenta y cinco minutos de duración) y ahora regresa una vez más a la misma fórmula. Igual que sucedió en “Pedrá”, “Mayéutica” llega con casi dos años de retraso con respecto a su momento de grabación (fechado en verano de 2019, según la propia web de Robe). De hecho, “Mayéutica” ofrece en cuarenta y cuatro minutos un regreso al espíritu musical Extremoduro de “La ley innata” (en su web, Robe afirma que “Mayéutica” es “una sola obra que consta de cuatro movimientos” y que “comienza con un interludio que la enlaza con ‘La ley innata’”) y no tanto con el de Robe en solitario y sus discos de estudio anteriores, “Lo que aletea en nuestras cabezas” (2015) y “Destrozares. Canciones para el final de los tiempos” (2016). Si en estos últimos parecía que Robe se hubiera cansado del rock, enfrascado en músicas más cercanas a los tiempos medios, ahora parece haberlo echado de menos y redescubierto como medio de expresión vital y furioso.
El“Interludio” con el que arranca y la “Coda feliz” con la que acaba son los fragmentos más lentos, románticos y delicados, mientras que los cuatro movimientos que se enlazan sin solución de continuidad funcionan como una máquina de rock perfectamente engrasada, en la que destacan como especiales los diez minutos del “Tercer movimiento: un instante de luz” y los catorce de “Cuarto movimiento: yo no soy el dueño de mis emociones”. Es en estos en donde podemos volver a escuchar, pletóricos, sus añorados galopes broncos (que aparecen también en otros momentos, aunque este sea, quizá, el más brillante y melódicamente logrado) para satisfacción de sus seguidores más musiqueros (los que pueden entender que existe un nexo de unión entre Extremoduro y Emerson, Lake & Palmer, o entre Extremoduro y Yes). De hecho, el disco cobra todo su sentido escuchándolo completo y del tirón, como un “Pictures At An Exhibition” (1972) o un “Close To The Edge” (1972): en una época en la que se escuchan dos minutos y si no gusta se pasa a otra cosa, Robe propone la escucha atenta, consciente y reiterada para sacarle todo el jugo a la “sinfonía”.
Robe es, para los que pasamos de los cuarenta, una figura capital y mayúscula. Para las nuevas generaciones puede que, en cambio, sea un desconocido. Para ellos van estas palabras del ídolo generacional de hoy, C. Tangana, con las que concluía la entrevista que me concedió para ‘Forbes’ hace ahora un año: “Desde luego, Rosendo y Robe son dos ejemplos de artistazos; sobre todo Robe, que es uno de los mayores poetas que hemos tenido (o el mayor), dentro de la poesía popular de nuestro país. Yo no conozco otro de nuestra época que haya sido tan fuerte; y si en unos años me comparasen con ellos, me sentiría bastante orgulloso”. ∎