Laurie Cunningham (1956-1989) llegó al West Bromwich Albion procedente del Leyton Orient. Le sobraba talento, aunque necesitó tiempo para domarlo. No había podido aprovechar su paso por las inferiores del Arsenal, así que tuvo que buscar otra vía hacia el éxito. La encontraría en The Hawthorns, en una etapa breve pero dulce en West Bromwich, un municipio de Sandwell, bajo la influencia de Birmingham. Se incorporó a los “Baggies” en 1977, y la aventura duró dos años, hasta que el Real Madrid le puso el ojo encima tras una eliminatoria de Copa de la UEFA en la que el conjunto inglés se deshizo del Valencia de Kempes, una sorpresa que toda España (y toda Inglaterra) pudo seguir por televisión. En Madrid, pese a una trayectoria irregular condicionada por las lesiones, dejó huella. Y no solo por su trágico fallecimiento, a los 33 años, en un accidente de tráfico, cuando ya militaba en el Rayo Vallecano en una segunda etapa en el club de Vallecas. También porque pocos jugadores vestidos de blanco pueden decir, como él, que un día salieron ovacionados del Camp Nou (tras una victoria en 1980 del Real Madrid por 0-2 a la que él colaboró decisivamente con un partido extraordinario). El balón era para Laurie otra forma más de expresión, la manera que tuvo más a mano para alimentar un espíritu artístico y libre que también brillaba en las pistas de baile. Un fútbol impregnado de habilidad y clase, de arrancadas y regates que producían un impacto instantáneo en los que lo veían danzar sobre el césped por primera vez. Un efecto que se veía multiplicado por el tono general del juego inglés de la época, taciturno y malencarado.
“Todavía recuerdo la primera vez que lo vi jugar, contra el Ipswich, en un partido nocturno. Fue emocionante. Los 70 tenían un ambiente gris, pero él poseía ese talento… Cuando le llegaba el balón uno sabía que podían pasar cosas. Es difícil imaginar a jugadores fuera de su tiempo, pero Laurie era uno de esos que hubiera encajado en cualquier época”, cuenta Paul Rees, periodista musical, hincha del West Brom desde niño y autor de “The Three Degrees. The Men Who Changed British Football Forever” (2014), el libro que narra cómo Laurie Cunningham, así como el delantero Cyrille Regis (1958-2018) y el lateral Brendon Batson (1953-), miembros de aquel West Brom de la campaña 1978-79, cambiaron el fútbol inglés para siempre al convertirse en la primera tripleta de futbolistas negros que jugaba con regularidad en un club de la máxima categoría. Un hito en un contexto en el que los cánticos racistas eran la norma en los estadios. Un desafío en una etapa de depresión social y económica que alimentaba los recelos hacia la inmigración, alentados por candidatos y parlamentarios populistas. Uno de los campos de batalla del thatcherismo en el que el Frente Nacional, partido de extrema derecha (sin representación parlamentaria, pero con sus mejores resultados electorales a finales de los 70), se movía con soltura, con el hooliganismo como brazo armado en calles y gradas y con la agresión a todo lo que sonaba o parecía distinto como moneda de cambio.
Fue el técnico Ron Atkinson, llegado en ese 1978 (se trajo consigo a Batson del Cambridge), quien los bautizó como “The Three Degrees”, en un juego de palabras facilísimo, propio de la época (¿Tres jugadores negros? ¿El nombre de un trío femenino negro de soul que en aquella época hacía disco music producido por Giorgio Moroder? No me diga más). Así que ahí estaba el West Brom de los “Three Degrees”, el 30 de diciembre de 1978, líder de la First Division, en una visita al feudo del Manchester United, con barro en el césped, nieve en el cielo y un aire congelado en el ambiente que se calentaría a base de goles. El resultado iba a ser digno de un clásico navideño que quedaría como uno de los partidos más recordados de la historia de la liga inglesa. El duelo se fue 3-3 al descanso y se lo acabaron llevando los visitantes por 3-5. Para mayor gloria de los “Baggies”, la televisión lo emitió para todo el país. En lo futbolístico, el impacto fue evidente. Pero su importancia fue más allá. “El comentarista señaló que cada vez que un jugador negro tocaba la pelota era abucheado. Fue la primera vez que alguien prestaba atención a esa situación y lo mencionaba. En los medios se empezaba a hablar del asunto”, recuerda Rees. “Cunningham, abucheado pero imperturbable, la juega con Brown, que la coloca al primer toque ajustada al palo”, explicaba el narrador durante la repetición del primer tanto. Cunningham marcó el cuarto y Regis, el quinto. Una actuación estelar con la que respondieron a los constantes improperios que les caían desde la grada. Unos años antes, cuando era un joven debutante en el Orient, Cunningham se había atrevido a levantar el puño junto a su entonces compañero Bobby Fisher ante un graderío repleto de hinchas del Millwall que los habían recibido lanzándoles insultos, plátanos y hasta un cuchillo. Aun así, su estilo era, principalmente, responder a base de fútbol. Batson, más beligerante, quizá más concienciado, era el más vehemente de los tres. Pero no había mucho que pudieran hacer en la época. Lo ilustra lo que le ocurrió unos meses después, ya en 1980, a George Berry, defensa galés del Wolverhampton Wanderers, tras un partido de FA Cup ante el Watford en el que no había estado especialmente brillante. Un mal día que, sin embargo, acabaría peor. Cuando abandonaba el terreno de juego, un aficionado de su propio equipo le recriminó su actuación usando términos racistas. Berry lo recordaba así para la BBC: “Empezó a llamarme ‘negro cabrón’, a decir que era una vergüenza para el club, ‘vuelve a tu país, negro’, y todo el repertorio. Cuando enfilé el túnel de vestuarios, pensé: ‘Por ahí no paso’. De modo que regresé y me enfrenté a él. Sus acompañantes empezaron a reírse. Y perdí los nervios. Salté a las gradas, le di un gancho de derecha y me arrestaron”.
“El impacto que tuvo Bob Marley en el Reino Unido fue enorme”, recuerda Rees. En Birmingham, surgieron formaciones como UB40. La cultura del reggae subía como la espuma. Por supuesto, también estaba el sonido 2 Tone, no muy lejos de allí, en Coventry, con exponentes como The Specials o The Selecter, o en Londres, con grupos como Madness. Esa (y lo sentimos por las auténticas Three Degrees) debe ser la banda sonora que acompañe al recuerdo de aquel West Brom. “Una música que hizo que la juventud se interesara por la cultura negra”, señala Rees, cuando alude al movimiento musical contemporáneo del fútbol de Batson, Regis y Cunningham. Para reivindicar los valores de la multiculturalidad que se dibujaba en las calles, los singles funcionaban tan bien como los goles. “Los jugadores negros de la siguiente generación los recordaron como pioneros. Hay quien dice que aquel West Bromwich Albion es el equipo más importante de la historia del fútbol inglés, por la enorme influencia que tuvo”, continúa el periodista.
“Batson es uno de los jugadores británicos más infravalorados de las últimas décadas. Fue el mejor lateral derecho del país con diferencia durante varias temporadas”, señala Rees, que cuando hacía sus pinitos en el fútbol, también como lateral, lo tenía como modelo a seguir. Primer jugador negro en la historia del Arsenal, el nivel que mostró en sus mejores años le hubiera permitido haber sido seleccionado varias veces con Inglaterra, pero fue el único de los “Three Degrees” que no vistió nunca la zamarra inglesa. Regis, fallecido de un paro cardíaco, a los 59 años, sí. Su historia, la de un jugador llegado desde categorías amateurs tras haber trabajado de electricista, lo unía más si cabe a la masa social del club. “Lo tenía todo. Era grande, musculado, rápido. Si tuviéramos que diseñar a un delantero centro, sería Cyrille. No marcaba goles normales, generalmente eran golazos desde 25 metros”, detalla el periodista, que da con la clave definitiva, con la esencia del impacto que el trío del West Brom tuvo en la mentalidad de tantos y tantos aficionados en Gran Bretaña: “Era uno de mis héroes. No lo veía como un jugador negro. En el colegio, cuando jugábamos, los chavales querían ser Cyrille. Los niños blancos querían ser como él porque era muy bueno”. ∎