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Justo un año después del lanzamiento de su último disco, “L’aigua clara”, el grupo Mishima protagonizó una muy especial actuación en La Paloma bautizada como “La nit de les roses”, que esperan que se pueda convertir en la versión primaveral de su tradicional “Concert de Nadal” en la sala Apolo. El concierto fue significativo no solo por recuperar el versallesco y rococó espacio ubicado en lo que fue el barrio chino, que nada ha cambiado incluyendo su espectacular lámpara ubicada en medio de la pista, sino porque la banda barcelonesa quiso que fuera una introducción de la fiesta de los libros que es Sant Jordi, celebrado dos días después.
Así, como preludio al concierto y después de dar a conocer la labor de la Arrels Fundació, cuyo director Ferran Busquets se encargó de recordar que esa noche dormirían en las calles de Barcelona mil doscientas personas, los músicos interactuaron en un recital de lectura. Empezó la filóloga y escritora Mònica Batet –acompañada al teclado por Bernat Sánchez (ex Mine!), sustituto en Mishima de Marc Lloret, de baja por enfermedad– leyendo un fragmento de su novela “Una historia és una pedra llançada al riu” (2023). La siguió Martí Sales, ex Els Surfing Sirles, músico, escritor y traductor encargado de recitar, bajo los redobles de la batería de Alfons Serra, unos poemas de Charles Bukowski reunidos en el libro “Els plaers del condemnat. Poemes (1951-1993)” (2023) que él mismo ha traducido. El tercero en aparecer, arropado por la guitarra de Dani Vega, fue el escritor mallorquín Sebastià Alzamora, que leyó unos párrafos de su novela “Rabia” (2022). El recital concluyó con Maria Sevilla, acompañada al bajo por Xavi Caparrós, recitando poemas de Dolors Miquel reunidos en la reedición del “Llibre dels homes” (1998), un clásico de la poesía catalana que llevaba tiempo descatalogado.
El público, todo sea dicho, no estuvo demasiado por lo literario y el bullicio de la sala indicaba las ganas de escuchar a un grupo que demostró haberse convertido en un referente, con muchas canciones coreadas de diferentes etapas de una carrera de más de veinte años que incluye nueve álbumes de estudio, los dos primeros en inglés y el resto en catalán, además de tres discos en directo, prueba de lo valorados que están sus conciertos. Para entrar en materia escogieron “No obeir” y “La vella ferida”, ambas del álbum “L’amor feliç” (2012), con sus “oh, oh,ohs” y “uh, uh, uhs” que les permiten transformar lo agridulce en exultante.
El sonido no acompañó. Desde los palcos superiores era difícil entender al cantante David Carabén; en la pista la cosa mejoraba y más cuando se ponían melancólicos, caso de “El gran lladre” o “Sé que ets tu”, canciones ambas de su último disco. Las ganas de corear se hicieron evidentes desde la luminosa “Una sola manera” y las palmas también hicieron acto de presencia en la medio recitada “Tornaràs a tremolar”, preludio del hit total que es la épica “La forma d’un sentit”. Canciones como esta hacen que sea fácil imaginarse a Mishima en un estadio. Sin embargo, Carabén y su banda se sienten igual de cómodos en el aspecto cantautor de “Menteix la primavera”, canción a la que en disco le iban como un guante los lánguidos arreglos de metal.
Tal como dice la letra de “Guspira, estel o caricia”, “quan l’àngel o la musa m’inspiren / sóc l’alè d’un exercit diví” (cuando el ángel o la musa me inspiran / soy el aliento de un ejército divino), han sido capaces de crear canciones que se han convertido en hitos del pop en catalán, como esos dos clásicos que son “Un tros de fang” y “Qui n’ha begut”, interpretados uno tras de otro en un momento álgido del concierto. Luego, el retorno a la actualidad con “Un lloc que no recordi” y “Cotó”, las dos canciones con más streamings de su nuevo disco, sirvieron para recordar su lado british.
La mala acústica perjudicó la fase en que interpretaron “Llavors tu, simplement”, con embarullados coros, y la trotona “Ossos dins d’una caixa”. Las palmas y el jolgorio le pusieron remedio en “La tarda esclata”, un título ideal porque supuso un estallido de pasión, preludio a otro momento culminante con la jubilosa “Qui més estima”, uno de sus grandes éxitos, que dedicaron a Marc Lloret. La euforia siguió en modo exuberante con “Mai més” y el público estaba tan entregado que no dudó en corear “Carabén president” antes de que se despidieran con “L’olor de la nit”, entre flashes y un desmelene instrumental en el que Dani Vega aprovechó para mostrar su lado rockero.
Faltaba un suculento bis iniciado en modo caricia con “El llibre del amor”, antes de que saltara la sorpresa en forma de versión de “Flowers” (Miley Cyrus), interpretada en catalán, rebautizada oportunamente como “Roses” y con unos simpáticos arreglos corales de marcado acento pop. A continuación sonaron los versos “m’agrades tant que quan ens creuem pel carrer i faig tard / faig veure que ningú m’espera” (me gustas tanto que cuando nos cruzamos por la calle y llego tarde / hago ver que nadie me espera), que inician “Miquel a l’accés 14”, y pareció que la sala se venía abajo en una fiesta total que sirvió para constatar, por si no había quedado suficientemente claro, que Mishima, con su eficacia melódica y su poética del amor, se ha convertido en uno de los grupos esenciales del pop catalán. Para rematar la faena recurrieron a “Tot torna a començar”, otra eufórica canción ideal para finalizar en la cumbre. ∎