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Si has pasado algo de tiempo en las redes este último mes, seguramente tú también hayas topado con cierto fandom desquiciado. Y es que “Shingeki no kyojin” aka “Attack On Titan”, o “Ataque a los titanes” (2012- ) en su versión nacional –ese anime de unos gigantes en bolas que comen personas, vamos–, llega a su fin, tanto en su forma original de manga (empezó a publicarse en 2009) como en la serie de animación emitida por Netflix. La obra ideada por Hajime Isayama es cautivadora, de eso no hay duda, pero aún lo es más el fenómeno en que se ha convertido. Sin ir más lejos, en TikTok el hashtag #AOT concentra ya 22 billones de visualizaciones. Hace un par de meses, cuando el protagonista salió en pantalla después de cuatro capítulos sin saberse de él, su nombre acabó siendo trending topic mundial con más de 250.000 tuits en la noche del estreno del episodio. El subreddit dedicado a la serie cuenta ya con medio millón de seguidores y, dentro de este, el hilo para comentar el penúltimo capítulo del manga, el infame número 138, tiene unas 7300 entradas de discusión y debate. ¿A qué se debe la magia?
Con este planteamiento, “Ataque a los titanes” podría haber resultado en un shonen manga de manual: una historia de acción donde el protagonista va creciendo para enfrentarse sucesivamente a unos malos muy malos hasta que por fin vence al más malo de todos gracias al poder de la amistad –piensa en “Dragon Ball”, “Naruto” o “One Piece”–, pero acaba siendo todo lo contrario: una burla cínica a las convenciones del relato de iniciación juvenil. Por eso, la serie encuentra una mayor afinidad con “Death Note” o “Evangelion”, otros casos de shonen que se adentran en zonas de mayor turbiedad, rayando la temática adulta (o seinen, si seguimos los términos nipones). Porque, si el shonen se basa en un planteamiento clásico de “el bien contra el mal”, donde el protagonista lucha por todas las razones correctas y consigue vencer sin matar explícitamente a nadie –algo que también puede valer para relatos fantástico y superheroicos occidentales–, en el seinen se nos muestran historias y personajes con una mayor gama de grises. ¿Es justificable que Kira se tome la justicia por su mano en “Death Note”? ¿Tiene Shinji el deber moral de subirse al EVA? El caso de “Ataque a los titanes” va incluso más allá. Hajime Isayama no solo nos hace cuestionar la moral de nuestros héroes, poniendo y quitando pedestales, mostrando siempre las sombras y las luces de cada personaje, sino que lo hace con una narrativa que nos obliga a escoger bandos constantemente, evidenciando capítulo tras capítulo la contradicción de nuestras elecciones y centrando así todo el foco en cuestionar la propia moral del espectador.